
Hoy en día es evidente que en la
Europa capitalista, los partidos socialistas se han instalado en el
gobierno. Tienen primeros ministros, comisarios europeos e incluso
presidentes de la Comisión Europea. Pero difícilmente podemos
considerarlos apóstoles de la paz, pues destacados miembros de los
partidos socialistas belgas dirigieron la OTAN y los partidos
socialistas apoyan casi todas las guerras libradas por Estados Unidos y
la OTAN: la primera guerra de Irak, las guerras en Yugoslavia, Libia,
Afganistán, Mali… Al hacerlo, se posicionan a años luz de sus raíces
marxistas y sus documentos fundacionales. Como en el caso de Bélgica fue
la declaración política de la Carta Quaregnon (1894). El 8 de junio de
2013, la SP.a (partido socialista flamenco, Ndt) renunció a la carta,
mientras que el Partido Socialista (partido socialista walón, Ndt) en
teoría la mantiene. Pero desde el 5 de agosto de 1914 carece de
significado político práctico. Dicha carta pide “la desaparición del
sistema capitalista” y su “transformación en un sistema colectivista” y
declara solemnemente: “los socialistas de todos los países deben estar
unidos, porque la emancipación de los trabajadores no es un problema
nacional, sino internacional”. Sobre esta base en 1889, trece años
después de la liquidación de la Primera Internacional (1876), los
socialistas de la época habían creado una segunda organización
internacional, la “Internacional obrera Socialista” cuyo líder del
Partido Obrero belga (el partido socialista eb la época, Ndt), Emile
Vandervelde, se convertiría en presidente y otro conocido socialista
belga, Camille Huysmans, secretario.1
Durante veinte años dentro de la
Internacional, tuvo lugar un encarnizado debate entre el ala
revolucionaria y el ala reformista. Las tácticas de los consistía en
camuflar las contradicciones con un discurso revolucionario. Su
argumentación lo prueba: las resoluciones que aprobaban haciéndolas
pasar de puntillas – en lo que Vandervelde era un auténtico maestro –
siempre empezaban con una posición de principios izquierdas para dar
lugar a una decisión práctica claudicante. En 1914, al estallar la
guerra, este distanciamiento gradual entre las palabras y los actos
llevaría al paso de todos los partidos socialistas hacia el campo de su
propia burguesía, enfrentándose a todas las declaraciones de principios.
La Segunda Internacional dividida en todos los asuntos importantes
Los socialistas se dividieron en temas
como la participación de los socialistas en el gobierno y la alianza con
los grupos burgueses. El problema surgió en Francia con la entrada por
primera vez, del socialista Millerand en un gobierno burgués. En el
congreso de la Internacional en 1900 en París, la mayoría se inclinaba
por rechazar la participación en el gobierno; pero, en la resolución,
sin embargo, se reconocía la posibilidad de la participación en
circunstancias extremas, cuando fuese necesario en una situación de
coacción y, por tanto, se reducía a una cuestión meramente táctica. Sin
embargo, era la pregunta más fundamental para el movimiento socialista:
integrarse o no en el sistema. La experiencia francesa con Millerand
refleja esta reducción a la táctica. Y seguiría mostrándose más tarde en
cada participación socialista en los gobiernos burgueses. En 1904, en
la conferencia de Amsterdam, esta situación dio lugar a un debate entre
Jaures y Bebel, que tuvo un gran impacto: el socialista francés Jaurès
recurrió al tema de la República Francesa, “tierra de revoluciones
gloriosas”… y a las enormes posibilidades parlamentarias en Francia.
Para el líder del partido alemán, Bebel, no había especificidad
distintiva en el sistema parlamentario de la República Francesa: “Una
república burguesa o una monarquía burguesa, ambos son estados de
clases; como lo fueron otros creados para mantener el orden capitalista.
Los dos regímenes políticos se esfuerzan al extremo para mantener todo
el poder en manos de la burguesía.” Sin embargo, en general, el
parlamentarismo había ganado terreno. En 1909-1910, el asunto fue
discutido en el POB (Partido Obrero Belga) cuyo liderazgo estaba listo
para formar un gobierno junto con los liberales, pero los resultados de
las elecciones no permitieron esta combinación.
También apareció la cuestión de la
huelga general política. Se daban cuenta de que incluso la mayoría
absoluta en el parlamento no sería suficiente para forzar un cambio
fundamental en la sociedad, por lo que contaban con la acción
extraparlamentaria de la clase obrera, con la huelga política general.
El tema surgió varias veces en el tapete en los congresos de la
Internacional. En Bélgica, hubo grandes huelgas en 1891, 1893 y 1902,
huelgas políticas gigantes en favor del sufragio universal demostrando
que era un arma muy poderosa. En abril de 1902, la huelga terminó en un
fracaso: iniciado por la base fue rota por la dirección en cuanto la
lucha se convirtió en un movimiento muy intenso. En Alemania, el
congreso del partido en 1906 desestimó esta arma. La posición a favor de
la huelga general fue combatida de una manera particularmente obstinada
por Karl Legien, secretario general del sindicato.
