La lenta formación de un orden internacional

- Maximilien de Bethune, Duque de Sully (1559-1641) y el castillo de Chateau-de-Sully-sur-Loira en la actualidad en Francia.
Si bien la expresión «orden mundial» es de reciente
aparición en el discurso político, la idea misma de instaurar un orden
mundial, o internacional, data ya del siglo XVII y fue tema de discusión
cada vez que se presentaba una posibilidad de organizar la paz y de
darle un carácter permanente.
Ya en 1603, el rey francés Enrique IV daba a su ministro, el duque de
Sully, la tarea de elaborar un primer proyecto. El objetivo era la
constitución de una república cristiana que incluyera a todos los
pueblos de Europa. Dicha república debía garantizar la preservación de
las nacionalidades y cultos y encargarse de resolver los problemas entre
esos componentes.
Aquel
Gran Empeño incluía una redefinición de las fronteras de
los Estados como medio de equilibrar el poderío de los mismos y la
creación de una Confederación Europea de 15 miembros, con un Consejo
supranacional que debía disponer de poder de arbitraje y de un ejército
capaz de garantizar la defensa de la Confederación contra los turcos.

El asesinato de Enrique IV interrumpió aquel sueño, que no resurgió
ya hasta el final de las guerras desatadas por Luis XIV. El abate
Saint-Pierre dio a conocer por entonces su
Projet pour rendre la paix perpétuelle entre les souverains chrétiens [En español, “Proyecto para perpetuar la paz entre los soberanos cristianos”. Nota del Traductor.].
Aquel plan, que fue presentado al Congreso de Utrecht (en 1713),
consistía en adoptar íntegramente todas las decisiones tomadas en aquel
encuentro como base definitiva para el trazado de las fronteras entre
los países beligerantes y en la creación de una liga de las naciones
europeas (una federación internacional) que se encargaría de prevenir
los conflictos.
Independientemente de la mencionada utopía, lo más importante de
aquella época fue, por supuesto, los Tratados que hicieron posible la
Paz de Westfalia, firmados en 1648, al cabo de una guerra de 30 años,
guerra que se libró bajo estandartes religiosos, dando lugar a una gran
acumulación de odio, y en la que pereció el 40% de la población.
Las negociaciones se prologaron durante 4 años (de 1644 a 1648) y
finalmente concretaron una igualdad entre todas las partes beligerantes,
ya fuesen católicos o protestantes, monárquicos o republicanos.
Los Tratados de Westfalia establecieron 4 principios fundamentales:

1. La soberanía absoluta del Estado-Nación y el derecho fundamental a la autodeterminación política.

2.
La igualdad entre los Estados-Naciones en el plano jurídico. En virtud
de ese principio, el más pequeño de los Estados se considera igual al
más grande, independientemente de su fuerza o su debilidad, de su
riqueza o su pobreza.

3. El respeto de los tratados y la aparición de un derecho internacional de obligatorio cumplimiento [O sea vinculante. NdT.].

4. La no injerencia en los asuntos internos de los demás Estados.
Cierto es que esos principios generales no garantizan una soberanía
absoluta, que en realidad nunca ha existido. En todo caso, se trataba de
principios que deslegitimaban todo acto susceptible de abolir dicha
soberanía.
Todos los filósofos vinculados a la política respaldaron esos
proyectos. Rousseau exhortó vehementemente a la formación de un Estado
único de carácter contractual que debía reunir a todos los países de
Europa. En 1875, Kant publicó
Para la paz perpetua. La paz es
para Kant una construcción jurídica que exige el establecimiento de una
ley general aplicable a todos los Estados. El utilitarista inglés
Bentham condenó la diplomacia secreta por tratarse de un procedimiento
que se separa del derecho. También llamó a la creación de una opinión
pública internacional capaz de obligar a los gobiernos a someterse a las
resoluciones internacionales y al arbitraje.

