“Yo estoy de acuerdo con las propuestas de Manuel (no al pago de la
deuda, salida de la UE y del euro, expropiación de la oligarquía
financiera y banca pública, depuración de los cuerpos policiales y del
régimen de la Transición). Sin embargo, mucho me temo que muchos de mis
conciudadanos, por ahora, no estarán muy de acuerdo con algunas de
ellas”.
José López
López me ha convencido con
esa cita.
Como sólo hay que proponer cosas con las que la gente ya esté de
acuerdo, propongo la creación de un frente por la expulsión de todos los
inmigrantes, la ilegalización de Amaiur y el bombardeo de Cuba y
Venezuela.
En realidad, sigue sin comprenderse la dialéctica entre reforma y
revolución, así como entre la necesaria tarea pedagógica de los cuadros
entre las masas populares y la necesidad simultánea de que no renuncien a
sus principios basados en la independencia de clase. Si esta estéril
polémica con López sirviera como excusa para aclarar un poco este
embrollo, me daría por satisfecho.
Pero llamadme desconfiado: creo que detrás de la generosidad de José
López al “no entrar en mis tergiversaciones” se esconde la realidad de
que no he hecho ninguna. ¿Puede citar alguna en concreto? Yo, que abogo
por conservar los mínimos de rigor, sí entraré en las tergiversaciones
efectuadas por él.
Me atribuye, para empezar, la idea de que la revolución debe hacerla
“una minoría”. Es una manipulación vulgar e indignante. Pero, por
supuesto, no podrá extractar en mi artículo una sola frase que indique
tal cosa. Como experto en inventar falsas disyuntivas, en su primer
texto contraponía a la oligarquía con la ciudadanía (cuando los
oligarcas son tan ciudadanos como cualquier otro que tenga “los
papeles”). Ahora, en cambio, contrapone a las organizaciones de cuadros
con los frentes de masas.
En realidad, la tesis comunista fue siempre (véase el
Qué Hacer
de Lenin) que los cuadros marxistas se organicen de manera
independiente y participen, a la vez, en los frentes de masas
(distinguiéndose, eso sí, por sus reivindicaciones consecuentes,
pedagógicas, radicalizadoras). Pero el único sujeto histórico capaz de
llevar a cabo transformaciones sociales es el pueblo trabajador.
Eso no quiere decir que no existan vanguardias (gente con un grado
mayor de conciencia de clase). Existen objetivamente y deben organizarse
en plataformas que no prioricen el “número” de militantes, lo que las
llevaría a rebajar sus principios (como hace López). Los comunistas son
minoría por definición y seguirán siéndolo, pero eso no quiere decir que
vivan aislados de las masas: para ligarse a ellas están los frentes de
lucha concretos, desde las asambleas de barrio hasta las luchas
sindicales.
Por desgracia, López tiene claro su dogma. Como recomienda el
telediario, lo mejor para enfrentar a los comunistas es tacharlos de
anticuados y citar a la URSS (ya se encargará el adoctrinamiento que
tenemos desde la cuna de hacer el resto). Muy bien. Para empezar,
Montesquieu es siglo y medio más antiguo que Marx. La “separación de
poderes” que propone López es, pues, una idea más vieja que el
socialismo científico. Y la idea del sufragio universal sin ponderación
es más antigua que plantear la salida de la Unión Europea (que ni
siquiera existía todavía cuando surgió la reivindicación que ahora
recupera López). Así pues, las ideas de López son objetivamente más
antiguas que las mías. ¿Puedes refutar esto?
Con respecto a la URSS, es muy curioso. En mi artículo no menciono en
ningún momento a dicho país. Pero López conoce el manual de
contrainsurgencia a la perfección. No soy un oportunista así que lo diré
claramente: quien, siendo anticapitalista, no apoye a la URSS, a la
China de Mao o a Cuba, aun con todas las críticas que deben hacérseles a
estos proyectos (críticas que, en todo caso, estarán en un plano
completamente diferente a las críticas que le hacemos al capitalismo),
es un majadero y está tirando piedras contra su propio tejado. Por dos
razones: la primera es que constituyen, a diferencia de tantos “foros
sociales”, el más serio desafío al capitalismo en toda su historia. La
segunda es que mejoraron, a diferencia de tantos “frentes
ciudadanistas”, la vida real de muchísima gente y ayudaron a muchos a
tener una vida mejor.
