18.11.2012
La civilización china es muy antigua, tiene más de cinco mil años. A
través de la historia ha hecho grandes aportes científicos y
tecnológicos a la humanidad.
El papel, los fósforos, el arado de hierro, la
brújula, el uso del gas natural como combustible, la pólvora y la rueda
de hilar se cuentan entre los inventos que los pueblos de China han
hecho en favor de la economía y el desarrollo.
Los progresos de su economía y su cultura alcanzaron
niveles avanzados mucho antes que las culturas occidentales. A
diferencia de estas, que sustentan el éxito en la competencia y el
individualismo, la cosmovisión china se basa en la integración de los
opuestos, en el papel de que la existencia humana no supera en
relevancia la de otros seres vivientes y de que lo espiritual tiene
tanto valor como lo material.
Los estudios realizados por el gran filósofo Lao Tse
sobre el cuerpo humano en el siglo VI a.c. sentaron las bases para una
medicina que hasta hoy es más eficaz y barata que la occidental porque
se asienta en la prevención de los males para tratar de evitarlos.
Así mismo, Confucio, el otro gran filósofo chino de
la antigüedad, estableció una dimensión social y política de la gestión
de gobierno que ha trascendido los siglos y le ha dado a ese país las
bases ideológicas para la unidad bajo un gobierno fuerte y centralizado.
Sin embargo, eso ha permitido establecer una sociedad ordenada y
jerarquizada que tiene como centro al colectivo por encima del
individuo. Es imposible analizar la actual sociedad china al margen de
estos dos filósofos que antecedieron 25 siglos a Marx y 26 a Mao Tse
Tung, padre de la China actual.
Ya en el siglo III a.c. el primer emperador Shi
Huangdi logró la unificación de lo que hoy es el territorio chino. En el
transcurrir de las centurias, las distintas dinastías que ostentaron el
poder mantuvieron la unidad de las diferentes regiones del país,
resistieron las invasiones de naciones extranjeras y procedieron a
homogenizar la escritura, la moneda, y los parámetros de la educación.
Eso le dio la fortaleza para constituirse en una
poderosa nación hasta que a mediados del siglo XIX, durante la
desprestigiada dinastía Quing, las guerras del opio lograron debilitar
al Estado, iniciándose el declive de China y su subordinación a la
lógica del poder colonial de las potencias occidentales. Gran Bretaña y
Francia lograron lo que ninguna civilización occidental pudo conseguir
en el pasado, mediante la introducción del estupefaciente como principal
mercancía del comercio y la guerra como instrumento de dominación. Así,
introdujeron a la gran nación china en una lógica que sirvió a los
intereses coloniales occidentales. Incluso en 1898 ingleses, rusos,
alemanes, franceses, japoneses y estadounidenses invadieron el
territorio chino, se lo repartieron en zonas de influencia y exigieron
pagos de compensaciones y concesiones de tierras. La dignidad de la
nación china una vez más había sido mancillada.
En 1912, bajo el liderazgo de Sun Yat Sen la
monarquía fue derrocada y se proclamó la república. El movimiento
nacionalista Kuomintang capitalizó el espíritu anti japonés del pueblo
chino y su demanda de una nueva constitución. Sin embargo, la influencia
de Japón en el país era relevante, sobre todo después de la primera
guerra mundial. En ese marco, algunos estudiantes universitarios
pertenecientes a la Juventud Socialista e inspirados en las ideas de
Carlos Marx y la revolución rusa, fundaron en 1921 el Partido Comunista
de China (PCCh). Ese partido está celebrando su XVIII Congreso en los
días que transcurren.
Han pasado muchos años desde ese lejano 1921 hasta
nuestros días. Las transformaciones del país han sido sustanciales. De
los 300 militantes que formaban parte de la organización en 1923 a los
aproximados 80 millones que tiene hoy, dan cuenta de ese un salto
gigantesco. En sus primeros años el PCCh, debió buscar las alianzas
necesarias para luchar contra la influencia japonesa que se transformó
en ocupación en 1931, así mismo debió luchar contra la represión del
gobierno del Kuomintang que a la muerte de Sun Yat Sen había nombrado
como líder a Chang Kai Shek y que se negó a incorporar a los comunistas
al gobierno después de la segunda guerra mundial cuando Japón fue
derrotado y expulsado del país.