- Firma de uno de los Tratados de Westfalia
La creación de las instituciones reguladoras internacionales

- Clemente-Wenceslao de Metternich (1773-1859)
La idea de un orden internacional fue progresando constantemente,
basada siempre en las reglas de la soberanía consagradas en los Tratados
de Westfalia. Dio lugar al surgimiento de la
Santa Alianza, propuesta en 1815 por el Zar Alejandro I, y al proyecto de
Concertación europea
que propuso, ya en el siglo XIX, el canciller austriaco Metternich como
medio de prevenir «la revolución» que en el lenguaje racional político
no significa otra cosa que el caos.
Fue a partir de aquel momento que los Estados comenzaron a celebrar
cumbres para dirimir problemas sin recurrir a la guerra, privilegiando
el arbitraje y la diplomacia.
Fue con ese objetivo que se fundó la Sociedad de Naciones (SDN), al
término de la Primera Guerra Mundial. Pero la SDN no fue más que la
expresión de la correlación de fuerzas de aquel momento, al servicio de
las potencias que habían salido victoriosas de aquella guerra. Sus
valores morales eran por lo tanto muy relativos. Fue así como, a pesar
de que su supuesto objetivo era resolver los diferendos entre naciones a
través del arbitraje y sin recurrir a la guerra, la SDN se declaró
competente para supervisar política, económica y administrativamente a
los pueblos subdesarrollados o colonizados hasta que estos últimos
lograran su autodeterminación, lo cual condujo naturalmente a la
legitimación de los mandatos. Al adoptar esa posición, la Sociedad de
Naciones encarnó la realidad colonialista.
El carácter artificial de aquella organización quedó demostrado
cuando fue incapaz de enfrentar graves acontecimientos internacionales,
como la conquista de Manchuria por parte de Japón, la conquista de
Abisinia (la actual Etiopía) por parte de Italia y la anexión de la isla
griega de Corfú, también por parte de Italia.

- La Sociedad de Naciones durante una reunión en Ginebra
Aunque el presidente estadounidense Woodrow Wilson había promovido la
idea de León Bourgeois que dio lugar al nacimiento de la SDN,
Washington nunca fue miembro de esa organización. Ante las acusaciones
de las demás naciones, Japón y Alemania se retiraron de ella, lo cual
privó a la SDN de todo valor real.
La ONU, sucesora de la SDN, fue por su parte el reflejo de la
Carta del Atlántico,
firmada por Estados Unidos y Gran Bretaña el 4 de agosto de 1941, y de
la declaración de Moscú, adoptada por los Aliados el 30 de octubre de
1943, anunciando la creación de «
una organización general basada en el principio de la igualdad de todos los Estados pacíficos en materia de soberanía».
El proyecto se desarrolló durante la Conferencia de Dumbarton Oaks,
celebrada en Washington desde el 21 de agosto hasta el 7 de octubre de
1944.
Los principios de la Carta del Atlántico fueron a su vez aprobados en
la Conferencia de Yalta (del 4 al 12 de febrero de 1945), antes de su
consagración final en la Conferencia de San Francisco (los días 25 y 26
de junio de 1945).
La ideología mundialista se vio entonces encarnada en la ONU,
organización que, desde su creación, ha pretendido establecer un sistema
de seguridad colectiva para todos, incluyendo a los Estados que no
pertenecen a ella. En realidad, la ONU no es una sociedad contractual
entre iguales –como tampoco lo fue la SDN– sino el reflejo de la
correlación de fuerzas del momento, a favor de los vencedores del
momento.
Aún así, el mundo entero se sometió a aquella voluntad.

- El Consejo de Seguridad de la ONU
Esta organización, supuestamente mundial, no era en la práctica otra
cosa que la expresión de la voluntad de dominación de las potencias
victoriosas, en detrimento de la voluntad –ignorada– de los pueblos.
Esta realidad geopolítica se confirmó en el momento de la creación
del Consejo de Seguridad de la ONU al que pertenecen, con la categoría
de miembros permanentes, las cinco grandes potencias (las potencias
vencedoras) y otros miembros no permanentes electos en función de
criterios geográficos, que implican una subrepresentación de África y
Asia.
La ineficacia de ese sistema se hizo patente durante la guerra fría.
El conflicto entre las dos grandes potencias afectó a las pequeñas, que
tuvieron que soportar todas las consecuencias de dicho conflicto, tanto
en el plano local como a escala regional.
Esta estructuración de los papeles de las partes se reflejaba
abiertamente en el funcionamiento de la ONU, tanto en lo tocante a los
pedidos de adhesión como en el tratamiento de los conflictos, como pudo
comprobarse en los casos de Palestina y de Corea, en la nacionalización
del petróleo iraní, en la crisis del canal de Suez, en las ocupaciones
israelíes, en Líbano, etc.
Al crearse la ONU se proclamó «
la fe en los derechos fundamentales
del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la
igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y
pequeñas a crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la
justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y de
otras fuentes del derecho internacional». Pero el sistema del veto ha privado a las demás naciones del derecho a ser actores en condiciones de igualdad.
En definitiva, las instituciones internacionales han sido siempre un
reflejo del equilibrio entre las potencias, lo cual está muy lejos de
toda idea de justicia en el sentido filosófico o moral.
El Consejo de Seguridad de la ONU es en realidad un
directorio mundial
(continuador del que había instalado Matternich), que reserva
exclusivamente a los Aliados, vencedores en la Segunda Guerra Mundial,
la posibilidad de imponer resoluciones, en vez de poner ese derecho en
manos de quienes trabajan a favor de la paz.
Después de la desaparición de la Unión Soviética era crucial haber cambiado el sistema internacional.
Estados Unidos rediseña las relaciones internacionales

