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- El
general John R. Allen, ex comandante de la fuerzas de la OTAN en
Afganistán, conspiró con el general David Petraeus para sabotear el plan
de paz en Siria durante la conferencia Ginebra 1. El presidente Barack
Obama lo puso bajo vigilancia y logró impedir su nominación a la cabeza
de la OTAN. Pero, a pesar de los cargos presentados en su contra, Allen
logró mantenerse en funciones, mientras que Petraeus se vio obligado a
dimitir de la dirección de la CIA. Convertido en comandante de la
coalición militar anti-Daesh, Allen apoya ahora las maniobras que el
general Petraeus dirige desde el Kohlberg Kravis Roberts Global
Institute. Es administrador del Center for a New American Security
(CNAS), el tanque pensante de los «halcones liberales».
En 2001, cuando el presidente George W. Bush decidió
poner a Siria en su lista de blancos a destruir lo hizo porque con ello
perseguía 3 objetivos:

romper el «
Eje de la Resistencia» y favorecer la expansión de Israel;

apoderarse de sus gigantescas reservas de gas;

rediseñar el «
Medio Oriente ampliado».
Los planes de guerra fracasaron en 2005 y en 2006 y finalmente tomaron, en 2011, la forma de «
primaveras árabes»:
una guerra de 4ª generación que debía propulsar la Hermandad Musulmana
al poder. Sin embargo, al cabo de un año, el pueblo sirio salió del
sopor provocado por las manipulaciones mediáticas y reafirmó su respaldo
al ejército de la República Árabe Siria. Francia se retiró del juego
después de la liberación de Baba Amro mientras que Estados Unidos y
Rusia se repartían la región en la conferencia Ginebra 1 –en junio
de 2012. Pero, para sorpresa de todos, Israel logró echar por tierra la
mesa de negociaciones apoyándose para ello en el nuevo presidente de
Francia Francois Hollande, la secretaria de Estado Hillary Clinton y el
director de la CIA David Petraeus.
Una segunda guerra, similar a la que Estados Unidos impuso a la
Nicaragua sandinista en los años 1980, alimentada por la importación
constante de nuevos mercenarios, ensangrentó nuevamente la región.
En definitiva, esa segunda guerra también ha fracasado, sin desembocar
por ello en una paz duradera. Al contrario, John Kerry modificó el
formato de la conferencia Ginebra 2 sólo 2 días antes de ese encuentro y
trató de convertirla en una tribuna pro-saudita.
En medio de ese desorden se inició la tercera guerra: la de Daesh [
1].
Un grupúsculo de sólo unos cientos de yihadistas se convirtió
repentinamente en un ejército de 200 000 hombres bien armados y
equipados y se lanzó a la conquista de la parte sunnita de Irak y del
desierto sirio.
Hace varios meses yo explicaba que el proyecto del Emirato Islámico
coincide con el nuevo mapa estadounidense de división del Medio Oriente,
publicado en 2013 por Robin Wright en el
New York Times [
2].
En una especie de prolongación de los acuerdos Sykes-Picot, el estado
mayor estadounidense proyectaba una nueva y drástica reducción del
territorio de Siria. Asimismo, cuando Estados Unidos –después de haber
esperado a que el Emirato Islámico concluyera en Irak la limpieza étnica
para la que había sido creado– comenzó a bombardear a los yihadistas,
se planteaba la cuestión de saber si las zonas liberadas del control de
Daesh serían restituidas o no a Bagdad y Damasco.
Ahora, en momentos en que Estados Unidos se ha negado a coordinar con
el gobierno de Siria su acción militar contra el Emirato Islámico y
mientras Rusia prepara una conferencia de paz, los «
halcones liberales» de Washington han trazado nuevos objetivos.
Como el pueblo sirio no se tragó la fábula de la «
revolución»
montada por al-Jazeera y otros medios de prensa, como se ha negado a
respaldar a los Contras contra la República Árabe Siria, la operación de
«
cambio de régimen» se ha hecho imposible a corto plazo. Y
no queda otro remedio que reconocer también que la nueva Constitución de
la República Árabe Siria, a pesar de sus imperfecciones, es republicana
y democrática, y que el presidente Bachar al-Assad fue reelecto por el
63% de los posibles electores… ¡con el 88% de los votos válidos! Así que
Estados Unidos no tiene otra salida que adaptar su discurso a los
hechos.
El plan de «
paz» de los «
halcones liberales» consiste,
por consiguiente, en alcanzar los objetivos iniciales dividiendo Siria
en dos: una zona gobernada por Damasco y otra por los «
rebeldes moderados»,
léase por el Pentágono.
La República gobernaría la capital y la costa
del Mediterráneo mientras que el Pentágono reinaría sobre el desierto
sirio y sus reservas de gas, o sea sobre la zona que los bombarderos del
general John Allen lograsen liberar del control del Emirato Islámico.
Según sus propios documentos, los «
halcones liberales» sólo dejarían al pueblo sirio… ¡un 30% de su territorio!

- El mapa del rediseño del «{Medio Oriente ampliado}» publicado por Robin Wright
El principio es muy simple. La República Árabe Siria controla
actualmente todas las grandes ciudades del país, con excepción de Raqqa y
de una pequeña parte de Alepo, pero nadie, ni el gobierno de Damasco ni
los yihadistas, puede afirmar que controla un vasto desierto. ¡Así que
el Pentágono plantea que lo que no está claramente bajo control de
Damasco le pertenece por derecho a sus mercenarios!
Eso no es todo. Ya que los sirios eligieron a Bachar al-Assad, este
último será autorizado a mantenerse en el poder… pero no sus consejeros
privados.
En efecto, todo el mundo sabe que si el Estado sirio
ha logrado resistir ante la agresión exterior es porque incluye un
núcleo secreto, difícil de identificar y, por ende, difícil de eliminar.
Esa opacidad fue instaurada por el fundador de la Siria moderna –Hafez
al-Assad– para garantizar la resistencia ante Israel.
La reforma
constitucional de 2012 no la eliminó sino que consagró
la responsabilidad del presidente electo ante la Nación. Si bien
se puede deplorar que algunas personas abusaran, en el pasado, de esa
opacidad para usarla en beneficio propio, también es cierto que en este
momento su eliminación equivaldría a renunciar, en definitiva, a la
independencia del país.
Por supuesto, siempre habrá quien diga que los «
halcones liberales»
no pueden albergar esperanzas de realizar todo el conjunto de ese plan.
Pero lograr concretar aunque sea una centésima parte haría inevitable
una nueva guerra.
Es por eso que Siria debe plantear como condición previa de toda
nueva conferencia de paz que la integridad territorial del país no puede
ser objeto de discusión alguna.