03.09. del 2012
La firma de un protocolo inesperado en La Habana entre representantes de
las FARC y el gobierno colombiano para abrir un diálogo por la paz
levantó una ola de comentarios contradictorios.
Influyentes medios de comunicación europeos identificaron el evento como
una victoria para el gobierno de Juan Manuel Santos. Esta conclusión
pone de manifiesto la ignorancia de la realidad colombiana. En realidad,
las FARC lograron una gran victoria política.
El inicio de las conversaciones con el gobierno actual, que podrían
llevar al fin del conflicto colombiano, se formuló en agosto de 2011 por
el comandante en jefe de las FARC, Alfonso Cano. Tres meses más tarde
cayó luchando durante una gran ofensiva del Ejército. El presidente
Santos dijo entonces que la alternativa a elegir por las FARC era entre
"el sepulcro y la cárcel".
El nuevo comandante en jefe, Timoleón Jiménez, Timochenko, reiteró sin
embargo el deseo de paz de las FARC, haciendo hincapié en que no había
una solución militar a un conflicto que ha durado medio siglo.
En los últimos meses una serie de ofensivas de las FARC-EP infligió
numerosas bajas al ejército, sacudido también por escándalos que
involucran a los generales en el tráfico de drogas. El responsable de
Seguridad fue inclusive extraditado a EE.UU.
Una encuesta reciente mostró que el 74% de los colombianos está a favor
de un diálogo de paz con las FARC. En las Fuerzas Armadas (más de
400.000 hombres), los generales ultra que todavía creen en una "solución
militar" son ahora una minoría. Ni las siete nuevas bases
estadounidenses, ni los helipuertos en la selva, ni los aviones y
dispositivos electrónicos que identifican a los campamentos de las FARC
con precisión, han impedido a la guerrilla adoptar nuevas tácticas
flexibles que les han garantizado la supervivencia de sus columnas
móviles en todos los frentes.
La presión de las masas - el Movimiento Colombianos y Colombianas por la
Paz y el éxito de la Marcha Patriótica - expresa claramente la condena
de la guerra por el pueblo y su deseo de paz. Esta actitud fue decisiva
para el súbito cambio en la posición del presidente Santos.
Es significativo que su hermano, Enrique Santos, haya sido designado
miembro de la delegación oficial, encabezada por el ministro de Medio
Ambiente, que negoció en La Habana el inicio de los diálogos de paz,
patrocinados por Venezuela, Noruega y Cuba. Cuatro comandantes
destacados se unieron a la delegación de las FARC-EP: Mauricio (el
Medico), Rodrigo Granda, Marcos Calarcá y Andrés Paris.
Ayer, en Bogotá, el presidente Santos dijo en un breve comunicado que su
objetivo ahora es lograr la paz y que el diálogo con las FARC
continuará en Oslo en octubre, para después regresar a La Habana. La
noticia fue recibida con júbilo por el pueblo colombiano y con disgusto
por Washington.
Los sectores de la oligarquía ultra criticaron con dureza al presidente,
haciendo hincapié en que la apertura de negociaciones de paz con las
FARC en la práctica significa que el gobierno de Bogotá reconoce el
estatus de beligerante a una organización a la que días antes se
clasificaba como "criminal" y a sus líderes como "asesinos", con la
cabeza a premio por millones de dólares.
El ex presidente Álvaro Uribe atacó personalmente a Santos, acusándolo
de dialogar con un "grupo de terroristas". De Washington también llegan
las críticas. Todo indica que la administración Obama tratará de impedir
el éxito de las conversaciones de paz.
Vale la pena recordar que en 1998 se creó en el departamento de Caquetá
una zona desmilitarizada -equivalente a la mitad de Portugal- controlada
por las FARC-EP. El presidente Andrés Pastrana se reunió allí con
Manuel Marulanda, y después de largas negociaciones, el gobierno había
casi aprobado una plataforma política que implicaría cambios sociales y
políticos revolucionarios. Pero cedió a la presión de EE.UU. y en 2002
rompió el diálogo, invadió y ocupó la zona desmilitarizada.
El desarrollo de la situación creada por la actual apertura del diálogo
es impredecible. Pero está claro que las FARC-EP lograron una gran
victoria. Por sí mismo, el inicio del diálogo con las FARC como fuerza
beligerante configura una derrota inocultable del gobierno. Entierra el
mito calumnioso que las presentaba como una organización terrorista y
traficante de drogas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario