
- Silvia Federici (Foto: Bárbara Boyero)
Aquí compartimos fragmentos de casi
dos horas de conversación intensa
con esta profesora y activista, junto
con Laura ‘Gaelx’ y Carolina León.
DIAGONAL: En Europa, y especialmente
en el sur, estamos experimentando
unos procesos de privatización
y cercamientos como los que,
describes en tu libro, tuvieron lugar
en los orígenes del capitalismo.
SILVIA FEDERICI: Sí, creo que sigue
teniendo lugar una caza de brujas.
En EE UU, durante los últimos
20 años, las políticas implementadas
por los Estados constituyen un ataque
económico muy directo sobre
las mujeres. Hay dos tendencias que
están afectando a la posición de las
mujeres y socavan su autonomía, en
contra de la idea de que ahora la mujer
goza de una mejor posición social.
Una es la falta de inversión en
reproducción social y los recortes sociales
desde los ‘70 hasta ahora.
Todos estos recortes en sanidad y
ámbitos reproductivos, como el cuidado
de los niños y ancianos, tienen
un fuerte impacto sobre las mujeres.
Esta situación demanda mucho más
trabajo no pagado que ahora las mujeres
tienen que hacer. Al mismo
tiempo, ha crecido toda una campaña
ideológica que pretende controlar
la vida de las mujeres, su sexualidad,
su cuerpo, un esfuerzo mayor por
controlar la capacidad reproductiva
de las mujeres. En varios Estados se
criminaliza a las mujeres si pueden
“probar” que estando embarazadas
han puesto en riesgo la vida del feto
que están gestando. Y desde luego la
cuestión del aborto es muy importante.
Algunos Estados han introducido
en la ley que si quieres abortar
tienes que realizar antes una prueba
de sónar transversal, que consiste en
insertar un instrumento en tu útero
para poder obtener una imagen más
nítida del feto con el propósito de hacerte
sentir mucho más culpable.
D.: De modo que los cuerpos de las
mujeres siguen siendo objetivo de
los cercamientos capitalistas.
S.F.: Siempre digo que los cuerpos
de las mujeres constituyen la primera
y la última frontera que el capitalismo
tiene que colonizar.
D.: ¿Por qué crees que la cuestión de
los comunes está hoy en el centro de
la discusión política?
S.F.: La cuestión de los comunes tenía
que estar en el centro de la discusión,
y ha sido llevada ahí porque a
lo largo del mundo se ha impulsado
la privatización de todos los espacios,
del patrimonio natural, etc. Hasta el
punto de que si no se paran estas tendencias
pronto no tendremos acceso,
salvo a través del dinero, a los mares,
a las playas, ¡incluso a las aceras!
No sólo se ha privatizado tierra y bosques,
sino también el conocimiento;
ésa es una de las cuestiones clave
ahora mismo.
Otro factor son las luchas,
sobre todo de la población indígena
de América Latina y África, como
respuesta directa al colapso y a
los ataques a los sistemas comunales.
La lucha de los zapatistas ha sido
muy importante para traer la discusión
sobre los comunes a los países
industrializados, en los que la cuestión
de la tierra no era tan importante.
Estos desarrollos, que de alguna
manera fueron activados por el proceso
de reestructuración de la economía
global, han forzado a la gente
a tomar conciencia de la importancia
de las relaciones comunales.
D.: ¿Pueden los comunes ser una alternativa
al sistema público-privado,
o sólo un apoyo a lo público?
S.F.: Hoy en día lo público está siendo
privatizado por el Estado. No lo
controlamos, no tenemos capacidad
de opinar en su gestión. Por eso lo
público no es lo común: lo común es
una gestión comunal de esta propiedad,
desde la base, cuando creas formas
de organización e instituciones
que establecen este tipo de control y
las reglas. Porque cuando tienes comunes,
hay que tener reglas, no sólo
en términos de derechos sino también
de reciprocidad, del cuidado
que hay que proporcionar al espacio,
la tierra o los conocimientos.
Estamos en el proceso de articular
las formas de relación y las instituciones
que necesitamos para tener
comunes que sean genuinos, que no
sean cooptados y usados para, de algún modo,
salvar el capitalismo.
D.: ¿Qué tiene el feminismo que decir
sobre la cuestión de los comunes?
