18 mayo 2012
Juan Hdez. Vigueras“Los centinelas no estaban en sus puestos, en gran parte debido a la fe ampliamente aceptada en la naturaleza autocorrectiva de los mercados y en la capacidad de las entidades financieras para vigilarse a si mismas con efectividad”, se afirma en las conclusiones del informe del Congreso estadounidense sobre la crisis de Wall Street; subrayando claramente el trasfondo ideológico neoliberal como principal causa de la crisis financiera global, que podemos aplicar también a la de Bankia. Pero en el caso de las Cajas de Ahorro hay que subrayar que el dinero en juego era y es público. Por eso, tenemos que destacar ante todo la responsabilidad de los gestores políticos o allegados a los partidos mayoritarios.
Primero. Había que “salvar a los nuestros”, piensan nuestros gobernantes. Para empezar, digamos que Bankia representa el fracaso de las reformas financieras del gobierno actual (la de febrero 2012 era la “definitiva”) y de las anteriores, que no han logrado que la banca sirva el crédito que necesita una economía que languidece y genera paro. Y es que han tenido como objetivo básico ocultar la corrupción sistémica y las responsabilidades de gestión de las oligarquías políticas regionales, soporte de la élite política, que impulsaron Cajas “engrandecidas” con la especulación inmobiliaria alimentada por el dinero barato del exterior y los mecanismos bancarios financieros. Más allá de la responsabilidad de los gobiernos que pusieron las bases del desmadre financiero- inmobiliario.
Entre junio y diciembre de 2010 surgía el Banco Financiero y de Ahorros (BFA) resultado de la suma de Caja Madrid y Bancaja, primero, y de Caja Canarias, Rioja, Ávila, Segovia y Layetana bajo la fórmula jurídica ad hoc del SIP, un esquema legal que integra activos y pasivos de estas Cajas; consensuado por los dos partidos mayoritarios para tapar el desastre de la especulación inmobiliaria y de paso las responsabilidades de la gestión bancaria nefasta, a costa de los contribuyentes. En marzo de 2011, hace poco más de un año, se lanzaba Bankia como filial de BFA, un nuevo banco privado con la aportación de 4,465 millones de euros del FROB, el fondo estatal de rescate bancario. De este modo se pretendía resolver los problemas de insolvencia de Bancaja y otras, en particular de Caja Madrid, “la más dañada por la crisis del ladrillo”.
Surgió así un monstruoso banco “demasiado grande para dejarlo caer”, de un elevado riesgo para el sistema financiero español por sus 10 millones de clientes-depositantes, sus 22.000 empleados y 400.000 accionistas además del volumen millonario de la cartera de participaciones empresariales, un tinglado bancario madrileño montado con dinero público del contribuyente bajo un ilustre político fracasado como director gerente del FMI y uno de los patrocinadores de la legislación que liberó el suelo patrio para la especulación inmobiliaria. Era el cuarto banco español; la joya del PP desde hace años.
El fracaso inicial de la salida de Bankia a Bolsa en junio de 2011 demostró su fragilidad financiera de origen. Aunque, con la fe neoliberal en las bondades de los mercados financieros, nuestros gobernantes, incluido el gobernador del Banco de España, creyeron que sería superada con la influencia en “los mercados” del ex Director Gerente del FMI. Eso sí: atraídos por la imagen histórica de las Cajas una gran parte pequeños ahorradores, jubilados en su mayoría, compraron acciones del nuevo banco, ahora depreciadas en un 40%; o compraron participaciones preferentes engañados por la creencia de que hacían un depósito.
Como ha sucedido en las restantes Cajas de Ahorro bancarizadas, el Presidente de Bankia y todos los demás gestores bancarios allegados al partido gobernante y sus baronías regionales, se aseguraron retribuciones desmesuradas mediante contratos blindados que contaron con el beneplácito de las autoridades incluido el supervisor, el Banco de España. Unos hechos denunciados por una parte de la opinión pública sin mayores consecuencias hasta la fecha.
Segundo. Había que ocultar la cruda realidad. En la formación del nuevo proyecto bancario madrileño, la ingeniería financiera asignó los llamados activos “tóxicos” (léase préstamos impagables, viviendas y solares sin mercado previsible) al “banco malo”, el BFA; y los activos buenos y de dudosa validez se asignaron a la filial única, Bankia, una compleja operación de manipulación contable esperando que las ganancias futuras de Bankia cubrieran la insolvencia de la banca matriz que tiene ahora un capital cero, se asegura. El resto lo aportó la contabilidad financiera y sus expertos; con la expresión “valores tóxicos” puesta en circulación en Wall Street para denominar aquellos activos subprime cuando ya carecían de mercado y nadie sabía lo que valían, en España se ha aplicado interesadamente para evitar mencionar los inmuebles que tienen existencia física real, pero cuyo valor contable resulta imaginario porque el valor razonable del mercado (mark to market) nadie lo sabe, son activos que ni se venden ni se compran ni ahora ni en mucho tiempo.
