13 de Septiembre de 2013 15:44
Desde hace un par de años organizaciones como UNICEF (Agencia de la
ONU), Cruz Roja, Bancos de Alimentos, Cáritas y otras entidades
denuncian que en España, país que figura entre los más desarrollados del
mundo, hay hambre.
Resulta escandaloso que esta dramática
información provoque en algunos un cierto malestar y respondan al dato,
objetivo y contrastado, negando su veracidad o minimizando su alcance
utilizando subterfugios. Para algunos dirigentes del Partido Popular el
hambre que sufren cada vez más niños sería exclusiva responsabilidad de
los padres. Subrayan, además, que sólo se trataría de casos "puntuales"
de desnutrición infantil ( de ser así, dichos padres deberían ser
detenidos y puestos ante un juez). Algunos pediatras de la misma cuerda
que los dirigentes del PP relacionan desnutrición con ciertas
enfermedades previas sufridas por estos menores. Se puede interpretar
entonces que estas enfermedades son las que producen la desnutrición y
no la falta de ingesta de alimentos apropiados.
De seguir este
razonamiento resultaría que en el planeta existen unos mil millones de
enfermos que, como consecuencia de múltiples enfermedades, pasan hambre.
Los subterfugios valen para todo. Un ejemplo de rabiosa actualidad:
asegurar que el fenómeno de la nueva inmigración que afecta a miles de
jóvenes y no tan jóvenes que buscan en el extranjero las oportunidades
laborales que aquí no encuentran son sujetos activos de una "movilidad
exterior" que, finalmente, enriquece con grandes experiencias a la gente
inquieta, deseosa de conocer mundo, emprendedora y aventurera.
Gracias
al subterfugio ya no se trataría de una verdadera legión de parados
desesperados tratando de encontrar un empleo, que no siempre logran.
Tampoco se dice que pocas veces llegan al paraíso reflejado en muchos
capítulos de "Españoles por el mundo" donde parece que los protagonistas
fueran elegidos en un casting de triunfadores natos y gente guapa. Nada
más lejos de lo que les ocurre a la mayoría de los inmigrantes forzados
de los últimos tiempos: trabajando a destajo en los peores puestos,
aquellos que no quieren desempeñar los "nativos" de los "Paraísos
prometidos", o, peor aún, currando en negro, por un salario
insuficiente, y al borde de la clandestinidad. Como muchos inmigrantes,
por cierto, procedentes de África, Sudamérica, Este europeo, en la hasta
ayer próspera España.
Las organizaciones que se ocupan de
paliar el hambre coinciden en señalar que unos dos millones de niñas y
niños lo sufren. No mueren como en Siria, tirados en algún camino,
escapando de la guerra, pero pasan hambre. Un sector significativo de la
población vive "por debajo del umbral de la pobreza". ¿Umbral de la
pobreza?, otra manera de camuflar la realidad.
Viven en la miseria,
recurriendo a los alimentos que se distribuyen solidariamente, ayudas
que no suelen cubrir las necesidades de todo el mes y que,
excepcionalmente, incluyen carne, pescado, verduras, huevos, frutas. Los
excedentes de la Unión Europea consisten en arroz, pasta, harina,
leche, aceite, tomate frito y otros productos no perecederos.
Resumiendo: no pasarán hambre pero se encaminan a la desnutrición. Y
conviene señalar que tienen que recurrir a esta ayuda no sólo las
familias sin ningún tipo de ingresos,sino, también, familias que sólo
reciben los 400 euros o familias en las que solo algún miembro de la
misma trabaja, pero gana un dinero que apenas alcanza para pagar el
alquiler o la hipoteca, la luz, el agua, el gas, la comunidad. Muy
oportuno, el Padre Ángel, de Mensajeros por la Paz, quien no necesitó
que hubiera crisis para enterarse de las necesidades que ya existían
cuando "éramos ricos" y "vivíamos por encima de nuestras posibilidades"
(¿a quiénes se refieren? ¿a los bancos? ¿a los que compraban yates y
tenían y siguen teniendo cuentas bancarias en las Guaridas Fiscales
porque son Guaridas, no Paraísos?)
El Padre Ángel no dudó al decir "no
se puede llamar al hambre mala nutrición, igual que no se puede llamar
al enfermo, pálido". Lo que sí se puede hacer es lo que se hace:
maquillar convenientemente al enfermo con adecuados subterfugios. Por su
parte, Dolores Tirado, presidenta de Confapa Valencia, también ha
comentado a los medios de comunicación: "El día a día es muy duro, se te
cae el alma a los pies cuando viene un padre o una madre y te dice que
si compra los libros de texto no tiene dinero para comer".
Ana Botella probablemente les habrá dicho que se trataba una cola de personas que deseaban confesarse, pues Madrid es muy católica. Por otra parte, tras la quimera del 2020, se ha gastado un montón de dinero en viajes, hoteles, sueldos. Nadie parecía saber que para las Olimpiadas del 2024 las candidatas son París, Berlín y Roma y que la rotación de los continentes se impone en los criterios que rigen al Comité Olímpico Internacional. Ese dinero se podría haber donado para comprar comida. El operativo Madrid 2020 se convirtió en una nueva frustración. Ni pan ni circo.
muy acertado, si señor!
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