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Alejandro Teitelbaum
No dicen que el problema es la concentración
en pocas manos (gran capital y capital financiero parasitario) de las
riquezas producidas por el trabajo humano
Con matices ligeramente diferentes pero con
rasgos ideológicos similares, Joseph Stiglitz, ex economista jefe del
Banco Mundial y Paul Krugman (formador de opinión que difunde sus ideas
desde el año 2000 en su columna bisemanal del «New York Times») ambos
consagrados con el premio «Nóbel» de Economía, son dos de los
principales mentores en materia económica de la «progresía» a escala
mundial. Tienen en común que critican algunos efectos y, a veces,
aspectos del sistema vigente pero se abstienen de criticar al sistema
mismo.
I. Joseph Stiglitz, muy solicitado en tribunas académicas y
políticas de todo el mundo, recibió en 2001, junto con Akerlof y Spence,
el llamado Premio Nobel de Economía (en realidad Premio en Ciencias
Económicas del Banco de Suecia creado en Memoria de Alfred Nóbel) por su
contribución a la teoría de la asimetría de la información, que
sostiene que las fallas del mercado capitalista no se deben a la
inexistencia en la práctica de una competencia «pura y perfecta» («la
mano invisible del mercado») sino que es el resultado de una información
asimétrica e imperfecta que, dice, podría “tener profundos efectos en
la forma en la que se comporta la economía”.
Escribe Stiglitz:
…”Durante doscientos años los economistas utilizaron modelos
económicos simples que asumían que la información es perfecta, por
ejemplo, que todos los participantes tienen el mismo transparente
conocimiento de los factores relevantes. Ellos sabían que la información
no era perfecta, pero tenían la esperanza de que un mundo con moderadas
imperfecciones en la información sería semejante a un mundo con
información perfecta. Nosotros mostramos que esa noción estaba mal
fundamentada: incluso las pequeñas imperfecciones en la información
podrían tener profundos efectos en la forma en la que se comporta la
economía (nuestro el subrayado). El Comité del Premio Nobel citó nuestro
trabajo acerca de la "asimetría de la información", un aspecto de las
imperfecciones causadas por el hecho de que distintas personas en un
mismo mercado saben distintas cosas. Por ejemplo: el vendedor de un auto
puede saber más sobre su auto que el comprador; quien compra un seguro
puede saber más sobre sus posibilidades de tener un accidente (tales
como la forma en la que maneja) que quien vende el seguro; un trabajador
quizá sepa más acerca de sus habilidades que un patrón potencial; la
persona que pide prestado tal vez sepa más sobre sus posibilidades de
pagar un préstamo que quien otorga el crédito. Pero las asimetrías de la
información son sólo una faceta acerca de las imperfecciones de la
información, y todas ellas -incluso cuando son pequeñas- pueden tener
fuertes consecuencias.” (
http://www.project-syndicate.org/commentary/asymmetries-of-information-and-economic-policy/spanish
En la misma línea de pensamiento, Stiglitz también formuló con
Shapiro la teoría del salario de eficiencia y explica la existencia del
desempleo por las deficiencias en la estructura informativa del empleo.
(http://links.jstor.org/sici?sici=0002-828).
Entre otras cosas, Stiglitz sostiene que la productividad está
principalmente determinada por el nivel del salario del trabajador (el
empleador tiende a pagar un salario más elevado a fin de incentivar al
trabajador a ser más productivo: salario de eficiencia). Si bien es
cierto que un salario más elevado motiva al trabajador no hay que ser
muy experto para saber que no es el salario el que determina la
productividad sino a la inversa: la productividad (bienes o servicios
producidos por hora trabajada) es uno de los determinantes del nivel del
salario: por eso un trabajador calificado que produce más valor por
hora trabajada que un trabajador manual sin calificación gana más que
este último.
Cabe agregar que la productividad ha aumentado enormemente en los
últimos decenios, como consecuencia del progreso técnico y del aumento
de la intensidad en el trabajo y de la jornada laboral y sin embargo los
salarios reales no han seguido – ni aproximadamente- el mismo ritmo de
crecimiento. Esto vale también para los cuadros profesionales, cuyos
salarios se mantienen congelados y sus condiciones de trabajo no cesan
de deteriorarse.
No hace falta haber recibido el premio “Nóbel” del Banco de Suecia
para darse cuenta que no es la asimetría de la información o la
información imperfecta la causa de los males del sistema capitalista
(entre ellos el desempleo). Las víctimas del sistema saben –o deberían
saber- que las verdaderas causas son la concentración en pocas manos
(gran capital y capital financiero parasitario) de las riquezas
producidas por el trabajo humano.