- Leo Strauss (1899-1973)
Fue en ese momento que los discípulos de Leo Strauss triunfaron en
Estados Unidos, con ayuda de los periodistas neoconservadores. Según
ellos, la sociedad se divide en tres castas: los sabios, los señores y
el pueblo. Los sabios son los únicos que conocen la verdad, de la cual
sólo revelan una parte a los políticos (los señores), mientras que el
pueblo tiene que someterse a sus decisiones. Los discípulos de Leo
Strauss han seguido promoviendo sus ideas y llamando constantemente a la
abrogación de los Tratados de Westfalia, lo cual implica el abandono
del respeto de la soberanía de los Estados y la anulación del principio
de no injerencia en sus asuntos internos. Para lograr imponer la
hegemonía occidental han inventado un «derecho de injerencia
humanitaria» y una «responsabilidad de proteger» que supuestamente
tendrían los sabios, cuya ejecución estaría en manos de los señores y
que habría que imponer a los pueblos. En lo que constituye una revisión
del vocabulario de la Segunda Guerra Mundial, han llamado también a
reemplazar la «resistencia» por la negociación.
En 1999, los llamados de los neoconservadores encontraron eco en
varios países occidentales, principalmente en el Reino Unido y Francia.
Tony Blair presentó el ataque de la OTAN contra Kosovo como la primera
guerra humanitaria de la historia. En un discurso pronunciado en
Chicago, Blair afirmó que el Reino Unido no estaba tratando de defender
sus intereses sino que estaba promoviendo valores universales. Tanto
Henry Kissinger como Javier Solana (por entonces secretario general de
la OTAN y no de la Unión Europea) saludaron calurosamente aquella
declaración de Blair. Poco después, la ONU nombraba a Bernard Kouchner
como administrador de Kosovo.

- Tony Blair formula su doctrina (Chicago, 22 de abril de 2009)
No hay diferencia notable entre la teoría de los straussianos y la de los nazis. En
Mein Kampf, Hitler ya arremetía contra el principio de soberanía de los Estados, consagrado en los Tratados de Westfalia.
Esta visión del mundo se ha impuesto ya en el plano económico con el
FMI, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Desde su creación misma, esas instituciones se empeñaron en inmiscuirse
en las políticas económicas, presupuestarias y financieras de los
Estados, sobre todo de los más pobres y vulnerables. Algunos Estados
árabes han sufrido las consecuencias de sus consejos en materia de
liberalización económica, de privatización del sector público, de venta
de los recursos naturales a precios irrisorios.
Washington estuvo indeciso sobre la conducta a seguir después de la
desaparición de la URSS. Estados Unidos reafirmó poco a poco su
categoría como única superpotencia, incluso como «
hiperpotencia»
según la expresión del francés Hubert Vedrine. Desde entonces, Estados
Unidos ha considerado obsoleto el sistema de la ONU heredado de la
Segunda Guerra mundial. Pero no se ha limitado a desinteresarse de la
ONU sino que incluso ignora sus obligaciones financieras para con esa
organización, no ratificó el Protocolo de Kioto, se negó a aceptar el
Tribunal Penal Internacional y ha humillado a la UNESCO en varias
ocasiones.
Los conceptos surgidos de la Segunda Guerra Mundial fueron barridos por los atentados del 11 de septiembre de 2001.
La Estrategia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos de América, publicada por el presidente George W. Bush el 20 de septiembre de 2002, proclama un nuevo derecho: «
la acción militar preventiva contra los Estados renegados».
La estrategia estadounidense incluye un radical giro conceptual.

