
Ahora
se invita a los espectadores a retorcerse las manos ante la "tragedia"
de los psicópatas estadounidenses que tienen que matar a personas en
lugares distantes
El reciente 70 aniversario de la liberación de Auschwitz fue un
recordatorio del gran crimen del fascismo cuya iconografía nazi quedó
incrustada en nuestra conciencia. El fascismo se conserva como historia,
como el estremecimiento ante los camisas negras marcando el paso de la
oca, su terrible e indiscutible criminalidad. Sin embargo, en las mismas
sociedades liberales, cuyas élites guerreristas nos instan a no olvidar
nunca, se encubre el creciente peligro de una nueva especie de
fascismo; ése es su fascismo.
Los Jueces del Tribunal de Nuremberg decían en 1946: “La iniciación o
comienzo de una guerra de agresión… no es solo un crimen internacional,
es el mayor crimen internacional y sólo difiere de otros crímenes de
guerra en que contiene dentro de sí el mal acumulado de todos ellos."
Si los nazis no hubieran invadido Europa, ni Auschwitz ni el Holocausto
habrían sucedido. Si los EEUU y sus satélites no hubieran iniciado su
guerra de agresión en Iraq en 2003, casi un millón de personas estarían
vivas hoy en día; y ni el Estado islámico, ni ISIS, nos tendrían hoy
esclavizados con su salvajismo. Ellos son los descendientes del fascismo
moderno, destetados con las bombas, los baños de sangre y las mentiras
que constituyen ese teatro surrealista conocido como noticias.
Al igual que en el fascismo de los años 30 y 40, grandes mentiras se
prodigan con la precisión de cronómetro, gracias a unos omnipresentes
medios repetitivos y, por omisión, a su resuelta censura. Véase la
catástrofe en Libia.
En 2011, la OTAN efectuó 9700 "ataques aéreos" contra Libia, de los
cuales más de un tercio fueron dirigidos a objetivos civiles. Se
utilizaron ojivas de uranio; las ciudades de Misrata y Sirte fueron
bombardeadas y quedaron arrasadas como alfombras. La Cruz Roja
identificó fosas comunes y la Unicef informó de que "la mayoría [de los
niños asesinados] eran menores de diez años".
La sodomización pública con una bayoneta "rebelde" de la que fue objeto
el presidente libio Muammar Gaddafi, fue acogida por la entonces
secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, con gritos de
alegría y la expresión: "Vinimos, vimos, murió." Su asesinato, así como
la destrucción de su país, se justificó con la acostumbrada gran mentira
de que estaba planeando un "genocidio" contra su propio pueblo.
"Sabíamos – dijo Obama – que si esperábamos un día más, Benghazi, una
ciudad del tamaño de Charlotte, podría sufrir una masacre que hubiera
resonado en toda la región y manchado la conciencia del mundo."
Fue una patraña de las milicias islamistas ante su derrota por parte de
las fuerzas gubernamentales libias. Le dijeron a Reuters que aquello iba
a ser "un verdadero baño de sangre, una masacre como la que vimos en
Ruanda". Difundida el 14 de marzo de 2011, la mentira propició la
primera chispa para el infierno de la intervención de la OTAN, descrito
por David Cameron como una "intervención humanitaria".
Armados y entrenados en secreto por el servicio de operaciones
especiales aerotransportado británico, el SAS, muchos "de los rebeldes"
se harían del ISIS, cuyo última entrega de vídeo muestra la decapitación
de 21 trabajadores cristianos coptos secuestrados en Sirte, la ciudad
destruida a petición suya por los bombarderos de la OTAN.
