Domingo, 2 de diciembre de 2012
Artículo de Alberto Cruz, periodista, politólogo y escritor
La reciente agresión a Gaza no hay que verla bajo el simple paraguas de
medios y mensajes ni, aunque sea sangrante, sobre la muerte y la
destrucción que Israel desencadena de forma cíclica. Hay que verla en
términos geopolíticos. ¡Otra vez la geopolítica! No ha tenido nada que
ver con el intento de Netanhayu de asegurarse la victoria en las
elecciones de enero, ni el hacerse valer ante la nueva Administración
Obama. Sólo han sido asuntos secundarios. En realidad, Israel ha servido
de punta de lanza de la decisión árabe-occidental para debilitar en la
Franja a Hamás, inmerso en la elección de su Buró Político en el que la
batalla por el control de la organización está siendo cruenta (en
términos literarios).
Aunque aún no se conoce en todos sus extremos, será el actual segundo de
a bordo, Mousa Abu Marzouk, quien pase a dirigir la organización
mientras que el nuevo segundo será Ismail Haniye. Es decir, Gaza
adquiere un claro poder dentro de Hamás y ese poder había que
debilitarlo antes de que se hiciese lo suficientemente fuerte como para
controlar toda la organización. Este ha sido el objetivo encubierto de
la reciente agresión a Gaza y de ahí la destrucción de la práctica
totalidad de las estructuras administrativas y comunicacionales de
Hamás, además del pretendido “debilitamiento” militar de la
organización.
Este nuevo equilibrio de poder es consecuencia del estado actual de
Hamás, claramente dividido entre dos sectores: interior (Territorios
Ocupados) y exterior (exilio). Si bien desde hace algunos años Hamás
viene realizando una serie de movimientos tendentes a un abandono
progresivo de la lucha armada, las revueltas árabes (que no
revoluciones) y el papel protagonista que han asumido en ellas las
monarquías del Golfo, cooptando dirigentes y comprando voluntades, están
influyendo decisivamente en la organización. Tanto Jaled Meshal, actual
jefe del Buró Político, como Ismail Haniye, uno de los líderes con más
peso dentro de la Franja, han realizado giras diferentes por los países
árabes (Túnez, Egipto, Jordania, Bahrein, Kuwait y Qatar) intentando
lograr reconocimiento político y financiación además de un apoyo
concreto a sus respectivas posturas. Meshal es partidario de una
“refundación” de Hamás para convertirse sólo en partido político en la
órbita de los Hermanos Musulmanes, abandonando de forma definitiva la la
resistencia armada, acercándose a Fatah y separándose del “eje de la
resistencia” que componen ahora junto a Hizbulá, Siria e Irán. Lo que
hay detrás de este viraje es, simple y llanamente, el reconocimiento de
Israel. Haniye, por el contrario, considera que no hay que hacer
concesión alguna mientras Israel continúe con el bloqueo a Gaza.
El movimiento de Meshal fue muy fuerte y, al estar apoyado política y
económicamente por los países del Golfo (de forma especial Qatar),
Haniye se vio obligado a hacer concesiones evidentes tanto en aspectos
de política exterior (criticando con dureza a Siria) como en aspectos
internos (aceptando el acuerdo de unidad a que llegó Meshal con el
presidente palestino, Abbas), pero la correlación de fuerzas dentro de
Gaza le hizo ser mucho más moderado a su regreso de esa gira y al
comprobar hasta dónde había llegado Meshal en sus propuestas de cambio
de rumbo (1).
Por ejemplo, en lo referente a la relación con Irán. Mientras que el
exterior no sólo ha roto la alianza con Siria sino que se ha echado en
brazos de las monarquías del Golfo para recibir dinero y reconocimiento
(y, por ahora, sólo parabienes desde Occidente), el interior –sin
rechazar las críticas al gobierno sirio- se ha cuidado muy mucho de
hacer lo mismo y ha ido más lejos en sus viejas alianzas, hasta el
extremo de firmar en septiembre protocolos y acuerdos de cooperación con
Irán en aspectos políticos y militares que ahora se reconocen por parte
iraní –Mohamad Ali Jafari, responsable del Cuerpo Iraní de Guardianes
de la revolución Islámica- al manifestar que han suministrado a Hamás “la tecnología necesaria para producir rápidamente misiles de largo alcance, sin necesidad de suministros directos” (2).