Antes de proseguir, un apunte que no me puedo dejar en el tintero:
López dice, y con razón, que el pueblo soviético no defendió a la URSS
en el 89 y el 91, ya que había dejado de sentir aquello como un proyecto
suyo. Es incontestable. Pero, siguiendo el mismo silogismo, ¿por qué sí
la defendió en el 41, cuando la Operación Barbarroja desencadenó contra
la Unión Soviética la mayor invasión imperialista de la historia de la
humanidad? ¿Tal vez porque entonces sí la sentía como algo suyo? ¿O la
ecuación sólo es válida cuando sirve para criticar a la URSS?
Sin embargo, todo esto no viene a cuento si hablamos del frente de
masas que necesitamos y que, a mi parecer, no será como el que propone
López, pero tampoco como una organización leninista y de cuadros. A
diferencia de mi organización comunista de cuadros (en la que la defensa
del socialismo sí es un requisito sine qua non), el referente político
propuesto no tiene entre sus puntos nada que ataña al socialismo real.
Todos los puntos que tiene (no al pago de la deuda, banca pública,
salida de la UE, depuración de los aparatos del régimen) atañen a la
vida real de la población
aquí y ahora.
Pero siguiendo a la perfección el manual de “cómo criticar a un
comunista”, López prosigue su ataque con otro tópico de lo más vulgar:
el pueblo no me comprendería si le hablara de expropiar a la burguesía.
Ya se sabe: la imagen del comunista torpe y alucinado con gafitas que
habla sobre conceptos extraños sin que nadie le entienda, siendo corrido
a escobazos o escopetazos por los campesinos del pueblo. Falacia del
muñeco de paja: un clásico.
El programa de mínimos, expuesto en mi anterior artículo, no
consistía en decirle a la gente nada sobre “expropiar a la burguesía”.
Consistía en partir de sus problemas (los recortes que se hacen para
pagar la deuda) para ir elevando el mensaje político, en un
acompañamiento constante, progresivo... porque, indudablemente, para
cumplir ese programa de mínimos hace falta expropiar a la burguesía.
Seguro que, en un barrio burgués, filosofar sobre la división de poderes
de Montesquieu no espanta a la gente, que la entiende muy bien, y en
cambio hablar sobre los recortes, los desahucios y los bancos les parece
anticuado. Pero en un barrio de trabajadores…
López explica su opción: es que quiere poner en evidencia a los
grandes partidos. Estamos de acuerdo, pero es que hay, al menos, dos
tácticas para hacerlo, y debemos contraponerlas: 1) Modo de poner en
evidencia a los grandes partidos en un barrio obrero: “los políticos son
unos miserables: recortan al pueblo para pagar la deuda privada a la
banca”. 2) Modo de ponerlos en evidencia en el barrio de José López: “la
división de poderes democrática y ciudadana es fundamental”. ¿Cuál
funcionará mejor? Próximo capítulo en su barrio.
Hay que hablar de un frente “ciudadano”, insiste López, para no
ponerle fácil al enemigo la batalla ideológica. Cierto. Hablando de
ciudadanismo no les facilitamos la guerra ideológica. Sencillamente se
la ahorramos, al desarmarnos ideológicamente a nosotros mismos
Toda la argumentación de José López gira en torno a que decida la
gente, porque “sin democracia política no hay democracia económica”.
Intentaré explicar dónde está el error con un ejemplo sencillo:
supongamos que mañana se organiza un referéndum para la salida de la UE y
el euro. La gente votaría masivamente que no. Supongamos que
organizamos una inmensa campaña de agit-prop para convencer a la gente
de que debemos salir y volvemos a repetir la encuesta. Da igual. La
gente votaría nuevamente que no.