La
noción de resistencia, surgida de la resistencia francesa contra la
ocupación nazi, se ve deslegitimada para favorecer una exigencia de
solución de los conflictos a través de la negociación, sin que se tengan
en cuenta los derechos inalienables de las partes. Al mismo tiempo, la
noción de terrorismo –que nunca ha llegado a definirse en derecho
internacional– ha sido utilizada para deslegitimar a todo grupo armado
en conflicto con un Estado, sin tener en cuenta las causas de ese
conflicto.

Abrogando las leyes de la guerra, Washington volvió a poner de moda los «
asesinatos selectivos»,
práctica que había abandonado después de la guerra de Vietnam pero que
Israel ya estaba aplicando desde hace más de una década. Según los
juristas de Washington, los «
asesinatos selectivos» no son
propiamente «asesinatos» sino «homicidios en defensa propia», a pesar de
que no existe en esos casos ni necesidad de protegerse, ni
concomitancia entre la amenaza y la reacción, ni una justa proporción
entre la respuesta y la supuesta amenaza.

La injerencia humanitaria y la responsabilidad de proteger se ponen por encima de la soberanía de los Estados.

Y, finalmente, aparece la noción de Estados renegados.

- Bernard Lewis (1916 - )
Los 4 criterios utilizados para definir a los llamados Estados
renegados caen ampliamente en el terreno de la suposición, esencialmente
en cuanto a las intenciones de esos Estados:

Sus dirigentes oprimen a la población y saquean sus bienes.

No respetan las leyes internacionales y constituyen una amenaza permanente para sus vecinos.

Apoyan el terrorismo.

Odian a Estados Unidos y los principios democráticos de ese país.
Diez años después de la desaparición de la URSS, Estados Unidos
emprende su rediseño de las relaciones internacionales. En lo tocante al
Medio Oriente, el filosofo neoconservador Bernard Lewis y su discípulo
Fuad Ajami enuncian los principales objetivos: acabar con el
nacionalismo árabe golpeando a los regímenes tiránicos que cimentaron el
mosaico tribal, confesional y religioso. La destrucción y el
desmembramiento de los Estados de esta región conducirán al «
Caos constructor»,
una situación incontrolable en la que desaparece toda forma de cohesión
social y el hombre vuelve a su estado primitivo. Esas sociedades
volverán así a una etapa prenacional, por no decir prehistórica, que
dará lugar al surgimiento de micro Estados étnicamente homogéneos y
fatalmente dependiente de Estados Unidos. Uno de los líderes
straussianos, Richard Perle, afirmaba que después de las guerras en Irak
y Líbano vendrían otras, en Siria y en Arabia Saudita, que acabarían en
una apoteosis en Egipto.
Tres etapas
En todo caso, la construcción de este Nuevo Orden Mundial ha pasado por varias etapas.
1. De 1991 a 2002 se produce una etapa de indecisión. Washington no
se decide a reafirmarse como única superpotencia y a decidir
unilateralmente el destino del mundo. Aunque duró más de un decenio,
esta etapa no es más que un breve momento a escala histórica.
2. Desde 2003 hasta 2006, Washington trata de aplicar a toda costa la
teoría del «Caos constructor» para extender así su propia hegemonía.
Desató así dos guerras: una en Irak, donde usó sus propias tropas, y
otra en Líbano, a través de un contratista. La derrota israelí de 2006
interrumpió temporalmente el proyecto estadounidense. Rusia y China
recurrieron entonces por 2 veces a su derecho de veto (sobre Myanmar y
Zimbabue) como para confirmar tímidamente que estaban de regreso en la
escena internacional.
3. En el periodo que va de 2006 al momento actual, el sistema
unipolar cedió espacio a un mundo no polar. Se dispersó el poderío.
China, la Unión Europea, la India, Rusia y Estados Unidos representan a
más de la mitad de los habitantes del planeta, poseen el 75% del PIB
mundial y efectúan el 80% de los gastos militares. Este estado de cosas
justifica, en cierta medida, un funcionamiento multipolar debido a la
competencia que se desarrolla entre estos polos.
La nebulosa de un mundo no polar