Para Obama, David Cameron y el entonces presidente francés, Nicolas
Sarkozy, el verdadero crimen de Gaddafi era la independencia económica
de Libia y su intención declarada de parar la venta de las mayores
reservas del petróleo del África en dólares estadounidenses. El
petrodólar es un pilar de poder americano imperial. Gaddafi se atrevió a
planificar la creación de una moneda común africana basada en el oro,
establecer un banco universal para África y promover la unión económica
entre los países pobres con recursos naturales. Fuera o no cierto, la
sola idea resultaba intolerable para EEUU precisamente cuando se
disponía "a entrar" en África y sobornar a gobiernos africanos "con
alianzas" militares.
Tras el ataque de la OTAN al amparo de una resolución del Consejo de
Seguridad, Obama, según Garikai Chengu, "confiscó más de 30 mil millones
de dólares del Banco Central de Libia, que Gaddafi había destinado para
la creación de un Banco Central Africano, y todo el oro destinado a
respaldar el dinar africano".
La "guerra humanitaria" contra Libia se basó en un modelo muy aceptable
para los sentimientos liberales occidentales, especialmente de los
medios de comunicación. En 1999, Bill Clinton y Tony Blair enviaron a la
OTAN para bombardear Serbia, porque, según su mentira, los serbios
estaban cometiendo "genocidio" contra la población albanesa en la
provincia secesionista de Kosovo. David Scheffer, embajador en misión
especial para crímenes de guerra [sic], afirmó que unos "225.000 hombres
de etnia albanesa de edades comprendidas entre 14 y 59 años, podrían
haber sido asesinados”. Tanto Clinton como Blair evocaron el Holocausto y
"el espíritu de la Segunda Guerra Mundial". Los heroicos aliados de
Occidente eran el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK), cuyos
anteriores crímenes fueron dejados de lado. El ministro de Exteriores
británico, Robin Cook, les dijo que podían llamarle a cualquier hora a
su teléfono móvil.
Con el bombardeo de la OTAN sobre Serbia, gran parte de la
infraestructura serbia quedó en ruinas, junto con escuelas, hospitales,
monasterios y la estación de televisión nacional. Equipos forenses
internacionales descendieron sobre Kosovo para exhumar la evidencia del
"holocausto". El FBI no encontró ni una sola fosa común y se fue a casa.
El equipo forense español hizo lo mismo, su jefe airado denunció "una
añagaza semántica de la maquinaria de la propaganda de guerra". Un año
más tarde, un tribunal de las Naciones Unidas sobre Yugoslavia publicó
el recuento final de los muertos en Kosovo: 2788, entre combatientes de
ambos bandos, serbios y gitanos asesinados por el ELK. No hubo
genocidio. El "holocausto" era una mentira. La información sobre el
ataque de la OTAN había sido un fraude.
Detrás de esta mentira había una seria decisión. Yugoslavia era una
federación excepcionalmente independiente, multi-étnica, que se habían
destacado como un puente político y económico durante la Guerra Fría. La
mayor parte de sus servicios y empresas eran de propiedad pública. Esto
era inaceptable para una Comunidad Europea en expansión, sobre todo
para la recién unida Alemania, que planeaba su incursión hacia el este
para captar su "mercado natural" en las provincias yugoslavas de Croacia
y Eslovenia. Entre tanto, los europeos se reunieron en Maastricht en
1991 para planificar su desastrosa zona euro; llegaron a un acuerdo
secreto: Alemania reconocería Croacia. Yugoslavia estaba condenada.
En Washington, EE.UU. vio que a la economía yugoslava en aprietos se le
negaban préstamos del Banco Mundial. La OTAN, por entonces una reliquia
de la casi extinta Guerra Fría, fue reinventada como ejecutor imperial.
En la conferencia de 1999 de Rambouillet sobre Kosovo, celebrada en
Francia, los serbios fueron sometidos a tácticas arteras. El acuerdo de
Rambouillet incluía un Anexo B secreto que la delegación de EEUU insertó
el último día. Implicaba la ocupación militar de la totalidad de
Yugoslavia - un país con amargos recuerdos de la ocupación nazi - y la
puesta en práctica de una "economía de libre mercado" más la
privatización de todos los activos del gobierno. Ningún estado soberano
podría firmar esto. El castigo fue inmediato; bombas de la OTAN cayeron
sobre un país indefenso. Fue el preludio de las catástrofes de
Afganistán e Irak, de Siria y Libia, de Ucrania.
