Las FARC
Poe
Miguel Urbano Rodrigues
La
adhesión de jóvenes indígenas a la guerrilla es indesmentible.
Obviamente, sin base social las FARC no estarían fuertemente implantadas
en el Cauca
En las últimas semanas influyentes medios
norteamericanos manifestaron inquietud con la situación
político-económica y militar en Colombia, el aliado preferencial de los
EEUU en América Latina, presentado habitualmente como el modelo
democrático para el Hemisferio.
Para esa súbita preocupación contribuyeron noticias sobre
divergencias ahora inocultables entre el presidente Juan Manuel Santos y
su antecesor Álvaro Uribe, la denuncia pública del envolvimiento de los
generales Santoyo y César Pinzón con la red narco paramilitar, el
agravamiento de la crisis económica, los efectos de los Tratados de
Libre Comercio impuestos por los EEUU y la Unión Europea, el crecimiento
de descontento popular y, sobre todo, una serie de derrotas infligidas
por las FARC-EP a fuerzas del Ejército y de la Policía Nacional.
Julio fue un mes desastroso para la oligarquía colombiana y el
engranaje del mando de las fuerzas armadas más numerosas y bien
equipadas de América Latina (casi 400.000 hombres)
El discurso pronunciado el 22 de Julio por Juan Manuel Santos fue una
pieza oratoria que evidencio la descomposición del estado oligárquico.
El sucesor de Uribe ya no habla ahora del país paradisíaco que no había
sido afectado por la crisis mundial. Sus promesas populistas son cada
semana desmentidas por la desindustrialización, los elevados índices de
desempleo y de violencia urbana, el aumento de la represión.
Iniciativas de Santos, cómo la tímida reforma tributaria, la “ley de
victimas”, la prisión de algunos narcotraficantes y el esfuerzo para
normalizar las relaciones con Venezuela, desagradan a Álvaro Uribe y a
la mafia narco paramilitar. Pero, en lo fundamental, el actual
presidente se presenta como continuador de la llamada política de
“seguridad democrática” –el eufemismo que sirve para designar la brutal
militarización del país. El sistema mediático, controlado por el Poder
no consigue, con todo, ocultar que las cosas están ocurriendo muy mal
para la oligarquía. Hasta Facho Santos, un primo del presidente,
reconoció en un artículo (en
El País, de Cali, 17/07/2012) que en
el departamento del Cauca se asiste a una “resurrección de las FARC”.
Alarmado, teme ya la atomización de la nación.
En realidad, las FARC-EP estuvieron siempre activas en el Cauca. Pero
ahora el gobierno enfrenta allí una situación inédita. Las comunidades
indígenas de la región, numerosas, expulsaron unidades militares y
destacamentos de la policía de algunos pueblos y la adhesión de jóvenes
campesinos e indios a la organización revolucionaria es indesmentible.
Obviamente, sin base social las FARC no estarían fuertemente implantadas
en el Departamento.
La situación embarazosa oficial es comprensible. Los éxitos de las
FARC-EP en el combate al aparato militar-policial ridiculizan el
discurso triunfalista de Santos. Ahora el general Miguel Pérez,
ex-comandante jefe en el Cauca, ya declaró en una entrevista a un
periódico de Cali, que el plan estratégico para la Región es “a largo
plazo”. Es útil aclarar que ese plan, intitulado “Espada de la Fuerza de
Tarea Apolo”, fue financiado por los EEUU.
De las calumnias a la realidad
La gran Marcha Patriótica, promovida por organizaciones sociales y
sindicales y por el Movimiento Colombiano para la Paz, demostró el
repudio del pueblo colombiano contra un sistema de poder que, bajo una
fachada institucional democrática, actúa como neofascista.
Juan Manuel Santos se enorgullece del papel que desempeñó –con la
complicidad de la CIA, del Mossad y del Pentágono- en el montaje de la
operación genocida que fue el bombardeo al campamento en Ecuador del
Comandante Raúl Reyes. Crímenes como los asesinatos de los comandantes
Jorge Briceño y Alfonso Cano son presentados en Bogotá como acciones
“patrióticas”, así como el secuestro, en Quito, del comandante Simón
Trinidad (después extraditado a los EEUU) y en Caracas del comandante
Rodrigo Granda.
