Los acontecimientos profundos estructurales y la estrategia de la tensión en Italia
Desde Estados Unidos, no resulta difícil observar
cómo la Historia italiana de la segunda mitad del siglo 20 fue
claramente desestabilizada por una serie de hechos del tipo de los que
he decidido llamar «
acontecimientos profundos estructurales». He definido esos hechos como «
acontecimientos
[…], (del tipo del asesinato de John F. Kennedy, el allanamiento del
Watergate o el 11 de Septiembre), que afectan brutalmente la estructura
social [y que] tienen un gran impacto en la sociedad […]. Por otro lado,
constantemente implican actos criminales o violentos. Y, finalmente, a
menudo son perpetrados por una oscura fuerza desconocida». [
1]

- El atentado de la Piazza Fontana
Los ejemplos de acontecimientos profundos estructurales en Italia
–ejemplos que la población local conoce muy bien– incluyen los atentados
con bombas perpetrados en la Piazza Fontana, en 1996; en la Piazza
della Loggia, en 1974; y contra la estación de trenes de Bolonia, en
1980.

- El atentado contra la estación de Bolonia
En aquella época, la responsabilidad de aquellos atentados, en los
que murieron más de 100 civiles y que dejaron una cantidad aún mayor de
heridos, se atribuyó a izquierdistas que vivían al margen de la
sociedad. Sin embargo, principalmente gracias a una serie de
investigaciones y procedimientos judiciales, hoy está claramente
demostrado que aquellos atentados en realidad fueron obra de elementos
de extrema derecha que cooperaban con la inteligencia militar italiana.
Aquellas acciones se inscribían en el marco de una permanente «
estrategia de la tensión» destinada a desacreditar a la izquierda italiana, favorecer el mantenimiento de un
statu quo caracterizado por la corrupción y quizás incluso a favorecer un alejamiento de la democracia [
2]. Como afirmó posteriormente uno de los autores de aquellos atentados, Vincenzo Vinciguerra, «
[la]
explosión de diciembre de 1969 supuestamente debía ser el detonador que
convencería a las autoridades políticas y militares [italianas] de
proclamar un estado de urgencia». [
3]
Vinciguerra reveló también que había sido miembro de una red paramilitar «
stay-behind»
junto a varios de sus cómplices. Al final de la Segunda Guerra Mundial,
la CIA y la OTAN habían creado aquella red bajo el nombre codificado de
«
Operación Gladio».
En 1984, cuando varios jueces lo interrogaban sobre el bombazo de
1980 contra la estación ferroviaria de Bologna, Vinciguerra declaró:
«Con [la masacre] de Peteano y todas las que vinieron después ya
nadie debería dudar de la existencia de una estructura activa y
clandestina, capaz de elaborar en la sombra aquella estrategia de
matanzas. [Se trata de una estructura] insertada en los órganos mismos
[del Estado]. […] En Italia existe una organización paralela a las
fuerzas armadas, que se compone de civiles y militares y con vocación
antisoviética, o sea destinada a organizar la resistencia contra una
posible ocupación del territorio italiano por parte del Ejército Rojo.
[…] Una organización secreta, una súper organización que tiene su propia
red de comunicación, armas, explosivos y hombres entrenados para
utilizar todo eso. […] Una súper organización [que], a falta de una
invasión soviética, recibió de la OTAN la orden de luchar contra un
deslizamiento del poder hacia la izquierda en este país. Y eso fue lo
que hicieron, con el respaldo de los servicios secretos del Estado, del
poder político y del ejército.» [4]
Más tarde, fueron revelándose en otros países, como Bélgica y Turquía, los vínculos de la red
Gladio con largas campañas de violencia bajo bandera falsa –en las que aparecía nuevamente la implicación de la OTAN y de la CIA. [
5]
El objetivo inicial de
Gladio era consolidar la resistencia en
caso de invasión soviética. Pero la mayoría de los altos responsables
italianos implicados en los atentados con bombas también subrayaron la
responsabilidad de la CIA y de la OTAN en aquellos actos:
«El general Vito Miceli, ex jefe de la inteligencia militar italiana,
luego de su arresto en 1974 bajo la acusación de conspiración con vistas
a derrocar el gobierno, testimonió “que las organizaciones
incriminadas […] se formaron gracias a un acuerdo secreto con Estados
Unidos y [evolucionaron] en la estructura de la OTAN”.
El ex ministro de Defensa Paulo Taviani declaró al magistrado
Casson, durante una investigación [realizada] en 1990, que durante su
periodo en el ministerio (1955-1958), los servicios secretos italianos
eran dirigidos y financiados por “los boys de la Vía Veneto” –en otras palabras, los agentes de la CIA en la embajada de Estados Unidos en pleno centro de Roma. En 2000, “un
general de los servicios secretos italianos [nombrado Giandelio
Maletti] declaró […] que la CIA había dado su aprobación tácita a una
serie de atentados con bomba en los años 1970, para crear inestabilidad e
impedir que los comunistas llegasen al poder. […] “La CIA
quería, a través del nacimiento de un nacionalismo extremista y de la
contribución de la extrema derecha, sobre todo la de Ordine Nuovo,
impedir que [Italia] se inclinara hacia la izquierda, agregó”.» [6]
En su importante libro
Les Armées Secrètes de l’OTAN
[Los ejércitos secretos de la OTAN], Daniele Ganser se refiere a un
artículo publicado en la prensa española, en 1990, en el que se habla de
Manfred Worner, un político y diplomático alemán que era en aquel
entonces secretario general de la OTAN. Aquel año, según el artículo, el
señor Worner confirmó en secreto que el cuartel general de la OTAN –el
SHAPE– era en realidad responsable de la red
Gladio:
«El Supreme Headquarters Allied Powers Europe o SHAPE, el
órgano de mando del aparato militar de la OTAN, coordinaba las
operaciones del Gladio. Eso es lo que ha revelado el secretario general
Manfred Worner en una entrevista con los embajadores de las 16 naciones
aliadas de la OTAN.» [7]
Sacando sus propias conclusiones de esa afirmación, Ola Tunander
comparó la estrategia de la tensión en Italia –con sus atentados bajo
bandera falsa– a «
lo que la élite militar turca podría describir como la redirección forzada de la democracia por el “Estado profundo” [se trata de una expresión turca]». [
8]
Me parece, sin embargo, que sería demasiado simplista atribuir la estrategia de la tensión en Italia únicamente a la «
súper organización [que]
recibió de la OTAN la orden
[de perpetrar atentados bajo bandera falsa]», retomando las palabras de
Vinciguerra. Resulta que otras fuerzas tuvieron un papel de primera
línea en la estrategia de la tensión, actuando junto a la OTAN y a
grupúsculos que Vinciguerra conocía gracias a la inteligencia militar
italiana (el SID, que se convertiría después en el SISMI). Es importante
recordar que, en Italia, los juicios contra los individuos condenados
por el atentado de 1980 contra la estación de Bolonia no sólo tenían que
ver con Vinciguerra, el SISMI y el
Gladio sino también con elementos de la mafia italiana (la
Banda della Magliana) y con la logia masónica
Propanga-Due (P-2) –esta última estaba además vinculada a una serie de banqueros criminales y al Vaticano. [
9]

- La estrategia de la tensión
En resumen, si suponemos que algo comparable al Estado profundo turco
estuvo implicado en la estrategia de la tensión en Italia, no es
posible resolver el misterio. Sin embargo, esa hipótesis nos sugiere la
existencia de un medio, o de una red de complicidades, que merece una
investigación más profunda.