Desde 1945, más de un tercio de los miembros de las Naciones Unidas - 69
países - han sufrido de una u otra manera a manos del moderno fascismo
de América. Han sido invadidas, sus gobiernos derrocados, sus
movimientos populares reprimidos, sus elecciones subvertidas, sus
pueblos bombardeados y sus economías despojadas de toda protección y sus
poblaciones sometidas a un asedio paralizante con las conocidas
"sanciones". El historiador británico Mark Curtis estima que el número
de muertos se cifra en millones. En todos los casos, fue previamente
desplegada una gran mentira.
"Esta noche, por primera vez desde el 11-S, nuestra misión de combate en
Afganistán ha terminado." Estas eran las palabras con que Obama abría
la conferencia de 2015 sobre el Estado de la Unión. Sin embargo, unos
10.000 soldados y 20.000 contratistas militares (mercenarios) siguen en
Afganistán en una misión indefinida. "La guerra más larga en la historia
de EEUU está llegando a una conclusión responsable", dijo Obama. De
hecho, murieron más civiles en Afganistán en 2014 que en cualquier otro
año desde que la ONU tiene registros. La mayoría de ellos - civiles y
militares -, asesinados en la época de Obama como presidente.
La tragedia de Afganistán rivaliza con la criminal epopeya cometida en
Indochina. En su muy citado libro 'El Gran Tablero de Ajedrez: Primacía
Americana y sus imperativos geoestratégicos ', Zbigniew Brzezinski, el
padrino de la política de EEUU desde Afganistán hasta la actualidad,
escribe que si EEUU ha de controlar Eurasia y dominar el mundo, no puede
sostener una democracia popular, ya que "la búsqueda del poder no es un
objetivo que despierte la pasión popular... La democracia es enemiga de
la movilización imperial." Y está en lo cierto. Como WikiLeaks y Edward
Snowden han desvelado, la vigilancia y el estado policial están
usurpando la democracia. En 1976, Brzezinski, entonces Consejero de
Seguridad Nacional del presidente Carter, demostró su criterio al
asestar un golpe mortal a la primera y única democracia de Afganistán.
¿Quién conoce esta historia decisiva?
En la década de los 60, una revolución popular arrasó a Afganistán, el
país más pobre en la tierra, derrocando en 1978 los vestigios del viejo
régimen aristocrático. El Partido Democrático Popular de Afganistán
(PDPA) formó un gobierno y presentó un programa de reformas que incluía
la abolición del feudalismo, la libertad de todas las religiones, la
igualdad de derechos para las mujeres y la justicia social para las
minorías étnicas. Más de 13.000 presos políticos fueron liberados y los
archivos de la policía quemados públicamente.
El nuevo gobierno introdujo la atención médica gratuita para los más
pobres; se abolió el peonaje, se puso en marcha un programa de
alfabetización masiva. Para las mujeres, las ganancias fueron
increíbles. A fines de 1980, la mitad de los estudiantes universitarios
eran mujeres, y las mujeres representaban casi la mitad de los médicos
de Afganistán, una tercera parte de los funcionarios públicos y la
mayoría de los docentes. "Todas las niñas", recordó Saira Noorani, una
mujer cirujano, "podían ir a la escuela secundaria y a la universidad.
