Carta de Marcos Martín Ponce sobre la brutal paliza en la cárcel de Morón
de la Frontera
Morón, 16 de Noviembre de
2012
¡Hola! Espero que ya sepáis lo que me ha
ocurrido en el Módulo de Aislamiento de ésta prisión, a pesar de que la
dirección de la cárcel está haciendo todo lo posible por mantenerme
completamente aislado, pues dos días después de lo sucedido, me han puesto en
una galería solo y no me han activado los teléfonos para que no pueda avisar a
nadie de lo que han hecho conmigo. Aunque, a pesar de todo este aislamiento, la
Solidaridad ha hecho llegar a vuestros oídos mi situación desde el primer día,
lo sé a ciencia cierta. Así pues, ya sabéis que me dieron una paliza tremenda y
que estoy en Huelga de Hambre.
Intentaré ser breve para no perderme en
detalles (ya he denunciado ante el JCVP) y os podéis hacer una idea de lo más
importante.
Desde mi llegada a esta prisión (hace tres años
y medio), ya he denunciado las constantes provocaciones de carácter político que
se traducen en: buscar hacernos la vida imposible a los Presos Políticos,
creando esto constantes tensiones que se han ido acumulando y que he sabido ir
toreando, con paciencia y en compañía de los P.P. Vascos; al menos, hasta el
14-XI-2012, cuando los carceleros de turno venían decididos a que ese día se
terminaría de romper “el jarrón”.
Desde que llegué, me he destacado por exigir
que se cumplan nuestros escasos derechos en éste módulo de aislamiento: Conseguí
que nadie se tuviera que poner de pié en los recuentos, que dieran bata para
cubrirnos en los cacheos integrales; que distribuyesen productos y material de
limpieza todos los días; que se respetasen las cuatro horas de patio integras
que tenemos al día; poder utilizar un ordenador todos los días (fuera de las
horas de patio) para los que estuviéramos estudiando alguna carrera
universitaria por la UNED…, y otras cuantas cosas más relativas al día a día en
aislamiento.
Pero, a la vez que iba consiguiendo que se
respetasen estos avances, se ha ido acumulando el odio en una parte de los
carceleros, los que unidos bajo los sindicatos de prisiones hacen del odio
fascista una militancia activa contra los Presos Políticos, y no han podido
soportar ver que, a pesar de sus putadas, me mantengo un hombre íntegro,
esmerado en contacto con los obreros, con la juventud antifascista; haciendo
deporte, cultivándome intelectualmente y mostrando siempre una amplia sonrisa
ante las habituales adversidades.
Así pues, ese 14 de Noviembre, a las 9 de la
mañana vino a sacarme al patio una de esas guardias de militantes fascistas.
Tenían muy claro a qué venían y no se iban a ir sin conseguirlo. Abrieron la
puerta de la celda, me pusieron contra la pared; mientras uno me pasaba la
“raqueta” detectora de metales, otro cacheaba mi mochila y otros dos mi celda,
la rutina diaria. Pero el que cacheaba mi bolsa, saca de ella una tartera donde
siempre llevo mi almuerzo (se me quedó la costumbre de los albañiles), y me dice
que a partir de ahora eso está prohibido; le digo que es mi almuerzo y me
insulta, diciendo que ya no lo es. Le digo que me trate con respeto y, sin más
preámbulos, me coje y me empuja hacia dentro de la celda, pues no quería que lo
que iban a hacer lo vieran las cámaras de seguridad del pasillo. Así es como
supe desde el primer momento que la cosa se iba a poner fea. Al entrar en la
celda los cuatro funcionarios, el de la tartera me da un bofetón y los otros se
echan a por mí, yo me cubro la cabeza con manos y brazos. Enseguida oigo a uno
decir: “Aquí no, Carlos, que están los otros golpeando las puertas”, y es que
los P.P. vascos estaban haciendo ruido para protestar y mostrar su
solidaridad.
Así es que me ponen los grilletes y me sacan a
rastras mientras oigo los gritos de ánimo y reprobación de los compañeros. Me
llevan al cuarto de cacheos, donde tampoco hay cámara, y me piden que me quite
la ropa. Me quito todo menos el pantalón de deporte y pido la bata; en ese
momento me dan otro guantazo y sacan las porras. Me patean y me aporrean hasta
que caigo al suelo y, una vez en el suelo, me hago un ovillo y siguen dándome
patadas en la cabeza y porrazos por todo el cuerpo. Pasan los minutos y
continúan dándome si bajar ni la intensidad ni la cadencia, uno de ellos me
separa los brazos de la cabeza mientras otro me da un puñetazo en la cara; me
logro soltar y me vuelvo a tapar, entonces me dan un pisotón en la cabeza y
empiezo a perder el conocimiento… Mi cuerpo se va relajando mientras noto que se
convulsiona con los golpes que me siguen dando.