Acerca de la cuestión colonial, los
principios fundamentales de la Internacional eran el principio de
igualdad de derechos de todos los pueblos y razas, su igual derecho a la
dignidad, la justicia, la libertad y la independencia Nacional y el
principio de solidaridad entre los oprimidos de todas las naciones y
razas. El Congreso de Londres (1896) había puesto el requisito de “plena
autodeterminación para todas las naciones” y el colonialismo era
condenado como una “manifestación del capitalismo.” Pero la práctica de
muchos partidos era muy diferente. Algunos en Gran Bretaña defendían la
colonización con el argumento de que ningún pueblo podía mantener los
tesoros de la tierra (como el oro y los diamantes) a expensas de otros
pueblos; la tierra es el bien común de toda la humanidad y el deber
común de todas las naciones compartir los recursos naturales, lo que
debía prevalecer sobre los intereses de la población local. En Alemania,
los reformistas Bernstein, Noske y otros abundaban en la misma
dirección. Los socialistas alemanes votaron la siguiente posición: “como
el socialismo aumentará las fuerzas productivas del mundo y elevará
todas las personas al más alto nivel cultural, el Congreso no rechaza,
por principios, cualquier política colonial, ya que, en el socialismo
puede tener un efecto civilizatorio”.
En el POB sin embargo se puso en la
picota la rapacidad colonial del rey belga Leopoldo II. Dentro del
partido, había una corriente anticolonialista: para Louis Brouckère
quien en ese momento era parte del ala radical izquierdas, la
colonización no traía ningún desarrollo o progreso. El proteccionismo,
el militarismo, el imperialismo y el colonialismo fueron considerados
síntomas de la podredumbre de una clase descendente convertida en
codiciosa y parasitaria que no podía dirigir la producción … Pero
muchos, como Vandervelde, abogaron por una política colonial reformista,
mientras que otros apoyaban acríticamente al capital colonial.
2 Cuando,
en 1908, el Congo se convirtió en una colonia belga, Jules Destrée en
nombre del POB afirmó: “Vamos a discutir la cuestión colonial cuando
abordamos el capitalismo. Denunciamos el mal esencial y buscamos
calmantes directos.” El miembro Terwagne dijo que sin los bienes
coloniales, la economía se detendría y agregó que la tarea de los
socialistas era “llevar a cabo una política colonial con un mínimo de
atrocidades”.
Guerra a la guerra

Para
casi todo el congreso de la Internacional, la cuestión de la guerra y
la paz figuraba en el orden del día. Sobre la causa fundamental de la
guerra, se estaba de acuerdo: muy pronto, se declaró que el capitalismo
conducía inevitablemente a la guerra. En el Congreso de París (1900), el
carácter de la guerra estaba claro con experimentos recientes: es la
puesta en común y la redistribución de las colonias y por lo tanto se
han convertido en las guerras imperialistas. En la solución fundamental
para poner fin a la guerra también hubo un acuerdo general. El Congreso
de Zurich (1893) ya había llegado a la siguiente conclusión: “La caída
del capitalismo significa la paz mundial.” Respecto a lo que se debe
hacer en tiempos de paz, es decir, la propaganda contra el chovinismo y
el militarismo y la negativa a votar los créditos de guerra,
prácticamente no había diferencias de puntos de vista. ¿Pero lo que si
estallaba la guerra? ¿La huelga general? ¿La negativa general a servir
en el ejército? ¿El estallido de la revolución?
La conferencia más importante sobre la
paz y la guerra fue la de Stuttgart en 1907. Una resolución francesa de
Jaures, Vaillant y Guesdes propuso: “Para evitar la guerra, hay que
organizar acciones nacionales e internacionales de la clase obrera,
desde la intervención parlamentario y la agitación pública, hasta la
huelga de masas incluyendo la insurrección.” Para los socialistas
alemanes, obviamente, era inaceptable porque los términos” huelga de
masas” e “insurrección” empujarían al partido a la ilegalidad. Por
tanto, los socialistas alemanes aceptan la limitación del Kaiser de la
libertad de acción del Partido Socialista y Bebel presentó un texto
completamente diluido. Lenin y Mártov lograron, a través de la mediación
de Rosa Luxemburgo, a añadir una conclusión que iba más lejos de lo que
planteaba Bebel: “Si la guerra amenaza con estallar, la tarea en todos
los países [...] es la de prevenir, por todos los medios que consideren
oportunos y que, naturalmente, difieren de un país a otro, dependiendo
de la intensidad de la lucha de clases y la situación política general.”
El compromiso de Lenin decía: “Se trata de utilizar la crisis económica
y política provocada por la guerra con el fin de remover las capas más
profundas del pueblo y acelerar la caída de la hegemonía capitalista.”
