Domingo, 23 de diciembre de 2012
EL COLOSAL DRAGÓN DEMONIZADO Y SU MADE IN
Sobre la competitividad mercantil china y sus enemigos
Tamer Sarkis Fernández
Asesor para Siria de DIARIO UNIDAD
La
denominada “producción barata” se ha convertido con rapidez en sobado
tópico televisivo y mediático. Financieros, monopolios comerciales, la
Patronal de las PYMES, periodistas de diverso tinte, ONGs, partidos
políticos pequeño-burgueses en campaña de cosecha entre tenderos...
Todos estos especímenes pretenden pontificar ante los proletarios
sub-mileuristas, mostrándoles a quién les está éticamente permitido
comprar o dónde no deberían entrar a hacer uso de su salario, si es que
quieren comportarse como Well Educated Citizens europeos. Los intereses
de clase y sus sermones hacen pasar nada menos que por “responsabilidad
cívica” el comprar por 20 aquello que podemos (y necesitamos) comprar
por 2.
El “honrado españolito” habría caído víctima de desleales
competidores, fríos impagadores de impuestos, calculísticos reventadores
de precios que pueden cometer el abuso gracias a una sádica orgía
productiva previamente celebrada, al empleo de malos materiales y a la
baja calidad de los procesos de trabajo. Una plaga de hormigas que
mal-producen cutrerío..., y “así cualquiera”. Pero la realidad es, en
cambio, que “de todo hay en la viña del Señor”, y “barato chino” no
suele significar de mala calidad (o de peor calidad), tal y como
demostraré más adelante recurriendo a un concepto marxista:
productividad del trabajo.
Los
mensajes son nada inocentemente emitidos, llevando a prejuzgar los
precios bajos como si estos fueran resultado -sin desdibujar la etiqueta
“made in China, mal producto”- de esclavitud promovida por capitalistas
fuera de control (el Oriental, el salvaje, el Peligro Amarillo, el
no-demócrata, el incivilizado todavía, el chino rojo, el viet...). Pero
la resolución al enigma de la baratura extraordinaria alcanzada por las
exportaciones chinas, estriba más bien en la brutal emisión estatal de
moneda y puesta en circulación de yuanes (políticas monetaristas, o
devaluadoras). A esto hay que sumar la impresionante productividad del
trabajo en China.
Y
digo, entiéndase, productividad del trabajo; NO Tasa de explotación.
Ambos conceptos son, de hecho, antitéticos. Productividad del trabajo es
la relación entre cantidad de trabajo humano invertido, y Valor
obtenido. Tasa de explotación es, por el contrario, la relación entre
Valor de sustento para la Fuerza de Trabajo, y Valor total producido por
esa Fuerza de Trabajo. Los avances científico-técnicos en China han
desarrollado innovadora tecnología tanto como inéditas formas de
organizar los procesos laborales y de correlacionar a estos. Todo ello
ha ido aplicándose al tejido industrial nacional chino (sea empresarial o
estatal), lo que significa que, a una misma cuantía de energía laboral
humana aplicada, el rendimiento productivo es mayor. Se advertirá que
esto no significa tendencia a estar más explotado, sino lo opuesto
(matemáticamente), ya que la obtención de una misma cantidad de Valor
exige una menor extracción de Valor de FT y por tanto un menor “gasto”
de la misma.
El
desarrollo de la productividad laboral baja los precios de las
mercancías, porque a X empleo de “Valor trabajo” (a X consumo de trabajo
humano) hay más producto. De esta manera, se puede rebajar el precio
mercantil y aún se gana mucho, pues mucho más aún se ha rebajado el
gasto energético laboral para determinado monto de mercancía resultante.
Al
revés que con este explicado concepto de productividad del trabajo, la
llamada por Marx intensidad del trabajo aumenta el valor producido por
unidad de tiempo, por medio de intensificar el trabajo extraído al
proletario en una determinada unidad de tiempo. De este modo último, el
“Valor trabajo” se exprime no extensivamente (aumentando el tiempo de
extracción), sino intensivamente (se trabaja más cuantitativamente en un
mismo lapso de tiempo).
La “crítica” a China vertida por el Hegemonismo y sus vasallos
confunde deliberadamente los conceptos de Productividad del trabajo e
Intensidad del trabajo, a fin de estigmatizar a China entre el Pueblo y
el proletariado “occidentales”, cuando, a mayor productividad,
>TRABAJO x = PRODUCTO (menos trabajo por producto).
Pero,
¿por qué están los Fondos de inversiones “occidentales” (principalmente
estadounidenses), tanto como las entidades financieras, tan interesados
todos en sostener la producción de esta imagen?. Recordemos que Fondos y
finanzas son los comunes propietarios máximos de los mercados de
acciones tanto en el terreno de los monopolios textiles “occidentales”
como en el terreno de los monopolios mediáticos y de las Agencias de
Prensa. Esta dualidad manifestada por los inversionistas y por las
finanzas nos confronta a cinismo, pues aquellos mismos
hiper-explotadores que arman su propio tejido empresarial monopolista
textil y del calzado (Nike, Adidas, Mango, Zara, Desigual, Tommy
Hilfiger...) en países-taller y en la misma China, son quienes inventan y
pregonan la siniestra asociación semántica “Producción nacional
china-Barato-Hiper-explotación”, tal y como si se tratara de un programa
de orwelliana neo-lengua.