¿Por qué? Porque la gente no es tonta. Los monopolios amenazarían con
llevarse toda su pasta. La prima de riesgo se elevaría a 8 millones. La
gente votaría “no” porque está amenazada por la oligarquía. La idea de
López es cierta del mismo modo que lo era la dialéctica hegeliana:
invertida. La formulación correcta sería que “sin democracia económica
no puede haber democracia política”.
Gente como López no aprende de la historia. En otro tiempo, el
movimiento socialista ya experimentó la decepción de ver frustrada su
idea capital: la ilusión de que generalizando el sufragio universal, se
llegaría al socialismo. Pero el sufragio universal no acabó con la
dictadura del capital, que estaba fuera de su alcance. Incluso hoy, la
gente de los barrios normales no es tonta. Muchos preferirían que todos
los bancos fueran públicos, pero no por ello votan comunista. Porque
intuyen que, antes de permitir ser expropiados, los bancos
desencadenarían una invasión de la OTAN y en el resto del mundo sus
cadenas televisivas –sus grilletes televisivos- dirían que hemos usado
“gas sarín” y que intervienen para salvaguardar los derechos humanos.
Esto enlaza con la cuestión de la violencia. En mi artículo no
aparece para nada cierta expresión que emplea, como buen fiscal, López.
¿No sabe López que en este país no hay democracia, que no se puede
hablar sobre ciertas cosas? Me limito a hacer un análisis histórico.
Hasta ahora, la vía pacífica al socialismo ha sido la vía pacífica al
fascismo (que se lo digan a Allende), y además no puede ser de otra
forma.
José López le da culto a las urnas. Se ve que el telediario ha hecho
mucha mella en la izquierda. Las urnas son un medio como cualquier otro,
no el método sagrado. Por no comprenderlo, y por querer forzar la
realidad para amoldarla a lo que no comprende, López comete un error
abismal y sonrojante al hablar de Venezuela.
He pensado incluso en la posibilidad de que el bueno de José
estuviera ironizando; pero no, parece que lo dice en serio. Seremos
breves: la revolución venezolana se inició con violencia. Chávez realizó
un pronunciamiento armado en el 92, que lo convirtió en un héroe
popular. Por eso la gente le votó luego. Además, en Venezuela existen
milicias de reservistas preparadas por si se da un golpe
contrarrevolucionario. De hecho, el golpe del 2002 no habría podido
detenerse de no ser por el apoyo de una parte del ejército, institución
que no se caracteriza precisamente por su carencia de armas. De hecho…
¡¡Chávez era militar!! ¿Dónde está la vía pacífica en Venezuela?
Pero esto no atañe exclusivamente a Venezuela, Colombia o la India.
Es un problema global. La cosa en realidad es muy sencilla. Dos tíos
viven en una aldea. Uno tiene 9 vacas y otro 1. ¿Cómo hará el que tiene 1
para tener 5? ¿Pedirlo por favor? Vale, ¿y si el otro se niega? ¿O es
que pensamos que los que han sido capaces de explotar, asesinar,
esclavizar, acaparar, torturar sofisticadamente, bombardear hospitales
sin piedad, de pronto van a entregar todo por las buenas, convencidos
por una “revolución ética” y nuestras caritas de pena?
López admite que la burguesía empleará el monopolio de la fuerza que
posee. Y yo le pregunto: ¿entonces cuál es la alternativa? ¿Dejarnos
derrotar y ya está? ¿Es más liberador eso que romper dicho monopolio?
¿Se equivocaba, pues, Espartaco en su revuelta de esclavos y habría sido
mejor agitar las manitas frente a las falanges romanas en plan 15 M?
López se reclama como el verdadero marxista, al ilustrarnos con el
descubrimiento de que Marx abogaba por una revolución política. ¡Genial!