Pero estaba claro en aquel momento que la voluntad de poner en práctica
esta idea no estaba presente entre los socialistas alemanes.
En 1910, el Congreso de Copenhague,
decidió que los parlamentarios socialistas votarían en contra de todos
los créditos de guerra. En un congreso extraordinario en Basilea en
1913, se adoptó una resolución por unanimidad contra la “absurda”
carrera armamentista de la época y la amenaza de guerra. La resolución
veía dos garantías esenciales para la paz: la colaboración de los
trabajadores de todos los países y el temor de las clases dominantes
frente a una revolución que sería el resultado de la guerra. El texto
también incluye un llamamiento a los trabajadores alemanes, franceses e
ingleses para continuar su lucha por la paz y no dejarse arrastrar a una
guerra general. El texto explica que los trabajadores consideraron que
era un crimen dispararse los unos a los otros en beneficio de los
capitalistas o por el orgullo de dinastías o por los tratados secretos.
El 29 de julio 1914 se celebró en
Bruselas la última sesión del secretariado de la Internacional. Austria
ya había declarado la guerra y en París y Berlín, se habían organizado
manifestaciones a favor de la guerra. Los delegados rusos y británicos
dijeron que iban a resistir. Los alemanes dijeron que iban a cumplir con
su deber. Se referían a las protestas a gran escala contra la guerra.
Jaurès asegura a los presentes la voluntad de paz del gobierno francés.
Los británicos proponen una huelga general en caso de guerra, pero
resultó que no había nadie a favor. Después de la reunión, hubo una gran
manifestación pacífica nacional en el Cirque Royal de Bruselas. Jaurès,
socialista opuesto a la guerra, habló rodeado de Rosa Luxemburg y Haase
(Alemania), Viktor Adler (Austria), Vaillant (Francia) y Keir Hardie
(Inglaterra). Todos estaban todavía unidos fraternalmente. Al día
siguiente, se envió un comunicado de prensa pidiendo más acciones
anti-militares y negociaciones internacionales. Poco después de la
última reunión del secretariado de la Internacional, Jean Jaurès fue
asesinado.
El 1º de agosto, Alemania y Francia se
movilizaron. Para los socialistas alemanes, la acción revolucionaria
estaba fuera de cuestión: el 4 de agosto, votaron los presupuestos de
guerra. Los socialistas franceses invocaron este desarrollo para
colocarse a su vez detrás de su gobierno. Del mismo modo, los
socialistas belgas, dirigidos por Vandervelde, votaron a favor de los
créditos de guerra. Sólo los bolcheviques rusos, socialdemócratas
húngaros, búlgaros e italianos y el Partido Socialista de los Estados
Unidos, se aferraron a las resoluciones contra la guerra. Convocaron una
conferencia por separado en la ciudad suiza de Zimmerwald. La
Internacional había muerto.
La perspectiva de una guerra europea se
cernía desde hacía muchos años y los principales líderes sindicales
dudaban de las devastadoras consecuencias de esta guerra, no sólo para
la vida y la salud de millones de europeos, sino también para el
movimiento obrero. En una carta con fecha del 22 de diciembre de 1882,
Friedrich Engels, colaborador de Marx y destacado miembro del Partido
Socialdemócrata Alemán, escribió:
“Yo consideraría una guerra europea como un desastre;
esta vez sería terriblemente grave, exacerbaría por todas partes el
chovinismo durante años, porque cada pueblo lucharía por su existencia.
[...] Nuestro partido en Alemania se vería abrumado por una oleada de
chovinismo, al igual que en Francia. [...] Creo que esa guerra
retrasaría la revolución diez años […]“ 3
Engels, como posteriormente Lenin, Rosa
Luxemburg y Karl Liebknecht, estudiaron los motores económicos del
capitalismo y descubrieron que el capitalismo conduce necesariamente a
la guerra. La competencia de los principales países capitalistas
europeos, no sólo en Europa, sino en todos los continentes, luchando por
mantener o expandir sus colonias y para obtener una mayor proporción de
los mercados globales, era el principal factor de desarrollo que se
acompañaba de una carrera armamentista, llamada militarismo en la época.
Esta carrera armamentista era inevitable, tanto para los que querían
defender su participación en el mercado mundial como para los que
querían conquistar nuevos mercados. De ello se desprende que el
militarismo y el capitalismo están inextricablemente unidos y el
derrocamiento del capitalismo conduciría al fin de la guerra. Este
análisis distingue dentro del movimiento socialista, el ala
revolucionaria del ala pacifista y más aún del ala derechista.
Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo
estudiaron los nuevos desarrollos del militarismo alemán, sobre todo los
debates sobre la flota alemana que se estaba desarrollando muy
rápidamente. Esta flota iba a poner Alemania en condiciones de desplazar
al Reino Unido como principal potencia colonial y marítima. En 1916,
Rosa Luxemburgo decía sobre la ley sobre la flota: “El proyecto de ley
sobre la flota de 11 de diciembre 1899 era una declaración de guerra de
Alemania a la que Inglaterra respondió 04 de agosto 1914.”
