Armando López Salinas*
Los hechos, los datos, son conocidos por
todos. Están ahí, con toda su crudeza: Va sonando, viene sonando desde
hace tiempo, la hora de la verdad para todos nosotros. La interminable
historia de las sucesivas crisis que venimos atravesando está poniendo
en cuestión, si las cosas no se atajan, la viabilidad, por mucho tiempo,
de la opción comunista en nuestro país. El PCE está saltando hecho
añicos.
Miles de comunistas, no importa donde
estén, mayoría, minoría o en su casa, sumergidos en la ceremonia de la
confusión, se preguntan, y yo con ellos, si es posible la unidad, si hay
salida a la actual situación. Amplios sectores populares, obreros
fundamentalmente, se hacen las mismas preguntas. ¿Qué ocurre en las
filas comunistas? ¿Qué ocurre en un partido que fue el alma de la
resistencia antifascista?
Y hay que responder a esas preguntas. Y
hay que responder afirmativamente. Si. Hay salida. Si. Es posible la
Unidad de los Comunistas. Problemas parecidos a los que hoy vivimos han
sido resueltos en el movimiento obrero y comunista de otros países en
base a la clarificación ideológica, en acuerdo con los principios de la
teoría marxista-leninista, en la práctica concreta de la lucha de
clases.
Y que nadie se llame a engaño, que la
derecha no se frote las manos. Aprendiendo de nuestros errores,
rectificando, seremos capaces de crear la fuerza ideológica, política y
organizativa necesaria para el ajuste de cuentas con la sociedad
capitalista.
Camaradas. En la cuestión comunista
planteada en nuestro país, en la crisis, y así se ha señalado en alguna
ocasión han influido, influyen, causas diversas sin las cuales no sería
posible comprender el actual panorama político español y una parte de
los problemas que nos aquejan.
Una crisis ideológica
Partiendo de la base, al menos en mi
opinión, de que el origen de la crisis comunista es de orden ideológico,
de pérdida de identidad, conviene señalar algunas de estas causas. La
transición se inició, ciertamente en medio de una crisis económica sin
precedentes, que ha ido profundizándose y a la que no se ve salida hoy
por hoy. Sin una ruptura clara con el régimen anterior y bajo la
hegemonía de fuerzas evolucionistas procedentes del franquismo. Y con la
tutela de los EE.UU.
No se logró, dada la correlación de
fuerzas existentes, imponer la formación de un gobierno provisional en
el que estuvieran representadas, sin excepciones, las fuerzas políticas
fundamentales de tendencia democrática. De otra parte, el sistema
democrático creado ha estado en vilo, amenazado por el golpismo. En este
sentido es necesario valorar en toda su dimensión el impacto creado en
la opinión pública por el intento de golpe de Estado del 23 de febrero
de 1.981. Lo ocurrido dicho día, junto a nuestra crisis, está en la base
de la derrota electoral comunista en octubre del 82 y del triunfo del
partido socialista.
Pero lo anteriormente dicho, y más
elementos objetivos que podrían añadirse, no pueden servir como tapadera
para ocultar los problemas internos ya sean de orden ideológico,
político u organizativo que venimos padeciendo. Porque, entre otras
cosas, también el PCE es un elemento objetivo en la vida cultural,
social y política de nuestro país.
Tres congresos se han celebrado desde
nuestra legalización en 1.977. Y los tres, cada uno con su significación
política e ideológica concretas, se saldaron, no con el reforzamiento
de la unidad partidaria, sino con marginaciones y rupturas. Difícilmente
las cosas podrían haber sucedido de otro modo. Los debates habidos,
amén de mostrar una cierta inadaptación del Partido al contexto real de
la situación española e internacional, fueron la expresión clara de la
existencia de divergencias profundas entre nosotros, no sólo en el
Comité Central, sino también entre los militantes, ya fuera en torno a
la supresión del concepto marxismo-leninismo, del proclamado
eurocomunismo y sus diversas lecturas, de la llamada línea renovadora.
Cuestiones que se referían no sólo a la
práctica política concreta, a los pactos concluidos, a las
movilizaciones, sino también, y ello a mi juicio es lo esencial, a
nuestra teoría marxista, a la propia concepción del Partido Comunista.
La posición eurocomunista se ancla, en gran medida, en el practicismo,
en la ilusión de que la política lo es todo o casi todo, rompiendo así
la relación entre teoría y revolucionaria y práctica revolucionaria.
Conocida es la máxima socialdemócrata de que el movimiento, más que los
fines es lo determinante. Abrir caminos, maniobrar, llevar a cabo
compromisos es el abecé de la lucha política. Pero hay que hacerlo sin
renunciar a lo esencial de nuestra teoría revolucionaria, sin mercadear
con los principios.
Las desviaciones o el menosprecio tanto
de la teoría como de la práctica conducen a callejones sin salida. Todos
sabemos que las relaciones entre una y otra son, a la vez, armoniosas y
contradictorias. Pero, si la comprobación en la práctica es el criterio
de la verdad, el método científico es por el valor de analizar y decir
públicamente lo que estaba sucediendo en nuestras filas, donde estaba el
origen, la causa por la que miles y miles de comunistas estaban
ejerciendo la más alta forma de crítica que puede realizarse a un
partido: la de irse de sus filas.
Cerramos los ojos a la realidad, sin ir a
la raíz del problema por más que hubiera discusiones políticas sobre
temas más o menos coyunturales. Y no solo cerramos los ojos frente a
nuestra propia realidad, sino que adoptamos actitudes prepotentes
respecto al movimiento obrero y comunista internacional en el que solo
veíamos defectos y al que solo pretendíamos dar lecciones. Si es cierto
que todas las cosas no marchan bien en los países socialistas, también
lo es que han acabado con el capitalismo, con la explotación de hombre
por el hombre, que la enseñanza y la sanidad están al alcance de todos
sin discriminaciones clasistas, que la plaga del paro no los azota, etc.
Queríamos barrer la casa de los amigos cuando la nuestra, además de un
barrido, necesita un fregado.
Validez del marxismo-leninismo
Mucho de vosotros conocéis mis opiniones
al respecto. Ya en la preparación del IX Congreso manifesté ser
contrario a la supresión del concepto marxista-leninista como
definitorio del carácter de nuestro partido. Y sabéis, también, que en
diversas ocasiones y desde la tribuna del Comité Central he expresado mi
rechazo al eurocomunismo. Y no se trataba entonces y no se trata ahora
de cerrar los ojos a la realidad, tanto a los viejos problemas de la
sociedad española que quedan por resolver como a los nuevos que plantea
el desarrollo social. Es así que entiendo, en consonancia con mi
ideología marxista-leninista, que una u otra conclusión de cualquier
teórico, ya sea del propio Marx, de Engels o de Lenin, a través del
desarrollo histórico concreto de la lucha de clases puede perder su
validez general.
Claro está que las cosas han cambiado
desde la época del Manifiesto Comunista, desde la Revolución de Octubre y
la segunda guerra mundial. Si en el siglo pasado Marx y Engels hablaban
del fantasma del comunismo que recorría Europa y de la Santa Alianza
formada para combatirle, en nuestros días cabe afirmar que la capacidad
revolucionaria del comunismo está presente de manera directa o
indirecta, en cuantas transformaciones se han producido y se producen en
el mundo. Existe un campo socialista, existen partidos comunistas en
los países capitalistas y existen movimientos de liberación nacional que
están influidos, en mayor o menor grado, por el pensamiento y la
práctica marxista-leninista.
El comunismo, desde la revolución de
octubre de 1.917 se ha encarnado en la historia. Y también hoy como ayer
la Santa Alianza combate contra él. Si entonces, en 1.848, eran el Papa
y el Zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes
alemanes, hoy cabría cambiar el nombre de Pio IX por el de Juan Pablo
II, el del Zar por el de Reagan, y los de Metternich, Guizot y los
radicales franceses por los de los dirigentes europeos de la OTAN, por
los Pinochet, Stroessner y compañía. Y la Central Americana de
Inteligencia sustituirla, con ventaja, a los polizontes alemanes.
Se ha creado una nueva situación en el
mundo. Una situación que genera problemas anteriormente desconocidos
tanto en el plano de la lucha teórica como en le de la lucha política.
Posibilidades nuevas se han abierto a los revolucionarios, a los
comunistas de los países capitalistas, por la existencia del campo
socialista, por el desarrollo del movimiento obrero y comunista
internacional. Y al tiempo, camaradas, la humanidad entera se ve
enfrentada a la posibilidad de una catástrofe termonuclear, a la crisis
energética de materias primas, alimentaria, ecológica.
Tales cambios, tales problemas, no son
ajenos a los comunistas españoles, estamos sumergidos en ellos, en el
ojo del huracán. Por eso, asumir el carácter de partido de vanguardia
exige, cada día más, una apropiación creciente y creadora de nuestra
teoría revolucionaria, un moverse como el pez en el agua entre las
masas, entre los viejos y los nuevos movimientos sociales, entre la
clase obrera en primer lugar. Conocer, como los dedos de la mano, lo que
ocurre más allá de nuestras fronteras.
Todo esto viene a cuento, camaradas, de
que el eurocomunismo se ha presentado como la opción revolucionaria en
los países de capitalismo desarrollado, de que se ha presentado, a
veces, como una especie de tercera vía entre una socialdemocracia
fracasada y un esquema marxista-leninista incapaz de presentar
soluciones a los problemas de hoy.
Pero ¿las cosas son así? Que expliquen
los teóricos del eurocomunismo en que consiste el pretendido esquema.
Yo, sinceramente, no lo conozco. Conozco, si, que los fundadores del
socialismo científico no crearon el socialismo alemán, inglés o ruso, el
socialismo para media Europa. El socialismo es la ideología universal
de los trabajadores, afirmaba Marx.
Decía antes que en el terreno político
las cosas no son idénticas al ideológico. El socialismo es universal,
para la clase obrera, para combatir, para defender sus intereses, se
organiza como tal clase en su propio país, crea su propio partido
comunista. El Manifiesto dice que la lucha de clases es nacional, no por
su contenido, sino por su forma. Por eso, sobre la base universal de
nuestra teoría, ésta debe concretarse con las condiciones reales de cada
país. Hay, pues, sin duda, lo específico, italiano, francés, español,
etc., pero existe también la formación económica capitalista que
estudiaron Marx, Engels y Lenin y que sigue siendo, en lo esencial, la
misma. No. No hay terceras vías en el terreno ideológico, no las hay
tampoco en el terreno político, valdría decir que hay tantas vías como
países existen. Ninguna revolución es igual a otra.
Afirmaba antes algunos elementos
esenciales de la teoría revolucionaria, elementos de identidad que
confirman la validez del concepto marxista-leninista, no de un
pretendido esquema, como expresión actual del marxismo revolucionario.
No. No es posible separar a Lenin de Marx. Es una operación condenada al
fracaso. Se ha dicho, con toda razón, que en uno y otro se unen tiempos
distintos en una sola teoría de la revolución.

Lenin reafirma, en la teoría y en la práctica, la validez del
marxismo revolucionario frente al reformismo de la II Internacional.
Desarrolla el socialismo científico en la época del paso del capitalismo
a su fase imperialista, periodo de las revoluciones sociales en el que
hoy nos encontramos inmersos. Dirige la revolución de Octubre. Y Octubre
es Lenin, pero también Marx y Engels.
Gramsci, al que tantas veces interesadamente se ha querido oponer a
Lenin, era partidario de la dictadura del proletariado, era un leninista
que desarrolla el marxismo-leninismo en las condiciones de una sociedad
más articulada que la zarista. Y, además, no tiene duda alguna sobre la
precisión teórica del concepto marxista-leninista. Afirma así:
<< ¿Cuál es el papel de Ilich
(Lenin)? ¿Es meramente subordinado o subalterno? La explicación está en
el marxismo mismo, ciencia y acción. El paso de la utopía a la ciencia y
de la ciencia a la acción. La fundación de una clase dirigente (esto
es, de un estado) equivale a la creación de una concepción del mundo
>>.
¿Por qué, entonces, el abandono de este
concepto por parte del PCE? Es necesario afirmar aquí que abandonasteis
algo mas que una frase. No caben los dogmas, la sacralización de la
teoría, ni aun de la práctica, pero tampoco cabe ignorar lo alcanzado,
las verdades descubiertas. Tal ignorancia, por mas que se la vista de
superadora, no es otra cosa que una suerte de nuevo dogmatismo. El
comunismo es, para Marx, el movimiento real que pone fin al estado de
cosas existente. No es un dogma, sino una guía para la acción, según
Lenin. Por eso, el marxismo-leninismo no es un sistema cerrado, al modo
de la vieja filosofía, sino una teoría y una práctica capaz de integrar
el conocimiento humano de la época que se trate y de abrir así nuevas
perspectivas al desarrollo social.
Madrid, 2 de julio de 1985
* “Además de excepcional escritor, que
dejó la literatura demasiado pronto para volcarse a la tan necesaria
actividad política de oposición al régimen franquista, Armando López
Salinas es parte de la reciente Historia política de España. Militante
del Partido Comunista de España desde finales de la década de los
cincuenta, colaboró en la “redacción interna” de Radio España
Independiente “La Pirenaica” y formó parte, de manera temprana, del
cuadro político de la organización de intelectuales del PCE. Fue Miembro
del Comité Central del PCE, subdirector de
Mundo Obrero y
candidato a diputado por Jaén en elecciones democráticas de 1977. Aunque
más tarde se alejó de la primera línea de la política, Armando López
Salinas nunca abandonó su militancia activa en el Partido Comunista de
España. “
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