
- Su
Alteza Real, el Servidor de las Dos Mezquitas Sagradas, Abdallah Ben
Abdelaziz Al-Saud recibe al presidente francés Francois Hollande en
presencia de los miembros de su consejo.
La visita de Francois Hollande en Arabia Saudita
–donde llegó rodeado de 30 grandes empresarios franceses–, el 29 y el 30
de diciembre de 2013, debía desarrollarse principalmente sobre temas
económicos y sobre el futuro de Siria y del Líbano. Los temas de
política internacional iban a discutirse entre franceses y sauditas
aunque en presencia de líderes libaneses –el presidente Michel Sleiman y
el ex primer ministro líbano-saudita Saad Hariri (considerado miembro
biológico de la familia real)– y del presidente de la Coalición Nacional
Siria, el siro-saudita Ahmad Assi Jarba [
1].
Durante la visita, Arabia Saudita anunció súbitamente la donación al
Ejército Libanés de 3 000 millones de dólares en armamento francés. Esa
muestra de generosidad se produce fuera del calendario previamente
establecido, en momentos en que una conferencia internacional prevista
para febrero o marzo debería abrir una colecta de fondos para el Líbano
en general y –en particular– para el ejército de ese país. Nunca antes
había recibido el Líbano una donación de tales proporciones.
La donación fue anunciada con toda solemnidad por el presidente
libanés, Michel Sleiman. Este general, convertido en jefe del Estado
Mayor del Ejército Libanés simplemente para evitar que ese cargo fuese a
parar manos de otro militar, fue impuesto como presidente de la
República, exactamente con el mismo objetivo, por Francia y Qatar.
Su elección como presidente por el parlamento libanés violó el artículo
49 [
2]
de la Constitución libanesa y Sleiman ni siquiera fue investido como
presidente de la República por su predecesor sino por el entonces emir
de Qatar.
En su intervención, el presidente Sleiman expresó su agradecimiento por la «
makruma» real, o sea por la donación que el soberano saudita concede a su servidor, y al concluir no lo hizo con un «
¡Viva el Líbano!» sino con un sonoro «
¡Viva Arabia Saudita!»
El anuncio fue saludado efusivamente por el ex primer ministro
libanés Saad Hariri, quien quiso interpretarlo como el primer paso hacia
un futuro desarme del Hezbollah.
La decisión de Riad resulta sorprendente ya que durante los últimos
meses el bando libanés prosaudita, representado fundamentalmente por el
14 de Marzo y con Saad Hariri a la cabeza, había estado arremetiendo
constantemente contra las buenas relaciones entre el Ejército Libanés y
el Hezbollah.
Después del anuncio de la donación saudita, una intensa campaña de
propaganda cubrió todo Beirut de carteles sobre la amistad entre el
Líbano y Arabia Saudita, calificada en los afiches como «
el Reino del Bien» (sic).
La realidad es que todo el asunto no tiene el menor sentido.
Para darse cuenta de ello sólo hubo que esperar unos pocos días.