¿Se aplicó en Estados Unidos una estrategia de la tensión?
Como ya he escrito anteriormente, los vínculos de la red
Gladio
con prolongadas campañas de violencia bajo bandera falsa –en las que
nuevamente aparecen implicadas la OTAN y la CIA– se conocieron
posteriormente en otros países, como Bélgica y Turquía [
10].
Quisiera señalar que Estados Unidos, al igual que Europa, ha sufrido
también una sucesión comparable de acontecimientos profundos
estructurales bajo bandera falsa. Esto incluye atentados con bomba que,
siguiendo una misma estrategia de la tensión, han llevado
sistemáticamente Estados Unidos a su actual situación: un estado de
urgencia.

- El Cuartel General de la OTAN
Entre los acontecimientos profundos estructurales y engañosos que me gustaría analizar aquí, subrayaría los siguientes:
- El asesinato de John F. Kennedy, en 1963, o 22 de noviembre, que condujo a la operación de la CIA conocida como Caos
contra el movimiento de oposición a la guerra de Vietnam. (El 22 de
noviembre fue claramente un acontecimiento profundo: numerosos
documentos sobre la relación de Lee Harvey Oswald con la CIA siguen
siendo secretos, a pesar de las demandas de medios judiciales y
parlamentarios a favor de su publicación.) [11]
- El asesinato de Robert Kennedy, en 1968,
al que siguió la inmediata adopción de una ley de excepción. El
resultado de esa ley fue una brote de violencia justificada por el
Estado durante la convención del Partido Demócrata de 1968.
- El primer atentado con bomba contra el World Trade Center, en 1993, y el de Oklahoma City, en 1995, que dieron lugar a la adopción de la Antiterrorism and Effective Death Penalty Act de 1996.
- El 11 de septiembre de 2001 y los ataques con ántrax de ese mismo año, que condujeron a la imposición de las medidas de «continuidad del gobierno» (COG, siglas de Continuity of Government), al voto de la Patriot Act
y a la proclamación, el 14 de septiembre de 2001, de un estado de
urgencia que todavía se mantiene en vigor. Ese estado de urgencia fue
renovado por un año más en septiembre de 2012. [12]
Todos esos acontecimientos profundos estructurales han arrojado un
mismo resultado: la erosión de los poderes públicos reconocidos en la
Constitución y su progresiva sustitución por una fuerza represiva exenta
de control. En otros trabajos ya he señalado que:
- Como en Italia, la mayoría de esos acontecimientos
fueron atribuidos a elementos marginales. Pero en realidad implicaron a
facciones que se mueven dentro de las agencias de inteligencia
clandestinas de Estados Unidos, así como las oscuras conexiones que
estas mantienen con los círculos del crimen organizado;
- Algunos de esos elementos profundos estructurales están vinculados a la planificación permanente tendiente a garantizar la «continuidad del gobierno» (COG) en tiempos de crisis. Conocida en el Pentágono bajo la denominación de «Proyecto Juicio Final» (Doomsday Project),
esa planificación disponía de su propia red secreta de comunicaciones
seguras. Incluía también medidas tendientes a instaurar lo que en
tiempos del Irangate, durante las audiencias del teniente coronel Oliver
North en el Congreso estadounidense, se llamó una «suspensión de la Constitución de los Estados Unidos»;
-
En cada uno de esos casos, la respuesta oficial a los acontecimientos
profundos fue la adopción de un conjunto de nuevas medidas represivas,
habitualmente a través de la vía legislativa;
- La acumulación de esos sucesos hace pensar en la presencia permanente, en Estados Unidos, de lo que yo llamo una «fuerza oscura» o un «Estado profundo» comparable a lo que Vinciguerra describió en Italia como una «fuerza secreta [oculta y] clandestina, capaz de elaborar en la sombra una estrategia de matanzas [sucesivas].» [13]
El atentado de Oklahoma City
y el 11 de septiembre

- El atentado de Oklahoma City
Hace poco vi un documental titulado
A Noble Lie (Una mentira noble), sobre el atentado perpetrado en Oklahoma City en 1995 [
14].
Por primera vez pude confrontar mis hipótesis con ese atentado
perpetrado el 19 de abril de 1995 –y que por lo tanto llamaré 19 de
Abril. Ese acontecimiento encaja en mis parámetros de análisis, mucho
más de lo que yo hubiese podido imaginar, e incluso los refuerza..
En efecto, el documental
A Noble Lie da a conocer grandes
similitudes entre los acontecimientos de abril de 1995 y los de
septiembre de 2001. El paralelo más evidente es la supuesta destrucción,
por fuerzas externas, de un inmueble con estructura de acero reforzado
(por un camión lleno de explosivos, en el caso del edificio Murrah, y
por los escombros proyectados durante el derrumbe de la torre norte del
World Trade Center, en el caso del Edificio 7 [o
Building Seven],
en 2001). En ambos casos, algunos expertos afirmaron que, en realidad,
únicamente cargas explosivas de corte instaladas directamente en las
columnas de carga situadas dentro de los edificios habrían podido
provocar el derrumbe de estos. Veamos, por ejemplo, un informe entregado
al Congreso por Benton K. Partin, general de brigada en retiro de la
US Air Force, experto en explosivos no nucleares:
«Cuando vi por primera vez las fotos de los daños asimétricos del
camión cargado de explosivos en el edificio federal, mi reacción
inmediata fue pensar que era técnicamente imposible generar ese tipo de
daños sin poner cargas de demolición suplementarias en varias columnas
de carga de hormigón armado. […] Con lo que hoy se sabe sobre el
poder y la composición de la bomba, el que la simple explosión de un
camión cargado de explosivos pudiese [destruir el edificio] en
una profundidad de 18 metros y provocar el derrumbe de una columna de
carga de dimensión A-7 es algo que resulta incomprensible.» [15]
Hoy en día un amplio consenso está apareciendo entre los arquitectos,
ingenieros y otros expertos competentes. Según ellos, es muy probable
que los tres edificios del World Trade Center que se derrumbaron el 11
de septiembre de 2001 también hayan sido destruidos mediante el uso de
cargas explosivas como las que se usan en las demoliciones
controladas. [
16]
Las consecuencias jurídicas de gran parte de esos acontecimientos
constituyen otra similitud importante. En efecto, la respuesta al
atentado de Oklahoma City fue la adopción de la
Antiterrorism and Effective Death Penalty Act de 1996, mientras que la respuesta al 11 de septiembre de 2001 fue la aplicación de la COG y el posterior voto de la
Patriot Act –a raíz de los atentados de bandera falsa con uso de ántrax. El documental
A Noble Lie se concentra en las consecuencias internas de la
Antiterrorism Act. Al igual que la
Patriot Act, aprobada posteriormente, esa ley instauró importantes restricciones al derecho de
habeas corpus,
en relación con la manera como lo habían interpretado los tribunales
hasta aquel momento. Dicho de otra manera, esas dos leyes implementaron
pretextos jurídicos para autorizar las detenciones arbitrarias, lo cual
había sido una preocupación central en la planificación de la COG que se
había desarrollado en los años 1980 bajo la dirección de Oliver North.