Para estos negreros-denunciadores, la cuestión primordial,
desengañémonos por una vez, no es “dónde” (al fin y al cabo ellos
invierten también en desplegar producción al interior de China), sino
“quién” (la competencia china en proceso de arrebatarles sus
tradicionales mercados). Sin embargo, parece que la cuestión “dónde”
importa también mucho a estos elementos monopolistas, quienes
curiosamente personifican en sí mismos la cuestión “quién”. Trataré de
explicarme:
Las
maquilas existentes en los Estados Unidos no son expuestas por prensa, o
bien se dice que son underground (un residuo perdido en la inmensa
profundidad de la economía sumergida). Pero, de hecho, los monopolios
estadounidenses están cerrando sus maquilas en México y localizando ese
Capital dentro de los Estados Unidos, porque trasladar allí la
producción es incluso más barato que mantenerla dentro de territorio
mexicano. Así pues, no estamos ante un asunto desfocalizado respecto del
punto de mira estatal, sino que, al contrario, se trata de pura
política de Estado: es imposible que todo ese Capital e inversiones sea
movido sin involucrar al Estado mismo.
A
pesar de la fachada de filantropía, la cuestión principal subyacente al
fenómeno es el impasse chino: China poseerá el PIB más elevado del Mundo
para alrededor de 2016, y bastará unas décadas para que China e India
posean conjuntamente entorno a la mitad del PIB mundial. Por supuesto,
tal proceso está levantando pánico en esos mismos Estados, instituciones
y monopolios enemigos de China pero que se hallan asentados produciendo
en China. La producción nacional china no está empleando masivamente
Dagon-Mei (Fuerza de Trabajo hiper-explotada o hiper-empleada en
extensas jornadas o multi-empleada), contrariamente a lo que ellos,
imperialistas operantes en suelo chino, sí hacen.
A su vez, y aunque se trata de una muy dura realidad, la realidad
Dagon-Mei no es acorde a la propaganda que identifica dicho concepto
tout court con mujeres esclavas durmiendo sobre el suelo de la fábrica
por un cuenco de arroz (fenómeno, este último, por otro lado también
existente en China, aunque lejos de alcanzar las dimensiones
atribuidas). Esta confrontación entre realidad y mera propaganda
anti-china, en absoluto exculpa al Estado chino de ser también
responsable (indirecto) de este fenómeno, en la medida en que dicho
Estado toma parte (tributación sobre los monopolios) y deja hacer.
En cualquier caso, el fenómeno está también lejos de ser una
“cuestión de opresión de género”, a pesar de los montajes conceptuales
sensacionalistas entretenidos en definir Dagon-Mei como “mujer esclava”,
haciendo carnaza del estereotipo del “déspota Oriental con las mujeres”
y ocultando que el hiper-empleo chino afecta a ambos sexos.
Tampoco
el fenómeno es una particularidad china, aunque la palabra sí lo sea.
La explotación capitalista no fue creada históricamente en China.
A su vez, y hablando ya no centralmente de China, los precios
finales baratos tienen más que ver con la dependencia (cadena impuesta
por el imperialismo) que con los países dependientes en sí. Los precios
guardan relación fundamental con los mercados imperialistas de cambio
monetario y con los mercados de valores (manejados en New York), así
como con la especulación bursátil sobre alimentos (manejada en Chicago).
A estos factores hay que sumar la desigualdad en el valor de los
intercambios comerciales motivada por una división internacional del
trabajo, diseñada desde las Potencias, que preserva para el imperialismo
la propiedad sobre las mercancías más valorizadas (productos que a
menudo incorporan a su propio valor final, el valor de las materias
primas vendidas por los países dependientes).
Finalmente, hay que tener en cuenta que el principal respaldo al
valor monetario de un país es su propiedad sobre el Valor de un conjunto
de capitales, factores de producción, Fuerzas Productivas,
mercancías... Es decir: si se posee comparativamente poco, la moneda
propia vale comparativamente poco, de modo que las mercancías valoradas
por defecto en tal moneda, resultan baratas para los países importadores
(su precio de salida es favorable a la moneda del importador, pues esta
última moneda es “más fuerte”).
Decir
que los precios de las mercancías chinas son consecuencia de un grado
diferencial y cualitativo de explotación sufrida por el proletariado
chino in block, es puro Mito, toxicidad y desconocimiento. Debiéramos
pensar, junto con lo expuesto a través de los párrafos anteriores, en
técnicas de organización racional del trabajo, así como en la nueva
tecnología productiva china, que está siendo exportada nada menos que...
¡a Japón!. Esto ayuda a bajar los precios. Debiera ser recordado
también que el salario medio chino se ha incrementado más del 60% entre
2008 y este año que ahora acaba. A fin de ganar hoy el salario medio
real español en los setenta, un trabajador debería cobrar en España una
media de 1.950 euros. Cuando España es un país donde el salario más
común está entorno a los 970 euros.
Estoy
seguro de no correr a plegarme al slogan “No compren chino”. Yo no
percibo al “Peligro rojo-amarillo” como un peligro para mí ni para el
Pueblo, sino para otros. No se puede culpar al Estado chino de promover
la instalación de pequeña empresa en el exterior a base de avales y de
créditos baratos, devoluciones ventajosas, etc. No es tal competencia la
que en el fondo compromete a la pequeña empresa española, sino el
propio Estado Español: opresivo con ella, mecenas de las finanzas, de
dentro y de fuera, a expensas de la pequeña empresa y de todo el Pueblo.
“No compren chino” es un slogan vertido precisamente por quienes están
procediendo a la “chinización” laboral del Mundo entero (al que
quisieran dividir entre países-taller y países vasallos de pura
extorsión), a fin de evitar su vertiginosa caída de competitividad. Y
son sus periodistas mercenarios y sus economistas a sueldo quienes sin
pudor pronuncian “chinización”, término racista para referirse a las
condiciones que aquí y allá imprime su declinante Amo, el Hegemonismo.
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