Pedro Pascual
El sentido de este trabajo, o
recopilación, es el intento de asociar o filiar el concepto innegociable
de “ Socialismo = Democracia y Estado de Derecho”, así como
“Capitalismo incompatible con la Democracia y el Estado de Derecho”, que
siempre han defendido los comunistas, con los nuevos proyectos en
“teoría” reformistas de Izquierda Unida y de Podemos.
Para ello partimos de dos premisas aportadas por el comunista italiano Gramsci, uno,
“es el teórico el que debe <<traducir>> a
lenguaje teórico los elementos de la vida histórica y no al revés,
exigir que la realidad se presente según el esquema abstracto”[1] , y dos,
“Se
juzga por lo que se hace, no por lo que se dice. Constituciones
estatales > Leyes > Reglamentos: son los reglamentos, o incluso su
aplicación (que se hace mediante circulares), los que indican la
estructura política y jurídica real de un país y de un Estado.”[2]
En este intento de ligar esos conceptos
vamos a utilizar las palabras de dos miembros de Iu y dos de Podemos:
Juan Carlos Monedero, Julio Anguita, Alberto Garzón y Carlos Fernandez
Liria. Creo digno de destacar – para otros será de criticar y denunciar-
que en la actual batalla en la que nos hallamos, los comunistas tengan
un papel destacado.
En primer lugar mostremos la acertada
pregunta de la periodista de Público y la interesante respuesta de Juan
Carlos Monedero en una entrevista en Público el 1/6/2014
[3]
“A veces se observa en el discurso de
Podemos una cierta contención en el léxico. Y también una tendencia a
uniformizarlo. Apenas hay intervención pública en la que un dirigente de
Podemos no haga referencia a “la casta”. Y hablan poco, por ejemplo, de
los capitalistas, de los auténticos acumuladores de riqueza.
Juan Carlos Monedero apela a su
condición de profesor y lo explica: “Yo tengo absolutamente claro que la
economía capitalista, la economía de mercado, genera una sociedad de
mercado y que el sistema capitalista convierte a la sociedad en una
lucha de todos contra todos. El capitalismo nos condena a desaparecer del planeta.
Todo el mundo entiende que si las empresas entraran en la Amazonia, la
Amazonia duraría un año, y por tanto no podríamos respirar y se iría el
planeta al carajo. Lo que pasa es que hablar del sistema capitalista
previene a la gente y ya no escucha. ¿Qué necesidad tienes entonces de
…? Si el sentido común de una sociedad es neoliberal, ¿cómo luchas
contra el sentido común? ¿A golpes?… Nosotros hemos buscado otras
fórmulas. Y decimos lo mismo pero con otro lenguaje. No hablamos
como otro tipo de formaciones políticas, creo que profundamente
mentirosas, como UPyD, que critican a la élite política, acercándose a
posiciones fascistas. Nosotros cuando hablamos de ‘la casta’, hablamos
de un sector privilegiado que también obtiene beneficios económicos del
sistema. Eso es una diferencia. ‘La casta’ no es solamente una
estructura política, sino que está insertada en un sistema económico,
que es el capitalista. Esa es la gran diferencia.”
He ahí un tema de gran calada, es fuerte
la crítica dentro de la izquierda – y de los comunistas- hacia el
reformismo de Izquierda Unida y el actual de Podemos, porque no hablan a
las claras a los trabajadores y no señalan directamente al verdadero
culpable: el Capitalismo. Pero la cuestión es ¿Qué hacer si hablar del sistema capitalista previene a la gente y ya no escucha?