Todo esto forma parte de un proceso permanente de restricciones
progresivas de nuestros derechos constitucionales por parte de un poder
sobre el cual no se ejerce ningún tipo de control –evolución que data,
en mi opinión de la época del asesinato de John F. Kennedy, en 1963.
Sin embargo, la
Antiterrorism Act de 1996 tuvo también
importantes consecuencias en el extranjero, sobre todo por el hecho que
la sección 328 de esa ley enmendó la
Foreign Assistance Act para apoyar
«la ayuda en armas y municiones a algunos países en particular, con vistas a combatir el terrorismo [17]. Eso condujo a la creación, en 1997, de un acuerdo de enlace «Top Secret» entre el Centro de Contraterrorismo de la CIA (CTC, siglas de Counterterrorism Center)
y Arabia Saudita, seguido de un acuerdo posterior concluido en 1999
entre la CIA y Uzbekistán (que son hoy en día dos de los regímenes más
secretos y represivos del mundo).» [18]
Yo he sostenido que esos acuerdos de enlace confidenciales
–concluidos con Arabia Saudita y Uzbekistán– pudieron servir a la CIA de
cobertura para organizar su retención de información secreta antes del
11 de septiembre de 2001. Esa disimulación de información de
inteligencia tenía que ver con Khaled al-Mihdhar y Nawaf al-Hazmi, dos
de los individuos designados como culpables de aquellos ataques [
19].
Por consiguiente, si es correcto mi análisis sobre la retención de
información que la CIA organizó entre 2000 y 2001, el 19 de abril no
sólo presenta similitudes con los ataques de septiembre de 2001. Este
atentado de 1995 constituye en realidad una etapa determinante en el
proceso que hizo posible tanto la nueva retención de información como
los hechos mismos del 11 de septiembre de 2001.
El recrudecimiento de los poderes represivos a raíz de los acontecimientos profundos
El hecho que el 19 de abril tuviese consecuencias jurídicas de
carácter represivo vincula ese acontecimiento tanto al 11 de septiembre
como al 22 de noviembre, ya que el asesinato de JFK fue utilizado por la
Comisión Warren para ampliar la vigilancia de la CIA sobre los propios
estadounidenses. Como escribí en mi libro
Deep Politics, eso fue resultado
«controvertidas recomendaciones de la Comisión Warren que impusieron que se ampliaran las responsabilidades del Secret Service
en materia de vigilancia interna (WR 25-260. Paradójicamente, esta
última concluyó que Oswald había actuado solo (WR 22), pero también
[concluyó] que el Secret Service, el FBI y la CIA tenían que
coordinar más estrechamente la vigilancia sobre los grupos organizados
(WR 463). En particular recomendó al Secret Service que se dotara de una base de datos informatizada compatible con la que ya había elaborado la CIA.» [20]
Durante la guerra contra Vietnam que se produjo posteriormente, esta
implicación de la CIA en la vigilancia interna condujo a la operación
Caos.
Se trataba de una investigación sobre el movimiento contra la guerra de
Vietnam durante la cual la CIA, a pesar de las restricciones que le
imponía su propia Carta en materia de espionaje interno,
«acumuló miles de expedientes sobre los ciudadanos de Estados Unidos,
incluyó a cientos de miles de estos en sus archivos informáticos y
distribuyó al FBI y a otras agencias gubernamentales miles de informes
sobre ellos. Parte de esa información tenía que ver con las actividades
internas de los ciudadanos en cuestión». [21]
Este proceso de recrudecimiento represivo se repetirá 4 años más
tarde a raíz del asesinato de Martin Luther King, en 1968. En respuesta a
ese acontecimiento, 2 brigadas del ejército estadounidense se
desplegaron en los propios Estados Unidos hasta 1971. Esas unidades
estuvieron en estado de alerta permanente, listas para intervenir en el
marco de la operación
Garden Plot, cuyo objetivo era contrarrestar posibles desórdenes internos.
Ce processus de durcissement répressif se répétera quatre ans plus
tard, suite à l’assassinat de Martin Luther King en 1968. En réponse à
cet événement, deux brigades de l’US Army furent déployées aux
États-Unis jusqu’en 1971. Placées en état d’alerte permanent, elles
étaient en position d’intervenir dans le cadre de l’opération Garden
Plot, qui était destinée à contrer d’éventuels troubles intérieurs. [
22]
Ese esquema se repetirá nuevamente con
«El asesinato de Robert Kennedy [conocido también como RFK o Bobby].
En las 24 horas transcurridas entre los disparos de los que Bobby fue
víctima y su posterior deceso, el Congreso adoptó con carácter urgente
una ley que había sido redactada desde mucho antes (como sucedió con la
Resolución del Golfo de Tonkín en 1964 y con la Patriot Act en 2001 –ley que ampliaba nuevamente los poderes secretos del Secret Service, en nombre de la protección de los candidatos a la presidencia.» [23]
Y no se trataba de un cambio insignificante: aquella ley votada
apresuradamente bajo [el presidente] Johnson dio lugar a algunos de los
peores excesos de la época de Nixon [
24].
Ese cambio contribuyó igualmente al caos y a los actos de violencia
que marcaron la Convención Demócrata de 1968, en Chicago. Agentes de
vigilancia de la Inteligencia Militar destacados en el Secret Service
operaban dentro y fuera de la sala del encuentro. Algunos de ellos
equiparon a los «
delincuentes de la Legion of Justice, como la Chicago Red Squad [que] agredió a los grupos locales que se oponían a la guerra». [
25]
Otras similitudes entre Dallas en 1963 y Oklahoma City en 1995
Las consecuencias represivas del 22 de noviembre y del 19 de abril
están vinculadas a otras características comunes de esos dos
acontecimientos. Casi inmediatamente después del 22 de noviembre,
comenzaron a difundirse varios relatos provenientes de fuentes tanto
internas como externas al gobierno. Aquellos relatos sugerían que Lee
Harvey Oswald había asesinado al presidente [Kennedy] en el marco de un
complot comunista internacional.
En mi libro
Deep Politics and the Death of JFK los designé como «
relatos primarios», que se inscribían en
«un proceso en 2 fases. La “fase primaria” consistía en agitar
el espectro de un complot internacional vinculando a Oswald con la
URSS, con Cuba o con esos dos países a la vez. Esa amenaza fantasma
sirvió para invocar el peligro de un posible enfrentamiento nuclear, lo
cual incitó al presidente de la Corte Suprema de Estados Unidos Earl
Warren y a otros responsables políticos a aceptar la “fase secundaria”
–la hipótesis también falsa (pero mucho más inofensiva) de que Oswald
asesinó al Presidente él solo. […] El relato primario […] fue expuesto
primeramente y posteriormente desmentido por la CIA. Michael Beschloss
reveló que el 23 de noviembre a las 9 horas y 20 minutos, el director de
la CIA John McCone informó al nuevo presidente sobre los últimos
sucesos. Según las palabras de Beschloss, la “CIA tenía información
sobre los contactos extranjeros de Lee Harvey Oswald, el presunto
asesino [de JFK], que sugería [al Presidente Lyndon B. Johnson] que
Kennedy podía haber sido víctima de una conspiración internacional.”» [26]
Hasta ahora, tanto los relatos primarios como los secundarios han
ocupado un lugar central en el tratamiento del 22 de noviembre por parte
de los medios dominantes. Sin embargo, esos medios prácticamente han
excluido los análisis independientes que consideran ese asesinato como
un acontecimiento profundo.
