13 de junio de 2013
Por Gabriel Torres Rodriguez. Enviado de La Joven Cuba
“(…) El Che no
flaquea, no se deja flaquear, aunque siente que su propio cuerpo es una
piedra entre las piedras, pesada piedra que él arrastra avanzando a la
cabeza de todos (…) caminan todos al ritmo de los que menos pueden:
juntos serán todos salvados o perdidos. La metralla le rompe las
piernas. Sentado, sigue peleando, hasta que le vuelan el fusil de las
manos. El Che muere de bala, muere a traición, poco antes de cumplir
cuarenta años, exactamente a la misma edad a la que murieron, también de
bala, también a traición, Zapata y Sandino. ¿Ha muerto en 1967, en
Bolivia, porque se equivocó de hora y de lugar, de ritmo y de manera? ¿O
ha muerto nunca, en ninguna parte, porque no se equivocó en lo que de
veras vale para todas las horas y lugares y ritmos y maneras?” Eduardo Galeano
Nosotros los
cubanos, tenemos esa rara manía de querer apropiarnos del Che sin pensar
que es, posiblemente, la figura latinoamericana más universal. Y es que
en Cuba el Che trasciende tanto por la estatura de sus acciones -en pos
del bien del individuo y la nación- como por su esclarecido
pensamiento.
Ernesto Guevara es
la síntesis del rudo hombre de acción y el profundo pensador que supo
desnudarse de los dogmas, del burocratismo y enfrentar una nueva
realidad para América Latina y el mundo. Creo que fue el más
revolucionario de los románticos: un extraño Quijote en el convulso
siglo XX.
465 días fungió
como Presidente del Banco Nacional, y le bastaron para demostrar su
capacidad y liderazgo en esta esfera. La contrarrevolución y las ávidas
miradas de afuera vieron un ingente peligro en esta designación, y tras
la fortaleza demostrada sólo se dedicaron a denigrar su imagen.
Por aquellos días Fidel expresaba: "para
que nadie se llame a engaño; el Che no está ahí para hacer ninguna
barbaridad, el Che está ahí igual que cuando lo mandamos a Las Villas a
impedir que pasaran los tropas enemigas hacia Oriente; lo he mandado al
Banco Nacional a impedir que se vayan las divisas y para que el parque
que tenemos en divisas pues se invierta correctamente"[1].
Varias medidas por
él iniciadas fijaron al país en pos de la independencia económica: el
cierre a la fuga de divisas y la nacionalización de todos los bancos y
sus sucursales norteamericanas así como la salida de Cuba del Fondo
Monetario Internacional y del Banco Mundial.
Se metamorfoseó en
dirigente de la industria y su presencia periódica en los lugares del
país donde se acometían las principales inversiones llenaba de orgullo y
alegría a los trabajadores. Una gran disciplina y un increíble sentido
del deber caracterizaron al guerrillero durante esta etapa.
Su línea política
era consecuente con el ejemplo y el sacrificio. Erigió lo que el llamó
“trabajo voluntario”, que no fue más que el esfuerzo total y
desinteresado de un hombre por el desarrollo de su Patria. Todavía
guardan las fotos su imagen sobre la combinada, en un campo de caña; o
armada su mano del machete como flamante mambí; o con el saco al hombro
bañado de sudor y como escudo su diáfana sonrisa.
Su impacto en la
subjetividad de los hijos de esta isla es tan íntimo que aún hoy, en
pleno siglo XXI, los pequeños, en la escuela, se proponen ser como él.
El Che fue un gran
marxista. Fue un maestro preclaro que explicó cómo debía ser un
comunista, y comprendió los retos de la construcción del socialismo en
Cuba. Estudió a Lenin, y en unos osados apuntes rebatió la economía
política que estudiaba la URSS.
Y después nos dejó
solos y marchó al África. Y ahí comenzó la leyenda del Che Guevara, fue
allí donde se hizo universal y de todos. Dejando atrás la comodidad de
la familia, dejando todo atrás por un ideal, por un principio
revolucionario de verdadero comunista: saldar su deuda con la humanidad.
