18 Mayo 2012
- Escrito por Manuel Navarrete
Si, como decía Ovidio, es lícito aprender del enemigo, dirijamos por un momento nuestra mirada hacia Jean-Marie Le Pen. Esta fascista hereditaria francesa acaba de darnos una lección de inteligencia y destreza política: en lugar de apoyar a Sarkozy en la segunda vuelta, le ha negado su apoyo a ninguno de los dos grandes partidos.
Le Pen no se ha dejado seducir por los guiños xenófobos y otros cantos de sirena del demagogo profesional y ya expresidente conservador francés. Así, conseguirá su objetivo: la figura de Sarkozy se hundirá y, con un poco de suerte, será ella quien pase a la segunda vuelta la próxima vez. Resulta desolador establecer un contraste entre la inteligencia política que observamos en nuestros enemigos y la mediocridad que nos devuelve el espejo. Véase el gobierno de coalición entre PSOE e Izquierda Unida en Andalucía.
Desde el principio, IU se ha mostrado solícita. No protestó porque el PSOE festejara una victoria electoral inexistente, atribuyéndose como propios los votos de Izquierda Unida. Tampoco pareció afectarle que el PSOE amenazara con despidos masivos desde la Consejería de Educación andaluza. Ahora hay truco: IU pacta con el PSOE y culpa al PP por los recortes que la Junta tendrá que hacer para acometer el objetivo de reducir el déficit público. Valderas simula haber olvidado que fue el PSOE el que modificó, de forma exprés y haciendo la “pinza” con el PP, la Constitución Española para limitar el déficit público.
A la operación de fontanería entre unas bases que, en apenas dos semanas, pasaron de oponerse frontalmente al pacto de gobierno a defenderlo con uñas y dientes, se le une un “pacto programático” entre Griñán y Valderas lleno de brindis al sol y que es tan ambiguo y generalista que podría ser firmado por cualquier político de la historia, desde Hitler hasta Bakunin, pasando por Juana de Arco. Ni una sola palabra, naturalmente, sobre las bases de Rota y Morón, convertidas por Zapatero en puestos clave del escudo antimisiles imperial.
Todo esto nos lleva a reflexionar sobre el bipartidismo, principal mecanismo actual para reforzar el fetichismo democrático paralizador a fin de que las masas acaten la opresión de clase. Con todo, lo primero que hay que tener en cuenta es que el PSOE y el PP no son iguales. Ojalá lo fueran. Pero el problema es precisamente que no lo son, aunque sean, como dice el célebre cántico, “la misma mierda”. Ésa es precisamente la trampa bipartidista. El PSOE se muestra más tolerante en determinadas cuestiones que no deben subestimarse, como los derechos de los homosexuales o el aborto. Además, trata de infiltrarse en espacios donde hasta hace poco le estaba vetada la entrada (siempre habrá, faltaba más, quien le abra las puertas, tachando a quienes se opongan de “sectarios”). Por eso precisamente el sistema es tan siniestramente perfecto.
Pero existe otro mecanismo aún más maquiavélico que hace que todo funcione tan bien. Los dos grandes partidos, al estar en la oposición, dicen oponerse a lo que hace el gobierno; pero, en cambio, no prometen derogarlo. Así, el PP se oponía a la bajada de salarios a los trabajadores del sector público efectuada por parte de Zapatero (también a la subida del IVA). Sin embargo, tras alcanzar el gobierno, no ha subido de nuevo los sueldos (o bajado el IVA) hasta alcanzar el nivel anterior. El PSOE, por su parte, dice oponerse a la reforma laboral del PP. ¿Por qué no promete que, si llega al gobierno, al día siguiente la derogará y, por ejemplo, volverán a pagarse los salarios de tramitación?
De este modo, ambos se van turnando entre aparentes críticas mutuas, engañando a la gente, pero constituyendo en realidad dos piezas distintas de una misma y perfecta maquinaria de robar a los pobres para engordar la opulencia de los ricos. ¿No resulta obvio que no pararán hasta que nos organicemos contra ellos, contra los dos?
Pero no descubrimos con esto nada nuevo. Ya decía Marx en el 18 Brumario que, bajo el capitalismo, la forma perfecta de dominación no es la dictadura autoritaria, sino la república democrática. A esto podríamos agregar que el bipartidismo, establecido en nuestro Estado en el siglo XIX por Cánovas y Sagasta, es un método perfecto para generar apariencia de diversidad (por supuesto, si alguna vez falla y la gente “se equivoca al votar”, siempre se puede dar un golpe de Estado como el del 36, prohibiendo después las elecciones).
