Lunes, 07 de Octubre de 2013 08:58
Muerte en Lampedusa. “La UE no ha propuesto ningún plan de contingencia”, dice el experto.
El director del Equipo de Sociología de las Migraciones Internacionales
de la Universidad de La Coruña recomendó a la UE el diseño de un
espacio de movilidad, en lugar de acorazarse, por las demandas de
democracia y trabajo.
Antonio Izquierdo
Escribano es profesor de sociología en la Universidad de La Coruña y
aborda una situación que la Unión Europea se esmera por atar con
alambre. En un editorial del diario Público de España, afirmó hace dos
años: “Contra lo que se ha dicho, los 8000 embarcados que han huido a
Lampedusa no constituyen un éxodo migratorio”. Y señaló que, por el
contrario, esos movimientos representaban “una expresión torcida del
brutal tapón migratorio” que con la connivencia europea se imponía en
Túnez y Libia. El director del Equipo de Sociología de las Migraciones Internacionales
de la Universidad de La Coruña recomendó a la UE el diseño de un
espacio de movilidad, en lugar de “acorazarse, asustada como está”, por
las demandas de democracia y trabajo. “Es urgente atender a los fugados,
pero es básico no caer en el error de levantar otra empalizada para
detener a los migrantes”, sostuvo en el artículo. En diálogo con
Página/12, Izquierdo Escribano analiza el naufragio de la barcaza con
500 migrantes a bordo. Señala además que es urgente generar políticas,
entre los países del bloque europeo, que den respuesta a las mareas
humanas que abandonan el Magreb y chocan con las costas del viejo
continente en busca de un futuro mejor.
–¿Cómo puede ponerse en palabras lo sucedido en Lampedusa?
–Si bien no ha habido una desgracia tan
masiva, en los últimos diez años los flujos migratorios de la zona norte
de Africa y los distintos conflictos que han habido en el Magreb han
producido desplazamientos de población entre países. También han
provocado desorganización económica y frustraciones políticas. Se han
iniciado movimientos migratorios que no han sido encauzados. Esta
presión está ocurriendo desde que empezaron las revoluciones
democráticas en Túnez, Egipto o Argelia. Pero no hay que confundir estos
movimientos migratorios con flujos de desesperados en poder de las
mafias.
–La Comisión Europea, sin
embargo, pidió esta semana que se redoblen los esfuerzos contra los
traficantes que explotan la desesperación de los migrantes
indocumentados.
–Eso está muy bien si antes has ofrecido
un subterfugio a los movimientos migratorios. La Unión Europea no ha
propuesto ningún plan de contingencia.
–¿En qué consistiría esa salida?
–Es necesario formalizar acuerdos
bilaterales, entre la Unión Europea y el Magreb, para que una parte de
los migrantes que quieren salir de allí, que generalmente son jóvenes de
clase media cualificada, puedan hacerlo de manera organizada, a través
de cupos o contingentes anuales. Siempre habrá gente que no entre dentro
de esos cupos. Pero tú has hecho un movimiento de aceptación, entre
otras cosas, porque es necesario. Si no fuera por razones democráticas,
solidarias o de otro orden, por razones meramente utilitarias eso
conviene.
–El secretario general de
Naciones Unidas, Ban Ki-moon, señaló que la mitad de los migrantes son
mujeres, uno de cada diez tienen menos de 15 años y cuatro de cada diez
provienen de países en desarrollo. ¿Cuál es el rostro de ese
desplazamiento en el Magreb?
–Esos datos parecen bastante razonables.
En este caso, el grueso de la población es muy joven, tiene menos de 20
años. Creo que hay distintos flujos migratorios que convergen en esos
barcos. Algunos huyen de las guerras o de las inestabilidades políticas.
Hay personas de las ciudades, de clase media, universitarios, que no
encuentran su futuro allí y quieren salir. Y hay otra parte de la
población, que probablemente sea la que menos llegue a Europa, que se
mueve entre los países del área: es la gente más pobre que ni siquiera
tiene medios para contratar viajes y sortear los obstáculos que se
interponen en su camino.
–En su desesperación, la
alcaldesa Giusi Nicolini dejó el día del naufragio un mensaje en su
cuenta de Twitter. Iba dirigido al primer ministro italiano, Enrico
Letta: “Venga a Lampedusa para enfrentar el horror”. En febrero,
Nicolini envió una carta a la Unión Europea donde se preguntaba cuán
grande tenía que ser el cementerio de la isla.
–Más que describir esa situación
horrenda, si desde hace años la Unión Europea está apoyando la
democratización de la zona del Magreb, es justo que se establezca una
política en conjunto que dé salida a esa presión migratoria. En un
momento determinado, Francia cerró sus fronteras con Italia. Como no hay
una política común europea, cada país actúa según le parece.
–En un escenario donde
ciudadanos y gobernantes buscan respuestas al desasosiego político y
económico que se respira en Europa, el tema de la migración representa
una cuestión extemporánea, cuando no surge como una de las causas de la
crisis.
–Está fuera de la agenda inmediata y se
convierte en “agenda agitatoria” cuando mueren doscientas personas. Es
un problema de relación entre regiones geográficas y continentes y la
Unión Europea tiene que darse una política migratoria. No solamente
porque envejezca o sea de su interés, sino porque, más allá de eso, es
una unión política que se pretende democrática, en la que prevalecen los
derechos humanos y que quiere que el
conjunto de los países del mundo tenga regímenes democráticos. ¿Eso te
lleva a enemistarte con una parte de tus conciudadanos? Seguro. Pero si
no gobiernas, nunca te vas enfadar con nadie. Y si gobiernas, siempre va
a haber gente que esté en contra de lo que estás haciendo. Si no se
hace nada, desgraciadamente volverá a haber otra tragedia en poco
tiempo. Está claro que va a seguir muriendo gente en el estrecho
mientras no se ofrezca una alternativa.
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