Sara Rosenberg
Decía Rodolfo Walsh, que “la clase
dominante ha procurado siempre que los trabajadores no tengan
historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe
empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se
pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como propiedad privada
cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas.”
Y por eso la voz
propia, la palabra, es tan importante. Las palabras verdaderas a veces deben
defenderse de manera explícita.
El estado capitalista habla de “transparencia”
cuando no hay nada más opaco y oculto que su funcionamiento y su corrupción.
Porque los privilegios de la clase dominante no podrían sostenerse sin
corrupción. Habla de democracia mientras ejercita la violencia contra mayorías
explotadas, desahuciadas, silenciadas y para nada representadas. El estado
burgués necesita esa opacidad. El ciudadano no tiene acceso a ningún tipo de
control y las leyes y decretos son votados a espalda de las mayorías. Y el
sistema capitalista teme la claridad y odia la verdad contenida en palabras
tales como explotación, robo o escrache.
La palabra escrache es una palabra cargada de
memoria y de acción. Nació y creció en la larga lucha para hacer visibles los
crímenes del terrorismo de estado en Argentina. Nació y creció en la voz de
hijos, madres y familiares que exigían justicia, y fue una acción concreta
contra el olvido y la impunidad: escrachar es hacer visibles a los autores del
genocidio y señalar al asesino con nombre y apellido. El pueblo argentino
impidió la impunidad , porque no calló ni olvidó. Y eso es lo que ha permitido
hoy llegar a los juicios y el castigo a los genocidas. El estado terrorista
tiene nombres y apellidos, autores y socios, no es una entidad metafísica. Los
responsables del genocidio hicieron lo posible para ocultar sus crímenes y
garantizarse la impunidad, pero a través del escrache en la calle, en sus
trabajos, en su barrio, el pueblo visibilizó a los asesinos y torturadores.
Iluminó la oscuridad, nombrando, impidiendo que el asesino fuera impune, eso es
el escrache: memoria, visibilidad y demanda de justicia.
El escrache ha cruzado el océano y hoy en España
la plataforma contra las hipotecas y los desahucios la ha hecho suya para luchar
contra la impunidad de los bancos y del gobierno que los ampara. Sin embargo,
como los desahuciados, estafados y explotados han empezado a nombrar a los
responsables del saqueo actual, el gobierno de España ha respondido con una
campaña de criminalización contra el escrache, diciendo que es una forma de
violencia y de hostigamiento. ¿Decir la verdad, y nombrar a los responsables del
sufrimiento de miles de familias desahuciadas, desempleadas y estafadas y pedir
justicia es violencia? ¿ O es un ejercicio de democracia?
Mientras el estado sea invisible, mientras el
estado no tenga rostro, la impunidad de la dictadura financiera se sostendrá. En
España la clase gobernante está acusada e imputada por notables casos de
corrupción. Banqueros, políticos, empresarios, infantas y conyugues, forman
parte de una red delictiva que ha hecho grandes negocios y ha saqueado las arcas
públicas. Amparados en la opacidad, en la corrupción, en la ilegitimidad y en
los paraísos fiscales, gobiernan para los bancos y desde los bancos. Mientras
los ciudadanos soportan terribles cargas y pierden sus derechos básicos.
Nombrar a los responsables del sufrimiento de la mayoría es un elemental
ejercicio democrático. Es el primer paso para exigir la aplicación de la ley. Y
por eso el escrache es legítimo, es un ejercicio de democracia ciudadana.
Sin embargo no hay un solo día en que los medios
adictos a la corrupción del estado burgués no mientan sobre lo que sucede en
nuestra América Latina, que no difamen y tergiversen los grandes cambios que se
están viviendo. Por eso apelo sólo a un dato comparativo sobre el tema sólo de
la vivienda:
En España hubo 416.975 desahucios. Hay casi 2
millones de hogares españoles con todos sus miembros en el paro y 6 millones de
desempleados. Mientras en Venezuela, desde el 2011 con el lanzamiento de la gran
Misión Vivienda se construyeron y se entregaron al pueblo 370.495 mil viviendas.
La democracia socialista, participativa e inclusiva es clara, no hay necesidad
de ocultar nada, y las cifras hacen tangible la diferencia.
Un dato más, la Comisión europea ha declarado que
la ley de desahucios española es ilegal. Sin embargo el gobierno continúa
aplicándola y echando a la gente de sus casas. Hay cientos de desahucios al día.
¿No es acaso el escrache una legítima defensa, una manera de exigir que las
leyes se cumplan? Una vez más la oscuridad de la democracia capitalista se salta
las leyes e impone la ley del silencio para continuar con la estafa
OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA
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