El socialismo: sus fundamentos científicos
GA VRO CHE
Con el nombre de socialismo (y también,
de comunismo) se designan las pretendidas alternativas teóricas y
prácticas al actual régimen social capitalista. Esta denominación común a
todas ellas refleja la comprensión, intuitiva o consciente, de que el
progreso social exige completar el proceso de socialización de la
producción y de la vida que el capitalismo impulsa como ningún otro
sistema anterior, a pesar de que éste lo subordina y sacrifica
constantemente al principio de la propiedad privada. Esta contradicción
es la que determina el sufrimiento de las diversas clases oprimidas
contemporáneas y sus diversos programas políticos.
La primera expresión histórica del
socialismo surge como desengaño de estas clases con respecto a los
ideales de “libertad, igualdad y fraternidad” de la revolución burguesa,
particularmente de la Gran revolución francesa de 1789. Si bien la
burguesía había esgrimido el arma de la razón y de la ciencia, y se
había comportado como una clase auténticamente revolucionaria frente a
los privilegios feudales y absolutistas, el régimen de producción
capitalista que instauró seguía siendo un régimen de clases, basado en
la propiedad privada y en la explotación del hombre por el hombre. Los
primeros socialistas se emplearon en criticar las contradicciones del
capitalismo, en tratar de convencer a la burguesía de sus “errores” y en
dar ejemplo de sus alternativas mediante experimentos aislados. Y es
que, en los albores del siglo XIX, todavía estaba muy poco desarrollada
la gran industria capitalista: 1º) sólo ella desarrolla el conflicto
entre la burguesía y el proletariado y conflicto entre las fuerzas
productivas sociales y las relaciones de producción privadas; 2º) sólo
ella proporciona los medios para resolver dichos conflictos. Por eso, el
socialismo de Saint-Simon, Fourier, Owen y otros, a pesar de contener
los gérmenes del futuro socialismo científico, no podía por menos de ser
utópico, fantástico.
Más adelante, con el desarrollo del
movimiento obrero autónomo, aparecen los primeros dirigentes teóricos y
prácticos comunistas, que toman resueltamente partido por la lucha de
clase del proletariado, pero que todavía no están en condiciones de
romper con la utopía y de situarse plenamente en el terreno de la
realidad y de su comprensión científica, como Cabet, Dézamy, Blanqui,
Weitling, Proudhon y los cartistas ingleses.
El socialismo se asienta ya sobre una
base científica gracias a la labor de Carlos Marx y Federico Engels, en
un momento en que la revolución industrial marcha a todo vapor
impulsando el desarrollo de la técnica y de las ciencias naturales, en
un momento en que la clase obrera ya ha dado sus primeras batallas
políticas y revolucionarias, en un momento en que el pensamiento de la
burguesía ha alcanzado sus cumbres en la filosofía clásica alemana y la
economía política inglesa.
No obstante, el socialismo científico no
se convirtió espontáneamente en la guía de la lucha de emancipación de
los oprimidos, sino que debió luchar contra las ideas utópicas, falsas,
de las anteriores doctrinas socialistas sustentadas en la ideología
burguesa dominante, en la todavía escasa diferenciación del proletariado
con respecto a la masa pequeñoburguesa de la población, en la tradición
y la inercia, en la inexperiencia de amplias capas de trabajadores,
etc. Esa interferencia del ambiente burgués ha continuado a lo largo de
la historia dando lugar a nuevas versiones de socialismo inconsecuente
–a veces, abiertamente reaccionario- de tipo reformista, nacionalista,
anarquista, revisionista (socialdemócrata, trotskista, jruschovista,…).
El socialismo científico
El socialismo científico parte de la
constatación de que el proceso de socialización de la producción bajo el
capitalismo coincide con el proceso de proletarización de la masa de la
población. Es decir, el capitalismo tiende a convertir a la mayoría de
la humanidad en una clase obrera cuyas condiciones de explotación le
obligan a luchar contra la burguesía, a la vez que, como clase
desposeída, está en condiciones de abolir la propiedad privada sobre los
medios de producción y de resolver, por consiguiente, la contradicción
fundamental del capitalismo. Por eso, el socialismo sólo puede ser obra
del proletariado: el socialismo científico no es más que la “expresión
teórica del movimiento proletario”[1]. “El comunismo es la doctrina de las condiciones de liberación del proletariado”[2].
