10.11.2013
Ane nació quince días después de que su padre, el diputado y periodista Josu Muguruza, cayera abatido en el Hotel Alcalá de Madrid, por lo que, según confiesa esta estudiante de Educación Infantil de 23 años, le fue conociendo a través de referencias. Maiana Bustinza, de 28 años, tenía doce cuando su padre murió en la emboscada que llevó a cabo la Guardia Civil en la bilbaina calle Amistad. No tuvo tiempo de hacer vida normal con él.
Ane nació quince días después de que su padre, el diputado y periodista Josu Muguruza, cayera abatido en el Hotel Alcalá de Madrid, por lo que, según confiesa esta estudiante de Educación Infantil de 23 años, le fue conociendo a través de referencias. Maiana Bustinza, de 28 años, tenía doce cuando su padre murió en la emboscada que llevó a cabo la Guardia Civil en la bilbaina calle Amistad. No tuvo tiempo de hacer vida normal con él.
Las víctimas de ETA parecen muy
activas, se ha visto con el tema de Estrasburgo, convocando
manifestaciones y ejerciendo de «lobby». A ustedes se les oye mucho
menos, pero también es verdad que aparecen menos, ¿por qué?
Maiana BUSTINZA: En Egiari Zor siempre hemos tenido claro que nuestro dolor, nuestro sufrimiento, no debía ser un elemento más para ahondar en la confrontación social, ni ser utilizado como obstáculo para alcanzar o construir la paz, sino para todo lo contrario. Sabemos que el papel que podemos jugar es fundamental, pero tenemos clarísimo que nuestro dolor no nos da ni la condición de juristas, ni de políticos, y por ello jamás vamos a intentar dirigir ni la vida política ni la judicial.
¿Hasta dónde llega su condición de agente activo?
Sorprende su juventud, ¿qué les ha llevado a dar el paso de trabajar en Egiari Zor?
A.M: En nuestro caso hemos tenido referentes como nuestras madres, que nos han educado para no sentir rencor ni odio. Les tenemos que dar gracias por ello. El rencor, el odio, la necesidad de venganza son sentimientos que destruyen a las personas que los sienten.
Cuando Egiari Zor se presentó, fijó su
objetivo principal en obtener la verdad para avanzar hacia una solución
justa y pacífica. ¿Cabe entender que se conformarían con eso, con la
verdad, por encima de otros criterios como la justicia y la reparación?
A.M: En lo que a justicia se refiere, somos conscientes de que la injusticia existente es la que propició la muerte de nuestros familiares y cientos de personas más. Por tanto tenemos claro que la justicia en nuestros casos no vendrá de ningún tribunal español ni francés. Nuestro punto de partida es el recuerdo a las personas arrebatadas y la exigencia de que el reconocimiento, la verdad, la justicia y la reparación sean las bases indiscutibles de una justa, verdadera y definitiva solución. Justicia es abordar de una manera sincera lo ocurrido y las razones de por qué ocurrió.
Dicho en otras palabras, en un esquema
de resolución en base a justicia transicional, ¿aceptarían un cierto
nivel de impunidad para los crímenes cometidos con sus familiares?
Sobre la justicia transicional, es cierto que ha sido una herramienta válida en otros conflictos, pero también que no existe un modelo único de justicia transicional y que es cada pueblo el que debe de diseñar su propio modelo. No vamos a entrar en espacios que no nos corresponden, la gestión de la justicia, el carácter de la misma y su aplicación no forma parte de nuestro ámbito. En cambio, sí creemos que como paso previo a la aplicación escrupulosa de la justicia es imprescindible la creación de mecanismo proactivo de la verdad, Comisión de la Verdad o como se quiera llamar. Es absolutamente imprescindible identificar todas y cada una de las vulneraciones de derechos humanos sin excepción acontecidas en los últimos cincuenta años, no solo para aplicar justicia, sino para encontrar el modelo más adecuado.
Volviendo a esa verdad, poco se ha
avanzado en estos dos años de nuevo tiempo. No se ha esclarecido ningún
caso nuevo de guerra sucia ni violencia parapolicial, ¿qué opinan al
respecto? ¿Esperan que en el futuro sí sea posible?
A.M: Pero esta idea de la violencia única, del relato único, ya se les ha caído. Hay sectores que nos siguen negando porque somos el espejo donde se refleja su violencia, pero vamos a seguir insistiendo, estamos aquí y vamos a seguir estando. Quieran o no somos parte de la memoria, del relato y también parte de la verdad de lo ocurrido. La verdad será la suma de las verdades existentes, la suma de lo que cada uno ha vivido.
Hace dos años, una parte renunció a la violencia, fue un gran paso. Ninguna persona más ha sufrido esa violencia ni las consecuencias de la misma, esto es muy, muy importante, aunque otros no podamos decir lo mismo. Ojalá que todas las partes diesen el mismo paso y que tampoco nadie tenga que sufrir nunca más la violencia que nos ha golpeado a nosotras.
¿Es ajustado a la realidad hablar de
«víctimas de ETA» o de «víctimas del Estado» en general, como si todos
tuvieran la misma posición?
Más allá de la iniciativa Glencree,
¿existe contacto entre víctimas de los dos lados? ¿Es posible algún tipo
de aportación común?
La campaña desatada por algunas
víctimas nos retrotrae a décadas atrás. ¿No se corre el riesgo de sumir
a la sociedad en la desesperanza?
¿Qué sienten cuando escuchan a
víctimas de ETA hablar de impunidad por la sentencia europea sobre la
doctrina, cuando los presos a los que se refieren han pasado casi 30
años en la cárcel?
A nivel humano, ¿comprenden de algún modo esa reacción?
Fuente: Gara
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