Podíamos ir a donde queríamos y vestirnos a nuestro gusto. Íbamos a los
cafés y al cine a ver la última película de la India los viernes y
escuchar la música más actual. Todo empezó a ir mal cuando los
muyahidines empezaron a ganar. Se pusieron a matar maestros y a quemar
escuelas. Estábamos aterrorizados. Fue curioso y triste ver que estas
eran las personas que Occidente apoyaba. "
El gobierno del PDPA estaba respaldado por la Unión Soviética, a pesar
de que, como más tarde admitió el ex secretario de Estado Cyrus Vance,
"no había evidencia de complicidad alguna soviética [en la revolución]".
Alarmados por la creciente confianza de los movimientos de liberación
en todo el mundo, Brzezinski decidió que si Afganistán tenía éxito en el
marco del PDPA, su independencia y progreso representaban "la amenaza
de un ejemplo prometedor".
El 3 de julio de 1979, la Casa Blanca en secreto autorizó 500 millones
de dólares en armas y logística para apoyar a los grupos tribales
"fundamentalistas" conocidos como los muyahidines. El objetivo era el
derrocamiento del primer gobierno laico y reformista de Afganistán. En
agosto de 1979, la embajada de EEUU en Kabul informó que "los intereses
más importantes de EEUU... pasaban por la desaparición del gobierno
PDPA, a pesar de lo que ello podía significar de revés para futuras
reformas sociales y económicas en Afganistán".
Los muyahidines fueron el origen de al-Qaeda y del Estado islámico.
Incluido el líder muyahidín Gulbuddin Hekmatyar, que recibió decenas de
millones de dólares en efectivo de la CIA. La especialidad de Hekmatyar
fue el tráfico de opio y arrojar ácido a la cara de las mujeres que se
negaban a llevar el velo. Invitado a Londres, fue celebrado por la
primera ministra Thatcher como un "luchador por la libertad".
Estos fanáticos podrían haber permanecido en su mundo tribal si
Brzezinski no hubiera lanzado un movimiento internacional para promover
el fundamentalismo islámico en Asia Central y así socavar la liberación
política laica y "desestabilizar" a la Unión Soviética, con la creación,
como escribió en su autobiografía, de "unos cuantos focos de agitación
entre los musulmanes”. Su gran plan coincidió con las ambiciones del
dictador paquistaní, el general Zia ul-Haq, de dominar la región. En
1986, la CIA y la agencia de inteligencia de Pakistán, el ISI,
comenzaron a reclutar a gente de todo el mundo para unirse a la yihad
afgana. El multimillonario saudí Osama bin Laden era uno de ellos. Los
agentes que eventualmente habían de unirse a los talibanes y al-Qaeda,
fueron reclutados en una universidad islámica en Brooklyn, Nueva York, y
se les dio entrenamiento paramilitar en un campamento de la CIA en
Virginia. Fue la llamada "Operación Ciclón". Su triunfo tuvo lugar en
1996, cuando el último presidente PDPA de Afganistán, Mohammed
Najibullah - que había ido antes a la Asamblea General de la ONU para
pedir ayuda - fue colgado de una farola por los talibanes.
El "culatazo" de la Operación Ciclón y de algunos de sus “alborotados
musulmanes", fue el 11 de septiembre de 2001. La Operación Ciclón se
convirtió en la "guerra contra el terror", en la que innumerables
hombres, mujeres y niños perderían sus vidas en el mundo musulmán, desde
Afganistán a Irak, Yemen, Somalia y Siria. El mensaje del ejecutor [
The Enforcer] era y sigue siendo: "O estás con nosotros o contra nosotros".
El hilo común del fascismo, del pasado y del presente, es el asesinato
en masa. La invasión estadounidense de Vietnam tuvo sus "zonas de fuego
libre", "recuento de víctimas" y "daños colaterales". En la provincia de
Quang Ngai, desde donde informé, muchos miles de civiles ("gooks
[asiáticos]") fueron asesinados por los EE.UU.; sin embargo, sólo se
recuerda la masacre de My Lai. En Laos y Camboya, el mayor bombardeo
aéreo en la historia produjo una ola de terror señalado aún hoy por el
espectáculo de un rosario de cráteres de bombas que, vistos desde el
aire, parecen monstruosos collares. El bombardeo aportó a Camboya su
propio ISIS, liderado por Pol Pot.