4
Los dirigentes socialistas eran
conscientes de las decisiones de la última conferencia de paz antes de
la guerra, de la Internacional Socialista, que se celebró en Basilea el
24 y 25 de noviembre de 1912, y conocían también su manifiesto: “Las
grandes naciones de Europa están en todo momento en el punto de tomar
las armas unos contra otros. Sin embargo, una agresión tal contra la
humanidad no puede ser justificada con ningún argumento de interés
nacional alguno.”

A
diferencia de los más destacados líderes de la época de los partidos
socialdemócratas y de la Internacional Socialista, Lenin planteó la
pregunta: ¿quién tiene interés en esta guerra? ¿Qué clase social? Fue el
punto de partida para evaluar las actividades militares y diplomáticas
de los Estados capitalistas, que no se conocían a través de los
discursos y argumentos de las fuerzas políticas de la burguesía. Apenas
tres semanas después del estallido de la guerra, con motivo de la
primera reunión de un grupo de bolcheviques en Berna, Lenin presentó un
proyecto de resolución que posteriormente se distribuiría rápidamente
ampliamente en Rusia por canales ilegales. Desde la primera frase,
podemos leer: “La guerra europea y mundial tiene todas las
características de una guerra burguesa, imperialista, dinástica. La
lucha por los mercados y el saqueo de otros estados, la voluntad para
detener el movimiento revolucionario del proletariado y la democracia
dentro de los países beligerantes, el intento de engañar, dividir y
diezmar a los proletarios de todos los países enfrentando a los esclavos
asalariados de una nación contra los de otra, en beneficio de la
burguesía, este es el único contenido real de la guerra, tal es su
importancia.”
5
Lenin condenó severamente el colapso ideológico de la socialdemocracia alemana e internacional:
“La actitud de los dirigentes del Partido Socialdemócrata
alemán – el partido más fuerte y más influyente de la segunda
Internacional (1889-1914) – que votaron el presupuesto de guerra y que
recogen la fraseología chovinista y burguesa de los Junkers prusianos y
la burguesía, es una traición pura y simple al socialismo. Esta actitud
no se puede justificar de ninguna manera, aun suponiendo que el Partido
Socialdemócrata alemán sea extremadamente débil y esté forzado
temporalmente a plegarse a la voluntad de la mayoría burguesa de la
nación. De hecho, en la situación actual, el partido se ha involucrado
en una política nacional-liberal.
La actitud de los líderes de los partidos socialdemócratas belgas y
franceses que han traicionado al socialismo al entrar los gobiernos
burgueses, merece ser condenado de la misma manera.
La traición al socialismo por la mayoría de los líderes de la 2º
Internacional (1889-1914) significa la bancarrota ideológica y política
de esta última.”6
Algunos, como Kautsky, principal teórico
marxista de la época, adoptaron una posición llamada centrista.
Defendieron la “paz” sin poner en cuestión el sistema existente. Lenin
escribió: “La consigna “paz” no es correcta,
7 la
transformación de la guerra entre naciones en guerra civil debe
convertirse en nuestra consigna.” Esto concordaba con las opiniones de
Karl Liebknecht: “¡El enemigo principal está en el mismo país! “
A partir de este enfoque de la cuestión
de la guerra y la paz, Lenin participó también, en los años
posteriores, en favor de la formación de un fuerte movimiento socialista
revolucionario, más tarde llamado comunista, tanto en su propio país
como a nivel internacional, cuyos aspectos más destacados fueron la
revolución comunista de octubre y la formación de la Internacional
Comunista, y en Alemania, la Revolución 1918 y la fundación del KPD
(Partei Deutschlands Kommunistische, partido comunista de Alemania) en
el entre 1918 y 1919.
Dos importantes etapas intermedias ya
habían tenido lugar: la conferencia de Zimmerwald en Suiza en septiembre
de 1915 y la Conferencia de Paz de la izquierda radical, Kienthal,
también Suiza en abril de 1916. En Zimmerwald, hubo 38 representantes de
11 países. El grupo de opositores a la guerra más fuerte era el de los
alemanes. Karl Liebknecht, encarcelado, envió sus saludos. Por el
Partido Social Demócrata de Rusia, estaban presentes dos tendencias: la
de los bolcheviques revolucionarios, Lenin y Zinoviev; y la de los
mencheviques, Mártov y Axelrod. Durante esta conferencia, Lenin se
confirma cada vez más como portavoz y representante de la izquierda
revolucionaria en Europa.
Lenin sabía que en algunas cuestiones
importantes, la mayoría de la conferencia adoptó un enfoque dubitativo.