Muchos observadores han olvidado el hecho que después del 19 de abril
también hubo un proceso en dos fases. Inmediatamente después del
atentado, y también un poco más tarde, se produjo la difusión de cierto
número de relatos. Estos vinculaban a Timothy McVeigh y Terry Nichols
con varios iraquíes así como con otros individuos originarios del Medio
Oriente. Entre las personas mencionadas se hallaba Ramzi Yusef, el
fugitivo autor del atentado con bomba de 1993 contra el World Trade
Center (quien también utilizó una bomba fabricada con nitrato de amonio
[ANFO] en una camioneta de marca
Ryder) [
27].
El presidente Clinton y Richard Clarke, su coordinador para el
contraterrorismo, confirmaron que el 19 de abril se habló de varios de
esos relatos en una reunión del Grupo de Seguridad Antiterrorismo (
Counterterrorism Security Group) [
28].
Tanto Clinton como Clarke dijeron también que habían descartado
aquellas versiones porque pensaban que se trataba de un complot local de
menor envergadura ejecutado por los dos culpables ya mencionados:
Timothy McVeigh y Terry Nichols. Sin embargo, los relatos que
mencionaban una implicación del Medio Oriente, atribuidos a veces a
fuentes gubernamentales, siguieron apareciendo en los medios de la
prensa dominante, como CBS, NBC y el
New York Times [
29].
En el mismo momento, Jayna Davis, periodista de la NBC en Oklahoma
City, puso todo su empeño en las búsqueda de indicios de un complot
local iraquí y los reunió en su libro
The Third Terrorist (El tercer terrorista). Sus pruebas, del orden de la «
fase primaria» estaban centradas en la búsqueda inicial de un sospechoso anónimo designado como
John Doe #2.
Esa búsqueda, que se suspendió rápidamente, había sido emprendida a
raíz de una alerta cursada a todas las unidades. Posteriormente, el
miembro del Congreso Dana Rohrabacher utilizó la investigación de Jayna
Davis en la elaboración de un informe al Congreso [
30].
En el plano institucional, Richard Clarke escribió que, además de la
Antiterrorism Act, el atentado de Oklahoma City provocó una profusión de Directivas de Decisión Presidencial de carácter interno (PDD, siglas de
Presidential Decision Directive),
que él mismo redactó. Una de ellas buscaba corregir una falla de
seguridad en la respuesta a aquel atentado. Otra directiva le confería
[al propio Clarke] más amplios poderes en materia de lucha contra el
terrorismo, incluyendo su nuevo título de Coordinador Nacional de
Seguridad, Protección de la Infraestructura y Antiterrorismo. Otras dos
directivas –la PDD 62 y sobre todo la PDD 67– preveían instaurar lo que
él llamó «
un sistema de mando y control [más] robusto» para «
nuestro programa de Continuidad del Gobierno [COG]». Según Clarke, «
se había autorizado el desmantelamiento [de la COG] cuando desapareció la amenaza de un ataque nuclear soviético» [
31].
Esas palabras nos recuerdan el artículo de Tim Weiner publicado en el
New York Times en abril de 1994. Según Weiner, en la época postsoviética del presidente Clinton, «
el Proyecto Juicio Final […] tal como se conocía» había sido desmantelado ya que se habían disipado «
las tensiones nucleares» de la guerra fría [
32].
En otras palabras, el presidente Clinton había previsto poner fin al
Proyecto Juicio Final, dirigido por un comité extragubernamental secreto
que incluía a Donald Rumsfeld y Dick Cheney, quienes no ejercían en
aquel momento ninguna función gubernamental. Pero Richard Clarke utilizó
el atentado de Oklahoma City para justificar que se mantuviera ese
programa, incluso reforzándolo y poniéndolo bajo su propio control.
Según el autor Andrew Cockburn, se había encontrado un nuevo blanco:
«A pesar de que los ejercicios continuaron bajo la era Clinton, con
un presupuesto anual de más de 200 millones de dólares, los ya
desaparecidos soviéticos fueron reemplazados por terroristas […] Hubo
además otros cambios. Anteriormente, los especialistas seleccionados
para dirigir el “gobierno de la sombra” habían sido escogidos en
el conjunto del espectro político, tanto demócratas como republicanos.
En lo adelante, dentro de los bunkers, [Cheney y] Rumsfeld se [verían]
en compañía de sus simpatizantes políticos, ya que la lista de “jugadores” se componía casi exclusivamente de halcones republicanos. “Era
una manera de que aquella gente se mantuviese en contacto. Se reunían,
hacían ejercicio y hablaban mal de la administración Clinton, lo peor
posible”, según me reveló un ex oficial del Pentágono que conocía el fenómeno directamente. “Podía decirse que era un gobierno secreto en espera de su momento.”» [33]
Por supuesto, el hecho de que el 19 de abril fuese seguido de un
refuerzo del Proyecto Juicio Final no basta para confirmar mi tesis,
según la cual ese programa de la COG fue un factor determinante en la
planificación y ejecución de los acontecimientos profundos estructurales
en Estados Unidos [
34].
Pero mi descripción de esos casos permite observar otras
características recurrentes, que vuelven a aparecer en el caso de
Oklahoma City.

- El primer atentado contra el World Trade Center, en 1993
La primera de ellas es el papel central atribuido a culpables
designados en las versiones oficiales de esos acontecimientos, cuando se
sabe que eran muy probablemente informantes del gobierno o agentes
dobles [
35].
El ejemplo más reciente que más se ha documentado es quizás la
utilización y la protección, por parte del gobierno de Estados Unidos,
de Ali Mohamed, un importante cuadro de al-Qaeda que operaba como doble
agente en el seno de esa organización; esa protección le permitió
entrenar a varios de los autores del atentado cometido en 1993 contra el
World Trade Center, con el uso de un camión-bomba y contribuir
posteriormente a la planificación del atentado con bomba contra la
embajada de Estados Unidos en Kenya [
36].
En la edición de mi libro
The War Conspiracy correspondiente
al año 2008, sugerí la posibilidad de que Lee Harvey Oswald y otros
culpables designados del 11 de septiembre de (Ali Mohamed, Nawaf
al-Hazmi y Khaled al-Mihdhar) hayan sido en realidad agentes dobles que
trabajaban para una agencia del gobierno estadounidense, como el FBI o
la inteligencia militar (DIA, siglas de
Defense Intelligence Agency) [
37]. Otros autores han sugerido que Oswald era cuando menos un informante del FBI y Lawrence Wright escribió en
The New Yorker que al ocultar al FBI los nombres de al-Hazmi y de al-Mihdhar, «
la CIA también pudo haber protegido una operación en el extranjero y, por lo tanto, temer que el FBI revelara [esa operación]» [
38].
En ese contexto, mientras miraba el documental
A Noble Lie, vi
con gran interés la hipótesis según la cual Timothy McVeigh, el
principal culpable designado del 19 de abril, pudiera ser también un
informante o un doble agente que trabajaba para el
US Army [
39]. Por supuesto, esa hipótesis aún no ha sido demostrada, pero el documental aporta pruebas que la corroboran.