Lo más importante es que esas potencias se ven ante desafíos que
vienen tanto de arriba (las organizaciones regionales y mundiales) como
de abajo (de las milicias, las ONGs y las transnacionales). El poderío
está presente, al mismo tiempo, en todas partes y en ningún sitio, en
varias manos y en varios lugares.
Además de las seis grandes potencias mundiales existe una gran
cantidad de potencias regionales. En Latinoamérica se puede mencionar
los casos de Brasil, más o menos de Argentina, de Chile, México y
Venezuela. En África, se pueden mencionar Nigeria, Sudáfrica y Egipto.
En el Medio Oriente tenemos a Irán, Israel y Arabia Saudita. También
están los casos de Pakistán, en el sudeste de Asia; y los de Australia,
Indonesia y Corea del Sur, en el Asia oriental y en el oeste del
Pacífico.
Numerosas organizaciones intergubernamentales aparecen también en ese
listado de fuerzas: el FMI, el Banco Mundial, la Organización Mundial
de la Salud (OMS) y la propia ONU, y organizaciones regionales como la
Unión Africana, la Liga Árabe, la ASEAN, la Unión Europea, el ALBA, etc.
Y no podemos olvidar la existencia de clubes como la OPEP (la
Organización de Países Exportadores de Petróleo).
Hay agregar también a ese listado ciertos Estados que a su vez son
parte de Estados-Naciones, como el Estado de California, en Estados
Unidos, y el de Uttar Pradesh [el Estado más poblado de la India] e
incluso ciudades como Nueva York y Shanghai.
También están las empresas transnacionales, sobre todo las vinculadas
a sectores como la energía y las finanzas; medios de difusión de
alcance global como Al-Jazeera, la BBC y CNN; milicias como el
Hezbollah,, el Ejército del Mehdi o los talibanes. A todo lo anterior
tenemos que agregar aún partidos políticos, movimientos e instituciones
religiosas, organizaciones terroristas, cárteles de drogas, ONGs y
fundaciones. La lista es interminable.

- World Economic Forum (Davos)
Pero la principal concentración de poderío se mantiene en Estados
Unidos. Los gastos militares de ese país están estimados en más de 500
000 millones de dólares. Esa cifra puede elevarse en realidad a 700 000
millones si tenemos en cuenta el costo de las operaciones que
actualmente se desarrollan en Irak y Afganistán.
Con un PIB anual estimado en 14 trillones de dólares, Estados Unidos
está considerado como la primera economía del mundo.
Sin embargo, la realidad del poderío estadounidense no puede ocultar
la decadencia de Estados Unidos, tanto en valor absoluto como en
relación con los demás Estados. Como ha señalado el presidente del
Council on Foreign Relations, Richard Haass, el progreso de países como
China, Rusia, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos es del orden
de un trillón al año. Eso se debe, claro está, al mercado de la energía.
Dada la explosión de la demanda de energía de parte de China y de la
India, esa cifra está llamada a seguir creciendo. La debilidad del dólar
ante la libra esterlina y el euro no sólo provocará la depreciación de
la moneda estadounidense ante las divisas asiáticas sino también una
posible transformación del mercado del petróleo, que adoptará el pago a
través de diferentes divisas, o quizás en euros.
Y cuando el dólar estadounidense deje de ser la moneda de la
compra-venta petrolera, la economía de Estados Unidos se volverá
vulnerable a la inflación y las crisis monetarias.
Dos mecanismos fundamentales han sostenido el mundo no polar:

Numerosos
flujos financieros se han abierto paso fuera de las vías legales y a
espaldas de los gobiernos, lo cual tiende a demostrar que la
globalización debilita la influencia de las principales potencias.

Los Estados petroleros han utilizado ampliamente esos flujos para financiar en secreto actores no estatales.
Por consiguiente, en un sistema no polar, el hecho de ser el Estado
más poderoso del mundo no garantiza el monopolio de la fuerza. Todo tipo
de grupos, e incluso de individuos, pueden acumular influencia.
Según el profesor Hedley Bull, las relaciones internacionales han
sido siempre una mezcla de orden y caos. Si seguimos la lógica de su
teoría, el sistema no polar tiende a volverse cada vez más complejo. Y
eso es lo que ha sucedido.
En 2011, la exacerbación de las tensiones alrededor de Libia demostró
que el sistema no polar había dejado de ser viable. Aparecieron
entonces dos orientaciones que competían entre sí.
La primera es estadounidense. Su objetivo es la construcción de un
Nuevo Orden Mundial que corresponda a la estrategia de Washington. Ello
supone abolir la soberanía de los países, reconocida desde la época de
los Tratados de Westfalia, y reemplazarla por la injerencia humanitaria,
a la vez como legitimación retórica y como caballo de Troya del
American Way of Life.