Con el aumento de la productividad el desempleo tiende a aumentar y
no a disminuir por la sencilla razón que menos trabajadores activos
pueden producir más bienes y servicios.
Es la política que prefiere el gran capital para aumentar su tasa de
beneficio y mantener una alta tasa de desocupación que presiona a la
baja el salario real de los trabajadores activos. Una prueba de la
ineficacia de las teorías y de los métodos de Stiglitz para analizar la
economía real es un informe que elaboró en 2002, encomendado por los
grupos financieros Fannie Mae y Freddie Mac, donde afirmó que la
actividad de dichos grupos, que garantizaban los préstamos hipotecarios
concedidos por los Bancos a clientes poco solventes, no implicaban
prácticamente ningún riesgo para el sistema bancario. Según Stiglitz el
riesgo era del orden de entre uno y medio millón y uno y tres millones
(sic). Concluia el Informe: This analysis shows that, based on
historical data, the probability of a shock as severe as embodied in the
riskbased capital standard is substantially less than one in 500,000 –
and may be smaller than one in three millions. Given the low probability
of the stress test shock occurring, and assuming that Fannie Mae and
Freddie Mac hold sufficient capital to withstand that shock, the
exposure of the government to the risk that the GSEs will become
insolvent appears quite low.» (Implications of the New Fannie Mae and
Freddie Mac Risk-based Capital Standard. Joseph E. Stiglitz, Jonathan M.
Orszag and Peter R. Orszag).
Contra las «previsiones» de Stiglitz, basadas en modelos matemáticos,
las políticas de Fannie Mae y Freddie Mac contribuyeron en buena medida
a desencadenar la crisis financiera que dura hasta hoy.
II. Paul Krugman, otra figura mediática muy apreciada y citada
por la “progresía”, fue miembro del Consejo de Asesores Económicos
(Council of Economic Advisers) de la administración de Reagan de 1982 a
1983. En 1999 fue consultor en el Consejo Asesor de Enron, el gigante
transnacional de la energía que quebró en 2001 reconociendo una deuda de
40 mil millones de dólares y dejando en la calle a su personal (12000
personas), al que, por añadidura, despojó del capital previsional de su
jubilación, invertido en acciones de la propia empresa.
Desde el año 2000 Krugman tiene una columna bisemanal en el New York
Times y recibió el premio «Nóbel» de economía en 2008. En 2012 publicó
un libro titulado «Acabad ya con esta crisis». Subrayamos esta. Es decir
no se trata de acabar con las crisis en general, con su cortejo de
concentración de las riquezas y expansión de la miseria, sino de acabar
con esta crisis.
El enfoque de Krugman aparece claro en la Introducción (Y ahora ¿qué
hacemos ?) de su libro. Allí dice que muchos se preguntan «¿Cómo ha
pasado esto ?» Y que él, en cambio se pregunta: «Y ahora ¿qué hacemos
?». Y continúa: «Cada vez que leo artículos, académicos o de opinión,
que analizan lo que deberíamos hacer para prevenir futuras crisis
financieras …me despiertan cierta impaciencia». Más claro imposible:
salir del pozo actual como fuere, pero sin cuestionar el sistema.
Comentando este libro de Krugman, Michael Hudson escribe: “Por
desgracia, la incapacidad de Krugman para contemplar el problema
económico de hoy como una cuestión de deflación de la deuda refleja su
fracaso (que sufre la mayoría de los economistas, a buen seguro) a la
hora de reconocer la necesidad de reducciones de la deuda, de
reestructurar el sistema bancario y financiero, y de volver a transferir
los impuestos del trabajo a las ganancias de la propiedad, de la renta
económica y de los precios de activos (de “capital”). El efecto de este
estrecho conjunto de recomendaciones consiste en defender el statu quo
y, pese a su reputación como liberal, eso convierte a Krugman en
conservador… Haciendo uso de la prestidigitación neoclásica de dar gato
por liebre, restringe el significado de “reforma estructural” en el
sentido de los economistas de la Escuela de Chicago que culpan al
desempleo actual por ser “estructural,” en el sentido de que los
trabajadores ocupan empleos que no corresponden a su formación. Con ello
se desvía la atención de los apremiantes problemas que son genuinamente
estructurales».
Esta “explicación” de Krugman sobre las causas del desempleo se
relaciona con la teoría del “salario de eficiencia” de Stiglitz,
mencionada más arriba, que explica la existencia del desempleo por las
deficiencias en la estructura informativa del empleo.
En el curso de su libro, Krugman, con un estilo de serie B estadounidense, acumula sofismas y datos falsos.