El atentado de Oklahoma City
y la operación PATCON
Lo que sí es seguro es que McVeigh –al igual que Oswald, al-Hazmi y
al Mihdhar– se movía en un medio de informantes identificados y/o
agentes dobles, que participaban en una importante operación secreta. En
el caso de Oswald y de los dos sauditas, esta particularidad pudiera
explicar por qué el gobierno de Estados Unidos se dedicó continuamente a
ocultar hechos cruciales sobre ellos, tanto antes como después de los
crímenes que se les imputan, ocultamientos que incluso prosiguen
actualmente. [
40]
En 2005, el excelente investigador John M. Berger descubrió que, en
los años 1990, el FBI realizó una importante operación de
contraespionaje, bautizada PATCON (por «
Patriot-conspiracy»). En
aquel marco, el FBI había investigado sobre el medio de Timothy McVeigh.
Se trataba de la ultraderecha armada, a la que Berger describió de la
siguiente manera:
«un conjunto muy heterogéneo de activistas y extremistas de derecha,
racistas, ultralibertarios y/o partidarios de las armas, quienes, al
cabo de los años, encuentran una causa común en sus temores y sospechas
sobre el gobierno federal. Aunque los agentes infiltrados [del FBI] se
reunieron con algunos de los peores elementos de ese movimiento, su
trabajo nunca condujo ni a un solo arresto. Cuando apareció McVeigh en
medio de aquella investigación, en 1993, nadie se fijó en él.» [41]
La operación PATCON prestó mucha atención a un antiguo pilar de la
red ilegal de Oliver North, que había sido utilizada para proveer armas a
los Contras en Nicaragua. Se trataba de Tom Posey y de su grupo
paramilitar, la CMA (siglas de
Civilian Material Assistance). Según Paul de Armond, aquella organización había comenzado sus actividades en los años 1980 como «
complemento del Ku Klux Klan de Alabama» [
42].
La CMA participó primeramente en el esfuerzo de aprovisionamiento de la
DIA a los Contras, tarea que pasó después a las manos de Oliver North.
Las patrullas «
benévolas» [En el sentido de “no remuneradas”.
Nota del Traductor.] de esa organización contra los inmigrantes
clandestinos en la frontera de Arizona convencieron al entonces
congresista John McCain para que ocupara un puesto en su consejo de
administración [
43]. Sin embargo, en el periodo post Reagan, «
Posey
era un comerciante de armas muy conocido en el mercado negro,
sospechoso de tener fuentes de contrabando en varias bases del US Army», según los investigadores de PATCON. [
44]
Tanto en el asesinato de JFK como en el 11 de septiembre me parece
evidente que las disimulaciones posteriores a esos complots se deben a
que fueron hábilmente planificadas para quedar englobadas en operaciones
clandestinas autorizadas, de manera que se mantuviesen en secreto
después de los hechos. El importante ensayo sobre la operación PATCON
que publicó John Berger en
Foreign Policy no sugiere en ningún
caso la existencia de algún vínculo entre el plan de McVeigh y esa
operación del FBI. Sin embargo, en un momento de su investigación,
Berger señala que Dennis Mahon, socio de McVeigh y también blanco
importante de PATCON,
«se convertirá en una figura célebre en los medios que proclaman la superioridad de la “raza blanca”
y fue condenado en febrero [de 2005] por el envío de un paquete postal
explosivo a un dirigente de la diversidad en el Estado de Arizona en
2004. A raíz de su arresto, durante el año 2009, Mahon dijo a su
compañero de celda que él era “el tercer anónimo en la investigación sobre el bombazo de Oklahoma City”.»
En otras palabras, Dennis Mahin se identificó a sí mismo como
John Doe #2.
En su sitio web
Intelwire.com, Berger escribió que «
Mahon [declaró] haberse codeado con McVeigh en el pasado». Berger deduce de eso que «
partiendo
de esos comentarios y de ciertas informaciones, es por lo menos
plausible que Mahon haya estado implicado en el atentado [de Oklahoma City]» [
45]. «
La otra prueba»
que menciona Berger es el testimonio de Carol Howe, informante de la
ATF [Agencia de Alcohol, Armas de Fuego y Tabaco, siglas en inglés.
NdT.] dado a conocer primeramente por Jayna Davis y posteriormente por
el congresista Dana Rohrabacher. Según ese testimonio, «
Mahon habló
de cometer atentados con bombas contra edificios federales [antes del 19
de abril]. […] [Además,] viajó 3 veces a Oklahoma City [con Andre
Strassmeir, un contacto de Timothy McVeigh].» [
46]
Mahon ha sido descrito como un hablador con tendencia a la
autoglorificación. A pesar de todo, es evidente que las nuevas pruebas
que se han conocido a raíz de la investigación PATCON deberían
inducirnos a estudiar mejor el contexto del atentado de Oklahoma City.
En efecto, sólo algunos iniciados estaban al tanto de esa operación
secreta, realizada por el FBI entre 1991 y 1993.
¿Fue el atentado de Oklahoma City una «encerrona que salió mal»?
Aunque la operación PATCON terminó oficialmente en 1993, sus
expedientes nos han permitido saber que numerosos informantes del FBI
residían permanentemente en la comunidad de Elohim City, Oklahoma. Es
muy probable que entre ellos se encontrasen no sólo Carol Howe sino
también Andre Strassmeir, el contacto de Timothy McVeigh anteriormente
mencionado [
47].
La falta de respuesta de las autoridades a los informes sobre un
proyecto de atentado con bomba fortalece la hipótesis –emitida en el
documental
A Noble Lie– de que el complot del 19 de abril pudo
haber sido inicialmente una trampa policial en contra sus autores. Su
mortífero desenlace parece el resultado de una «
encerrona que salió mal».
De confirmarse esta hipótesis, la similitud entre el 19 de abril y el
primer atentado contra el World Trade Center, en 1993, resultaría mayor
aún. Según el relato oficial, aquel ataque también fue planificado por
un grupo terrorista ya penetrado por el FBI, grupo que también utilizó
una bomba de ANFO en una camioneta alquilada marca
Ryder. Este
vehículo también fue identificado gracias a su número de identificación
vehicular (NIV), encontrado en un fragmento metálico. [
48]
Veamos lo que reportó el
New York Times, después del atentado de 1993, basándose en grabaciones de interrogatorios entre un informante y su contacto del FBI:
«Se reveló a los funcionarios de las fuerzas del orden [el FBI] que
varios terroristas estaban preparando una bomba, que fue finalmente
utilizada contra el World Trade Center. Se consideró [la posibilidad de]
contrarrestar a los malhechores sustituyendo secretamente los
explosivos por un polvo inofensivo, declaró un informante después del
atentado. Este [informante] supuestamente debía ayudar a los malhechores
a fabricar la bomba y les proporcionaría la pólvora falsa, pero aquel
plan fue anulado por un supervisor del FBI que tenía otras ideas sobre
la manera de utilizar al informante, [llamado] Emad A. Salem.» [49]
Ese relato del
New York Times sobre el atentado de 1993 contra
el World Trade Center describe claramente un proyecto terrorista
eficazmente penetrado por el FBI y que, por una razón desconocida, tuvo
de todas formas un trágico desenlace. Un solo caso de operación de
penetración «
que salió mal» en 1993 puede atribuirse a la
confusión, a la incompetencia burocrática o a la dificultad de
determinar el momento en que las fuerzas del orden disponen ya de
suficientes pruebas para justificar los arrestos. La repetición de esa
catástrofe 2 años más tarde ya debe llevarnos a tratar de saber si aquel
mortífero desenlace no fue en realidad el resultado que realemente se
esperaba obtener.