¿Qué criterios contables precisos sirvieron de base para deslindar en las cuentas los activos buenos y malos y su reparto entre BFA y Bankia?
Tercero. El financiarizado contexto europeo actual contribuyó a la supervivencia de Bankia. Más aún, Bankia ejemplifica el fracaso de la política del BCE frente a la crisis de la deuda soberana del euro, que incentiva el negocio especulativo financiero de los bancos en lugar de generar crédito; fue uno de los primeros bancos europeos en solicitar liquidez (15.000 millones de euros en Diciembre de 2011 y 25.000 millones en febrero 2012, al 1%. Como muestra, digamos que aportaba al BCE como garantía los bonos de renta fija del Fondo de Activos Corporativos V, que están respaldados por préstamos diversos, como los concedidos al Real Madrid para los fichajes de Ronaldo y Kaká. Y que obviamente han servido para adquirir deuda pública de elevada rentabilidad, además de cubrir sus vergüenzas contables derivadas de la explosión de la burbuja inmobiliaria. Caja Madrid como tantas otras Cajas hace tiempo que dejó de ser banca tradicional de depósito para convertirse en banca financiera, nutrida por la especulación en “los mercados”. Y si los gobiernos de la UE quisieran acabar con esta especulación bancaria, justificada con la falacia de que los estatutos del BCE no le autorizan a prestar dinero a los gobiernos del Eurogrupo, ¿por qué no se ha modificado ese tratado en tres meses como se ha logrado concluir el aberrante pacto fiscal?
Cuarto. Los reguladores privados en la sombra del casino financiero se imponen sobre los supervisores públicos. La auditora Deloitte, una de las cuatro grandes del mundo y necesitada de recuperar prestigio, destapó la cruda inviabilidad del proyecto bancario privado, advirtiendo ya en febrero pasado el desajuste patrimonial de BFA, originado por la pérdida de valor de su filial Bankia. La crisis de Bankia, con la dimisión de su Presidente, no fue decisión de los accionistas ni del supervisor sino que la desencadenó la negativa de la auditora Deloitte a avalar unas cuentas considerando que el valor real de BFA asciende a 8.500 millones euros frente a los 12.000 registrados en sus libros. Por tanto, la actuación del Banco de España ha quedado en entredicho porque en febrero último afirmaba la capacidad de todas las entidades financieras para hacer frente a las provisiones requeridas por la reforma financiera aprobada por el gobierno en ese mes. Asimismo, el Banco de España no puso ninguna objeción al plan de saneamiento presentado por Bankia el 31 de marzo y el 17 abril como queda claro en su comunicado, aunque se cubría advirtiendo de que si se diese el caso de que alguna entidad no lograse alcanza el nivel de capital requerido siempre podría acudir al FROB.
Quinto. El rescate de Bankia, cuya cuantía todavía está por determinar en función de la valoración de sus activos y que el gobierno ha querido denominar “nacionalización transitoria”, no resuelve todos los problemas porque los daños colaterales de esta crisis son ya cuantiosos. Por el momento está clara la pérdida de confianza exterior en este país, sus bancos y en las políticas gubernamentales que nos hunden en una profunda recesión económica; como prueba la exigencia de la UE de una valoración independiente de todos activos bancarios. A lo que se añaden las negras perspectivas para las actividades culturales, asistenciales y sociales de la Obra social de Caja Madrid y de las restantes Cajas. Y por un largo momento, la pérdida de confianza inversora se traduce en depreciación de las acciones de las empresas participadas por BFA-Bankia, cuya cartera abarca, entre otras empresas importantes, Indra (20%), Mapfre (15%), NH Hoteles (15,74%), IAG (Iberia-British Airways) (12%) o Iberdrola (5%), con la dificultad añadida de que la liquidación de esas participaciones no resulte oportuna en una Bolsa bajista (Expansión, 11/5/2012).
Y, como ha ocurrido en las economías fallidas de algunos países en desarrollo, ahora “los fondos buitres vuelan en círculo sobre Irlanda y España” nos decía el titular de un reportaje del Financial Times del miércoles 9 de mayo. Pero, mientras parece que estos fondos especulativos, que se aprovechan de los países hundidos por las crisis financieras, no han encontrado las gangas que esperaban en Irlanda, su actividad creciente en España se encamina más que hacia el agobiado mercado de los préstamos hipotecarios y al consumo, al acecho de oportunidades en participaciones de empresas punteras, en las “corporate oportunities”.
Así podremos contemplar cómo la derecha española, de tan delicada sensibilidad nacionalista frente a los guiñoles de la TV francesa y a las decisiones soberanas de Argentina, tras haberse desprendido clubes de fútbol populares, irá vendiendo parcelas significativas de las antiguas empresas españolas.