Tanto para orientar la lucha de la clase
obrera contra el Poder político burgués como para definir los
fundamentos de la nueva sociedad que ha de suceder al capitalismo, el
socialismo científico analiza el conflicto fundamental que desgarra
internamente a la vieja sociedad capitalista.
1) Contradicción entre la producción social y la apropiación privada capitalista.
Frente a la pequeña explotación de los
trabajadores dueños de sus medios de producción, propia de la Edad
Media, la burguesía capitalista –en busca de la explotación más
provechosa de sus obreros y espoleada por la competencia- concentró y
desarrolló aquellos medios individuales y diseminados para convertirlos
en medios de producción sociales. Sin embargo, ha continuado la
división espontánea del trabajo y la producción mercantil: el poseedor
de los medios de producción sigue apropiándose el producto aunque ya no
sea el producto de su propio trabajo sino del trabajo de otros, de sus
empleados. El modo de producción está sometido a una forma de
apropiación cuyos fundamentos ha minado. Aquí está el germen de todos
los conflictos sociales actuales.
2) Contradicción entre el proletariado y la burguesía.
Con el capitalismo, el trabajo
individual independiente ha ido perdiendo poco a poco todo su valor y al
trabajador no le ha quedado más remedio que someterse al salario del
capitalista. Se ha producido la separación entre los medios de
producción, concentrados en manos de los capitalistas, y los
productores, reducidos a no poseer nada más que su fuerza de trabajo. La
contradicción entre la producción social y la apropiación capitalista
se manifiesta bajo la forma de un antagonismo entre el proletariado y la
burguesía.
3) Contradicción entre la
organización de la producción en el interior de cada empresa y la
anarquía de la producción dentro de la sociedad.
En toda “economía de mercado”, cada
productor de mercancías las hace con los instrumentos de producción de
que por casualidad dispone y en vista de las necesidades individuales de
cambio; nadie sabe qué cantidad de su artículo irá al mercado, ni aun,
en general, qué necesidad hay de ese artículo; nadie sabe si su propio
producto satisfará una verdadera necesidad, si cubrirá sus gastos o
siquiera si podrá venderse. Domina la anarquía de la producción social.
El carácter social de la mercancía se manifiesta en la compraventa,
mediante la coerción que la competencia ejerce sobre el productor. El producto domina a los productores.
Esta anarquía de la producción social obliga a cada capitalista a una
organización creciente de la producción en su propio establecimiento,
con lo que aumenta a su vez la anarquía, la lucha entre capitalistas
aislados, entre industrias y entre naciones, las guerras. El vencido es
despiadadamente eliminado. La contradicción entre la producción social y
la apropiación capitalista se manifiesta como antagonismo entre la
organización en cada fábrica y la anarquía en el mercado.
Estas contradicciones impulsan la
continua socialización de las fuerzas productivas bajo el capitalismo
–la cual proporciona la base material para construir una nueva sociedad
socialista-, a la vez que espolean la lucha de clases que conducirá al
proletariado a conquistar la dominación política para acometer esta
reorganización de la sociedad. Y ésta consistirá necesariamente en la
apropiación por la sociedad en su conjunto (por el Estado proletario
mientras todavía queden diferencias de clase) de los medios de
producción sociales, la eliminación de la burguesía como clase (y con
ella, del proletariado como clase), la supresión de las relaciones
monetario-mercantiles y de la anarquía de la producción social para
sustituirlas por la planificación central de la misma. Todo ello, claro
está, en la medida en que se trate de fuerzas productivas a las que el
capitalismo ya imprimió carácter social. Para las demás, será el
socialismo el que tenga que desarrollar su carácter social de manera
progresiva, consintiendo entretanto determinadas expresiones colectivas o
individuales de propiedad privada y, con ellas, ciertas relaciones de
mercado y cierta burguesía y pequeña burguesía.
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