Ante la inacción gubernamental que antecedió los hechos del 11 de
septiembre –a pesar de que la CIA conocía a los presuntos secuestradores
aéreos–, el atento estudio de esos asesinatos en masa refuerza la
necesidad de la denuncia ante la Corte Penal Internacional que propone
el juez [italiano] Ferdinando Imposimato (actual presidente honorario de
la Corte de Casación italiana). Según [Imposimato], el 11 de septiembre
fue «
una repetición de la “estrategia de la tensión” que la CIA aplicó en Italia» entre los años 1960 y 1980 [
50].
A pesar de todo, puedo entender que para una mayoría de estadounidenses
sea a la vez difícil y doloroso enfrentar la idea de que la Historia de
su país haya sido manipulada y desestabilizada a escala sistémica por
fuerzas desconocidas, como sucedió en Italia hace medio siglo. Pero a
medida que profundizo mis investigaciones, sigue fortaleciéndose mi
convicción de que hay que tomar en cuenta el veredicto del juez
Imposimato.
Por otro lado, si la analogía italiana es aplicable a Estados Unidos, la apreciación de que el 11 de septiembre fue «
una repetición de la “estrategia de la tensión” aplicada […] en Italia»
nos conduce a una interrogante todavía más amplia sobre el conjunto de
acontecimientos profundos estructurales aquí estudiados, en particular
en cuanto a los atentados con bombas de 1993 y 1995. ¿Eran esos
acontecimientos resultado de una misma estrategia de la tensión
permanente? Es demasiado pronto para contestar esa pregunta. Pero
podemos al menos observar que los atentados de 1993 y 2001 contra el
World Trade Center muestran las características de un origen común, a la
vez fuera del gobierno (el presunto «
cerebro» Khaled Cheikh
Mohammed y el informante Ali Mohamed) y potencialmente en el seno mismo
del aparato estatal, a la luz de las disimulaciones persistentes y
complementarias alrededor de ambos casos. [
51]
Por el contrario, y de forma previsible, todos los acontecimientos
profundos estructurales que he analizado hasta este momento son tratados
en los medios dominantes como acciones de marginales exteriores al
gobierno –un «
loco aislado» como Lee Harvey Oswald o un «
lobo solitario»
como Timothy McVeigh. Los puntos comunes, que ya he presentado, entre
esos acontecimientos sugieren la necesidad de un análisis diferente.
Dicho de otra manera, algunos iniciados –entre ellos responsables de los
servicios de inteligencia y otros funcionarios gubernamentales–, al
igual que personas exteriores –incluyendo informantes y agentes dobles–
deben ser considerados como responsables de la repetida concepción de
complots que, debido a sus conexiones con operaciones clandestinas
aprobadas por el Estado, no serán dados a conocer por las autoridades.
Mi análisis identifica a esos iniciados como miembros de un medio,
informe y no estructurado pero que perdura, que vincula a las redes
secretas que se mueven dentro del aparato del Estado con otras poderosas
fuerzas dentro de nuestra sociedad. A pesar de mis propias reticencias
iniciales, al no hallar una expresión más apropiada acabé decidiéndome a
denominar ese medio como el «
Estado profundo» [
52].
Sin embargo, como ya señalé anteriormente al referirme a Italia, no
considero que ese concepto pueda explicar esos misteriosos crímenes. El «
Estado profundo» designa sin embargo un medio sobre el cual habría que investigar mucho más.
Un análisis alternativo de los acontecimientos profundos:
Los Crímenes del Estado contra la Democracia (CED)
Ahora voy a comparar mi propio análisis con otras dos lecturas diferentes. La primera es la noción de «
gobierno secreto», presentada en 1987 por Bill Moyers en un importante programa de televisión del canal PBS. [
53]
Aquel programa subrayaba, con toda razón, el peligroso aumento del
poder de las agencias clandestinas –principalmente de la CIA– a partir
[de la proclamación] de la
National Security Act de 1947. Aquel
programa de televisión analizaba principalmente los crímenes del
Irángate para mostrar así qué es un gobierno secreto, que escapa a las
restricciones legales y a todas las demás limitaciones jurídicas que
imponen la Constitución y el Estado público.
Según lo dicho en el programa de Moyers,
«El Gobierno Secreto es una compleja red de complicidades en la que
se reúnen funcionarios, espías, mercenarios, ex generales, oportunistas y
grandes patriotas. Por diferentes razones, esos individuos operan fuera
de las instituciones legítimas del gobierno.»
En otras palabras, aquel programa se refería a «
la Empresa».
Se trata de la operación que utilizaron Oliver North, sus respaldos
externos y sus aliados del buró ejecutivo Eisenhower para montar el
tráfico conocido como Irán-Contras, así como otras políticas violatorias
de la ley y/o las directivas del Congreso. Como ya he demostrado en
otros trabajos, Oliver North utilizó la red antiterrorista de crisis
llamada
Flashboard para concretar aquellas políticas. En sus inicios, aquella costosa red se había creado en el marco del Proyecto Juicio Final [
54]. Al actuar de esa manera, North «
cubría»
su operación ya que llevaba a cabo su programa ilícito y criminal a
través de aquella red secreta autorizada, [utilizándola] fuera del marco
que había sido asignado a aquel instrumento.
En 1987, aquel análisis logró llegar a darse a conocer a través de la
televisión porque una parte del gobierno de Estados Unidos estaba en
guerra con la otra parte. Aquel conflicto interno enfrentaba al director
de la CIA William Casey no sólo con el Congreso sino también con
oficiales de alto rango en el seno de la propia CIA [
55]
El programa de Moyers era parte de una serie de filtraciones de
iniciados y de revelaciones de los medios dominantes sobre la operación
no registrada bautizada «
Enterprise». Oliver North –teniendo en
segundo plano al director de la CIA William Casey– había utilizado esa
operación para violar las leyes y políticas oficiales [
56]. En resumen, el desafío de Tom Moyers a los «
guerreros» de Cassey y de North correspondía a los objetivos de la CIA tradicional (y de sus patrocinadores habituales, o sea los «
comerciantes» de Wall Street. [
57]
No resulta por lo tanto sorprendente que aquel programa no abordara
ni el papel del vicepresidente Bush –quien era entonces el superior de
Oliver North– ni los intereses que podían llevar a las transnacionales a
promover las operaciones clandestinas de la CIA en todo el mundo (como,
por ejemplo, la operación –mucho más importante– que la CIA estaba
realizando en Afganistán en los años 1980). Lo principal es que tampoco
se dijo en aquel programa de televisión ni una palabra sobre la
planificación de la «
suspensión de la Constitución de Estados Unidos».
desarrollada por el propio Oliver North en el marco del Proyecto Juicio
Final, aunque ese plan había sido mencionado brevemente durante las
audiencias sobre el Irángate, en 1987 [
58].
Al guardar silencio sobre ese proyecto, los realizadores de aquel
programa de televisión cometieron el error de no mencionar la
planificación permanente que, en mi opinión, permitió concretar los
planes de la COG a través del 11 de septiembre y de la
Patriot Act.
En resumen, el ataque de Moyers contra el gobierno secreto se limitaba
en gran parte a lo que ya se sabía. Así que Moyers no se aventuró a
entrar en el terreno de la política profunda.