Esta es la razón por la que en esta reciente agresión a Gaza han
aparecido misiles, mejor o peor utilizados, como el FAJR-5 que tanto han
asustado a los israelíes de Tel Aviv y Jerusalén y que suponen un
cambio cualitativo en la correlación de fuerzas. Algunos les han
calificado casi como misiles de juguete, pero a los sionistas y a sus
sostenedores, árabes incluidos, no les ha cabido duda alguna que esta
sorpresa, no considerada al inicio de la ofensiva, ha sido determinante
para que no se haya ido más allá. El propio Meshal, al referirse al
acuerdo de alto el fuego durante la rueda de prensa que le sancionó en
El Cairo, ha tenido que reconocer el papel de Irán en la resistencia de
Hamás y la Yihad Islámica y la capacidad de respuesta que han tenido las
organizaciones palestinas en esta ocasión.
El que Meshal haya mencionado de forma expresa a la Yihad Islámica
indica el peso que esta organización ha tenido en la resistencia a la
agresión israelí. La Yihad Islámica se había venido distanciando cada
vez con mayor claridad de Hamás no sólo en la política palestina, sino
anunciando que no tiene la menor intención de integrarse en una OLP
refundada –uno de los aspectos que se incluyen en el acuerdo entre Hamás
y Fatah-, sino en la política exterior. Su principal dirigente, Abdulá
Ramazan, ha viajado repetidas veces a Teherán y condenado la injerencia
extranjera en Siria. Su protagonismo en Gaza no deja de crecer y esta es
la razón por la que en la rueda de prensa en la que se dio a conocer el
acuerdo de tregua también estuvo, junto a Meshal, su secretario general
Ramazán. Y es que, otro de los factores que tampoco se han tenido en
cuenta en esta agresión ha sido la confluencia y unidad de acción que se
ha producido entre Hamás, Yihad Islámica y el FPLP (las Brigadas Abú
Alí) para confrontar la agresión israelí.
Elucubrando sobre esta confluencia, tal vez no sería aventurado decir
que hay un reparto de papeles: Hamás, que gobierna, se puede encargar de
mantener buenas relaciones con los países vecinos, en especial Egipto,
para facilitar el levantamiento del bloqueo o aliviar a la población que
sufre por el mantenimiento del mismo mientras que la Yihad cubre el
flanco de mantener vivo el “eje de la resistencia”. Estamos ante la
estrategia de las dos piernas, la política y la resistencia, aunque está
por verse si este equilibrio se mantendrá en el futuro.
Se puede discutir si los misiles que han utilizado ahora las
organizaciones palestinas representan o no un peligro para Israel en el
aspecto militar en el corto plazo, pero no sobre que sí lo son en el
aspecto psicológico puesto que han creado un estado de pánico
inhabitual, muy similar al que ya vivió la entidad sionista por primera
vez en 2006 durante la guerra contra Hizbulá. Y, lo más importante, en
el aspecto político dado que han mostrado a la sociedad árabe, ya
convulsa, que Palestina sigue ocupada y que la resistencia esa ocupación
continúa.
Los árabes, contra Hamás
Esto molesta a muchos líderes árabes, que ven a Hamás (y, sobre todo, a
Hizbulá) como una pesadilla. Ambas organizaciones les ponen ante el
espejo y dejan bien a las claras que estos gobiernos árabes, viejos o
nuevos, no son enemigos de Israel. La postura adoptada por estos
gobiernos, viejos o nuevos, con Libia o Siria es lo suficientemente
clarificadora como para que no haya duda alguna sobre ello. Armar a los
libios o a los sirios sí, a los palestinos no. Como tampoco llevar el
tema a la Liga Árabe y de ahí a la ONU, como sí han hecho con la Libia
de Gadafi o la Siria de Al-Assad.
Un recorrido por la prensa árabe es lo suficientemente elocuente como
para certificar el miedo que sienten estos regímenes, incluida la
Autoridad Palestina, frente a este tipo de organizaciones a quienes
achacan, además, sus vínculos con Irán: “Los cohetes de Hamás son
modestos, primitivos e ineficaces militarmente y sirven los intereses de
Israel en su cálculo ganancia/pérdida, al tiempo que obligan a la
comunidad internacional a permanecer en silencio” (3); “Jaled
Meshal es el más realista y razonable de los líderes de Hamás, a pesar
de que no tiene ninguna influencia sobre los líderes [de Hamás] de Gaza,
[que están] controlados por Irán en sus decisiones y orientaciones.