- Brasil + Rusia + India + China = BRIC
La segunda, respaldada por la Organización de Cooperación de Shanghai
y los países del BRICS, es chino-rusa. Reclama la preservación de los
principios de los Tratados de Westfalia, sin proponer por ello un
retroceso. Su objetivo es instaurar una nueva regla del juego, algo
basado alrededor de dos núcleos alrededor de los cuales existen cierto
número de polos.
Resulta evidente que el control de los recursos, sobre todo de las
energías renovables, constituye el paso ideal hacia la creación de un
nuevo sistema, cuya aparición se mantiene bloqueada desde 1991.
También está claro que el control del gas y de las vías de transporte
constituye el centro del conflicto que hoy se desarrolla en Siria. Es
indudable que la polarización de las potencias sobre ese tema sobrepasa
en importancia las supuestas causas internas así como la cuestión del
acceso a las aguas cálidas o la importancia logística de la base naval
de Tartus.
El imperativo energético
La batalla de la energía era el gran negocio de Dick Cheney. La
dirigió desde el año 2000 hasta 2008, en claro enfrentamiento con China y
Rusia. Es la misma política que se ha seguido aplicando bajo la
dirección del propio Barack Obama.
Para Cheney, la demanda de energía aumenta más rápido que la oferta,
conduciendo a fin de cuentas a una situación de escasez. La preservación
de la dominación estadounidense exige, por lo tanto, en primer lugar el
control de las reservas aún existentes de petróleo y gas. Además, y de
manera más general, si bien las actuales relaciones internacionales
están estructuradas en función de la geopolítica del petróleo, lo que
realimente determina el ascenso o la caída de un Estado es el
aprovisionamiento. Estos razonamientos sirven de base al plan de 4
puntos de Cheney:

Estimular,
a cualquier precio, toda producción local a través de vasallos como
medio de reducir la dependencia estadounidense de cualquier proveedor
que no sea su amigo, para ampliar así la libertad de acción de
Washington.

Controlar
las exportaciones de petróleo desde los Estados árabes del Golfo, no
para acapararlas sino para usarlas como medio de presión sobre los
clientes y sobre los demás proveedores.

Controlar
las vías marítimas en Asia, o sea el aprovisionamiento de China y Japón
no sólo en petróleo sino también en materias primas.

Estimular
la diversificación de las fuentes de energía utilizadas en Europa para
reducir la dependencia de los europeos en relación con el gas ruso y
limitar la influencia política que esa dependencia puede proporciona a
Moscú.

- Dick Cheney (1941 - )
Así que los estadounidenses se han fijado como principal objetivo su
propia independencia energética. Ese era el sentido de la política que
Dick Cheney elaboró, en mayo de 2001, al cabo de profundas consultas con
los gigantes de la energía. Esa política exige una diversificación de
las fuentes: petróleo local, gas domestico y carbón, producción de
electricidad con energía hidráulica y con energía nuclear. Exige además
un fortalecimiento de los intercambios con sus amigos del hemisferio
occidental, sobre todo con Brasil, Canadá y México.
El objetivo secundario es el control del flujo de petróleo en el
golfo árabe. Fue esa la principal causa de la operación Desert Storm (en
1991)) y de la posterior invasión de Irak (en 2003).
El plan Cheney se concentró en el control de las vías marítimas: el
estrecho de Ormuz (por donde transita un 35% del comercio mundial del
petróleo) y el estrecho de Malaca. En este momento, esas vías marítimas
siguen siendo esenciales para la supervivencia económica de China,
Japón, Corea del Norte e incluso para Taiwán. Ambos corredores permiten
el envío de recursos energéticos y materias primas hacia los centros
industriales asiáticos y la posterior exportación de los productos
manufacturados hacia los mercados mundiales. Al tenerlos bajo su
control, Washington garantiza simultáneamente la lealtad de sus
principales aliados asiáticos y restringe el creciente poderío de China.
La aplicación de esos objetivos geopolíticos tradicionales llevó a
Estados Unidos a reforzar su presencia naval en la zona Asia-Pacífico y a
crear una trama de alianzas militares entre Japón, la India y
Australia. También con vistas a obstaculizar el progreso de China.
Washington siempre ha considerado a Rusia como un competidor
geopolítico. Ha aprovechado cada oportunidad que se ha presentado para
reducir el poderío e influencia de Rusia y ve con especial temor la
creciente dependencia de Europa occidental del gas natural ruso,
dependencia que puede limitar la capacidad de oposición de los países de
esa región ante los movimientos rusos en el este de Europa y en el
Cáucaso.
Como alternativa, Washington ha empujado a los europeos a
aprovisionarse en la cuenca del Mar Caspio, construyendo para ello
nuevos gasoductos a través de Georgia y Turquía. Se trataba de evitar el
paso por Rusia, con ayuda de Azerbaiyán, Kazajstán y Turkmenistán,
rehuyendo el uso de los gasoductos de Gazprom. Así aparece la idea del
gasoducto Nabucco.
Para reforzar la independencia energética de su país, Barack Obama se
convirtió de pronto en nacionalista autárcico [Defensor de la
autosuficiencia. NdT.]. Estimuló la explotación del petróleo y del gas
en el hemisferio occidental, sin importar los peligros que encierran las
perforaciones en zonas ecológicamente frágiles, como las aguas frente a
las costas de Alaska o en el Golfo de México, ni las posibles
consecuencias de las técnicas utilizadas para la producción de energía,
como el craqueo del agua [También llamado “separación del agua”, este
proceso divide el agua en sus componentes, oxígeno e hidrógeno, y se
considera como una posibilidad para la obtención de hidrógeno barato.
NdT.].

