lunes, 8 de julio de 2013
Nada
mejor que un buen puesto de trabajo en la Stasi. Catorce pagas,
vacaciones pagadas, posibilidades de ascenso, cupones descuento, coche
de empresa y lo más atractivo, la impagable posibilidad de perseguir a
los enemigos del Estado socialista. Pudiendo trabajar en la Stasi que le den por culo a El Corte Inglés.
Lamentablemente esos buenos tiempos pasaron.
Mientras
llegan nuevas oportunidades podemos capear la nostalgia con el cine,
ahí está la inolvidable película alemana La vida de los otros (2006),
símbolo del horrible Estado totalitario de la RDA. Yo la vi varias veces
y siempre me pregunto lo mismo, por qué diablos no fusilan a esos
cabrones. No a los eficientes, honrados y respetables burócratas, me
refiero al escritor y al grupo de culturetas gafapasta que le rodean, no
ya por traidores, por pedantes.
En fin, otro día lo discutimos con calma, incluso podemos montar un cine club con el amigo Pepe Gutiérrez.
El
caso es que el espía yanqui Snowden denuncia en la revista Der Spiegel
que el Estado alemán estaba al corriente del espionaje masivo yanqui. En
realidad Snowden no ha hecho más que certificar lo que muchos ya
sabíamos. Al parecer los demócratas nos vigilan al milímetro, si te
descuidas te los encuentras entre tus piernas olisqueando a mayor gloria
del Estado de derecho. Conviene no olvidar que estos pollos son los
mismos que pagaban las obras anticomunistas del mercenario Orwell, y el
orwelliano que lo desorwellice buen desorwall... en fin, como diablos se
escriba eso.
Y
es que la vida de los otros resultó ser la nuestra. Pero solo la
nuestra. Los otros campan a sus anchas tan tranquilos, no pocos hasta
van por ahí dando lecciones de democracia.
Los
muy cabrones nos han arrebatado la posibilidad de perseguir a nuestros
enemigos. Y eso no les basta, pretenden además que nos avergoncemos de
ello. Todo un ejército de plumillas, especialmente los que van de
progres, intentan que el personal abjure de su historia de resistencia
como clase. Esta gente, si la apuras, termina confesando. En efecto,
detestan el espionaje, pero de espiar que espíen los suyos. Y en esas
están.
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