Lo mismo se podría
decir de otras zonas del Kurdistán, como la iraní y la iraquí, donde
organizaciones progresistas como el PDKI, Komala, UPK o Goran, realizan
un trabajo semejante. Se trata de un espejo en el que, necesariamente,
tienen que mirarse muchas conciencias de Oriente Medio. El verdadero
reto para el PKK, en tanto fuerza indiscutible en Rojava y el Kurdistán
turco, es que todo ello derive en un modelo realmente democrático y no
caiga en la tentación de imponer un sistema de hegemonía política.
Periodista e
historiador, Manuel Martorell (Navarra, 1953) es uno de los analistas
más lúcidos a la hora de hablar sobre Kurdistán y Medio Oriente. Un
sinfín de artículos sobre el tema y sus libros “Los kurdos. Historia de
una resistencia” y “Kurdistán. Viaje al país prohibido”, intentan armar
un rompecabezas que en los últimos años parece profundizarse.
En este diálogo con
Resumen Latinoamericano, Martorell centrará sus reflexiones en Rojava
(Kurdistán sirio) y el proceso político y social que ahí se viene
gestando desde hace años. La fortaleza del Partido de los Trabajadores
del Kurdistán (PKK), las nuevas formas de organización aplicadas, las
tensiones con los gobiernos de Bashar Al Assad en Siria y Recep Tayyip
Erdogan en Turquía, son algunos de los temas en esta entrevista.
¿El
proceso que hoy se desarrolla en el Kurdistán sirio, en la cual la
guerrilla y el pueblo tomaron el control de la zona, ¿se podría
denominar como revolución?
Lo que comenzó en
Rojava, en el Kurdistán de Siria, como un movimiento de autodefensa en
el marco de una guerra civil está adquiriendo un carácter revolucionario
en distintas facetas, aunque el valor más llamativo para la opinión
pública mundial sea el destacado protagonismo de la mujer en esta lucha.
Lo mismo se podría decir de la propuesta para la administración
autogestionaria de pueblos y ciudades, y de esa concepción según la cual
el futuro sistema político de Siria debe basarse en el respeto
constitucional a las distintas religiones, culturas y lenguas. Todo esto
está suponiendo un revolucionario cambio de mentalidad que afecta
fundamentalmente a las capas jóvenes de la sociedad kurda, pero que
también está modificando la forma de pensar de las personas mayores,
además de convertirse en una referencia o modelo para toda la sociedad
siria.
¿Cómo ve la postura del gobierno de Bashar Al Assad con respecto a la situación en el Kurdistán sirio?
Igual que ocurre,
salvo excepciones, con el resto de fuerzas de la oposición siria y con
los gobiernos de la zona, especialmente Turquía, Irán e Irak, el
gobierno de Assad acepta lo que está ocurriendo en el Kurdistán sirio
forzado por las circunstancias. Eso no quiere decir que, una vez
superada la actual crisis, acepte el proyecto político kurdo. Por lo
tanto, no hay que descartar que, concluida la guerra civil, esos países,
incluso conjuntamente, se pongan de acuerdo para destruir la revolución
kurda, algo que siempre ha ocurrido en la historia reciente. Todos
estos países han sido enemigos entre sí pero, incluso en los momentos de
mayor tensión recíproca, se han puesto de acuerdo para controlar el
problema kurdo. En esta situación, resulta imprescindible una garantía o
respaldo internacional a los proceso de cambio que se están viviendo en
el conjunto del Kurdistán.

¿Cómo puede afectar
la situación del Kurdistán sirio con respecto a las propuestas del PKK
para iniciar los diálogos de paz con el Estado turco?
Turquía ha
intentado, y todavía lo sigue haciendo, impedir el surgimiento de una
autonomía kurda en Siria porque sabe perfectamente que eso supondrá un
reforzamiento del PKK, como de hecho está ocurriendo. Por eso, al
principio, puso todas las facilidades que pudo para que el Estado
Islámico, el Frente Al Nusra, el Frente Islámico o el Ejército Libre de
Siria, ocuparan las zonas kurdas y neutralizaran al PYD, una
organización “hermana” del PKK. Después buscó, sin conseguirlo, apoyo
norteamericano para crear en esas mismas zonas una franja de seguridad
bajo control del ejército turco y ahora dice que no va a tolerar la
creación de una autonomía kurda en Siria. Pero el problema de Turquía,
tanto del actual gobierno como los anteriores, es que siempre va a
remolque de los acontecimientos y cuando reconoce una realidad y realiza
algunas concesiones, las exigencias de la población kurda ya han subido
un peldaño más.