S.F.: A escala global, las mujeres han
tenido una presencia muy importante
en la defensa y producción de los
comunes (porque no es sólo una
cuestión de defensa, también lo es
de producción, de producir nuevas
realidades), y dado que, por mejores
o peores razones, han estado muy
involucradas en los procesos de reproducción
y han tenido menos acceso
a los ingresos monetarios, han
tenido un interés especial en luchar
contra la destrucción de, por ejemplo,
el patrimonio natural.
Otro elemento
que me interesa mucho es cómo organizamos los hogares. Las
mujeres han revolucionado todas
sus relaciones: familiares, personales,
de reproducción, etc. Tenemos
que repensar ese espacio desde la
perspectiva de los comunes, reabrir
el debate. Es una cuestión que implica
también repensar el espacio,
las actividades, la relación entre el
hogar y el vecindario...
D.: ¿Cómo valoras el movimiento
Occupy?
S.F.: Ahora es un movimiento internacional,
por lo que es muy difícil
generalizar. Pero soy bastante optimista.
Me siento muy animada por
el hecho de que se reconozca que la
cuestión de la reproducción es central.
De que hay que ponerla en el
centro de nuestra organización, incluso
en la forma en que nos organizamos.
Porque hay formas de organizarse
que hacen que para mucha
gente sea imposible participar,
y esto ha sido uno de los problemas
de los movimientos en los que predominan
los hombres, y en los que
sólo si tenías entre 18 y 30 años, estabas
sano y sin personas a tu cargo,
podías participar. Esa política
ha sido, finalmente, insostenible,
porque supone la exclusión de mucha
gente. El movimiento Occupy
se ha dado cuenta de eso. Creo que
eso es un cambio cualitativo muy
importante, que la vida en común
está introduciendo nuevos elementos
en la organización política que
son esenciales.
Hay que empezar a
responder a nuestras necesidades,
y eso implica que cuando te juntas
para hacer política, te juntas en un
sentido mucho más amplio, no sólo
en un sentido abstracto de ser político
y “no traigas aquí tus problemas
personales”. En los últimos dos
o tres años hemos estado hablando
de que no queremos un movimiento
que suba como una olla a presión
y luego baje, sino un movimiento
que pueda ser sostenible y crecer. Y
que tenga muchos espacios, que
ofrezca a todo tipo de gente la posibilidad
de participar, que pueda responder
a las necesidades particulares
que tiene la gente y que no te
obligue a compartimentarte para
poder hacer política.
D.: ¿Crees que el hecho de que hayamos
puesto la reproducción social
en el centro se debe a que hay
una crisis económica?
S.F.: Sí, sí, ahora la gente tiene que
buscarse la vida más allá del salario.
Todo eso se vuelve muy importante
cuando tu salario o tu pensión se recortan
un 30%, y tienes un montón
de nuevos impuestos, con lo que el
dinero no llega ni a mitad de mes.
D.: ¿Cómo hacer sostenible la gestión
comunal en la actualidad?
S.F.: Uno de nuestros principales
problemas es cómo hacer real la
idea de los comunes, con tantas posibilidades
de ser cooptados. Una
forma de mantenerse para mí en la
dirección correcta es darse cuenta
de que comunes (commons) significa
antes que nada desarrollar un interés
común para la comunidad
(commoning). Esto nos lleva a descartar
cuestiones que dividan: por
ejemplo, no podemos tener comunes
que excluyan a los inmigrantes.
Una de las fuerzas más poderosas
del capitalismo es la habilidad para
crear diferentes regímenes de trabajo
y acceso, para confundir y dividir.
Muchas veces no somos conscientes
de lo que se hace, porque estamos
en una posición relativamente
segura. La producción, la distribución
y el consumo se separan de
modo que sólo podemos ver una
parte. Y éste es uno de los grandes
poderes del capitalismo. Esta preocupación
tiene que estar en el centro,
porque los comunes no tratan
sólo sobre un trozo de tierra, sino
que tratan de acabar con las divisiones
y las jerarquías que separan a
la gente. No queremos ninguna
prosperidad y ninguna revolución
que se realice con el coste del sufrimiento
de otra gente. Ése tiene que
ser el principio de los comunes.
OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA