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sábado, 27 de abril de 2013

RELATOS OBREROS: !CULPABLES!


obreros
Pedro Pascual
       
     – ¡La culpa es tuya, y tuya, y tuya, y tuya, y mía también!

Dijo severamente señalando a su cuñado(carretillero), a su hermana (trabajadora del McDonald), a su padre (camionero) y a su madre (limpiadora), a modo de refutar el discurso fascista y racista que cala fácilmente en épocas de crisis en la clase obrera: qué si los gitanos adquieren fácilmente cualquier ayuda del estado (“¿Cambiarías tu situación social por la suya?”), qué los chinos están haciendo desaparecer los comercios de barrio (“¿Más que Carrefour, Eroski o Mercadona?, ¿A caso la obreros compran la ropa en las tiendas de los chinos o bien en el “monopolio” de Amancio Ortega, cuya ropa la cosen y la cortan chinos por menos de un euro?”), qué hay mucha gente que prefiere cobrar el paro que trabajar o bien trabajan en negro, (“¿Pero no es culpable aquel que les contrata de manera ilegal?), qué hemos pedido hipotecas por encima de nuestras posibilidades (“¿Pero quien las daba? Y en todo caso, ¿el obrero mientras trabajaba no pagaba mensualmente su usurera hipoteca?”), qué los inmigrantes han quitado trabajo a los españoles a cambio de trabajar más y cobrar menos ( “¿Pero es exclusivo de los extranjeros? A mi me han dicho compañeras que ellas mientras mantengan su puesto de trabajo no van a protestar ni a luchar ni aunque cobren 800 euros ¡Y actualmente cobramos 1800 euros!”)
– ¿Qué estamos haciendo y qué hemos hecho hasta ahora para evitar la que nos está cayendo y nos va a caer? Cada uno va a lo suyo y solo protesta para quejarse de los sindicatos…
– ¿Es que son unos vendidos?
–  Claro que sí, muy bien, los sindicatos son culpables y por ello los trabajadores decidieron organizarse por su cuenta, ¿Pero cuántos formaron parte de las distintas plataformas o mareas? Una minoría. Los trabajadores no luchan por miedo.
– ¡Es que si te manifiestas o haces huelga, puede que te quedes sin trabajo!
– Tienes razón y en cierta manera lo entiendo, ¡cómo no entenderlo! Pero entonces no seamos tan tontos de criticar los piquetes. Pero aún así, aquellos que dicen lo que acabas de decir, tampoco hacen huelga o luchan o protestan cuando están sin empleo. ¿Entonces cual es la razón?
Ni el padre, ni la madre, ni la hermana, ni el cuñado respondieron.
–  Mucho hablamos de la sanidad, de la educación, de los servicios sociales, de la universidad, de las pensiones, de su desaparición absoluta para los trabajadores y sus hijos. ¿Pero ello es a causa de la crisis o bien llevan más de veinte años pensando en la privatización social, en que nada sea público excepto la “beneficencia”? Pero lo que verdaderamente deberíamos preguntarnos es por qué teníamos una sanidad o una universidad pública.
– Porque hace años lucharon por ello – dijo la hermana
– Eso es, lucharon. ¿Pero cómo?
De nuevo, nadie de la mesa respondió:
– Lucharon saliendo en la calle, siendo encarcelados o asesinados, y gracias a ellos, solo a ellos, se consiguió como resultado la miseria que ahora nos quieren arrebatar. ¡Ni esos derechos básicos nos dejan tener! Y que hacemos nosotros mientras tanto: culpar al negro o al extranjero o al compañero o a los sindicatos o a los partidos, todo para no señalar que cada uno de nosotros es también culpable.
¿Por miedo, me decías antes? Claro que sí, pero por un miedo que nuestros abuelos transmitieron a nuestros padres y ellos a nosotros y posiblemente nosotros a nuestros hijos, el miedo paternal normal: “Ten cuidado, hijo” , “No te metas en líos”, “¿Qué vas a conseguir?”. Un miedo del que es consciente el amo y que hace posible que ni mil esclavos se subleven contra él y le maten (y le arrebaten la tierra).  Pero aun así, entre 1975 y 1977, mas de 600 personas en España fueron asesinadas por luchar contra ese miedo, por luchar porque tuviésemos una educación, una sanidad, un sueldo, una vivienda, una pensión digna que la dictadura negaba, es decir lucharon por la libertad. ¿Y qué haces ahora tú o tú o tú o tú, o incluso yo? ¿Qué hacemos? ¿A caso creemos que los derechos que hasta ahora tenemos los adquirimos por el comportamiento de absoluta quietud de nuestros padres o nuestros abuelos o los nuestros?
Pues bien o cambiamos y nos quitamos ese miedo a “meternos en líos” o la situación solo tiene un camino: empeorar. Y es que las quejas y las protestas de sobremesa apenas sirven para mantener nuestra conciencia tranquila, gracias a la acción fácil y cómoda de delegar las responsabilidades siempre en los otros.
Y un silenció reflexivo inundó el com

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