Desde 1934 el PCCh promovió la toma de tierras, en un
movimiento que se ha denominado como la “Larga Marcha”. Su Secretario
general, Mao Tse Tung que había sido elegido en 1935 ganó un gran
liderazgo que comenzó a generar expectativas sobre todo en los sectores
campesinos de uno de los países más pobres y atrasados del mundo para la
época. Para 1948 los comunistas habían logrado incorporar a 500
millones de campesinos para luchar por la reforma agraria, principal
bandera de su combate.
El 1° de octubre de 1949 los comunistas tomaron el
poder y proclamaron la República Popular China. Desde entonces el
Partido Comunista de China ha sido la fuerza dirigente de la sociedad y
el Estado chino. El pasado jueves 8, este partido inició su XVIII
Congreso que culminará el próximo 15 de noviembre.
En el informe al Congreso presentado por el
Secretario General Hu Jintao se reivindica la política de reforma y
apertura iniciada en 1978 que ha permitido el desarrollo y
transformación del país. Hu dijo que el PCCh ha hecho grandes aportes a
la teoría marxista-leninista, a partir de las contribuciones hechas a la
misma por Mao Tse Tung y el socialismo de carácter chino que recoge la
continuidad de los elementos entregados al desarrollo de la sociedad por
los distintos líderes chinos en estos últimos 35 años. Hu ha persistido
en una idea de futuro que apunta al socialismo y ha asegurado que las
características del mismo en las condiciones actuales de la economía
mundial es lo que los ha obligado a descubrir particulares modalidades
para su ejecución.
Por otra parte el Presidente chino ha reivindicado
también la concepción científica del desarrollo y la justicia social
como paradigmas a seguir en el quehacer de la política interna. En ese
devenir, ha hecho un énfasis novedoso en su análisis al incorporar la
necesidad de una superlativa preocupación por el medio ambiente como uno
de los ejes centrales de la política del PCCh y el gobierno para el
próximo período.
Así mismo, se ha planteado el objetivo de duplicar la renta per cápita
de los chinos en 2020 respecto de 2010. Sin embargo, no se refirió al
tema solo en términos cuantitativos, expuso que debe haber una
distribución más colectiva y equitativa del ingreso, sobre todo para
superar las grandes diferencias que aún persisten entre la ciudad y el
campo. Recalcó que debe haber igualdad de oportunidades, no solo de
ingresos.
Finalmente, el Secretario General del PCCh
exteriorizó con especial vehemencia su preocupación por los males que
aquejan a la sociedad china: la corrupción y la ineficiencia
administrativa. Invocó los valores que dan fortaleza a los comunistas:
la virtud y la honestidad como pilares en los que se debe sustentar la
gestión. Así mismo, habló de la necesidad de la reforma interna para
mejorar la capacidad del gobierno, de manera que el PCCh siga teniendo
legitimidad ante el pueblo y pueda continuar manteniendo su hegemonía en
la sociedad.
El informe de Hu y los debates posteriores han
mostrado que la política china mantiene inalterable su rumbo, más allá
de los vaivenes y las contradicciones en las que los especialistas
extranjeros han puesto su mira. Los puntos de vista de los analistas
occidentales siguen queriendo ver a China desde la perspectiva de una
realidad que no tiene y, estudiarla a partir de cánones de conducta
provenientes del otro lado del planeta, niegan así que estamos hablando
de un país de cultura milenaria, que sustenta su acción política a
partir de una creación propia sin copiar el modelo occidental ni
siquiera el de socialismo, construyendo uno que tiene base original sin
contradecir sus seculares principios filosóficos.
Lo cierto es que el país con la población más
numerosa del planeta sigue teniendo en el PCCh su “…destacamento de
vanguardia de la clase obrera y, a la vez, del pueblo y la nación en
este país, y núcleo dirigente de la causa del socialismo con
peculiaridades chinas…” como lo enuncian sus estatutos. Ese país,
dirigido por los comunistas chinos que hoy celebran su XVIII Congreso
será en 2016 la primera potencia económica mundial, cuando hace apenas
un poco más de 60 años era un apéndice maltratado del escenario
internacional.
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