Hoy en día, la mayor campaña del mundo contra el terror exige la
inmolación de familias enteras, de invitados a una boda o asistentes a
un funeral. Son las víctimas de Obama. Según el New York Times, Obama
hace su selección a partir de una "lista asesina" que la CIA le presenta
todos los martes en la Sala de Situación [Sala de emergencias] de la
Casa Blanca. Decide entonces, sin una mínima justificación legal, quién
vivirá y quién morirá. Su arma de ejecución es el misil Hellfire lanzado
desde un avión no tripulado conocido como dron; este misil abrasa a sus
víctimas y adorna la zona con sus restos. Cada "éxito" está registrado
en una pantalla de una consola lejana como un "BugSplat" [mata moscas].
"En lugar de soldados marchando al paso de la oca, hoy tenemos la
aparentemente más inofensiva militarización total de la cultura” -
escribió el historiador Norman Pollock. “Y – prosigue - en lugar del
líder grandilocuente tenemos a un reformista fallido que trabaja
alegremente en la planificación y ejecución de asesinatos sin dejar de
sonreír un instante".
El hilo que une el viejo fascismo con el nuevo, es el culto a la
superioridad. "Siento el excepcionalismo americano en cada fibra de mi
ser", dijo Obama, evocando las declaraciones de fetichismo nacional de
la década de los 30. Como el historiador Alfred W. McCoy ha señalado,
fue el devoto de Hitler, Carl Schmitt, quien dijo: "El soberano es el
que decide la excepción." Esto resume el americanismo, la ideología
dominante en el mundo. El que no se haya reconocido como una ideología
depredadora es un logro, igualmente reconocido, de un lavado de cerebro.
Insidiosa, no declarada, presentada ingeniosamente como la ilustración
vigente, su vanidad inspira la cultura occidental. Crecí en un régimen
cinematográfico de la gloria americana, casi toda ella era una
distorsión. No tenía ni idea de qué era el Ejército Rojo que había
destruido la mayor parte de la maquinaria de guerra nazi con un coste de
hasta 13 millones de soldados. Mientras que las pérdidas
estadounidenses, incluyendo las del Pacífico, fueron 400.000. Hollywood
invirtió las cifras.
La diferencia ahora es que se invita a los espectadores a retorcerse las
manos ante la "tragedia" de los psicópatas estadounidenses que tienen
que matar a personas en lugares distantes - al igual que el propio
Presidente los mata. La forma de ejecución de la violencia de Hollywood,
se puede concretar en el actor y director Clint Eastwood, que fue
nominado este año a un Oscar por su película, 'American Sniper', sobre
un asesino con licencia y chiflado. El New York Times lo describió como
un "cuadro patriótico, pro-familia, que rompió todos los récords de
asistencia en su presentación".
No hay películas heroicas que traten el abrazo al fascismo por parte de
EEUU. Durante la Segunda Guerra Mundial, EEUU (y Gran Bretaña) fueron a
la guerra contra los griegos que habían luchado heroicamente contra el
nazismo y se resistían al avance del fascismo griego. En 1967, la CIA
ayudó a subir al poder a una junta militar fascista en Atenas - como lo
hizo en Brasil y en la mayor parte de América Latina. A alemanes y a
europeos del este que habían actuado en connivencia con la agresión nazi
y los crímenes contra la humanidad, se les dio refugio en EE.UU. Muchos
fueron mimados y sus talentos recompensados. Wernher von Braun, por
ejemplo, fue el "padre", tanto de la terrorífica bomba V-2 nazi, como
del programa espacial de EEUU.