Por eso es
incongruente que Erdogán afirme que no aceptará una autonomía cuando esa
autonomía no solamente ya existe, sino que está vinculando su destino a
la situación del Kurdistán Norte (turco). Esta situación ha consolidado
la fuerza alcanzada por el PKK no solo nacional sino también
internacionalmente. Por mucho que Erdogán vuelva a decir que en Turquía
“no hay un problema kurdo”, la realidad es que no tendrá más remedio que
llegar a un acuerdo con el PKK, a no ser que prefiera hacer frente a
una división “de facto” del país o arriesgarse a volver a la política de
represión pura y dura, es decir limpieza étnica, ejecuciones, torturas y
detenciones indiscriminadas, un escenario difícilmente factible en la
actual coyuntura internacional.
¿Cómo observa las
posiciones y movimientos que están teniendo con respecto a lo que sucede
en Rojava las potencias hegemónicas, tanto Estados Unidos como Rusia
principalmente?
Como es sabido, el
presidente ruso Valdimir Putin está reproduciendo los esquemas de la
Guerra Fría y está volviendo a tender puentes con los regímenes
autoritarios de la zona, como el sirio o el iraní y aprovechando, con el
mismo objetivo, las tensiones entre Ankara, Bagdad y Washington. En
este sentido, la actitud de Rusia ante lo que está ocurriendo en Rojava
no será distinta de esos regímenes y mucho menos se debe esperar un
apoyo a ese proyecto político. La administración Obama parece haber
entendido el riesgo que, para la estabilidad de la zona, tiene seguir
apostando por modelos islamistas, como ya hizo en Afganistán y
recientemente en Siria e Irak, y, por el contrario, la oportunidad de
apoyarse en otras fuerzas locales contrarias al islamismo, como pueden
ser los kurdos. No hay que olvidar tampoco que Francia ha jugado en este
cambio de actitud, defendiendo explícitamente el apoyo aéreo a las YPG
para impedir que Kobani cayera en manos del Estado Islámico. Se trata de
una confluencia de intereses que, indudablemente, sería necesario que
se prolongara en el tiempo para garantizar internacionalmente la
consolidación de estos trascendentales cambios en la región.

¿Cuáles cree que son los principales aportes que en la actualidad realiza el PKK para un cambio profundo en Medio Oriente?
Las propuestas del
PKK están rompiendo moldes que parecían intocables no solo en Turquía y
Siria, sino en otras sociedades musulmanas de Oriente Medio. La
participación de miles de mujeres jóvenes en las milicias armadas de
Rojava está pulverizando el mito de que la mujer debe quedar en un
segundo plano social y político. Lo mismo se podría decir del papel
secundario que la religión debe jugar en la lucha política y el estricto
respeto a la pluralidad cultural, lingüística y étnica. Pero también
hay que recordar que tal cambio de mentalidad lleva décadas
produciéndose en la amplia sociedad kurda de Turquía, donde, por
ejemplo, debido a la acción del PKK está desapareciendo la ancestral
enemistad entre kurdos suníes y alevis, y donde, desde hace años, la
mujer joven y de mediana edad ocupa cargos políticos de primer rango
igual que los hombres. Lo mismo se podría decir de otras zonas del
Kurdistán, como la iraní y la iraquí, donde organizaciones progresistas
como el PDKI, Komala, UPK o Goran, realizan un trabajo semejante. Se
trata de un espejo en el que, necesariamente, tienen que mirarse muchas
conciencias de Oriente Medio. El verdadero reto para el PKK, en tanto
fuerza indiscutible en Rojava y el Kurdistán turco, es que todo ello
derive en un modelo realmente democrático y no caiga en la tentación de
imponer un sistema de hegemonía política.