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jueves, 6 de junio de 2013

CAUTIVOS Y DESALMADOS





ALEXANDRA K. 

Según el señor Pérez Rubalcaba, preocupado por la más que previsible, sangría de votos por su izquierda, es “injusto” decir que PP y PSOE son la misma cosa. Y lo dice el secretario general del partido de la OTAN, de la ocupación de Afganistán, del bombardeo de la población civil de Belgrado, de Maastrich, del euro, del Tratado de Lisboa, de la claudicación ante las potencias centrales europeas, de la reconversión industrial salvaje, de las cinco contrarreformas laborales que nos han ido quitando derechos, de la generalización de la precariedad laboral, de los contratos “basura”, de las sucesivas contrarreformas que han ido aumentando los años de cotización necesarios y reduciendo el importe de las pensiones, del retraso de la edad de jubilación a los 67, del hundimiento de las arcas públicas para rescatar a los bancos. El PSOE monárquico que tonteo con el golpismo en la “previa” al 23-F, del terrorismo de Estado, de los “fondos reservados”, de la corrupción generalizada, de la reacción contra el desarrollo autonómico, de la traición al pueblo del Sahara, de las multimillonarias subvenciones a la iglesia católica y a la educación privada, de la defensa del capitalismo como el mejor de los mundos posibles.

Verdad es que cualquier situación, por mala que sea, es susceptible de empeorar, como estamos viendo. Pero, salvo algunas conquistas -nada desdeñables, y ahora en peligro- como el derecho a decidir sobre nuestra propia maternidad o al matrimonio igualitario, las del PP no son más que otra vuelta de tuerca de las mismas políticas del PSOE. Es cierto que, en el detalle, no son lo mismo PSOE y PP, porque no es lo mismo la derecha que la extrema derecha franquista. Pero en lo esencial, en la medida que defienden el mismo sistema y representan los mismos intereses, los del capitalismo monopolista español, podemos seguir gritando a pleno pulmón, sin cometer ninguna injusticia, que “PSOE y PP, la misma mierda es”.

El problema es quién nos representa a las trabajadoras y a los trabajadores, a quienes dependemos de un salario para vivir. Porque entre una izquierda ligth que quiere ocupar el puesto del PSOE para su proyecto de “capitalismo de rostro humano”, una izquierda anticapitalista dividida en mil pedazos y unos sindicatos con los brazos caídos y vendidos al enemigo, estamos verdaderamente cautivos y desarmados. Bien pueden las tropas “nacionales” alcanzar sus últimos objetivos estratégicos. Hasta el infinito, y más allá.
 

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