“Los extranjeros son otros. Son ellos los mercaderes, y los esclavos, nosotros” . Daniel Viglietti
En los planes divisionistas de la patronal, juega un
papel importante el falso antagonismo de intereses entre los
trabajadores del país y los de fuera.
La Unión Europea y el Estado español legalizan el
encarcelamiento de los esclavos del siglo XXI con la aprobación de los
representantes políticos “de izquierdas” que consideran los centros de
internamiento “quizá no la mejor medida, pero no se dispone hoy de otro
dispositivo que permita trabajar la devolución de personas”
(como afirmó en su día la portavoz socialista en materia de
extranjería). Devolución, un concepto aplicable a objetos, a mercancías,
saca de dudas sobre los términos económicos en que deben entenderse las
políticas de extranjería del capital, políticas al servicio de sus
intereses de rapiña por encima de cualquier frase hecha sobre lo buena
que es la libre circulación de personas y capitales, sobre todo de
capitales.
En centros de confinamiento donde se encarcela a
madres y niños sin tomar en cuenta su situación familiar, escolar o de
salud, donde ocurren depresiones, huelgas de hambre y suicidios,
encierran a “indocumentad@s”, que muchas veces llevan años creando la
riqueza de nuestros países en los trabajos más ingratos, duros y
peligrosos .
El tiempo de estancia y el contrato laboral exigidos
para el arraigo, la separación familiar, el acoso policial y judicial
(secuestro de pasaportes, razzias, controles de documentación,
detenciones arbitrarias, maltrato físico y vejaciones, expulsiones que
vulneran cualquier tratado internacional y cualquier carta magna
burguesa sobre los DDHH) se suman a las condiciones laborales de
esclavitud pura y dura de la clase obrera inmigrante. Condiciones a las que cada vez se van pareciendo más las de toda nuestra clase, independientemente de su origen nacional.
En pleno auge de las tesis sobre la insostenibilidad
“demográfica” del sistema público de pensiones, ningún “experto” señala
que la expulsión de inmigrantes en edad de trabajar acelera el
incremento de la tasa de dependencia derivado del aumento de la
esperanza de vida.
El apartheid abarca el sistema sanitario (incluso
niños, mujeres embarazadas, enfermos crónicos, infecciosos o terminales
quedaron sin tarjeta) la escuela, la vivienda, los derechos políticos,
todas las esferas de la vida social.
El buenismo oenegeísta y el reformismo entran en el
campo de la caridad y no de la justicia social, chapotean en una ética
abstracta sin carácter de clase y no apuntan a la verdadera naturaleza
socioeconómica y política del fenómeno que no tiene más solución que la
salida clasista y revolucionaria.
Como señaló Evo Morales, a América migraron los
colonizadores europeos, masivamente y sin visado ni permiso. Estuvieron
robando riquezas y exterminando a las poblaciones originarias durante
cuatro siglos.
La emigración masiva se engendra también hoy en el saqueo capitalista e imperialista. Cuando
llegan (con vida) del mar, expulsados de su tierra por “nuestros”
monopolios, vuelven a ser despojados, perseguidos y expulsados por
segunda vez.
A los trabajadores nos azuzan unos contra otros, como
a los esclavos-gladiadores en el circo romano. Algunos cambiaban de
opinión en la arena y lanzaban el tridente contra el palco de los
funcionarios imperiales. Hechos así fueron preparando el derribo del
modo de producción esclavista.
A quien hay que echar, quien sobra, quien roba, quien
nos quita el trabajo, es la clase parasitaria que se enriquece
explotando a la clase obrera de aquí o de allá, nativa o extranjera.
Tenemos que organizarnos tod@s junt@s para echarlos, a ellos sí, al
basurero de la historia.
http://www.unidadylucha.e
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