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martes, 5 de marzo de 2013

CORRUPCIÓN, HEGEMONIA Y LUCHA DE CLASES




Silvio Diderot.

La indignación se ha hecho patente entre la gran mayoría trabajadora de la población ante los recientes casos de corrupción que han salpicado a las más elevadas “cúspides” del Partido Popular. La muestra feaciente de que empresarios y banqueros trazan mil y un hilos con los diferentes políticos que gestionan las instituciones del Estado horroriza a muchísimas personas que claman la dimisión del actual gobierno por verse inmerso en una operación que se encuentra, evidentemente, ajena a la legalidad vigente[1]. Muchos sectores de la autodenominada “izquierda” se suman a las espontáneas consignas de la “dimisión” predicando con ello una pérdida de la hegemonía que ellos aspiran a aprovechar mediante la convocatoria de “elecciones anticipadas”[2]. Sin embargo, ¿es cierto que la evidencia de la corrupción “al desnudo” esté generando una pérdida de hegemonía por parte del bloque de poder liderado por los empresarios y banqueros más poderosos del país?, ¿puede una convocatoria de elecciones responder a un cambio de “dirección hegemónica” ante un posible auge de la “izquierda reformista” en esta coyuntura?. Si entendiésemos que la clase dominante no pierde hegemonía, ¿cómo puede trasladarse esta crisis de legitimidad del gobierno del PP en una crisis en la hegemonía de la dictadura de la burguesía?

En primer lugar debemos contextualizar el fenómeno de la corrupción. Lejos de ser una “distorsión” del “buen hacer democrático” o una realidad que se dé coyunturalmente bajo algunos supuestos debemos tener bien claro que la misma es una consecuencia directa de la existencia del Modo de producción capitalista en general y de la etapa imperialista de su desarrollo en particular. El carácter del Estado no es neutral ni ajeno a la base económica sobre la que se desarrolla. Como elemento indispensable de la superestructura toda la maquinaria estatal responde siempre a los intereses de la clase económicamente dominante que levanta y refuerza la superestructura para consolidarse como clase políticamente dominante [3]. Este carácter se agudiza y estrecha sus vínculos con las capas más desarrolladas y fortalecidas de la burguesía en la etapa imperialista, así la oligarquía financiera  traza todas las conexiones que le sean necesarias para asegurar que el Estado responda a sus intereses.

Dentro del Estado conviven dos leyes del capitalismo que se manifiestan en su “circo político” en el seno de la democracia burguesa: Por un lado la existencia de intereses comunes como poseedores de los medios de producción lo que les aglutina alrededor de “intereses comunes” en el desarrollo de la lucha de clases[4], por otro la ley de la competencia que enfrenta a diferentes grupos de burgueses en el mercado, llegando a enfrentar incluso diferentes grupos oligarcas por lograr el máximo beneficio a costa de la explotación de la clase obrera y expulsar a más competidores. Para desarrollar ambas la burguesía, bien mediante sus aspiraciones colectivas o bien mediante sus intereses como grupo en competencia, refuerzan estos vínculos con los gestores del Estado mediante todo tipo de medidas: subvenciones públicas, facilidad en los grandes medios de comunicación para darse a conocer, donaciones empresariales, créditos a un bajo interés o sin demasiadas exigencias de “devolución”, integración de estos políticos a la vida económica mediante su “cooptación” en la alta administración de las grandes entidades empresariales, etc… [5]En este proceso de establecer vínculos la corrupción se manifiesta, en sus diferentes variantes, como una fórmula más para reforzar estos vínculos entre los gestores del Estado y su oligarquía. La corrupción no aparece como una excepción sino como una de las tantas manifestaciones de un proceso que está asociado directamente al carácter de clase del Estado y el perpetuamiento de las relaciones entre sus gestores y la oligarquía financiera, la capa más desarrollada de la burguesía.

En segundo lugar debemos explicar por qué la reacción de la mayoría trabajadores y de extracción popular demuestra los conatos de lo que podría ser una crisis de legitimidad para el gobierno del Partido Popular pero no una crisis de hegemonía por parte del bloque oligárquico-burgués dominante. La indignación se despierta ante la muestra de la corrupción como prueba evidente de esta conexión antes descrita. Sin embargo el aun reducido nivel de conciencia no permite asimilar por parte de las masas la vinculación de este proceso particular con la lógica estructural y general del modo de producción capitalista. En este caso los manifestantes que piden “responsabilidades” y “dimisiones” sólo son capaces de ver los árboles pero no de entender la sustancialidad estructural del bosque. Todas estas personas saben solamente que el intercambio de sobres “está mal” pero no pueden definir por qué lo está. En cierta manera siguen operando bajo la lógica conceptual de la legalidad burguesa imperante y se agarran a la ley para señalar lo “poco decente y moral” de este hecho. El concebir el problema como una falta de honestidad y una burla a la legalidad supone, necesariamente, pedir como respuesta que se “busquen gestores más honestos” y que se “aplique la legalidad con más dureza”, en ningún momento puede entenderse de esta crítica la necesidad de superar el estado actual de las cosas y de negar lo que “engendra la corrupción”, sino de perseguir las manifestaciones de la misma para reducir su impacto en la política y la sociedad. La consecuencia última de esta lógica conceptual es pedir la dimisión de tal o cual político, abriendo las puertas a otros gestores del capitalismo en forma de opciones políticas más amables para otros sectores del bloque oligárquico-burgués o en su defecto de oportunistas de todo pelaje que aprovechando esta crisis de legitimidad aspiren a ocupar el lugar dejado por los anteriores gestores para consolidar su posición dentro del actual sistema de dominación.