Por ejemplo en el párrafo “Comprender las tasas de interés”, en la
página 147 de la edición argentina escribe: “Recordemos que, como vimos
en el Capitulo 2, la trampa de liquidez se produce cuando, incluso con
tipos de interés cero, los residentes del mundo, en su conjunto (el
subrayado es nuestro), no están dispuestos a comprar tantos bienes como
están intentando producir. O, lo que es equivalente: la cantidad que la
gente desea ahorrar – es decir los ingresos que no desean gastar en
consumo corriente - es superior a la cantidad que las empresas están
dispuestas a invertir”.
En este párrafo Krugman mete en la misma bolsa al ahorro familiar
(que en las clases modestas tiende a ser inexistente) y al capital
financiero improductivo y parasitario (que alcanza cifras siderales) con
el denominador común de “residentes del mundo” para intentar ocultar la
raíz de las crisis: la transferencia de la mayor parte de las riquezas
producidas por el trabajo humano al gran capital, al financiero en
particular, que se ha acentuado enormemente en los últimos treinta años.
(A Krugman le “impacienta” que se hable de las crisis en general).
Su presunta preocupación por la situación de las clases populares
queda al descubierto cuando en el párrafo “El problema esencial en
Europa” (páginas 192 y siguientes) escribe que para hacer más
competitiva la economía (por ejemplo de España, véase pág. 182 de su
libro) hay que reducir los salarios manteniéndose en la zona euro o
salir del euro y devaluar la moneda nacional. Según Krugman, en este
último caso los salarios reales no caerían. Sólo se devaluarían con
relación al euro. Todo el mundo sabe, menos Krugman, que una devaluación
de la moneda nacional afecta negativamente el nivel del salario real,
pues no existen economías nacionales cerradas.
Comenta Hudson: “El punto ciego de Krugman con respecto a la deuda
general hace descarrilar también la teoría del comercio. Si Grecia
abandona el euro y devalúa su moneda (el dracma), por ejemplo, las
deudas cifradas en euros o en otra divisa fuerte aumentarán de modo
proporcional. De manera que Grecia no puede marcharse sin repudiar sus
deudas en la en la litigiosa economía global de hoy. Sin embargo,
Krugman cree en el viejo sinsentido neoclásico según el cual todo lo que
se necesita es la “devaluación” para rebajar el coste laboral interno.
Es como si se mostrase indiferente al sufrimiento que impone esa
austeridad, como la que sufrieron los países latinoamericanos a manos de
los planes de austeridad desde 1970 en adelante. Los costes se pueden
“poner bajo control ajustando los tipos de cambio”. El problema es
sencillamente, por lo tanto, una cuestión de tipos de cambio (que se
traduce al poco en costes laborales). La depreciación de la moneda
reducirá (según la teoría del comercio de Krugman) los costes laborales y
otros costes internos hasta un punto en que los gobiernos puedan
exportar lo bastante no sólo para cubrir sus importaciones sino pagar
sus deudas en divisas extranjeras (que se dispararán en términos de
moneda local)».
Krugman insiste con la necesidad de aumentar el gasto gubernamental y
en su libro (ver pág. 250) no parece desdeñar como “solución” el
llamado “keynesianismo armado” es decir una carrera armamentista o la
guerra. Que practican periódicamente las grandes potencias.
Un análisis crítico de las ideas de Stiglitz y Krugman puede verse en Paulo Nakatani y Rémy Herrera, Crise financiere ou… de surproduction? http://www.ucm.es/info/ec/jec12/archivos/A1FUNDAMENTOS%20ECONOMIA%20CRITICA/ORAL/NAKATANI-HERRERA/NAKATANI-HERRERA.pdf - http://www.lahaine.org/index.php?p=36958
Sobre Stiglitz también puede leerse de Jean-Marie Harribey: Commission Stiglitz: l'économie, la montagne et la souris. http://alternatives-economiques.fr/blogs/harribey/2009/09/16/commission-stiglitz-l%E2%80%99economie-la-montagne-et-la-souris/
Sobre Krugman puede leerse: de Michael Hudson, Las anteojeras económicas de Paul Krugman, Theleme, 13/06/2012 y http://www.lahaine.org/index.php?p=62230 13/06/12. El mismo texto en inglés: www.nakedcapitalism.com
14/05/12; de Vincenç Navarro Por qué Paul Krugman está equivocado en
sus recetas para España. en SistemaDigital, 15 de abril de 2010. Y en el
blog de economía del profesor Rafael Hernández Núñez, La incapacidad
intelectual de un Nóbel de economía.
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