Más recientemente, el profesor Lance deHaven-Smith propuso el
concepto de Crímenes de Estado contra la Democracia (CED o SCAD [siglas
en inglés] de
State Crimes Against Democracy). Algunos de mis
amigos han retomado ese concepto dentro del movimiento por la verdad
sobre el 11 de septiembre, entre ellos Peter Phillips y Mickey Huff. El
profesor deHaven-Smith clasifica como CED «
acciones o inacciones
concertadas entre miembros del gobierno [,] destinadas a manipular los
procesos democráticos y a sabotear la soberanía popular». [
59]
Una de las grandes ventajas de la hipótesis de los CED es que,
contrariamente a lo que ha sucedido con mi trabajo, varias revistas
académicas han hablado de ella –rompiendo así una especie de «
barrera del sonido». Pero la expresión «
crímenes de Estado»
me plantea un problema. Por un lado, yo diría que el Estado, o algunos
de sus componentes, son a menudo víctimas de los acontecimientos
profundos, como el 19 de abril y el 11 de septiembre. Por otro lado, yo
veo fundamentalmente al Estado como un garante de la democracia y no
sólo como un enemigo de ella.
Estoy de acuerdo con el hecho que algunos miembros del gobierno
desempeñan, en efecto, un papel importante en esos acontecimientos e
incluso he analizado a algunos en los párrafos anteriores. Pienso, sin
embargo, que es engañoso atribuir esos crímenes al Estado en su
conjunto. En efecto, si un empleado de banco abre la puerta a un grupo
de asaltantes, el resultado será un asalto, pero no realizado por el
banco aunque puede calificarse de «
complot interno».
El análisis de los CED es mucho más útil y complejo de lo que puedo
explicar aquí y seguiré aprendiendo de quienes lo desarrollan. Pero esta
teoría no tiene que ver con la política profunda. La lista de CED
elaborada por el profesor deHaven-Smith incluye «
las guerras secretas en Laos y Cambodia»
que, más que acontecimientos, son dos decisiones políticas sobre las
que sabemos que fueron tomadas en la Oficina Oval de la Casa Blanca.
Aunque en aquella época eran operaciones clandestinas y más que
seguramente ilegales, nada tenían de misteriosas cuando se dieron a
conocer. Por su naturaleza no eran verdaderamente «
profundas».
En mi opinión, la presentación de los CED como una lucha entre el
Estado y la democracia simplifica demasiado ambos conceptos y subestima
sus contradicciones internas, contrariamente al programa de televisión
de Bill Moyers. Después de todo, la democracia es una forma de Estado en
la que la libertad y las prerrogativas del pueblo están
constitucionalmente garantizadas por las autoridades estatales (o por lo
que yo llamo el Estado público). Al menos uno de los CED analizados por
el profesor deHaven-Smith –el asesinato de JFK– debería ser considerado
más lógicamente como un crimen perpetrado en contra del Estado, más que
por el Estado.
Peter Phillips y Mickey Huff parecen reconocer ese problema. Ellos no incluyen el asesinato de JFK en su lista de CED [
60].
Sin embargo, esa omisión da lugar a una distinción artificial entre ese
homicidio y otros acontecimientos profundos –como los asesinatos de
Martin Luther King y de Robert Kennedy– que son, en mi opinión, síntomas
de un mismo síndrome.
En resumen, estoy convencido de la importancia crucial de una
distinción que no aparece en el análisis de los CED. Se trata de la
diferencia entre el Estado público –ostensiblemente dedicado a favorecer
el bienestar, los derechos y las prerrogativas del pueblo– y esa banda
de poderes no oficiales que se mueven tanto dentro como fuera del
gobierno, lo que de forma poco hábil he llamado el Estado profundo. A lo
largo de medio siglo, este ha venido debilitando el poder civil
progresista y persuasivo. Poco a poco ha ido reemplazándolo por un poder
violento, autónomo, extraconstitucional e irrestricto.
Mi última objeción al análisis de los CED es de carácter práctico. En
efecto, si el Estado es el autor de esos crímenes, el trabajo de los
críticos debe consistir en movilizar contra él a la opinión pública. Lo
cual hace el juego a las políticas libertarianas de quienes –como Alex
Jones y otros ardientes defensores de la Segunda Enmienda– sienten una
profunda desconfianza hacia el Estado público en su conjunto y no sólo
hacia sus agencias clandestinas. El análisis del profesor deHaven-Smith
no implica solamente a estas últimas sino a todo el gobierno de los
Estados Unidos, y quizás incluso a los tribunales en particular. (En
respaldo a esa acusación señala el acto inhabitual de la Corte Suprema
que, en 2000, puso a George W. Bush en la presidencia, con 5 votos a
favor y 4 en contra.)
Sin embargo, una estrategia cuyo objetivo es atacar al Estado en su
conjunto me parece un ejemplo de política derrotista. Sobre ese aspecto
podemos aclarar, una vez más, nuestras ideas mediante el estudio de la
estrategia de la tensión aplicada en Italia, que constituye una
tenebrosa historia de terrorismo ciego con un desenlace más feliz. En
efecto, los atentados con bombas perpetrados en Italia dejaron de
producirse, después del atentado de la estación de Bolonia, en 1980.
Este cese de la violencia se debió a una serie de investigaciones
enérgicas y valientes, realizadas primeramente por periodistas, después
por comisiones parlamentarias y, finalmente, por los tribunales como el
que dirigió el juez Imposimato, que también investigó el asesinato del
primer ministre italiano Aldo Moro y el intento de asesinato contra el
papa Juan Pablo II. No fue fácil lograr el triunfo de la verdad ante la
violencia. Periodistas, parlamentarios y por lo menos un juez lo pagaron
con la vida. Pero fue una clara victoria de algunos contrapoderes
oficiales contra una parte del Estado.
El ejemplo italiano demuestra que las fuerzas oscuras que se mueven
tras una estrategia de la tensión no son invencibles. Sugiere también
que, para vencer al Estado profundo, la sociedad civil tendrá que
aliarse a los sectores del Estado que pudieran ser finalmente
movilizados para favorecer la búsqueda de la verdad.
Si este ensayo contribuye a que se alcance ese objetivo, ello querrá
decir que otras personas habrán seguido las pistas investigativas
definidas en este trabajo. No pretendo llegar a comprender yo solo la
verdad sobre esos acontecimientos profundos estructurales. Pero sí
espero haber logrado señalar algunas de las direcciones que deberían
seguir las futuras investigaciones.
Este ensayo es una adaptación de un discurso pronunciado por el autor
en la edición de 2012 del Festival de Oakland del Film sobre el 11 de
Septiembre (Oakland 9/11 Film Festival), organizado por la Northern CA 9/11 Truth Alliance.
Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la traducción al francés de Maxime Chaix
, 26 de enero de 2012.
(Éditions Demi-Lune, Plogastel-Saint-Germain, 2011 [segunda edición]); Philip Willan,
(Constable, Londres, 1991).
, 11 de febrero de 1998.
, pp.30-31.
, pp.179-207, pp.307-32.
(Éditions Demi-Lune, Paris, 2010), p.254. Cf. Ganser,
, p.29.
, 26 de noviembre de 1990.
] Tunander, «The War on Terror», p.164.
] Cf. Peter Dale Scott,
».
, pp.179-207, pp.307-32.
,
16 de octubre de 2009. Para mi análisis de las profundas similitudes
entre el 22 de noviembre y el 11 de septiembre, ver Peter Dale Scott,
(The Mary Ferrell Foundation, Ipswich, MA, 2008), pp.341-96.