Sin embargo, estaba a favor de la participación de los bolcheviques en
la discusión. La izquierda revolucionaria presentó un proyecto de
resolución que fue rechazado por 19 votos frente a 12. En su lugar fue
adoptado el documento conocido como el “Manifiesto de Zimmerwald”,
escrito por Trotsky. No incluía la necesidad de transformar la guerra
imperialista en guerra civil, ni el “trabajo por derrotar a su propio
gobierno” y la ruptura total con los dirigentes socialdemócratas que
cooperaron en la guerra. Sin embargo, los bolcheviques firmaron el
manifiesto. La conferencia instala una Comisión Internacional
Socialista, con sede en Berna y y la izquierda de Zimmerwald forma un
secretariado liderado por Lenin. Menos de un año después, en abril de
1916 en la Segunda Conferencia Internacional, celebrada en Kienthal,
asistieron 43 delegados de 12 países, y en las votaciones clave, casi la
mitad votó a favor de las posiciones de la izquierda revolucionaria.
Por tanto en Zimmerwald y Kienthal se
colocaron las primeras piedras de la futura Internacional Comunista, la
Tercera Internacional (Comunista).
Beben del cáliz de la traición hasta el final
El movimiento socialista no era lo
suficientemente potente, ni numérica ni sobre todo ideológicamente, para
evitar el estallido de la guerra imperialista. La cuestión no era,
¿podemos evitar la guerra o no? Se había convertido en: ¿la resistencia a
las atrocidades de la guerra puede convertir esta guerra en una
insurrección? El único que llega a esta conclusión fue Lenin. Abogó por
la “derrota de su propio gobierno” y “transformar la guerra imperialista
en guerra civil.”
Lenin previó que su lema no iba a
materializarse de la noche a la mañana. Los trabajadores aún no habían
sentido en lo más profundo de sí mismos lo que significaba esta guerra
global. Pero todos los actos de los socialistas deberían estar
encaminados a esa línea. Cuando el parlamento votase el presupuesto
militar, los socialistas deberían negarse a votarlo, ya sea en Alemania,
Bélgica o Francia. Al hacerlo, ellos proclamarían: “Nosotros los
trabajadores no tenemos nada que ver con esta guerra y no queremos pagar
por esta criminal guerra.” En Francia, Bélgica, Alemania, los
revolucionarios deberían desenmascarar los argumentos utilizados por la
burguesía para llevar a la gente a esta guerra; tenían que defender los
intereses de los trabajadores, defender el pan y el empleo, ya que la
guerra causaría inevitablemente una miseria sin precedentes en Europa.
Para ello tendrían que trabajar ilegalmente, porque ya no sería posible
ninguna legalidad, y difundir su propaganda mediante la prensa
clandestina, no en la prensa legal, como podían hacer antes de la
guerra. Con este fin, Lenin continuó en su carta a Chliapnikov:
“(Esta transformación puede ser larga, puede requerir y
requerirá una serie de requisitos previos, pero se debe efectuar todo el
trabajo en la dirección de precisamente esta transformación, en su
espíritu y en su dirección.) No un sabotaje a la guerra,
no,intervenciones no aisladas individuales en este espíritu, sino una
propaganda de masas (y no sólo entre los “civiles”), que conduzca a la
transformación de la guerra en una guerra civil [...]“8
[...] Sería un error motivar actos individuales: disparar a los
funcionarios, etc, así como admitir argumentos del tipo: no queremos
ayudar al kaiser. La primera es una desviación hacia el anarquismo; la
segunda hacia el oportunismo. En cuanto a nosotros, tenemos que
prepararnos para la acción de masas (o al menos colectiva) en el
ejército, no sólo de una nación, y llevar a cabo todo el trabajo de
propaganda y agitación en esta dirección. Orientar el trabajo (obstinada
y sistemáticamente, durante un largo periodo tal vez) en el sentido de
una transformación de la guerra entre naciones en guerra civil, esa es
la clave. En cuanto a cuándo se producirá este cambio, es otra cuestión,
imprecisa por ahora. Tenemos que dejar que madure ese tiempo y
“obligarlo a madurar” sistemáticamente”9
Pero esta no era la preocupación de los
líderes de la socialdemocracia. Ellos no sólo se habían rendido, también
comenzaron a justificar la guerra e incitaron a los trabajadores de sus
países a “defender a su país.”
Por supuesto, el gran capital alemán y
la nobleza alemana tratarían de ocultar lo más posible sus verdaderos
objetivos de guerra y disfrazarse de defensores de la civilización o de
víctimas forzadas a una “guerra defensiva”. La Primera Guerra Mundial
fue la primera en la que la dimensión psicológica jugó un papel. En
todos los países, se creó una psicosis: “el país está en peligro”, y
bajo su influencia, la mayoría de la gente realmente lo creyó. Y con el
pretexto de no separarse de la masa cuando ésta es favorable a la
guerra, los líderes socialistas deliberadamente se acomodaron en el
campo de la burguesía belicista de su país.
