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miércoles, 17 de octubre de 2012

PIIGS Y DERECHO A LA VIVIENDA



Nuestras ciudades están atravesadas por la lógica de la deuda. Las casas y edificios en que vivimos, trabajamos y jugamos sirven como apoyo a la expansión de un sistema financiero y a una seria de mecanismos cada vez más abstractos para la captura de la riqueza social. De este modo, las posibilidades de la metrópolis están encerradas por la lógica de la deuda y de la renta financiera. Irlanda y el estado español, dos países ‘rescatados’ de la periferia europea, han experimentado extraordinarios ‘booms’ inmobiliarios en las dos ultimas décadas. Ambos países han visto incrementados en más de un 300% el precio de la vivienda. Este proceso ha sido posible gracias a una serie de dinámicas que se han evidenciado a lo largo de las últimas décadas.
1. Privatización y desregulación
La primera de estas dinámicas es la privatización de la vivienda. En Irlanda, la Ley de Vivienda del año 1966 permitió la venta de vivienda social a sus habitantes. En 1984 este proceso de privatización se vio acelerado por una política de subvención a los residentes en vivienda social (de £5,000) para que pasaran a ser propietarios de su casa. En los noventa, de un parque público de 330,000 viviendas construidas a lo largo de los cien años anteriores, 220,000 fueron compradas por sus residentes, lo que supuso no sólo un aumento notable del precio en el mercado privado, sino también la desaparición de la vivienda social como forma de acceso al derecho a la vivienda.
En el Estado español, “a partir de 1993 se produce un nuevo recorte de la producción de vivienda de protección oficial que se suma al brutal descenso de la producción de este tipo de vivienda entre 1984 y 1989.” (Rodríguez and López, 2011: 27). El Decreto Boyer (1985) también sancionó la liquidación del parque de vivienda social además de crear incentivos fiscales para la compra privada de vivienda.
La segunda dinámica, muy relacionada con la primera, es la desregulación y expansión del mercado hipotecario. En Irlanda, este proceso incluyó la retirada de provisión de hipotecas por parte de los ayuntamientos, además de la aparición de numerosos productos hipotecarios novedosos: hipotecas a 40 y 50 años, hipotecas que suponían el 100% o incluso 110% del valor de la vivienda o las famosas hipotecas ‘subprime’. De este modo ‘la necesidad de un una casa fue sustituida por la necesidad de una hipoteca’ (McCabe, 2011: 32).
Estos factores, junto a otros como los bajos tipos de interés mantenidos por el BCE tras la materialización de la unión monetaria, han estado fuertemente vinculados con la explosión del crédito inmobiliario. En el Estado español, el 70% del crédito emitido durante los años del boom fue vinculado a la construcción. En Irlanda giró entorno al 75%. A pesar del aumento vertiginoso en la construcción, el derecho a la vivienda se ha vuelto más inaccesible que nunca. Entre 1996 y 2008, el periodo mas intenso del boom Irlandés, el numero de personas sin techo o en alojamiento inadecuado aumento un 105% (O’Toole, 2009). Esa misma contradicción se nota sobre todo hoy en el estado español, donde la existencia de millones de casas vacías choca con la realidad de desalojos cotidianos.
2. Derechos convertidos en mercancía
Por lo tanto, cabe subrayar que uno de los ejes fundamentales del proceso de financiarización consiste en la privatización de un recurso anteriormente gestionado por el estado (es decir, de modo colectivo) permitiendo así mismo el monopolio del acceso a un derecho social por parte de las instituciones financieras, ya que las personas no tienen otro recurso que el crédito para poder acceder a una necesidad universal. De modo parecido, la retirada del estado en la provisión de pensiones, educación y salud (cada uno un derecho social conseguido por las luchas de los siglos XIX y XX) ha creado tierras fértiles para la expansión de la renta financiera:
Es preciso… que las pensiones o el mercado inmobiliario dejen de estar limitados y relativamente socializados como medios de provisión de bienes y servicios elementales, para convertirse en mercados de bienes de inversión, que operan sobre «activos» —la vivienda, las pensiones— a los que nadie puede sustraerse. (López and Rodriguez, 2010: 219)
La financiarización implica la extensión de la explotación mucho más allá del lugar de trabajo, una explotación que se inserta dentro del propio tejido de la ciudad; un proceso caracterizado por “la extensión espacial y temporal de las dinámicas de explotación” poniendo “al servicio de la renta financiera los antiguos espacios de reproducción social” (López and Rodriguez,, 2010: 220). La deuda aparece aquí como una elemento clave del expolio y del control, como “el horizonte de ese conflicto entre el capital financiero y la vida social”, en palabras de Bustinduy.
Sin embargo, las crisis financieras e inmobiliarias de nuestr.o presente han introducido una dimensión nueva que tiene una importancia política especial. La intervención del estado, en Irlanda, España, y en otros lugares, ha sido orientada al apoyo incondicional al sistema financiero. Por ejemplo, la Agencia Nacional de Gestion de Activos (o NAMA por sus signos en inglés), el ‘banco malo’ irlandés, ha socializado gran parte de la deuda tóxica de los bancos irlandeses. NAMA debe ser entendida, además, como una institución estatal que se responsabiliza de la gestión de activos inmobiliarios y por la deuda vinculada a los mismos para defender y mantener la dinámica financiera. Así mismo, en el estado español, sucesivos gobiernos han inyectado miles de millones de euros de dinero público en el sector bancario.
Por lo tanto, se puede decir que hoy el simple deseo de poder acceder a una casa o a una ciudad donde podemos vivir se enfrenta no solo a la financiarización sino también a las elites nacionales y europeas que la apoyan. El derecho a la vivienda y el derecho a la ciudad son expresiones de un antagonismo cada vez más visible en nuestras ciudades. Un antagonismo entre la vida urbana y la red de explotación financiera que la captura y la domina.

