viernes, 25 de enero de 2013
La
fulana moda de convertir a seres humanos en platos no viene de los
barrios bajos de Japón sino de los altos, esta clase de prácticas son
propias de las clases ociosas y degeneradas, los explotados no tienen ni
tiempo ni dinero para inventarse semejantes aberraciones.
Por
tanto, estamos ante otra conducta más que nos habla a las claras de la
catadura moral tanto de la burguesía como de la camada de mercenarios
que suelen rodearla. Lo mismo desean tu muerte que se les antoja comer
encima de tu culo. Otra cosa es que las masas, al menos aquellos
componentes con cierta capacidad de consumo, como los llamados
profesionales liberales y ciertas capas funcionariales, terminen
emulando a los héroes de la película en sus caprichos. Así se va
extendiendo la estupidez.
Tampoco
se trata de violencia de genero. Eso sería en sus inicios, pero hoy,
con la llamada liberación de la mujer, es decir, en la medida en que
existen mujeres independientes en el plano económico, o mejor dicho,
económicamente independientes respecto a sus parejas, se convierten de
inmediato en potenciales consumidoras, de ahí que existan hombres-plato
para solaz de las mujeres, que al parecer están muy lejos de representar
un modelo distinto al de los hombres, tal y como afirman ciertas
teorías delirantes, antes bien, se trata de la misma calaña.
Que
los burgueses se comporten como burgueses es lo normal. Por aquí
sostenemos que la burguesía de nuestros días es gentuza, criminales,
chusma, lumpenburguesía, si alguna vez tuvieron principios hace tiempo
que los perdieron. Lo que me molesta es que existan mujeres y hombres,
iguales nuestros, gente de bien, capaces de ponerse a la altura de un
plato por llevarse unas monedas al bolsillo. Porque jodidos estamos
muchos, pero no todos estamos dispuestos a hacer cualquier cosa, y así
debe ser.
El
proletariado, especialmente las capas más humilladas por el
capitalismo, han perdido todo referente, y no son ellos los culpables,
la destrucción del movimiento obrero lo explica. Acuden, por tanto,
indefensos al bochornoso espectáculo que les ofrece la burguesía y
terminan por ceder a su ideología asquerosa entendiendo que eso es lo
normal y deseable.
¿Se
puede hacer algo al respecto? En mi opinión sí. Para empezar rechazar,
condenar, ridiculizar y perseguir este tipo de prácticas.
Lamentablemente en la izquierda no ocurre nada parecido, nos encontramos
justo con lo contrario, sobre todo en España, donde cualquier cosa que
tenga que ver con el cuerpo, como en este caso, es aceptada como buena y
subversiva gracias a la mojigatería nacionalcatólica, tanto les da un
hombre-plato que una mujer metida en un escaparate. Por otro lado,
también podemos y debemos dar la batalla en el plano mediático y
cultural, desde novelas, canciones, películas... se trata de ofrecer a
nuestros iguales un espejo en el que mirarse, deben entender que ellos
son los héroes, ellos representan todo lo bueno y noble que hay en la
vida. Y por último, reconstruir un tejido de organizaciones obreras
donde nuestros iguales no se sientan solos y extraños, organizaciones
donde puedan poner en práctica nuevos modelos de comportamiento. Los
partidos, por supuesto, pero no solamente
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