Por supuesto, casi nadie había oído
hablar del altamente secreto “Plan de septiembre” sobre los objetivos de
guerra del canciller aleman von Bethmann-Hollweg, cuyo preámbulo dice
inequívocamente: “[...para] la seguridad del imperio alemán [...],
Francia debe ser debilitada tanto que no pueda renacer de nuevo como una
gran potencia. Rusia tiene que ser empujada lo más lejos posible de la
frontera oriental de Alemania y su dominio sobre los pueblos no rusos
deben ser roto”
10
Y, por supuesto, muy pocas personas
sabían los detalles desconcertantes y concretos de cómo los líderes
alemanes querían debilitar a sus rivales imperialistas, Francia e
Inglaterra, ni tampoco conocían la anexión de partes de Francia y países
vecinos más pequeños al oeste. Para los países del Benelux actuales, la
nota incluía la eliminación de hecho. En la misma nota,
Bethmann-Hollweg señaló a este respecto: “2 o Bélgica. Anexión de Lieja y
Verviers a Prusia; cancelación de parte de la provincia belga de
Luxemburgo en el Gran Ducado de Luxemburgo. La anexión de Amberes y un
corredor de acceso que conecte la ciudad de Lieja es incierto. De todos
modos, si Bélgica aparentemente sigue siendo independiente, se
convertirá en un estado vasallo [...] 3 o Luxemburgo se convierte en un
Estado confederado alemán, recibe una porción del Luxemburgo belga y
posiblemente el triángulo Longwy. [...] 6º Holanda. También se deberá
explorar las formas de vincular más estrechamente a los Países Bajos a
Alemania. [...] Asimismo, mantendrá su aparente independencia, pero
convertido en dependientes de nosotros en realidad. Tal vez se podría
pensar en un pacto de alianza ofensiva y defensiva que incluya colonias,
en cualquier caso, la unión aduanera estrecha, eventualmente la venta
de Amberes a Holanda con el reconocimiento del derecho de ocupación de
Alemania de las fortificaciones de Amberes y la desembocadura del
Escaut.”
11 Del mismo
modo, Alemania quería un pedazo más grande del pastel en las colonias:
“5 oLa cuestión de las adquisiciones coloniales, en particular la
creación de un imperio centro africano alemán, [...]“
12 (a expensas de Francia).
Estos objetivos de guerra no se discuten
abiertamente, pero no eran hasta entonces totalmente desconocidos: una
serie de notas similares eran públicas y en gran parte en el mismo
sentido que la nota Bethmann-Hollweg. Pero, oficialmente, antes de la
guerra, el gobierno ocultaba sus planes de anexión detrás de consignas
sobre una “guerra de defensa”.
Y en sus congresos, los socialistas
estaban discutiendo desde hacía años la naturaleza de la próxima guerra y
qué hacer para contrarrestarla.
La “traición” del SPD no fue ninguna sorpresa…
El 8 de agosto de 1914, en el Reichstag,
fue la socialdemocracia alemana la primera que rompió con los
principios de la lucha contra el militarismo votando a favor de conceder
al Kaiser los presupuestos necesarios para la guerra. Esto estaba en
contradicción con el principio del líder del partido, August Bebel, que
murió un año antes, el 13 de agosto 1913, que decía: “¡Para este
sistema, ni un centavo, ni un hombre!” Internamente, el SPD ya había
sufrido una transformación tal que el apoyo a los créditos de guerra no
fue realmente una sorpresa. Es cierto que durante los meses previos a la
guerra, estuvo de nuevo en diferentes lugares de las protestas
socialdemócratas contra la guerra. Pero la determinación de usar la
guerra para movilizar contra el sistema capitalista y para pedir su
derrocamiento fue ampliamente insuficiente. En sus escritos, veteranos
del partido como Carl y Alfred Litkes Mühls hablan de una reunión con el
eminente parlamentario del SPD Otto Wels, a finales de julio de 1914 en
Berlín. “En un mitin de protesta masiva contra la amenaza de guerra en
los últimos días de julio, el camarada Otto Wels describió los horrores
de la guerra en todas sus variantes. Pero lo que nos sorprendió es que
no dijo lo que debería suceder para evitar el estallido de la guerra.
Nos preguntamos: ¿nos está tomando por tontos? La asamblea de la
dirección, que tuvo lugar posteriormente confirmó nuestros temores. Wels
explicó que nada podía evitar el estallido de la guerra. Este anuncio
provocó una tormenta de protestas. Le dijimos a Wels lo que esperábamos:
una discusión de medidas contra la guerra. El camarada Hornig acusa a
Wels de traición. En lugar de responder, se levantó indignado Wels y
dijo que no podía discutir con nosotros sobre esta base.”