Y regresó de la
tierra negra. Vino a su cuna, como una premonición de su muerte. Recaló
en el altiplano boliviano para ofrendar su sangre al continente y a las
fuerzas que reaccionan contra los dominios del egoísmo y el capital.
El Che se convirtió
en paradigma. En ícono de las juventudes revolucionarias del 68. En el
ejemplo a seguir, en el modelo a imitar durante años de dictaduras
castrenses y modelos neoliberales en Latinoamérica; durante el
descalabro soviético y el despertar de las izquierdas, hoy, en nuestra
América.
Pero, ¿por qué el
Che? ¿Por qué un universitario francés, un joven de instituto mexicano,
un minero en Bolivia o un hippie en los EE. UU levantarían una bandera
con su imagen? ¿Qué representa Guevara para el mundo?
Cada quién ha
absorbido lo mejor del Che, de sus acciones, de su pensamiento y de su
poderosa ética. Cada intelectual ha ofrecido una interpretación de su
figura y pensamiento. Muchas objetivas y cargadas de sentido. Otras,
débiles y henchidas de subjetividad.
El Che es símbolo de unidad revolucionaria. Así lo demostraba en suMensaje a la Tricontinental: “Y
si todos fuéramos capaces de unirnos, para que nuestros golpes fueran
más sólidos y certeros, para que la ayuda de todo tipo a los pueblos en
lucha fuera aún más efectiva, ¡qué grande sería el futuro, y qué
cercano![2] Es
partidario de la unión y la colaboración de las fuerzas que tienen un
mismo camino. Propone unirse contra el capitalismo, y contra todo lo que
convierta al hombre en esclavo del hombre.
Otra cuestión que
haya expresión en su figura es la solidaridad, traducida como
internacionalismo. Entendida como la entrega a otros pueblos del sudor y
del alma. Esto lo convierte en mito. Lo identifica con el sueño
unitario de Bolívar y Martí. Con la creación de una sola América alejada
del imperialismo.
El Che significa
revolución, cambio. Representa intransigencia y comunismo. Es un recurso
legitimador de movimientos sociales, políticos y hasta culturales que
abrazan las ideas de cambio como bandera, el cambio entendido como el
ataque a las raíces de los males continentales, provenientes, en gran
medida, del imperialismo y las lógicas de dominación capitalistas.
Instigador del
nacimiento del “hombre nuevo” latinoamericano su figura y la influencia
de la Revolución Cubana sirvieron de catalizador para la forja de
experiencias revolucionarias en todo el continente. Su potencia
soñadora, que lo lanzaba a la lucha sin condiciones materiales o
políticas, resultó muy atractiva para los sufridos pueblos americanos,
para la formación de líderes o vanguardias políticas que a la larga
alcanzarían protagonismo en América.
El Che tuvo esa
extraña habilidad de siempre discernir del mundo lo nuevo, lo diferente.
Esa habilidad de trazar caminos para liberar al ser humano. Luchador
ferviente contra el conservadurismo nunca vaciló en defender sus
concepciones políticas en cualquier escenario, así fuera en la Asamblea
General de las Naciones Unidas o en la fría meseta boliviana agobiado
por el asma.
Hoy el Che se nos dibuja gigante. La estrella de su boina se transforma en faro y su estática mirada nos grita que (…) “Cada vez que derriban un árbol, el ruido se escucha muy lejos pero silenciosamente la brisa lleva millares de semillas”.
(La
paradigmática figura de Ernesto Guevara de la Serna es hoy más
recurrente que nunca. Este argentino cubano, o mejor, ese argentino del
mundo, con su ejemplo, por su sacrificio y dolor es guía y motivo,
energía y voluntad para esta tierra nuestra “desde el Río Bravo hasta la
Patagonia”. Es San Ernesto de la Higuera, que recibe santos rezos en el
lugar de su muerte. Es el Che icónico de las manifestaciones, que viaja
con los jóvenes en pullovers bajo el golpe de las balas y el empuje de
los chorros de agua. Es el Che de las fuerzas de izquierda, de los
partidos comunistas y de la Revolución Cubana.)
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