En su discurso sobre el Estado de la Nación correspondiente a 2012, el presidente Obama declaró con orgullo: «
En
los 3 últimos años hemos abierto millones de acres de tierra a la
prospección en busca de petróleo y gas. Esta tarde he pedido a la
administración que abra más del 75% de los recursos petroleros y
gasíferos off shore. Ahora, en este momento, la producción
estadounidense de petróleo es la más alta de los últimos 8 años. Así es.
Desde hace 8 años. Y eso no es todo. El año pasado nuestra dependencia
del petróleo extranjero disminuyó y llegó a su nivel más bajo en 16
años.» [
1]
Obama mencionó, con particular entusiasmo, la extracción de gas natural por craqueo de esquistos bituminosos: «
Tenemos reservas de gas natural que protegen a América por un centenar de años.» [
2]
En marzo de 2011, Washington incrementó sus importaciones de Brasil para no seguir recurriendo al petróleo del Medio Oriente.
En realidad, Washington nunca ha dejado de garantizar el control
estadounidense sobre las vías marítimas vitales que se extienden desde
el estrecho de Ormuz hasta el Mar de la China Meridional, ni de
establecer una red de bases y de alianzas que cercan a China –la
potencia mundial emergente– formando un arco que va desde Japón hasta
Corea del Sur, Australia, Vietnam y Filipinas, por el sudeste, y la
India, por el sudoeste. A todo esto se agrega, como colofón, un acuerdo
con Australia para la construcción de una instalación militar en Darwin,
en la costa norte del país, cerca del Mar de la China Meridional.
Washington trata además de incluir a la India en una coalición de
países de la región hostiles a China para sacar a Nueva Delhi del BRICS,
en el marco de una estrategia tendiente a cercar a China que despierta
gran inquietud en Pekín.

Varios estudios han sacado a la luz una repartición inesperada de las
reservas mundiales de gas. Rusia aparece a la cabeza con los 643
trillones de pies cúbicos de la Siberia occidental. En segundo lugar
aparece Arabia Saudita, incluyendo el yacimiento de Ghawar, con 426
trillones de pies cúbicos. Viene en tercer lugar el Mediterráneo, con
345 trillones de pies cúbicos de gas, a los que hay que agregar 5 900
millones de barriles de gas líquido y 1 700 millones de barriles de
petróleo.
En el caso del Mediterráneo, la parte más importante de esa riqueza
se halla en Siria. El yacimiento descubierto en Qara puede alcanzar una
producción diaria de 400 000 metros cúbicos, lo que convertiría a Siria
en el cuarto productor de la región, después de Irán, Irak y Qatar.
El transporte del gas desde el cinturón de Zagros, en Irán, hacia
Europa debe pasar por Irak y Siria, lo cual ha venido a trastornar los
proyectos estadounidenses y a consolidar los proyectos rusos (South
Stream y North Stream). Sin acceso al gas sirio, Washington no tiene
otra salida que tratar de garantizar el gas libanés.
Y sigue la guerra…