Cuando recobro el conocimiento, estoy esposado
a la espalda y dos carceleros me arrastran por el pasillo; parece que se me van
a desencajar los brazos. Me llevan a una celda donde veo que solo hay una cama
con correas, me arrojan a ella y me atan de pies, manos y cintura. Yo empiezo a
vomitar y uno de ellos me tira del pelo para sacarme la cabeza de la cama; veo
que solo echo babas mezcladas con sangre y un trozo de diente. ¡Estoy casi
entero!
Solo llevo encima los pantalones cortos de
deporte, el torso desnudo y sin zapatillas; veo que abren la ventana y el frío
de la mañana alivia un poco mis extremidades, que están empezando a amoratarse
por lo fuerte que han apretado las correas. Estoy boca abajo y los carceleros me
insultan: “Ahora qué, GRAPO cabrón” y lindezas por el estilo; la mayoría de
ellas en referencia a mi militancia política y los avances conseguidos en los
derechos de esta prisión. Al rato se van y me dicen que cuando me haya hecho mis
necesidades encima, volverán para desatarme. Estoy atado unas 15 horas, con la
ventana abierta y medio desnudo. El frío que al principio aliviaba mi maltrecho
cuerpo, a las dos horas martiriza mis músculos haciéndome temblar de frío y de
dolor. Durante ese tiempo pierdo la conciencia de nuevo un par de veces más. Es
el único descanso que encuentro: cuando estoy consciente el dolor es puntiagudo
y generalizado por todo el cuerpo.
Habrían pasado 3 o 4 horas desde que estoy allí
atado. Cada cierto tiempo entraban los carceleros: “Qué, todavía estás vivo,
comunista hijo de puta”, me tiraban del pelo, me daban algún manotazo y se
iban.
El frío terminó deshinchando un poco mis
muñecas y tobillos, y así pude luchar contra las correas durante un buen rato,
hasta que me solté de la mano izquierda, del resto de extremidades no pude
soltarme. Así logré colocarme de medio lado y con esa mano suelta pude maniobrar
para orinar fuera del colchón, en el suelo. Afortunadamente, tengo la costumbre
de hacer deporte en ayunas y no había comido nada, por lo que no tuve necesidad
de defecar. Eso sí, cada movimiento que hacía creía que me estaba rompiendo
algún hueso.
A las 23 horas de la noche, cuando ya había
cambiado la guardia que me hizo eso, entraron 7 u 8 carceleros y me dijeron que,
ya que había orinado en el suelo, me iban a soltar y cambiar de celda. Cuando me
soltaron, yo no me podía mover, mi único gesto fué encogerme en posición fetal;
le dije al Jefe de Servicios que estoy operado de hernia discal y que ellos me
habían vuelto a herniar. Llamaron al médico, esta hizo un informe a vuelapluma,
visiblemente impresionada de las torturas marcadas en mi espalda, y me puso una
inyección de diclofenaco. Al rato me llevaron en volandas a la celda de al lado,
me tiraron en un colchón lleno de suciedad y me tiraron una manta. Allí pasé el
resto de la noche y medio día posterior. Eso sí, cada dos horas, durante toda la
noche, se preocuparon de no dejarme dormir, golpeando la puerta, insultándome,
amenazándome y dejando la luz encendida… Yo me enrosqué en la manta y dormí lo
que pude y lo que me dejaron.
Al día siguiente me comunicaron que estaría en
aislamiento total hasta que la DGIP decidiera si me cambiaban de prisión, o me
aplicaban la 1ª Fase (el aislamiento absoluto); al final me aplicarán ambas
medidas, y en la cárcel donde aterrice estarán esperándome los carceleros del
sindicato, para recordarme que cuando el sistema capitalista se ve al borde del
precipicio, es tiempo para volver a los orígenes más fascistas, para defender
sus privilegios.
En esas cosas he estado pensando durante todo
este maltrato, durante, por qué no decirlo, la aplicación del Estado de Derecho
que la burguesía tiene reservado para los revolucionarios. También pensaba en
mis camaradas, en mi compañera, en el libro “El Estado y la Revolución” de
Lenin, que me estoy volviendo a releer, en el auge del Movimiento de Resistencia
Antifascista y en la reconstrucción de la Solidaridad obrera con los presos
políticos. Todo eso me ha hecho aguantar estas torturas, sabiendo que cada golpe
tenía un significado político, que la lucha de clases había marcado en mi
espalda más de 25 porrazos y patadas que, al mirarlos en el espejo, me recuerdan
que sin sacrificios no obtendremos ni uno solo de los objetivos revolucionarios
a los que los obreros estamos llamados.
Mi ánimo se resume en esta cita del Che: “En
cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bien venida sea, siempre que
nuestro grito de guerra haya llegado hasta un oído receptivo, y otra mano se
tienda para empuñar nuestras armas, y otros hombres se apresten a entonar cantos
luctuosos con tableteos de ametralladoras y nuevos gritos de guerra y de
Victoria”. ABRAZOS COMBATIVOS.
Marcos Martín Ponce
-Actualmente se encuentraen la Prision Puerto III Cádiz.
OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA
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