En realidad sería política y social a la vez, pero no importa. Ahora
bien, ¿cómo entendía Marx eso de la revolución política? ¿Cuatro
reformas institucionalistas y superficiales como las que propone López?
Leamos el
Manifiesto Comunista. Vayamos al final del apartado
II (“Proletarios y comunistas”), donde figura el decálogo “de mínimos”
propuesto por Marx. Se habla de: expropiación de la propiedad inmueble,
abolición de la herencia, confiscación de la fortuna de los rebeldes al
poder revolucionario, banco público en régimen de monopolio,
nacionalización de los transportes, educación pública y gratuita…
¿No es obvio el carácter eminentemente económico de estas medidas de
mínimos? ¿De verdad cree López representar el espíritu de Marx con sus
propuestas sobre reformar la ley electoral y la división de poderes?
Pero López sigue engrosando su cúmulo de errores, inconsecuencias e
insultos a la lógica con otra idea estelar: si él le habla a la gente de
“separación de poderes” es porque, aunque desea separar otros poderes
del poder económico, hay que ofrecerla a la gente “ideas concretas”, no
abstractas, para iniciar una dinámica política emancipadora.
Touché. Todo el mundo sabe que hablar de “división de poderes” o
“democracia real” (expresiones que pueden querer decir mil cosas
distintas en función de quién las emplee) es más concreto que hablar de
negativa a pagar la deuda externa o expropiación bancaria para crear una
banca pública (que sólo pueden querer decir una cosa, además bien
clarita). Pues no. Lo que hoy día llega a la gente y ayuda a iniciar una
“dinámica política” es decirle que para parar los recortes hay que
dejar de pagar la deuda (contradicción principal en este momento). Y
luego, progresivamente, trabajar en la comprensión de todas las
consecuencias que de ello se derivan (la salida de la UE, la
expropiación bancaria… y, así, inevitablemente, la depuración del
régimen para enfrentar la represión consecuente). Tiene sentido.
Pero elevaré la apuesta: ¿qué es “separación de los poderes del poder
económico”? Una abstracción. Si lo llevas a lo concreto, te saldrán las
medidas que yo propongo: no al pago de la deuda, salida de la UE,
expropiación de la banca. ¿Qué tiene de emancipador, de acelerador de
las contradicciones, decir lemas abstractos, frases vacías que no
significan nada? Por “oportunismo”, para simpatizar a la gente, López
retrasa la llegada de esas conclusiones, se queda en una mera “frase”. A
ese ritmo, más vale que venga una raza alienígena a imponernos el
socialismo de aquí al próximo millón de años. De lo contrario… estamos
jodidos.
En suma, para López los comunistas estamos muy anticuados (a
diferencia de la “división de poderes” teorizada en el XVII, que es muy
actual), las cosas ya no son como en tiempos de Marx y Lenin (¿quién lo
duda?, pero, ¿acaso son iguales que en tiempos de Montesquieu?) y el
comunismo estaba en auge en época de Lenin, a diferencia de hoy día.
Nuevamente López, al desconocer la historia, prefiere inventársela. ¿Qué
auge? Tras el descalabro de la II Internacional social-imperialista, el
marxismo revolucionario se hundió y Lenin se quedó solo con cuatro más.
Pero siguió defendiendo las mismas ideas, por el senillo motivo de
que eran las únicas que podían impulsar la revolución y porque a la
gente no hay que decirle “lo que quiere oír”, sino lo que necesita
escuchar. Y, a pesar de ser minoría, los bolcheviques (como nosotros)
vivían en una época de crisis, lo que desencadenó la revolución de
febrero. Y cuando los socialdemócratas mencheviques demostraron su
inconsecuencia, su incapacidad para acabar con la crisis y el
sufrimiento social, le tocó el turno a los bolcheviques.
Miremos a nuestro alrededor. Quizá ya estamos viviendo nuestro
particular febrero. Más nos vale prepararnos porque cuando la
socialdemocracia defraude a las masas, vendrá nuestro Octubre.