Curiosamente podemos responder a esta
pregunta, con las palabras que Julio Anguita realiza en una conversación
con Juan Carlos Monedero en el libro de Icaria, “A la izquierda de lo
posible”
“Has planteado una panoplia de medidas y yo quiero priorizarlas. Lo primero que hay que hacer es ganarse la voluntad de la inmensa mayoría con
unas medidas que sirvan como prenda y que sean posibles, alcanzables,
pero que a su vez sean medidas que atraigan a la gente, que la
satisfagan, porque resuelven alguna necesidad, y que lleven en sí el
germen de un siguiente enfrentamiento. Consiste en llegar, a un nivel
muy primario, a satisfacer determinadas necesidades que el sistema ya
no puede cubrir. Cuando tú intentas aplicar una medida en esa
dirección, generas una serie de contradicciones que sitúa la lucha en
otra distancia. Es decir, si mañana, ante la situación de tanto
paro, de gente que esta pasando hambre, se aprueba una renta básica para
todo ciudadano que esté en esas condiciones, yo creo que la gente lo va
aceptar porque le conviene, pero hay que explicarles que eso va a
generar conflictos con el Estado, con los auténticos poderes, y que, por
tanto han firmado un compromiso como combatientes. Lo mismo cuando se
plantee a continuación la reforma fiscal, la que puede paliar esta
situación insostenible de desigualdad, hay que contar con esos
combatientes, y otra vez más cuando planteemos el problema del crédito,
el de la banca pública, ligada al problema de la deuda, a la auditoria y
al no pagar. Por tanto, la primera medida o las dos primeras medidas con las que engancharse en un proceso de lucha y concienciación son de este tipo, son cosas muy concretas.”
Ojalá mostrando lo incompatible que es
el Capitalismo con la Democracia (y con la vida de los seres humanos) y
exponiendo la alternativa del Socialismo, la clase explotada se uniese y
luchase contra la clase dominante. Pero no es tan sencillo, por una
parte esta la cruda realidad, de que para una parte nada despreciable de
la clase subalterna, hablar del capitalismo, es hablar en chino o bien
es la palabra clave para dejar de escuchar. E igualmente ocurre cuando
la alternativa se subscribe al Socialismo.
¿Qué hacer para ganarse la voluntad de la inmensa mayoría? Pues por una parte “diciendo lo mismo pero con otro lenguaje” y estableciendo “ medidas concretas con las que engancharse en un proceso de lucha y concienciación”
Es decir, en estos momentos, la lucha y
la exigencia de un derecho a una vivienda digna, a un trabajo digno, a
una educación, sanidad y justicia pública, a ¡una renta básica! en
definitiva, a una vida digna, es totalmente revolucionario y una crítica
al sistema en el que vivimos (el capitalista) ante la imposibilidad de
cumplir, “por sistema” esos derechos.
Por tanto, podemos decir, que Juan Carlos Monedero nos ha dicho el por qué
de un nuevo lenguaje – lo cual es siempre un tema de debate y de
“identificación de reformismo”- y Julio Anguita nos ha indicado el cómo
conseguir concienciar a una mayoría de la población a través de una
serie de medidas por las que hay luchar (y que no lucharían por ellas
bajo un ideario político criminalizado por la clase hegemónica).
Tras este primer y difícil paso, queda
un segundo no menos complicado, que es articular e integrar esas luchas y
conciencias, y en la actualidad una de las propuestas mas reales y
acertadas es la ofrecida por Alberto Garzón en la conclusión final de su
valioso libro, “La Tercera República. Construyamos ya la sociedad del
futuro que necesita España”
“Tenemos determinado nuestro objetivo,
que es la Tercera República de España. Pero, como dejamos claro desde
el primer momento, no se trata solo de un cambio de forma, sino del conjunto del sistema político.
No queremos limitarnos a poder votar al jefe de Estado de la misma
forma que hoy elegimos al presidente del Gobierno. Queremos, por el
contrario, dar un vuelco a lo que entendemos hoy por democracia.
Queremos y aspiramos a construir una democracia real.
Esa democracia real está conformada por dos patas.