En la década de 1990, cuando las ex repúblicas soviéticas, Europa del
Este y los Balcanes se convirtieron en puestos avanzados militares de la
OTAN, a los herederos de un movimiento nazi en Ucrania se les dio su
oportunidad. Responsables de la muerte de miles de judíos, polacos y
rusos durante la invasión nazi de la Unión Soviética, el fascismo
ucraniano fue rehabilitado y su "nueva ola" saludada por el “ejecutor”
[enforcer] como "nacionalista".
Esto tuvo su apogeo en 2014, cuando el gobierno de Obama gastó 5000
millones de dólares en un golpe de Estado contra el gobierno electo. Las
tropas de choque eran neonazis conocidos como el Sector derecho y
Svoboda. Entre sus líderes, estaba Oleh Tyahnybok, quien reclamó una
purga de la "mafia de judíos de Moscú" y "otra escoria" como son los
gays, las feministas y los de la izquierda política.
Estos fascistas ahora forman parte del gobierno golpista Kiev. El primer
vicepresidente del Parlamento de Ucrania, Andriy Parubiy, líder del
partido de gobierno, es co-fundador de Svoboda. El 14 de febrero,
Parubiy anunció que estaba volando a Washington par conseguir "que EE.UU
nos dé armas modernas de alta precisión". Si lo consigue, será visto
como un acto de guerra por parte de Rusia.
Ningún líder occidental ha dicho nada sobre el resurgimiento del
fascismo en el corazón de Europa - con la excepción de Vladimir Putin,
cuyo pueblo perdió 22 millones de personas con la invasión nazi a través
de la frontera de Ucrania. En la reciente Conferencia de Seguridad de
Munich, la Subsecretaria de Estado de Asuntos Europeos y de Eurasia de
Obama, Victoria Nuland, despotricó contra los líderes europeos por
oponerse al armamento estadounidense del régimen de Kiev. Se refirió al
ministro de Defensa alemán, como "el ministro de derrotismo". Fue Nuland
la que planeó el golpe de Estado en Kiev. La esposa de Robert D. Kagan,
una figura líder "neocon" y co-fundadora del Proyecto de extrema
derecha para un Nuevo Siglo Americano, fue asesora de política exterior
de Dick Cheney.
El golpe de Nuland no consiguió su plan. A la OTAN se le impidió
apoderarse de la histórica, legítima, base rusa de aguas cálidas, la
Base Naval de Crimea. La población mayoritariamente rusa de Crimea -
anexionada ilegalmente a Ucrania por Nikita Kruschev en 1954 - votó
abrumadoramente por volver a Rusia, como lo habían hecho en la década de
1990. El referéndum fue voluntario, popular y bajo observación
internacional. No hubo invasión.
Al mismo tiempo, el régimen de Kiev se volvió contra la población de
etnia rusa en el este con la ferocidad de una limpieza étnica. Desplegó a
milicias neonazis a la manera de las Waffen-SS, que bombardearon y
sometieron a las ciudades y pueblos al asedio. Utilizaron como arma la
hambruna masiva, les cortaron la electricidad, les congelaron las
cuentas bancarias, paralizaron la seguridad social y las pensiones. Más
de un millón de refugiados huyeron a través de la frontera con Rusia. En
los medios de comunicación occidentales, toda esta gente se convirtió
en un pueblo que trataba de escapar a "la violencia" causada por la
"invasión rusa". El comandante de la OTAN, el general Breedlove - cuyo
nombre y acciones podrían haber sido inspiradas en el
Dr. Strangelove de
Stanley Kubrick - anunció que 40.000 soldados rusos se habían
"concentrando". En la era de la evidencia a través de los satélites, no
se mostró ninguna prueba.
Estas personas de habla rusa y bilingües de Ucrania - un tercio de la
población – llevan mucho tiempo luchando por una federación que refleje
la diversidad étnica del país y su autonomía e independencia de Moscú.
La mayoría no son "separatistas", sino ciudadanos que quieren vivir con
seguridad en su patria y se oponen a la toma golpista del poder en Kiev.