Otro ejemplo paradigmático es la supuesta oposición entre “republicanos” y “demócratas” en EE UU. De igual modo que tras Aznar vino Zapatero en el Estado español, tras Bush vino Obama en los Estados Unidos. Un lavado de cara necesario para reciclar el sistema, superar la mala imagen generada por los presidentes más cafres, por el “poli malo”, tranquilizar a los progres de la ceja y que, finalmente, todo siga igual.
“Obama es un Bush decorado”, canta Pablo Hasel, que se niega a creer a “la marioneta de cientos de Rockefellers”. En realidad, la izquierda debe superar sus propias mitologías y preguntarse seriamente para qué sirve el voto hoy en día. ¿Acaso nuestros padres lucharon por esto?
Hoy Rajoy ha dicho que, aunque en su día prometiera no subir el IVA, tal vez deba hacerlo, obligado por las circunstancias. Pero el problema no es, como querría suponer determinado sector ingenuo del 15-M, que los políticos traicionen su programa improvisando o adaptándose a nuevas circunstancias: eso es algo propio de cualquier gobierno del mundo, incluso del más revolucionario.
El problema es que quieran hacernos pasar por circunstancias casi “meteorológicas” (“gobiernos técnicos” o “gestores”, les llaman ahora) lo que no son sino decisiones políticas e ideológicas. Por ejemplo: la situación actual, en la que los gastos del Estado superan a sus ingresos, la han creado ellos (PSOE y PP) reduciendo los ingresos del Estado, a base de privatizaciones de empresas públicas, supresión de impuestos sobre sucesiones o patrimonios, reducción de impuestos a los tramos más altos del IRPF, etc. El problema no es, por supuesto, que sean decisiones “ideológicas”, sino que son expresiones de una ideología concreta que sirve a los intereses de los de arriba para dominar a los de abajo. Ideología a la que nosotros, desde abajo, debemos oponer otra ideología pero de signo contrario.
Lo que está claro es que debemos superar el mito de “apoyar al PSOE para que no gobierne el PP”. En ese caso, pensará la gente, ¿para qué votar a la copia, si puedo votar al original? Es más, pensemos en Latinoamérica, la vanguardia antiimperialista del mundo. ¿Acaso Hugo Chávez, al asaltar los cielos en Venezuela, optó por apoyar al partido “progresista” Acción Democrática para “ni por activa ni por pasiva” dejar gobernar al neoliberal COPEI, en lugar de ignorar esa trampa bipartidista y crear una tercera opción totalmente al margen de esa falsa alternancia?
En el Estado español, nos costó mucho tiempo y esfuerzo conseguir que la gente comprendiera que “PSOE y PP la misma mierda es”. Diego Valderas acaba de destruirlo en apenas dos semanas. Es hora de cambiar los términos del debate. No parece posible que gentes que se dicen a sí mismas “comunistas” nos digan que en Andalucía se ha “frenado al neoliberalismo” o se ha hecho un “pacto de progreso” y “de izquierdas”. La realidad es que IU acaba de constituir, junto al PSOE, un gobierno que, como ya ha anunciado, va camino de hacer recortes históricos y dramáticos en el país andaluz. Nada incoherente, por otro lado, con lo que viene siendo la orientación política del PSOE desde los primeros tiempos de Felipe González hasta la actualidad.
El CUT de Sánchez Gordillo, por su parte, aunque mucho más avanzado políticamente que el PCE, está teniendo igualmente una actuación reprochable. En primer lugar, por publicar unos datos absolutamente falseados sobre el “referéndum alternativo”, según los cuales el CUT tendría entre sus filas a unos 3.500 de los 7.000 afiliados de IU en Andalucía. Sin olvidar que, de ser eso cierto, habría sido absurdo por su parte no participar en el referéndum oficial, pudiendo propiciar la victoria de la opción contraria al pacto.
En segundo lugar, porque el hecho de que se manipulen los censos y se cuenten los votos de personas que no están afiliadas, en el fondo, sólo puede responder a la pretensión por parte del CUT de intentar aparentar que las bases de IU son en realidad lo que no son, distorsionando la realidad e imposibilitando la conformación de nuevas opciones políticas que tengan más claro lo que supone el Partido “Socialista”.
Y en tercer lugar, porque ha llegado la hora en la que se distinguen los charlatanes de los que son consecuentes. Gordillo prometió abandonar IU en caso de que se conformara un gobierno de coalición con el PSOE. Dicho gobierno, a día de hoy, se ha conformado, con la friolera de tres consejerías para Izquierda Unida. Por tanto, al CUT se le ha acabado el crédito. Ahora debe abandonar IU, o bien resignarse a ser tratado por parte de la izquierda extraparlamentaria como parte del problema y no de la solución.
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