El caso de la corrupción puede generar una crisis de legitimidad para tal o cual equipo de gestión de la burguesía (empezando por el gobierno central y acabando por la Generalitat de Catalunya) pero no puede suponer una pérdida de hegemonía para la burguesía como clase dominante. ¿Por qué? Porque la pérdida de la hegemonía burguesa supone, necesariamente, la consolidación de la hegemonía socialista. Y esta Nueva Hegemonía sólo puede construirse a través de la intervención subjetiva consciente que introduzca la ideología socialista entre las masas, que les permita entender la raíz estructural de todos estos procesos y como consecuencia entender que el fin de la corrupción vendrá de la mano del fin de la dictadura de la burguesía y la superación revolucionaria del modo de producción capitalista por parte del modo de producción comunista.[6]

Así pues las crisis de legitimidad allanan el camino para la construcción de la nueva hegemonía, pero esto es imposible de realizarlo sin la intervención del Partido Comunista y mediante la consolidación de las estructuras del Nuevo Poder, interviniendo en la lucha ganando su dirección y mostrando al calor de la misma los elementos de educación política necesarios para que la mayoría de la población trabajadora y de otros sectores populares comprenda que cada uno de estos problemas parciales tienen una base estructural y que, por lo tanto, su resolución definitiva y superadora sólo puede venir de la mano de la toma del poder político por parte de la clase obrera.

Las crisis de legitimidad sin intervención de los comunistas acaban resolviéndose bajo diferentes fórmulas de la burguesía para “regenerar” la legitimidad sobre las bases de su incuestionable hegemonía (estas marchan desde la subida de otro partido político al poder hasta el cambio de “tal o cual” ley para hacer más transparente determinadas cuentas de los partidos políticos). Las crisis de legitimidad con intervención consciente por parte de las y los comunistas explican a las masas el por qué de la problemática concreta, les dota de estructuras para organizar la lucha y sostenerla en el tiempo y marcan la dirección hacia la que se debe avanzar para solucionar de una vez por todas cada uno de los problemas concretos mediante la consecusión de la estrategia general de la construcción de una nueva sociedad.

[1]”Más de 500.000 personas firman una petición para que dimita Rajoy” [El País; http://politica.elpais.com/politica/2013/02/01/actualidad/1359712442_286560.html]

[2] “IU exige la dimisión de Rajoy y la convocatoria de elecciones anticipadas” [El Mundo; http://www.elmundo.es/elmundo/2013/01/31/espana/1359640443.html]

[3] “El Estado es una máquina para mantener la dominación de una clase sobre otra” [Lenin: Sobre el Estado]

[4]“El estado moderno no es sino un comité que administra los problemas comunes de la clase burguesa”.[K. Marx y F. Engels: El manifiesto comunista]

[5] En el capítulo 3.2 de “La clase obrera en la era de las multinacionales” de Peter Mertens se muestra una significativa tabla que demuestra los vínculos de los diferentes políticos más prestigiosos del Partido Republicano de los EE.UU y los grandes monopolios.

[6] “Cabe preguntar: ¿en qué debe consistir la educación política? ¿Podemos limitarnos a propagar la idea de que la clase obrera es hostil a la autocracia? Está claro que no. No basta con explicar la opresión política de que son objeto los obreros (de la misma manera que era insuficiente explicarles el antagonismo entre sus intereses y los de los patronos). Hay que hacer agitación con motivo de cada hecho concreto de esa opresión (como hemos empezado a hacerla con motivo de las manifestaciones concretas de opresión económica). Y puesto que las más diversas clases de la sociedad son víctimas de esta opresión, puesto que se manifiesta en los más diferentes ámbitos de la vida y de la actividad sindical, cívica, personal, familiar, religiosa, científica, etc., ¿no es evidente que incumpliríamos nuestra misión de desarrollar la conciencia política de los obreros si no asumiéramos la tarea de organizar una campaña de denuncias políticas de la autocracia en todos los aspectos? Porque para hacer agitación con motivo de las manifestaciones concretas de la opresión es preciso denunciar esas manifestaciones (lo mismo que arpa hacer agitación económica era necesario denunciar los abusos cometidos en las fábricas).” [V. I Ulianov: ¿Qué hacer?]

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