En primer lugar una democracia
procedimental de tipo republicana, es decir, con unas reglas del juego
que sean plenamente democráticas y muy participativas. No nos vale una
democracia procidemental de tipo liberal en la que toda la participación
política se base en votar cada cuatro años. Queremos un sistema
político en el que existan revocatorios, referendums, fiscalización
permanente de los cargos públicos y transparencia, y en el que los
partidos políticos sean entidades igualmente democráticas en este mismo
sentido apuntado.
En segundo lugar, por una democracia
sustantiva de tipo socialista, esto es, que dote de contenido sustantivo
a las reglas del juego democrático. Porque democracia es que los
ciudadanos tengan acceso a una vivienda, un trabajo y, en general,
puedan tener sus necesidades más básicas satisfechas. Con Robespierre,
podríamos decir que Democracia significa, como mínimo, tener garantizado
el derecho a la existencia. Y esto nos interpela sobre el sistema
productivo y cómo se reparten sus rentas, e incluso nos pone encima de
la mesa cuestiones como la renta básica o el Estado del bienestar. Pero,
en definitiva, nos habla de un tipo de libertad que no es la que suelen
emplear los liberales. Hablamos de la libertad para poder ejercer la
condición de ciudadano, abandonando la esclavitud frente a un amo, tome
este la forma de patrón o tome la de mercado financiero.
Hemos aprendido también que para poder
poner en marcha un proceso que desemboque en la Tercera República
necesitamos luchar activamente en el plano ideológico, pero también que
tenemos que estar en el conflicto político. No nos valen los grandes
líderes o las vanguardias que nos dicen lo que tenemos que pensar o
hacer. Aquí hay que estar en el conflicto, es decir, en los desahucios y
en las manifestaciones. Solo así podemos convertir lo que es la
sensación de injusticia en un verdadero compromiso político.
Tampoco nos valen los partidos políticos
que no sean democráticos. La democracia debe reinar en el seno de todas
las organizaciones que se pretendan emancipadoras, pero sin caer en las
trampas que nos ofrece la democracia liberal de mercado, y que
consisten en mantener formas democráticas para envolver sustancias
oligárquicas.
Finalmente, no nos cabe ninguna duda de
que la situación actual de España es idónea para poner en marcha un
proyecto de estas características, si bien se requiere mucho trabajo y
esfuerzo por parte de todos. Hay que resistir el proceso de
transformación social al que nos empuja el neoliberalismo y las
agresiones políticas de la troika. Pero esa resistencia debe ser también
el punto de inicio para construir la alternativa constituyente republicana. La lucha sigue. Y en ella estamos.”
Al principio hemos hablado de “los
nuevos proyectos en “teoría” reformistas de Izquierda Unida y de
Podemos”, pero como bien indican las palabras de Alberto Garzón, el
proceso de “construir la alternativa constituyente republicana”, es
aquello que hace que estos programas sean “revolucionarios” en lugar de
reformistas. Puede que no se pida “todo para la clase obrera”, pero por
primera vez – tanto Iu, Podemos, etc- se lucha por un proceso
constituyente, es decir, no por reformar la constitución, sino porque el
pueblo español, por primera vez, realice un proceso de elaborar una
constitución – y que en esta ocasión no sea llevada a cabo, como en el
78, por las “élites” políticas. Y como vemos en el serio trabajo de
Alberto Garzón, esa alternativa de democracia real es doble: una
democracia procedimental de tipo republicana y una democracia sustantiva
de tipo socialista. Y he ahí al fin la posibilidad de asociación que
buscábamos, puesto que una democracia no socialista no es democracia.”