- Al
ser arrestado, Majed al-Majed reconoció su condición de oficial de los
servicios secretos de Arabia Saudita y dijo hallarse bajo las órdenes
directas del príncipe Bandar Ben Sultán. Majed al-Majed dirigía una rama
de al-Qaeda y garantizaba el enlace entre esta y altas personalidades
del Medio Oriente.
El 1º de enero de 2014, sólo 4 días después del anuncio saudita, se
supo que el Ejército Libanés había arrestado a Majed al-Majed, ciudadano
saudita y jefe de las Brigadas Abdallah Azzam, rama libanesa de
al-Qaeda.
Un poco más tarde se supo también que Majed al-Majed había sido arrestado gracias a una alerta de la DIA (
Defense Intelligence Agency),
o sea la Agencia de Inteligencia del Departamento de Defensa de
Estados Unidos, el 24 de diciembre de 2013. Ese día, Washington había
informado al Ejército Libanés que Majed al-Majed acababa de ser
hospitalizado en Líbano para someterse a una diálisis.
El Ejército
Libanés lo localizó rápidamente en el hospital Makassed y lo arrestó
durante su traslado a Ersal, a bordo de una ambulancia, el 26 de
diciembre, o sea 3 días antes del anuncio de la donación saudita.
El arresto del líder de al-Qaeda en Líbano se mantuvo en secreto por
más de una semana.
Oficialmente buscado en Arabia Saudita bajo la
acusación de terrorismo, Majed al-Majed era considerado sin embargo un
agente de los servicios de inteligencia sauditas, y un agente que por
demás recibía órdenes directas del príncipe Bandar Ben Sultán. Majed
al-Majed había reconocido públicamente haber organizado numerosos
atentados, como el perpetrado el 19 de noviembre de 2013 –con saldo de
25 muertos– contra la embajada de Irán en Beirut. Ante tales
circunstancias, el Ejército Libanés había informado a Riad y Teherán del
arresto de Majed al-Majed.
Entre otros casos de interés para el Líbano, Majed al-Majed había
desempeñado un papel importante en la formación de un ejército yihadista
en territorio libanés: el conocido Fatah al-Islam.
En 2007, ese grupo trató de sublevar contra el Hezbollah
los campamentos palestinos en Líbano y quiso proclamar un emirato
islámico en el norte de ese país. Pero quien realmente movía los hilos
del grupo –Arabia Saudita– abandonó su marioneta sin previo aviso, como
resultado de un encuentro entre el presidente de Irán Mahmud Ahmadinejad
y el rey Abdallah. Furiosos, los yihadistas armados se presentaron en
el banco de la familia Hariri exigiendo el pago que no habían recibido.
Después de varios enfrentamientos, se replegaron hacia el campamento de
Nahr el-Bared, donde fueron cercados por el Ejército Libanés. Al cabo de
un mes de combates, el general Chamel Roukoz [
3]
tomó el lugar por asalto y aplastó a los sublevados. Aquella batalla
contra el terrorismo costó al Ejército Libanés las vidas de 134
soldados [
4].
Majed al-Majed estaba personalmente en contacto –contactos directos o
secretos– con numerosos dirigentes árabes y occidentales. Al ser
interrogado, tuvo tiempo de confirmar a sus interrogadores que era
miembro de los servicios secretos de Arabia Saudita. Es evidente que sus
confesiones podían conmocionar la política regional, sobre todo al
proporcionar pruebas que incriminan a Arabia Saudita y al 14 de Marzo
libanés.
Un diputado mencionaba entonces una proposición saudita de 3 000
millones de dólares a cambio de que no se grabaran las confesiones de
Majed al-Majed y de que fuese extraditado a Riad. El diario libanés
Al-Akhbar
ya estimaba que el detenido estaba en peligro de muerte y que de todas
maneras corría el riesgo de ser asesinado por sus jefes para garantizar
su silencio.
Al día siguiente de la publicación de aquel editorial, el Ejército
Libanés anunciaba la muerte de Majed al-Majed. Se ordenó una autopsia
pero, contrariamente a lo previsto en el procedimiento penal, esta fue
realizada por un solo especialista, quien concluyó que la muerte
sobrevino a causa de la enfermedad que padecía el occiso. El cuerpo fue
trasladado a Arabia Saudita, donde fue inhumado en presencia de
sus familiares y de la familia ben Laden.
Irán sigue exigiendo al Líbano explicaciones más claras sobre el
arresto y muerte de Majed al-Majed, aunque sin demasiada insistencia ya
que el presidente Rohani está tratando también de implementar un
acercamiento a Arabia Saudita.
Es la sexta vez que el jefe de una organización terrorista prosaudita
que opera en Líbano escapa a la justicia. Así sucedió anteriormente con
Chaker Absi y con Hicham Kaddoura, al igual que con Abdel Rahmane
Awadh, Abdel Ghani Jawhar y, más recientemente, con Ahmad al-Assir.

- El
presidente francés Francois Hollande y el multimillonario
líbano-saudita Saad Hariri en Riad. Detrás aparecen el ministro de
Defensa francés Jean-Yves Le Drian y el jefe de la diplomacia francesa
Laurent Fabius.
En todo caso, aunque el rey Abdallah haya desembolsado 3 000 millones
de dólares no será ni remotamente esa suma la que llegará al Ejército
Libanés.

