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sábado, 22 de junio de 2013

DE TURQUIA A BRASIL, EL DESEO DE DEMOCRACIA SE MULTIPLICA


brasil
¿Tienen algo que ver las movilizaciones de Turquía y las de Brásil? ¿Tiene algo que ver el gobierno autoritario de Erdogan con el del Partido de los Trabajadores de Dilma Rousseff? Aparentemente, no podrían ser más diferentes y, sin embargo, vemos conexiones evidentes: los modos de estar en la calle, los gestos, los mensajes, la clave destituyente y la apuesta quizás por una nueva institucionalidad. Las formas son, claro, las propias de cada territorio, pero parecen insertas en un nuevo clima de movilización y organización internacional.
No importa si el gobierno es de derechas o de izquierdas, no importa si el ciclo económico apunta al inicio de una recesión (como en Brásil o Turquía) o está hundido en una gran depresión (como aquí o como fue el caso en la Primavera Árabe) Las lógicas del dominio financiero son semejantes y las formas de resistencia también:
-Acumulación por desposesión
-Financiarización de la economía sobre la base de burbujas especulativas que operan con los activos más variados: valores bursátiles, viviendas, infraestructuras, préstamos al estudio, etc…
-Políticas de endeudamiento o gobierno de las poblaciones a partir del crédito.
-Estados cada vez más autoritarios que mantienen el control social a través de los medios de comunicación y una policia que actúa como fuerza de ocupación militar, y esto tanto en los barrios pobres como frente a las manifestaciones de protesta.
Frente a estas tendencias, encontramos también una capacidad expresiva inédita y múltiple. Movimientos que mezclan los sáberes y conocimientos de la tecnopolítica con los repertorios de conflico aprendidos y heredados de las luchas contra el expolio neoliberal: cortes de ruta, tomas del espacio público, ocupaciones, encierros, bloqueo de las vías de comunicación. Asistismos a una redefinición radical de la acción política y sindical a escala global.
De todas formas, estas nuevas expresiones de potencia y descontento social se encuentran tarde o temprano ante dos problemas. Dos cuestiones que podríamos resumir con los términos de tiempo y poder. ¿Cómo mantenerse? y ¿cómo vencer? Frente a las nuevas formas del conflicto, los poderes instituidos no dejan de invitarnos a repetir modalidades de protesta estereotipadas: «Formen un partido, hagan un movimiento social, monten un lobby, sean opinión pública, conviértanse en representantes del descontento, sean lo que sea que sepamos nombrar, pero DEJEN DE JODER».
Según cual sea el color de ese poder en cada momento, la oposición se nombra como «el abajo de ese arriba». Y se propone como alternativa razonable. Una alternativa que no solo no es protagonista de niguna de las luchas pero que se sirve de ellas a fin de relegitimar su discurso.
Por nuestra parte, creemos que la solución viene de las propias luchas. Creemos que no hay que mirar a ningún otro lado, más alla de lo que ante nuestros ojos se presenta de forma cristalina: más democracia sin corsés identitarios, control ciudadano sobre la representación (sobre la clase política pero también sobre los medios de comunicación), defensa de los bienes comunes y reconocimiento de las nuevas formas de gobierno que nacen de las luchas.
Ni las organizaciones sociales, ni los sindicatos, ni por supuesto los partidos, tengan el nombre que tengan, griten lo fuerte que griten, deben hacer nada más que poner sus infraestructuras técnicas y humanas al servicio de la democracia que viene o quedar sepultados por ella.

OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA 

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