La ausencia de respeto por la soberanía de estados vecinos es
práctica rutinaria del gobierno de Bogotá. Secuestros y extradiciones
sumarias han contado en ocasiones con la colaboración de la policía y
del poder judicial de Venezuela. Particularmente chocante fue la prisión
en Caracas del periodista Joaquín Pérez Becerra, director de la Agencia
Anncol, y su inmediata entrega al gobierno colombiano que lo mantiene
hasta hoy encarcelado y amenazado de extradición para los EEUU.
Una campaña de calumnias contra el periodista Dick Emanuelsson,
actual subdirector de la misma agencia, precedió amenazas concretas a
ese prestigiado intelectual sueco, acusado de solidaridad con “el
terrorismo”.
La prisión ilegal en Venezuela, a pedido de Juan Manuel Santos, del
cantor guerrillero Julián Conrado suscitó a nivel internacional, como la
de Pérez Becerra, una ola de protestas, más fue aplaudida con
entusiasmo por la oligarquía colombiana.
La Marcha Patriótica no significó solamente la condena popular de un
régimen neofascista por las multitudes que en el participan. Ella viene a
demostrar la necesidad de nuevas formas de lucha contra el engranaje
político y económico que domina el país.
Las FARC-EP expresan bien esa realidad al defender la creación de un
amplio frente de resistencia capaz de unificar en la lucha a las fuerzas
que combaten al régimen oligárquico, y movilizar a los trabajadores
contra el sistema en grandes acciones de masas.
La leyenda negra, forjada por el imperialismo, que difunde de la
guerrilla la imagen de una organización terrorista ligada al
narcotráfico, tiene muchas dificultades para la concretización de ese
objetivo.
Las FARC son acusadas de radicalismo y el gobierno repite exhaustivamente que su programa es maximalista y utópico. Es falso.
Las FARC-EP defienden la unidad en lucha del movimiento obrero,
campesino, de sindicatos, de indígenas, negros, desempleados, mineros,
estudiantes, pequeños y medianos empresarios, comerciantes,
intelectuales, profesores, partidos y movimientos de izquierda. Y su
programa no es radical.
¿Qué pretenden?
En su comunicado del 22 de Julio pasado el Secretariado del Estado
Mayor Central de las FARC-EP sintetizan en un párrafo ese programa:
“Un gobierno democrático, amplio, pluralista podrá,
finalmente, cortar las amarras que atan a los colombianos a la horrible
noche de la violencia. Posibilitar acuerdos de paz, construir unas
fuerzas armadas que defiendan los intereses de todos los ciudadanos y no
los de esta casta antipatriótica, materializar una existencia
democrática en la cual la voz de las mayorías sea la que determine el
camino a seguir, encaminar el país para un desarrollo económico basado
en la producción y en el trabajo de todos los colombianos, velar por la
salud, la educación, el empleo y el bienestar general, sin favoritismos,
entregar la tierra a quien quiera y pueda trabajarla, apoyados en sus
actividades y crecimientos, usar los recursos naturales para el bien
común, rescatar a nuestras culturas y encontrar solución justa para los
más graves problemas sociales.”
¿Por qué recurrieron las FARC-EP a la lucha armada, conscientes de
que esa opción solamente es hoy posible en condiciones históricas,
geográficas y sociales excepcionales? El Secretario de su Estado Mayor
responde:
"Queríamos y soñábamos con un cambio por vías pacíficas y
democráticas, pero nos han sido cerradas violentamente una y otra vez
desde el gobierno de Guillermo León Valencia. Hoy podemos asegurar que
un diálogo lejano y a espaldas del país, como lo pretende Santos, sólo
terminará por intensificar más la confrontación. Nuestros sentidos
permanecen atentos al avance de la rebeldía y la organización de los de
abajo. Con ellos sí estaremos en todos los escenarios a los que los
conduzca su accionar por la paz y los cambios. Sean cuales sean los
rumbos que el destino depare al esfuerzo por democratizar a Colombia,
tan inmensamente renovado y latente hoy, las FARC-EP estaremos siempre
al lado de nuestro pueblo. Y venceremos con él, lo juramos."
El lenguaje expresa bien el espíritu de una guerrilla-partido que se
declara marxista-leninista, en fidelidad al legado de héroes como Manuel
Marulanda, Jacobo Arenas, Raúl Reyes, Jorge Briceño y Alfonso Cano. Una
guerrilla que combate desde hace medio siglo contra la oligarquía más
reaccionaria de América Latina, aliada al imperialismo.
Vila Nova de Gaia, 10 de Agosto de 2012