13
Y el 4 de agosto de 1914, el miembro del
SPD del Reichstag, Hugo Haase, catalogado de izquierdas, justifica de
la siguiente manera el apoyo de los presupuestos de guerra por parte del
SPD: “Las consecuencias de la política imperialista, toda una época de
carrera de armamentos y agudización de las contradicciones entre los
pueblos, se extendieron por toda Europa como un maremoto. La
responsabilidad recae en los autores de esta política y nosotros la
rechazamos. La socialdemocracia ha luchado con todas sus fuerzas contra
esta evolución catastrófica. Hasta el último momento, organizó en todos
los países de importantes manifestaciones por la paz, especialmente con
nuestros hermanos franceses. Sus esfuerzos fueron en vano.”
Podríamos pensar que, sobre la base de
las resoluciones contra la guerra de las anteriores conferencias
internacionales, los socialdemócratas llamarían a un fortalecimiento de
la oposición a la guerra, a una huelga general, al sabotaje, a una ola
de protestas que implicasen a toda la población. Podríamos pensar que
desde el Reichstag, protestarían contra la pena de cárcel dictada contra
Rosa Luxemburgo, quien, en febrero y junio de 1914, fue condenado a un
año de prisión por llamar a asambleas populares de trabajadores a no
dirigir las armas contra sus hermanos de clase de otros países. Pero
Haase y el SPD hicieron precisamente lo contrario. Capitularon, alegando
la necesidad de “adaptarse a la realidad” y “tratar de evitar que esto
empeore.” Esta voluntad de plegarse al “al fin y al cabo no podemos
cambiar nada” dominaba desde los últimos diez años, en el ala derecha de
la dirección del SPD y la Federación General de Sindicatos Alemanes
(ADGB).
14
Del mismo modo, Hugo Haase declara en su
discurso sobre los préstamos de guerra, “Ahora nos enfrentamos con la
realidad brutal de la guerra y los horrores de las invasiones enemigas.
No tenemos que decidir ahora si estamos a favor o en contra de la
guerra, sino sobre la cuestión de la financiación para la defensa del
país. Ahora debemos pensar en los millones de compatriotas que, sin
saberlo, se encuentran inmersos en esta catástrofe. Son ellos los que se
ven más afectados por los estragos de la guerra.” Haase habla de
“defensa”. Pero sabía que no era la “defensa” de un país invadido por
una todopoderosa nación adversaria. Y SPD habla exactamente de la misma
manera que el Kaiser Guillermo II, que no conocía “partidos, sólo
alemanes”: ya no habla de comunidad de clase e los intereses de clase,
sino de “compatriotas”.
Un partido marxista no puede caer más
bajo. Haase: “Nuestros mejores deseos van sin importar el partido a
nuestros hermanos que han sido llamados a filas. También creemos que las
madres que deben ser separadas de sus hijos, las mujeres y los niños
que se ven privados de los que les dan de comer, que temen por sus seres
queridos y la amenaza del hambre. En poco tiempo habrá decenas de miles
de heridos y soldados mutilados. Creemos que es nuestro deber urgente
ayudar a aliviar su difícil situación, ayudar a sus incontables
dificultades.” ¡Vaya cinismo! El SPD despeja el camino que conduce al
“hambre” y a “incontables dificultades” a “decenas de miles de heridos y
mutilados”, y luego habla de “deber”.
Una nueva imagen del enemigo aparece.
“Para nuestra nación y un futuro de libertad, una victoria sobre el
despotismo ruso, manchado con la sangre de su propio pueblo, significará
muchas cosas, significará todo. Debemos asegurarnos que este peligro se
evita, que protegemos la cultura y la independencia de nuestro país. A
la hora del peligro, no vamos a permitir que nuestro país se retire.
[...] Guiados por estos principios, estamos de acuerdo con los
presupuestos de guerra necesarios.”
15
Vandervelde, líder del Partido Obrero
Belga, envía a los trabajadores belgas a la masacre en estas palabras:
“Esta es una guerra santa por los derechos, la libertad y la
civilización, por el derecho de los pueblos a la libre determinación.”
“La civilización se salvará el día que la Alemania de terratenientes,
militares profesionales y fabricantes de armas de fuego sea derrotada.”
En el campo de Vandervelde en el lado de la libertad y de la
civilización, estaba el zar, es decir, el sistema más feudal, más
reaccionario y más atrasado de Europa. Y los defensores belgas,
franceses e ingleses de la civilización someterán después a la derrotada
Alemania a un yugo económico: deberá pagar cincuenta mil millones de
marcos oro y perder la mitad de su industria y de su producción agrícola
para sobrevivir. Todo en nombre del “derecho” detrás del cual se
esconde el saqueo y el pillaje colonial incluso del oponente derrotado,
Alemania.