¿Y
por qué ha de ser socialista? Porque es la única forma de que la
democracia sea democracia, es decir, “que los ciudadanos tengan acceso a
una vivienda, un trabajo y, en general, puedan tener sus necesidades
más básicas satisfechas. Con Robespierre, podríamos decir que Democracia
significa, como mínimo, tener garantizado el derecho a la existencia” ¡
Y tal hecho es inalcanzable por el capitalismo! ¿Por qué? Y llegado a
este punto es cuando ya podemos hablar de capitalismo y señalar su
incompatibilidad con la democracia. Y como un breve apunte sobre este
tema, que mejor que unas recientes palabras de Carlos Fernandez Liria,
en una reseña
[4] de la nueva novela de Javier Mestre, titulada, Made in Spain:
“El capitalismo no puede vivir sin
créditos. Pero no te dan créditos si eres pobre como una rata, si no
juegas al golf con tus compinches, si no invitas a buenas cenas en un
buen palacio. Hay que ser un poco católico para acceder a líneas de
crédito, hay que poder dejar un buen coche aparcado a la puerta del
banco. Así pues, nos viene a decir Marx, el capitalista disfruta de su
riqueza en tanto que personificación de ciertas categorías económicas:
el lujo, el derroche, el placer y la ostentación, son parte de su
función. Las reuniones importantes, los capitalistas las hacen en los
campos de golf. Si eres un capitalista protestante, austero y ascético
como un monje de clausura, te quedas fuera de juego. Si esto es así
respecto al disfrute de la plusvalía, no digamos ya respecto a su
producción. Por lo mismo que los pobres capitalistas se sacrifican
jugando al golf por el bien de su empresa, también es por el bien de su
empresa que a veces tienen que sacrificar y mutilar el bienestar de sus
trabajadores. No les pagan poco por tacañería, sino por su bien. Esto no
es una ironía. Hay que tener en cuenta que un empresario que no explote
máximamente a sus trabajadores no les está haciendo precisamente ningún
favor. Quizás parezca que los beneficia hoy o mañana, pero no pasado
mañana o al otro. Mientras él se hace el generoso con sus empleados, sus
competidores están economizando costes y reinvirtiendo beneficios. Será
cuestión de tiempo que sus productos no puedan competir en el mercado.
Al final, su empresa quebrará y sus trabajadores, además, no le estarán
agradecidos. Tendrá que hacer un ERE o cerrar. Los obreros quedarán en
paro, su vida será una tragedia. Y todo por culpa de un empresario
bienintencionado que intentó ser justo. Es su manera de hacer bien su
trabajo, el capitalista tiene que bajar los salarios, endurecer las
condiciones, intensificar el ritmo de trabajo. Será la única forma de
que su empresa prospere y de que esa prosperidad brinde puestos de
trabajo a una población que sin su concurso se pudriría en el paro. La
misma encrucijada que marca la vida del capitalista, marca, en realidad,
la vida del obrero. Los asalariados dependen a vida o muerte de la
suerte de su empresa. Y saben que las empresas dependen a vida o muerte
de la buena salud de eso que los periódicos llaman “la economía”, los
mercados, el IBEX 35, la prima de riesgo… Ellos no están muy seguros de
que una subida de sueldo sea buena para la prima de riesgo o los
mercados. Pero sí saben muy bien por experiencia que si a los mercados
les va mal, a ellos les va peor. Así pues, votan a los que saben
gestionar bien esas cosas complicadas. La población vota al PP o al PSOE
porque reconoce ahí dos estilos de hacer lo mismo: beneficiar a los que
tienen la sartén por el mango. Ojalá se tratara de luchas de clases
-vienen a decir-, ojalá se tratara de que lo que pierde el capital lo
gana el obrero. No es así: si a los capitalistas les va mal, es peor
aún. Aquí no hay ningún Robin Hood que robe a los ricos y se lo entregue
a los pobres. Si los pobres se ponen tontos, los capitalistas
deslocalizan la empresa o quiebran. Eso no es bueno para nadie. En las
negociaciones sindicales, por eso mismo, los obreros se suelen cuidar
mucho de pedir la Luna; más bien, proponen bajarse el sueldo a sí
mismos, despedirse por turnos, dejar de cobrar las horas extras,
cualquier cosa con tal de que no cierre la empresa o tenga que optar por
la deslocalización.”