En primer lugar, esa suma incluye tradicionalmente las «
atenciones»
reales a quienes han servido al soberano. Por ejemplo, según el
Protocolo real que acompaña la donación, el presidente libanés Michel
Sleiman recibió de inmediato –a título personal– 50 millones de dólares,
y el presidente francés Francois Hollande recibe una suma acorde con su
función, suma de la que se ignora el monto y si Hollande la ha aceptado
o no. El principio saudita del soborno se aplica idénticamente a todos
los dirigentes y altos funcionarios –libaneses y franceses–
que participaron y que participarán en la transacción.

Segundo,
la parte fundamental de la suma donada irá a parar al Tesoro Público
francés y Francia se encargará de proporcionar al Líbano el armamento y
la formación militar correspondiente. Se trata, en realidad, de
retribuir la implicación militar secreta de Francia –desde 2010– en las
acciones destinadas a fomentar el desorden en Siria y provocar el
derrocamiento del alauita Bachar al-Assad, a quien el Servidor de las
Dos Mezquitas Sagradas no puede aceptar como presidente de un país
mayoritariamente musulmán [
5].
Sin embargo, al no existir un catálogo de precios, París evaluará a
su antojo el volumen de armamento que puede representar la suma donada.
París decidirá también qué tipo de armas y de formación proporcionará a
cambio de esa suma. Para empezar, ni hablar de proporcionar al Ejército
Libanés ningún tipo de armamento que pueda servir en algún momento para
enfrentarse eficazmente al principal enemigo del Líbano, que es Israel.

Tercero,
si el objetivo de la donación saudita no es ayudar al Ejército Libanés a
defender el país es porque está destinada –por el contrario– a sembrar
la división entre los uniformados libaneses.
Más que proporcionarles una
verdadera preparación militar, la formación que Francia aportará a los
militares libaneses estará destinada a la «
francización» de los
oficiales. Y el dinero que quede se destinará a la construcción de
bonitos cuarteles y a la compra de costosos vehículos oficiales.
Por otro lado, también existe la posibilidad de que no llegue al
Líbano ni un centavo de ese dinero. En efecto, según el artículo 52 de
la Constitución libanesa [
6],
el donativo debe obtener la aprobación del consejo de ministros. Pero
el gabinete dimitente de Najib Mikati no se ha reunido en 9 meses y
no ha podido por ende transmitir esa aprobación al parlamento para que
la ratifiquen los diputados.
Al presentar el donativo a los libaneses, el presidente Michel
Sleiman creyó oportuno precisar, sin que nadie se lo pidiera, que en las
negociaciones con Riad no se mencionó una posible posposición de la
elección presidencial libanesa con prórroga de su propio mandato,
ni tampoco la composición de un nuevo gobierno. Una precisión que da
risa porque resulta evidente que esos fueron precisamente los
principales puntos de la negociación.
El presidente libanés se comprometió ante sus interlocutores sauditas y franceses a formar un gobierno de «
tecnócratas», sin chiitas ni drusos, y a imponerlo al parlamento. El término «
tecnócrata»
se aplica en este caso a una serie de altos funcionarios
internacionales que han hecho carrera en el Banco Mundial, el FMI, etc.,
y también mostrando su sumisión al credo estadounidense.
O sea que será
un gobierno de proestadounidenses en un país que se resiste al dictado
del Imperio. Pero ¿no se puede lograr una mayoría en el parlamento con
3 000 millones de dólares?
Por desgracia, el príncipe Talal Arslane, heredero de los fundadores
del principado del Monte Líbano en el siglo XII y presidente del Partido
Demócrata, arremetió de inmediato contra el presidente recordándole
que, en virtud del Acuerdo de Taef [
7], en Líbano el poder ejecutivo es una prerrogativa del consejo de ministros [
8] y que este último tiene que reflejar obligatoriamente la composición confesional del país [
9].
Lo anterior quiere decir que la formación de un gobierno de tecnócratas
en Líbano constituye una violación flagrante del Acuerdo de Taef. lo
cual convertiría al presidente Sleiman en un golpista, sea cual sea su
capacidad para sobornar al parlamento.
Pero es muy probable que el asunto no termine ahí. El 15 de enero, el
Ejército Libanés detuvo en la frontera a Jamal Daftardar, uno de los
lugartenientes de Majed al-Majed.
El presidente Francois Hollande seguramente va a deplorar
profundamente que su homólogo libanés fracase en su intento de vender su
propio país por 50 millones de dólares. Pero de todas maneras, visto
desde París, lo importante es la repartición de los 2 999 millones
restantes.