Guerra por la “libertad”, decía todavía
Vandervelde, y “derecho de los pueblos a la libre determinación”: pero
evidentemente esto no se aplicaba al Congo, Ruanda o Burundi, en nombre
de la “libertad” y “derecho a la autodeterminación”, Bélgica los colocó
bajo su control después de la guerra. Del mismo modo, Inglaterra
conserva la India y el resto de sus colonias. También en Francia, la
“defensa de la patria” se convirtió en la nueva perspectiva de los
socialistas. Jean Jaurès, aunque se opuso a la guerra, ya había hecho
declaraciones similares a los socialistas franceses. El argumento
principal era que los trabajadores franceses tenían conquistas que
defender, como el sufragio universal simple.
A lo largo de la guerra, el SPD
concluirá con el imperialismo alemán un Burgfrieden, una paz social, paz
ciudadana. Hasta julio de 1917, su grupo parlamentario en el Reichstag
aprueba cualquier enmienda del gobierno imperial a favor de los
presupuestos de guerra. La recompensa no se hizo esperar. Antes de la
guerra, las autoridades se negaron a nombrar en los consejos municipales
a cargos del SPD, entidades organizadoras de las escuelas y otras
actividades de los servicios municipales. Ahora en más de 100 ciudades y
pueblos,las instrucciones ministeriales confirman oficialmente a
socialdemócratas en sus funciones. El SPD se convirtió en una parte
integral de la estructura de poder.
Hasta qué punto la decisión de apoyar la
guerra fue sorprendente y chocante, lo podemos ver en un discurso de
Karl Liebknecht, a mediados de febrero de 1915. Había “hecho todo
posible antes del 4 de febrero de 1914, para convencer a la fracción
parlamentaria de votar en contra de los presupuestos”, escribe a un
destinatario desconocido, pero había sido capaz de cambiar de opinión a
la mayoría de izquierdas. “No me parecía indicado, en aquel momento,
aislarme por completo de mis mejores amigos en el campo radical. Nadie
podía prever la traición del partido. El 3 y 4 de agosto, todo cambió al
revés. Tuvimos sólo unas pocas horas, minutos, y nosotros estábamos, a
nuestro gran pesar, frente a un colapso total del ala radical. Haase,
miembro de la minoría en el partido, ¡fue persuadido para presentar la
declaración de la mayoría! Y con el crujir de mis dientes me conformé
con la mayoría. Me arrepentí de inmediato y con amargura, en razón de
esta actitud, estoy dispuesto a asumir las críticas.”
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En la siguiente votación, el 2 de
diciembre, y en una tercera, 20 de Marzo de 1915, Liebknecht corrigió
este error. Por lo tanto, está en el origen de la izquierda
revolucionaria en Alemania, y salvó el honor del movimiento socialista
alemán.
Notas
1. Leo Michielsen.
Geschiedenis van de Europese arbeidersbeweging. Chap. 11,
http://www.marxists.org/nederlands/michielsen/1976/geschied/11.htm.
2. Sobre este debate ver
http://digital.amsab.be/pubs_serials/De_Verbroedering_1899_1936/1907/mts…
3. F. Engels : carta a A. Bebel
(22-12-1882). Citado en una contribución de H.P. Brenner en una
conferencia internacional de los partidos PTB, NCPN, DKP y KPL
4. Rosa Luxembourg,
La crisis de la socialdemocracia (« panfleto Junius »), capitulo 3. Esta ley adoptada el 14 junio de 1900, decidia doblar la flota.
5. Lenin, Las tareas de la socialdemocracia revolucionaria en la guerra europea.
6. Ibid
7. Lenin, carta del 17 octubre 1914 a A. G. Chliapnikov,
Obras completas, tomo 35, p. 158.
8. Ibid
9. Ibid
10. « Septemberprogramm » du 9 septiembre 1914. Citado en Fritz Fischer,
Germany’s Aims in the First World War, W.W. Norton & Company, Inc., 1967,
http://www.wwnorton.com/college/history/ralph/workbook/ralprs34.htm.
11.Idem. En Francés :
http://uia95.com/Carteshistoire/Allemagne/Hegemonie%2014%2018/Programme%…
12. Ibid
13. Berlin 1917-1918.
Parteiveteranen berichten über die Auswirkungen der Großen Sozialistischen Oktoberrevolution auf die Berliner Arbeiterbewegung, Berlin 1957, pp. 13 et 14-15. Citation dans
Geschichte der deutschen Arbeiterbewegung, Band 2, p. 429.
14. De « Handbuch zur Geschichte der deutschen Arbeiterbewegung », Band 2. Berlin/DDR 1987, p.782
15. « Erklärung der
Sozialdemokratischen Partei zum Kriegsausbruch abgegeben vom
Fraktionsvorsitzenden Haase im Reichstag (4 Augustus 1914) »,
Verhandlungen des Reichstags, XIII. LP., II. Sess., 1914, Bd. 306, pp. 8 et suivantes. Cité dans Ernst Rudolf Huber,
Dokumente zur deutschen Verfassungsgeschichte. 2
16. K. Liebknecht : « Brief an einen Unbekannten. 18 februari 1915 »,
Gesammelte Reden und Schriften, Bd. VIII, pp. 195 et suivantes.