3. La lucha por nuestros derechos!
En Dublín, una de las instancias más visibles de este conflicto es el colectivo Unlock NAMA, que reclama el uso social, político y público del parque inmobiliario gestionado por el “banco malo” irlandés. En enero, lanzó una campaña de ocupación de un edificio bajo el control de NAMA que estaba a punto de ser vendido a una especuladora rusa. La campaña ponía el énfasis en denunciar que el dinero generado por dicha venta acabaría en las manos de los mismos bancos responsables, en buena medida, de la crisis actual. A raíz de la ocupación, el edificio, que llevaba diez años abandonado, pasó de ser un mero activo financiero a convertirse en un lugar para la intervención ciudadana, la politización de la gente sobre el uso y el abuso de los recursos urbanos, y para la reapropiación de una de las muchas partes de Dublín secuestradas por la lógica financiera.
De modo parecido, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca pretende anteponer el derecho a la vivienda a la renta financiera. Las campañas stop deshaucios, obra social la PAH y dación en pago ponen en práctica el derecho a la vivienda a la vez que resisten el poder de los agentes financieros que obstaculizan ese derecho. Además, la PAH plantea sus acciones como un desafío no sólo a los bancos sino también al propio estado. En un comunicado sobre la ocupación de vivienda en manos de los bancos, la PAH denunció “unas administraciones públicas sin voluntad política para dar respuesta a una situación de auténtica emergencia habitacional… un Estado fallido incapaz de garantizar los derechos más elementales y de atajar la sangría de desalojos que se producen cada día… [y] unos poderes públicos que anteponen los beneficios de la banca a la solvencia y supervivencia de las personas.”
Proyectos políticos como la PAH y Unlock NAMA se apuntan a las crecientes luchas para retomar nuestras ciudades, luchas que pretenden romper las cadenas de la deuda y liberar las inmensas posibilidades de la metrópolis contemporánea.

Texto de Mick O’Broin del colectivo dublinés the provisional

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