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martes, 12 de febrero de 2013

RELATOS OBREROS: EL MAL MENOR


12.02.2013
Pedro Pascual
<<El mal menor>> Apuraba el cigarrillo mientras rememoraba aquellas palabras dichas hace dos años. <<El mal menor>> Como la picadura de una serpiente o el aguijón de una avispa, problema que se soluciona chupando y escupiendo el veneno o aplicando en la zona una masa de barro. Como una herida en la piel o un golpe en una rodilla, que se cura echando yodo o colocando hielo en la zona inflamada. <<El mal menor>> Pero aquello había cicatrizado, los efectos no se habían demorado quedando perdidos en el tiempo y en el espacio, eran reales y visibles, y como un fuerte puñetazo en la cara le espetaban: “¿El mal menor?”
Apenas habían transcurrido seis meses cuando descubrió que las siglas A.M.C que los medios de información locales señalaban como las correspondientes al autor del robo de cobre en varias fincas de conocidos empresarios de la región, pertenecían a Eduardo Martínez Cerezo, aquel amable joven de 25 años que siempre estaba presto a invitarte a un café a la hora del almuerzo y que durante 3 años trabajó de manera ininterrumpida y sin recibir queja alguna, en la empresa.
Fue hace un año, en una tertulia entre compañeros sobre la “tristeza” de un conocido deportista, cuando uno ellos comentó que el que estaba jodido de verdad era Mahamadou. Hasta entonces tenía asociado ese nombre a aquél musculoso e inocente senegalés que durante siete años fue la alegría de la empresa, aquel que sin descuidar ni un ápice su trabajo, siempre tenía tiempo para producir la risa en el apesadumbrado. Pues bien, según decía el compañero, Mahamadou llevaba 8 meses con una fuerte depresión que le impedía salir de casa o le hacía vagar por las calles sin sentido.
Pasado un año y medio, su mujer, al regresar de hacer la compra, le indicó que había visto a Mónica Gutiérrez, la persona mas brillante que había pasado por la empresa, hecho que demostró durante los trece años en los que trabajó de manera impecable en ella. Su mujer señaló que Mónica se había marchado a Alemania hace unos meses, pero apenas aguantó un mes a causa de las leoninas condiciones laborales que la ofrecían y que hace apenas unos días la habían contratado por tres meses como cajera del Mercadona.
Entre lágrimas que recorren de manera desconsolada su arrugada cara, ve y escucha como el presentador del noticiario comunica que Luisa Roja Poveda, una de las mas antiguas y mejores empleadas de la empresa, murió en el día de ayer al tirarse desde el balcón del quinto piso de donde hoy iban a ser desahuciada ella y sus hijos de seis y doce años.
Es entonces, al apagar la televisión o tras escuchar a su mujer o al compañero de trabajo o al cerrar el periódico, cuando recuerda las palabras que con apenas catorce años le dirigió en su primer día de curro el viejo sindicalista comunista. <<Si cedes, te acorralan>> Mismas palabras escuchadas cuando al cumplir dieciocho años comenzó su militancia en el Partido. <<Si cedes, te acorralan>> Y frase que se repitió antes, durante y después de comunicar el resultado de la negociación. <<Si cedes, te acorralan>>.
“Muchos dirán hoy que hemos elegido el mal menor, ¿pero que otra opción teníamos? Claramente no nos gusta el resultado final, pero sinceramente, no había otro: O un recorte de la tercera parte de la plantilla o el cierre de la empresa. Es por ello que no nos ha quedado mas remedio que escoger el mal menor, sin olvidar que hemos luchado lo posible para que los despedidos lo sean con unas condiciones mejores que las que ofrece la actual reforma laboral. Ahora está en vuestra mano el decidir si aceptáis la propuesta alcanzada en la negociación o no. Por nuestra parte no podemos hacer nada más.”
Fue en aquella asamblea cuando vio por última vez a Eduardo, a Mahamadou, a Mónica y a Luisa, y a tantos otros que fueron despedidos tras aquel día para evitar ¿un mal mayor?

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