Su rebelión y autoproclamación de "estados" autónomos son una reacción a
los ataques de Kiev contra ellos. Poco de esto se ha explicado al
público occidental.
El 2 de mayo de 2014, en Odessa, 41 personas de etnia rusa fueron
quemadas vivas en la sede sindical con la policía delante. El líder del
Sector Derecho, Dmytro Yarosh, elogió la masacre como "el día más
brillante de nuestra historia nacional". En los medios de comunicación
estadounidenses y británicos, este caso fue notificado como una
"tragedia turbia", resultado de "enfrentamientos" entre "nacionalistas"
(neo-nazis) y "separatistas" (gente que estaba recogiendo firmas para un
referéndum por una Ucrania federal).
The New York Times enterró la historia, despachándola como mensajes de
propaganda rusos sobre las políticas fascistas y antisemitas de los
nuevos clientes de Washington. The Wall Street Journal condenó a las
víctimas - "Probable incendio mortal provocado por los rebeldes, dice el
Gobierno". Obama felicitó a la Junta por su "moderación".
Si Putin hubiera cedido a la provocación y venido en su ayuda, su papel
de "paria" pre-juzgado por Occidente habría justificado la mentira de
que Rusia estaba invadiendo Ucrania. El 29 de enero, el máximo
comandante militar de Ucrania, el general Viktor Muzhemko, sin darse
cuenta, desautorizó la base misma del argumento de EEUU y de la UE para
las sanciones contra Rusia, cuando dijo en una conferencia de prensa
enfáticamente: "El ejército ucraniano no está luchando contra unidades
regulares del Ejército ruso" . Había "ciudadanos" que eran miembros de
"grupos armados ilegales", pero no hubo invasión rusa. Esto no fue
noticia. Vadym Prystaiko, viceministro de Relaciones Exteriores de Kiev,
llamó a la "guerra a gran escala" contra Rusia con armas nucleares.
El 21 de febrero, el senador estadounidense James Inhofe, republicano de
Oklahoma, presentó un proyecto de ley que autorizara a enviar armas
americanas al régimen de Kiev. En su presentación en el Senado, Inhofe
utilizó unas fotografías con las que alegaba que tropas rusas pasaban a
Ucrania, fotos que repetidamente ha sido demostrado que eran falsas. Era
una reminiscencia de los falsos planos de Ronald Reagan de una
instalación soviética en Nicaragua, o las pruebas falsas de Colin Powell
ante la ONU de la existencia de armas de destrucción masiva en Irak.
La intensidad de la campaña de desprestigio en contra de Rusia y la
presentación de su presidente como una pantomima de villano es algo
diferente a todo lo que yo he conocido como reportero. Robert Parry, uno
de los periodistas de investigación más destacados de EEUU, que reveló
el escándalo Irán-Contra, escribió recientemente: "Ningún gobierno
europeo, salvo la Alemania de Adolf Hitler, ha llegado a enviar tropas
de asalto nazis para hacer la guerra contra su propia población
nacional, pero el régimen de Kiev lo hizo y lo sigue haciendo
deliberadamente. Sin embargo, a través de medios de comunicación,
espectro político de Occidente, ha habido un cuidadoso esfuerzo para
encubrir esta realidad hasta el punto de ignorar los hechos
perfectamente documentados... Si usted se pregunta cómo el mundo podría
encontrarse con una tercera guerra mundial – como fue el caso hace un
siglo de la 1ª guerra mundial– no tiene más que mirar la locura de
Ucrania manifiestamente indiferente a los hechos o a la razón”.
En 1946, dijo el fiscal del Tribunal de Nuremberg de los medios
alemanes: "El uso que los conspiradores nazis hicieron de la guerra
psicológica es bien conocido. Antes de cada gran agresión, con algunas
pocas excepciones basadas en la conveniencia, iniciaban una campaña de
prensa calculada para debilitar a sus víctimas y preparar al pueblo
alemán psicológicamente para el ataque ... En el sistema de propaganda
de Hitler la prensa diaria y la radio eran las armas más importantes ".
