RECUPERANDO A MARX: LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA
16.11.2012.
Extracto de El capital Tomo I.
Sección Séptima. Cápitulo XXIII Ley General de la Acumulación
Capitalista. Pág 521-524. Karl Marx.
Bajo las condiciones de acumulación que hasta aquí venimos dando por supuestas, las más favorables a los obreros, el estado de sumisión
de éstos al capital reviste formas un poco tolerables, formas “cómodas y
liberales”, para emplear las palabras de Eden; con el incremento del
capital. En vez de desarrollarse de un modo intensivo, este estado de
sumisión no hace más que extenderse; dicho en otros términos, la órbita
de explotación e imperio del capital se va extendiendo con su propio
volumen y con la cifra de sus súbditos. Estos, al acumularse el
producto excedente convirtiéndose incesantemente en nuevo capital
acumulado, perciben una parte mayor de lo producido, bajo la forma de
medios de pago, lo que les permite vivir un poco mejor, alimentar con un
poco más de amplitud su fondo de consumo, dotándolo de ropas, muebles,
etc., y formar un pequeño fondo de reserva en dinero. Pero, así como el
hecho de que algunos esclavos anduviesen mejor vestidos y mejor
alimentados, de que disfrutasen de un trato mejor y de un peculio más
abundante, no destruía el régimen de la esclavitud ni hacía desaparecer
la explotación del esclavo, el que algunos obreros, individualmente,
vivan mejor, no suprime tampoco la explotación del obrero asalariado.
El hecho de que el trabajo suba de
precio por efecto de la acumulación del capital, sólo quiere decir que
el volumen y el peso de las cadenas de oro que el obrero asalariado se
ha forjado ya para si mismo, pueden tenerle sujeto sin mantenerse tan
tirantes. En las controversias mantenidas acerca de este tema se olvida
casi siempre lo principal, a saber: la differentia specifica de la producción capitalista. Aquí, nadie compra la fuerza de trabajo para satisfacer, con sus servicios o su producto, las necesidades personales del comprador.
No, la finalidad de este acto es explotar el capital, producir
mercancías, que encierran más trabajo del que paga el que se las apropia
y que, por tanto, contienen una parte de valor que al capitalista no le cuesta nada y que, sin embargo, puede realizarse mediante la venta de las mercancías.
La producción de plusvalía, la obtención de lucro; tal es la ley
absoluta de este sistema de producción. La fuerza de trabajo sólo
encuentra salida en el mercado cuando sirve para hacer que los medios de
producción funcionen como capitales; es decir, cuando reproduce su
propio valor como nuevo capital y suministra, con el trabajo no
retribuido, una fuente de capital adicional. Es decir, que por muy
favorables que sean para el obrero las condiciones en que vende su
fuerza de trabajo, estas condiciones llevan siempre consigo la necesidad
de volver a venderla constantemente y la reproducción constantemente ampliada de la riqueza como capital.
Como vemos, el salario supone siempre, por naturaleza, la entrega por
el obrero de una cierta cantidad de trabajo no retribuido. Aun
prescindiendo en un todo del alza de los salarios acompañada de la baja en el precio del trabajo, etc., el aumento del salario sólo supone, en el mejor de los casos, la reducción cuantitativa del trabajo no retribuido
que viene obligado a entregar el obrero. Pero esta reducción no puede
jamás rebasar ni alcanzar siquiera el límite a partir del cual supondría
una amenaza para el sistema[...]
[...] La ley de la acumulación
capitalista, que se pretende mistificar convirtiéndola en una ley
natural, no expresa, por tanto, más que una cosa: que su naturaleza
excluye toda reducción del grado de explotación del trabajo o toda alza
del precio de éste que pueda hacer peligrar seriamente la reproducción
constante del régimen capitalista y la reproducción del capital sobre
una escala cada vez más alta. Y forzosamente tiene que ser así, en un
régimen de producción en que el obrero existe para las necesidades de
explotación de los valores ya creados, en vez de existir la riqueza
material para las necesidades del desarrollo del obrero. Así corno en
las religiones vemos al hombre esclavizado por las criaturas de su
propio cerebro, en la producción capitalista le vemos esclavizado por
los productos de su propio brazo.
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