Para Irán la guerra de Gaza es como un regalo del cielo” (4); “Hay
que buscar a Irán detrás de todo lo que sucede [en Gaza], juega un
papel devastador en la arena árabe explotando las tensiones en la región
durante las revoluciones de la primavera árabe con el fin de calentarla
y hostigar a Tel Aviv y Washington” (5).
La sorpresa en estos regímenes fue mayúscula, al igual que la
preocupación: Israel vuelve a estar en el centro del corazón de la calle
árabe, no Irán. Eso lo logró Hizbulá en 2006 y lo ha vuelto a poner de
manifiesto Hamás. La organización palestina también mantiene, por el
momento y en lo referente a Gaza, su apuesta por la resistencia y se ha
convertido en una poderosa fuerza de combate si llega el caso. Las
repercusiones geopolíticas de ello son inconfundibles y eso explica el
por qué ha exigido en el acuerdo de tregua el levantamiento del bloqueo a
Gaza, parcialmente conseguido pero una cuestión que nunca había sido
aceptada por Israel.
El acuerdo especifica que debe producirse "la apertura de los cruces
(en Gaza) y facilitar el movimiento de personas y la transferencia de
bienes y abstenerse de restringir los movimientos libres de los
residentes de zonas fronterizas”. Es decir, los productos básicos
como medicamentos, combustible y otros bienes necesarios tienen que
entrar en la Franja sin problemas. Junto a ello, Israel se ha tenido que
comprometer a reducir las restricciones que impone a los palestinos en
materia de pesca y agricultura en la Franja de Gaza. A partir de ahora
los pescadores podrán faenar a una distancia de 6 millas de la costa
(hasta ahora era de 3) y los agricultores pueden trabajar en la zona más
próxima a la frontera con Israel, hasta ahora prohibido (6).
Las explicaciones para esta concesión son varias, desde la de quien
argumenta que Obama ha logrado doblegar a Netanhayu tras su apoyo
expreso a los republicanos hasta quienes argumentan que EEUU ha visto en
esta ocasión la posibilidad de recuperar el terreno perdido en Oriente
Próximo alentando el papel mediador de Egipto que, a su vez, había
indicado su disponibilidad a cuestionar el Acuerdo de Paz que mantiene
con Israel desde 1975 si se producía la invasión de Gaza. Pero, en
cualquier caso todos estos movimientos se produjeron tras la sorpresa de
los misiles, el claro determinante de la cuestión.
Sea como fuese árabes y occidentales, incluyendo a Israel, han sido
incapaces de debilitar a Hamás dentro de la Franja, lo que repercutirá
en el futuro devenir de la organización. Además, hay un hecho innegable y
es que Hamás ya está en el primer plano político para quedarse y hay
que contar con esta organización para cualquier solución en Palestina.
Por eso hasta el pusilánime Mahmoud Abbas, que en la matanza que Israel
desencadenó en Gaza en diciembre de 2008-enero de 2009 apostó por la
misma para lograr el derrocamiento de Hamás, ahora ha tenido que
reconocer “la victoria y firmeza del pueblo para afrontar la agresión”
(7) y reclamar apoyo tanto de Hamás como de la Yihad Islámica en la
aventura del reconocimiento de Palestina como estado observador en la
ONU.
El sector de Hamás que representa Haniye ha salido claramente reforzado
tras esta reciente agresión israelí, mientras que Meshal ha tenido que
reconocer lo evidente y la patética Autoridad Palestina se ha hundido un
poco más en el profundo pozo de la irrelevancia. Se entiende la
sensación de victoria que se vive en Gaza. Netanyahu no mencionó ni una
sola vez la palabra “victoria” en la conferencia de prensa en la que dio
a conocer el acuerdo de tregua, lo que sí hicieron él y sus ministros y
generales cuando la agresión del 2008-2009. La diferencia entre ambas
situaciones está en los misiles, el factor sorpresa para el que no
estaban preparados ni ellos ni sus aliados, occidentales y árabes. La
realidad política es, en estos momentos, bastante intimidante para
ellos.
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