“Vnimanie! Govorit Moskva!” (“Atención,
habla Moscú”) . Estas eran las palabras con las que, personificando a
la capital y portando las esperanzas de todo el país sobre sus hombros,
este presentador con gafas comenzaba en tono calmado sus partes de
guerra hasta que esta terminó y Hitler fue derrotado hace 68 años.
Por todo el país, civiles y militares
por igual, escuchaban las noticias sobre qué ciudades habían caído, qué
regiones habían sido reconquistadas y cuando se esperaban ataques
aéreos. Nina Trifonova, de Oremburgo al sur de los Urales, recuerda el
impacto que tenían las transmisiones de Levitan.
Nos explica como “en aquellos días no
podíamos permitirnos una radio, pero había altavoces en ciertas calles y
la gente se arremolinaba alrededor de ellos a una hora concreta para
escuchar las noticias del frente”.
Esta experiencia común unía a la gente y
Trifonova lo describe como “sentirse parte de una gran familia con Yuri
Levitan a la cabeza”. Todo esto a pesar de las duras noticias que a
menudo relataba, especialmente en los primeros días de la guerra.
Trifonova describe su voz como “clara y
aterciopelada, con una capacidad para traer esperanza dijera lo que
dijera”. Recuerda con orgullo como inspiraba a sus oyentes y el impacto
que esto tenía sobre los habitantes de su ciudad.
Estos recuerdos, que comparten todos los
rusos de la generación de Trifonova, muestran hasta dónde había llegado
Levitan y de qué forma tan rápida. Su historia es la de un auténtico
desconocido que se ve lanzado bajo los focos y consigue estar a la
altura de la situación.
De hijo de un sastre a ser la voz de una
generación. Hijo de un sastre de Vladímir, una ciudad a 190 kilómetros
de Moscú, Levitan tendía a ocultar sus humildes orígenes desde joven. En
un principio tenía intención de ser actor, se trasladó a la capital
donde, después de fracasar en su primer plan, intentó entrar en la
radio.
Inicialmente le dijeron que su
“provinciano” acento de Vladímir era demasiado fuerte, por lo que
practicó durante horas y horas para perfeccionar su pronunciación
moscovita. Pero después, durante su primera emisión, una lectura
nocturna de un artículo del Pravda, el líder soviético Joseph Stalin casualmente estaba escuchando.
El autoritario líder declaró que esta
sería la persona que leería el informe del día siguiente del Congreso
del Partido Comunista y Levitan comenzó su camino al estrellato. Tan
solo tenía 19 años. Hitler, el archimanipulador de los medios de
comunicación y la propaganda, reconocía el inmenso impacto de Levitan en
la moral de su enemigo y le declaró su enemigo público número 1.
La recompensa por su cabeza era de
250.000 marcos alemanes, alrededor de 1,3 millones de dólares
actuales. El mariscal Rokossovski dijo que su voz valía tanto como una
división. Levitan tenía su propia escolta, y tan solo 25 años después de
la guerra se supo que la maquinaria de radio soviética había sido
trasladada a los Urales por razones de seguridad.
Irónicamente Levitan fue tan famoso
durante la guerra que posteriormente hubo momentos en los que tuvo
dificultades para conseguir trabajo en la radio, las altas instancias
del gobierno soviético consideraban que su voz estaba demasiado unida a
la guerra. Sus apariciones se limitaban a los grandes eventos de la vida
soviética, por ejemplo, el anuncio del primer hombre en el espacio o de
la muerte de Stalin.
La mayor parte de sus ingresos provenía
de la narración de documentales, charlas con veteranos o clases para
estudiantes. En sus últimos años le preguntaron a Levitan qué eventos le
marcaron más profundamente y de inmediato contestó que el anuncio del
vuelo espacial de Gagarin. Describió como se le llenaron los ojos de
lágrimas y como fue “igual que el 9 de mayo de 1945, cuando leyó la rendición de la Alemania de Hitler”.
El hombre cuya fuerte y decidida voz
representaba el poder y el poderío de la Unión Soviética ocultaba un
lado muy humano después de todo. Dos días después de su muerte, el The New York Times
recordaba su “sonoro y característico sonido”. Treinta años después de
su muerte, a los 69 años, el hombre y la voz siguen siendo venerados.
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