», 11 de septiembre de 2012.
, pp.48-49.
», Alex Jones Channel, 16 de diciembre de 2011.
] General Benton K. Partin, carta a los miembros del Congreso, 17 de mayo de 1995; citado en David Hoffman,
(Feral House, Los Angeles, 1998). Samuel Cohen, otro experto en
explosivos, escribió a un miembro del Congreso estadounidense que «
).
El camión portador de una bomba [fabricada con nitrato de amonio que
explotó frente a la oficina del primer ministro noruego parece
corroborar las hipótesis de Partin y Cohen. En efecto, la bomba
utilizada por Breivik rompió cristales pero no causó ningún daño
estructural al edificio.
,
documental realizado por la asociación AE911Truth, transmitido el 16 de
septiembre de 2012 por el canal de televisión estadounidense PBS
; Cf.
(ex alto responsable de la CIA, «Stop Belittling the Theories About September 11»,
».
,
3 de junio de 1996. En un memorándum de diciembre del año 2000, Richard
Clarke confirmó que esa ayuda provenía en aquel entonces del «
».
», Red Voltaire, 28 de septiembre de 2012; citando a Anthony Summers y Robbyn Swan,
(Ballantine Books, New York, 2011), p.396.
».
Esa retención de información tiene un importante precedente en 1963. Se
trata de la obstrucción que la CIA organizó en contra del FBI. En
efecto, durante las semanas que antecedieron el asesinato de JFK, la CIA
ocultó al FBI gran cantidad de información fundamental sobre Lee Harvey
Oswald.
».
», p.682.
», National Security Archive, 11 de agosto de 2011.
(18 U.S.C. 3056); conversación en Peter Dale Scott, Paul L. Hoch y Russell Stetler,
».
y, en aquella época, su número aumentaba drásticamente. El
».
».
, 1963-1964 (Simon & Schuster, 1997), New York, p.22. Los relatos «
»,
han seguido saliendo a la luz hasta el día de hoy. El más reciente fue
la publicación, en 2012, por el ex oficial de la CIA Brian Latell, de
una alegación proveniente de un informante según la cual Fidel Castro
sabía de antemano que JFK sería asesinado en Dallas (Brian Latell,
[Palgrave Macmillan, New York, 2012]).
. Cf. Dana Rohrabacher,
», 26 de diciembre de 2006.
(Free Press, New York, 2004), pp.97-99.
(Fair.org), julio-agosto de 1995.
», 26 de diciembre de 2006.
, p. 167.
, 17 de abril de 1994. Citado en Scott,
, p.260-61.
, p.261.
».
]
En la actualidad, a menudo observamos acontecimientos profundos que
implican a informantes. Mientras escribo estas líneas, los titulares
hablan de una ola de violencia en el mundo musulmán. Esa violencia se
desató a raíz de un largometraje islamofóbico especialmente abyecto
cuyos autores admiten que se trató de una provocación deliberada (Sheila
Musaji, «
,
14 de septiembre de 2012). Posteriormente, no me sorprendió leer que
Nakoula Nakoula, uno de los responsables del largometraje, fue también
informante federal («
, 14 de septiembre de 2012). Como ya escribí en mi cuenta de
, pp.213-225.
, pp.355-56, pp.357-63 («Le rôle des agents doubles»); Cf. Scott,
, pp.247-53, pp.257-60.
(PocketBooks, New York, 1994), capítulo.29, n4; de Harrison E. Livingstone,
, 10-17 de julio de 2006, p.68; cf. Wright,
, pp.339-44 (al-Hazmi y al-Mihdhar).
]
Esa hipótesis corresponde a otras características de McVeigh, típicas
de lo que yo había definido anteriormente como el estereotipo del
culpable designado. Una de esas características es la increíble
facilidad con la que McVeigh fue rápidamente arrestado, mientras
conducía un vehículo sin placas de inmatriculación. En 20008, yo
comparaba a Oswald con los presuntos secuestradores aéreos del 11 de
septiembre en el trabajo: «
,
pp.347-49). David Hammer, quien se hallaba en el corredor de la muerte
con McVeigh, escribió que este último le dijo repetidamente que él era
un agente federal infiltrado que estaba participando en una operación
tendiente a la localización de activistas de extrema derecha. Ver, de
David Paul Hammer,
(AuthorHouse, Bloomington, IN, 2010).
(University of Kansas Press, Lawrence, Kansas, 2008) [sobre el 22 de noviembre]; Kevin Fenton,
(Trine Day, Walterville, OR, 2011) [sobre el 11 de septiembre].
] J.M. Berger, «
, 18 de abril de 2012.
»).
, 12 de octubre de 2008. No he podido determinar si fue a Tom Posey a quien David Koch nombró «
). Cf. «
».
] J.M. Berger, «
, 18 de abril de 2012.
, 10 de enero de 2012.
] Cf. Dana Rohrabacher,
», 26 de diciembre de 2006.
]
Sobre Strassmeir y su papel de agente de inteligencia, ver por ejemplo
el informe de investigación preparado por el representante de Oklahoma
Charles Key en Comisión de Investigación sobre el atentado de Oklahoma
City,
(Feral House, Venice City, CA, 1998), pp.121-47.
] Athan G. Theoharis,
(Oryx Press, Phœnix, AZ, 1999), p.94.
, 28 de octubre de 1993.
, 11 de septiembre de 2012. En francés: «
». En
español: «EXCLUSIVO: Alto magistrado italiano denunciará a Estados
Unidos ante el Tribunal Penal Internacional de La Haya: “
, 15 de octubre de 2011.
,
pp.213-225. Antes y después de 1993, al igual que antes y después de
2001, el fiscal estadounidense Patrick Fitzgerald desempeñó un papel
crucial en el ocultamiento de la verdad. Scott,
(Regan/HarperCollins, New York, 2006), pp.219-23, pp.274-79, pp.298-301, pp.317-18, pp.358-64, etc.
, pp.48-49.
, PBS, 1987.
, 21 de febrero de 2011.
, pp.125-64 [Posey].
]
Las acciones ilegales de Oliver North acabaron movilizando a célebres
traficantes de droga para respaldar a los Contras. Entre sus asociados
más dudosos se hallaba la CMA, el grupo paramilitar nacionalista de Tom
Posey. Esa organización se convirtió posteriormente en uno de los
principales blancos de la operación PATCON (Berger, «
»).
, 22 de junio de 2008.
]
Tengo una experiencia personal al respecto: Durante una discusión sobre
el Irángate en un círculo de reflexión basado en Washington, los dos
productores del programa de Moyers me filmaron por largo tiempo. Una
semana antes de la transmisión del programa por el canal PBS, me
garantizaron que yo iba a aparecer en él. Pero al final lo único que se
vio de mi participación en aquella discusión fue mi antebrazo. Fue lo
que se vio en una extraña foto del grupo de participantes en aquel
círculo de reflexión, que estaban sentados alrededor de una mesa de
conferencias. En aquella época, mis investigaciones se concentraban en
las actividades de George Bush [padre] y de Oliver North, de este último
se sospechaba por entonces que había preparado planes que incluían la «
».
Las diferentes comisiones del Congreso, al igual que el programa
televisivo de Moyers, nunca investigaron esas actividades. Ver Scott, «
, 21 de febrero de 2011.
, p.28 (3).