En The Guardian del 2 de febrero, Timothy Garton-Ash hace un
llamamiento, en efecto, a una guerra mundial. "Putin debe ser detenido",
decía su titular. "Muchas veces sólo las armas pueden parar las armas."
Reconoció que la amenaza de guerra podría "alimentar una paranoia rusa
de cerco"; pero que eso estaba bien. Comprobó el equipo militar
necesario para este trabajo y aseguró a sus lectores que "EEUU tiene el
mejor equipo".
En 2003, Garton-Ash, profesor en Oxford, insistía en la propaganda que
llevó a la masacre en Irak: “Saddam Hussein, como [Colin] Powell ha
documentado, tiene almacenadas grandes cantidades de terribles armas
químicas y biológicas, y muchas más que tiene escondidas. Intenta
incluso hacerse con bombas nucleares." Alabó a Blair como un auténtico
"intervencionista liberal cristiano gladstoniano". En 2006, escribió: "
Después de Irak, ahora nos enfrentamos a la próxima gran prueba de
Occidente: Irán."
Estos arrebatos - o como el mismo Garton-Ash prefiere decir, su "
torturada ambivalencia liberal" -, no son distintos de los de esa élite
liberal transatlántica que ha llegado a un acuerdo fáustico. El criminal
de guerra Blair es su líder perdido. The Guardian, donde se publicó el
artículo de Garton-Ash, publicó un anuncio a toda página del bombardero
americano Stealth Bomber. Con la imagen amenazadora del monstruo de la
factoría Lockheed Martin, iban estas palabras: "El F-35 GRANDE. Para
Gran Bretaña.". Este "kit" Americano costaría a los contribuyentes
británicos 1,3 mil millones de libras; sus predecesores, los modelo F,
ya habían masacrado a gente por todo el mundo. En sintonía con su
publicidad, un editorial de The Guardian exigía un aumento del gasto
militar.
Una vez más, hay un proyecto serio. Los gobernantes del mundo quieren a
Ucrania no sólo como una base de misiles; quieren también su economía.
El nuevo ministro de Finanzas de Kiev, Nataliwe Jaresko, es un ex alto
funcionario del Departamento de Estado de EEUU encargado de
"inversiones" de EEUU en el extranjero. Se le concedió a toda prisa la
ciudadanía ucraniana. Quieren a Ucrania también por su abundante gas. El
hijo del vicepresidente Joe Biden, está en la junta de la mayor
compañía de petróleo, gas y fracking de Ucrania. Los fabricantes de
semillas transgénicas, empresas como el infame Monsanto, también quieren
el rico suelo agrícola de Ucrania.
Pero por encima de todo, lo que quieren es al poderoso vecino de
Ucrania: Rusia. Quieren balcanizar o desmembrar Rusia y explotar la
mayor fuente de gas natural del planeta. Como se derrite el hielo del
Ártico, quieren el control del Océano Ártico y sus riquezas energéticas y
la larga frontera terrestre ártica de Rusia. Su hombre en Moscú antes
era Boris Yeltsin, un borracho que entregó la economía de su país a
Occidente. Su sucesor, Putin, ha restablecido a Rusia como nación
soberana: este es su crimen.
La responsabilidad de todos nosotros es clara. Consiste en identificar y
exponer las mentiras insensatas de los belicistas y no estar nunca en
connivencia con ellos. Hay que volver a despertar los grandes
movimientos populares que provoquen escisiones en los estados imperiales
modernos. Lo más importante, es evitar que conquisten nuestra mente,
nuestra humanidad, nuestro amor propio. Si permanecemos en silencio,
ellos van a ganar la batalla... Un holocausto se asoma.