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domingo, 10 de febrero de 2013

¡ QUE SE VAYAN TODOS ¡¡¡¡¡.

La corrupción se llama capitalismo. ¡Que se vayan todos!
- por Red Roja  
Tras el estallido del caso Bárcenas, las reacciones suscitadas en no pocos medios, incluidos los de la izquierda, no vienen sino a incrementar una confusión que, a fin de cuentas, facilita la salida que les conviene a los mafiosos en esta grave crisis.
El PSOE mide sus acusaciones intentando ocultar la multitud de casos de corrupción en los que está implicado y, sobre todo, tratando de no alimentar el fantasma – cada vez más corpóreo – de que el pueblo dirija su ira hacia un sistema podrido empezando por señalar a su clave de bóveda: la monarquía.
El líder de Izquierda Unida, Cayo Lara, ha prevenido ante el “riesgo” de que se produzca un estallido social (¿no es eso justo lo que buscamos?), afirmando contra toda evidencia que la mayor parte de los políticos y los empresarios son honrados. Es un intento desesperado de que la indignación popular no apunte también a su formación política que sabe mucho de especulación urbanística, empezando por su tristemente célebre votación a favor de la recalificación de la Ciudad Deportiva del Real Madrid. Su reclamación de elecciones anticipadas demuestra que también está interesado en una reorganización de las cuotas de poder dentro del mismo régimen político que padecemos. Pero esto no es sólo así en lo que respecta a la “izquierda” institucionalizada. Algunos compañeros y compañeras aprovechan la ocasión para alimentar exageradas esperanzas en los llamados “procesos constituyentes”. Para Red Roja, dichos procesos son necesarios, pero serán el resultado y el fruto de un proceso más amplio de cambio político que sólo llegará tras una modificación sustancial en la correlación de fuerzas entre las clases sociales. La prioridad es, pues, la organización y el refuerzo del contrapoder popular.

El único abordaje serio de la corrupción es el que se hace desde posiciones de independencia de clase. Por ello, nuestra interpretación de lo que sucede en estos momentos se articula sobre tres ejes fundamentales:

1) La corrupción no es un hecho aislado. Es consustancial al capitalismo en su fase actual: la dictadura de los monopolios. Las grandes fortunas se obtienen por dos procedimientos inseparables: mediante la corrupción y a través del mecanismo legal de reproducción del sistema capitalista: la explotación de los trabajadores y trabajadoras.
2) La clave no es, pues, que la corrupción se produzca (mucha gente lo sabía), sino que esto haya salido a la luz. Su publicación refleja una serie de luchas intestinas propias de un régimen debilitado y en descomposición. La acusación de corrupción es un arma que los clanes y grupos de poder (incluso en el seno del PP; véase el caso de Esperanza Aguirre) emplean en sus guerras internas y ajustes de cuentas.
3) En cualquier caso, los revolucionarios y revolucionarias debemos utilizar el escándalo para hacer comprender a los sectores menos politizados del pueblo trabajador la imposibilidad de seguir viviendo bajo un sistema de latrocinio que nos expolia del producto de nuestro trabajo y de nuestros derechos sociales más elementales. Por suerte o por desgracia, una realidad constatada por las propias clases dominantes vale mucho más que mil deducciones o avisos previos por nuestra parte. Además, es fundamental para la acumulación de fuerzas revolucionarias contra el sistema visualizar las luchas intestinas que lo fragilizan.
Efectivamente, la corrupción no es nada nuevo, como demuestran los grandes casos de corrupción del PSOE: los fondos reservados y el GAL, el caso Filesa, el caso Guerra o, más recientemente, los ERE’s irregulares . Además la corrupción, intrínseca al régimen, se evidencia en la propia Casa Real, como en el caso Urdangarín, mientras permanece oculta la inmensa corrupción del rey mediante la impunidad que la Constitución le garantiza. Incluso la recién llegada Rosa Díez, de UPyD se ha visto beneficiada de los sobres de Bárcenas a través de Basta Ya. Lo mismo que CiU, PNV, Coalición Canaria han recibido dinero de Millet, de las empresas y de los bancos.
Botín (Banco Santander), Francisco González (BBVA), Isidre Faine (La Caixa), las constructoras, las multinacionales del automóvil, las energéticas, las químico-farmacéuticas conocen mucho mejor cómo funciona la política que los propios afiliados a los partidos. Por eso, no debemos quedarnos en que “el PP es muy corrupto”. Pero ni siquiera en que “el PP y el PSOE son muy corruptos”, que lo son.
Lo que señalamos frente al pueblo trabajador es que estos papeles demuestran una vez más la imbricación entre los políticos y las grandes empresas y visibiliza cómo los monopolios capitalistas (Mercadona, Sacyr Vallermoso, OHL, FCC Construcción, etc.) sobornan a la casta política española para que gobierne en función de sus intereses. No es casualidad que las constructoras que sobornaron a los dirigentes del PP tengan la concesión de cinco hospitales en Madrid, cobrando de dicha comunidad autónoma 45 millones de euros en concepto de canon.

Red Roja llama a utilizar los gravísimos casos de corrupción para deslegitimar y obstaculizar los recortes sociales y las privatizaciones que se vienen produciendo por parte de una mafia política que tiene su futuro garantizado en cuentas suizas u otros suculentos negocios. Pero para que nuestra resistencia sea eficaz, es prioritario desde el primer momento no dejarnos manipular por el PSOE y sus satélites. Es la movilización y la organización popular, y no las elecciones que pide Izquierda Unida, la que, en cualquier caso, debe tumbar al gobierno y obligarlo a dimitir; pero no para asistir pasivamente a cómo otros frustran, una vez más, sus anhelos. Es la autoorganización política de los de abajo lo que realmente preocuparía a los ricos. Un sistema de cargos rotativos y revocables, con rendición de cuentas cara a cara, sin políticos profesionales, organizado desde cada barrio o cada pueblo. Así pues, desde nuestra independencia de clase seguiremos gritando: ¡Que se vayan todos!, y continuaremos trabajando por la construcción del poder popular y de su referente político.

OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA 

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