Escándalo:
La Verdad sobre los incentivos a los médicos en los hospitales de
gestión privada o cómo se degrada la calidad y la ética profesional para
asegurar el negocio.
Soy
médico de urgencias y trabajo en el cada vez más reducido sistema
público de salud. Por diversas circunstancias, durante un periodo de mi
vida, me vi obligada a trabajar en un hospital de gestión privada, y
supongo que, por eso, me han pedido que aporte algunos datos sobre ese
tipo de sanidad que parece abocada a implantarse en todo el territorio
nacional.
Antes
de comenzar, quisiera explicar en qué consiste el sistema de triaje en
urgencias. Cuando un paciente entra por la puerta de urgencias de un
hospital es evaluado por un profesional sanitario, normalmente un
enfermero/a, que toma las constantes vitales y cuestiona al enfermo
para, según la gravedad de su patología, adjudicarle un color. De esta
forma, por un código específico de colores, se atenderá con mayor
celeridad al paciente que más grave esté. En mi comunidad autónoma, por
ejemplo, se utiliza el sistema Manchester que funciona parecido a los
semáforos de tráfico: el rojo (muy grave) se atiende antes que el verde
(leve). Este sistema se creó para optimizar la atención de todos los
pacientes, y me parece que funciona bastante bien.
Ahora
bien, ¿qué es lo que pasa si a ese mismo código se le asocia un valor
económico? ¿Qué pasaría si por cada paciente atendido con un código rojo
se cobrase una productividad 10 o 20 veces superior a la de otro
paciente con código verde?
En
el hospital de gestión privada donde trabajé, el 50% del sueldo de los
facultativos era variable y basado directamente de la productividad,
productividad dependiente de si se había atendido a pacientes rojos,
naranjas o amarillos...por lo que es fácil deducir qué tipo de pacientes
era mejor atendido que otro.
Otra
variante en el dividendo de la productividad consistía en el hecho de
que un paciente acabara hospitalizado o fuera dado de alta a su
domicilio. Aportaban mayor cantidad de dinero los que se marchaban que
los que ingresaban. Dato éste que por si solo me parece suficientemente
gráfico, y pienso no necesite más comentarios.
Además,
me di cuenta de que algunos facultativos no atendían a los pacientes
que no estaban acreditados. Por acreditado se entiende al individuo con
su tarjeta sanitaria en regla y que, por lo tanto, el hospital de
gestión privada cobraría al Estado una cantidad X por tratarlo.
¿Y
por qué? Pues porque el hospital, al no poder facturar por su
asistencia, tampoco pagaba al profesional que lo había atendido.
Salí
espantada huyendo de un sistema sanitario que cosificaba a los enfermos
y los convertía en mercancías; pero desgraciadamente, estos últimos
meses están ocurriendo alarmantes cambios en el sistema público de
salud.
En
estos momentos, el sistema informático con el que recetamos la
medicación, se bloquea en los pacientes sin acreditación. Población ésta
de las más vulnerables, y a la cual se nos impide ni siquiera
prescribirle un antibiótico.
Pero
esto no solo ocurre a inmigrantes. En estos momentos también se nos
bloquea el sistema con españoles con todos sus papeles en regla y que
han cotizado toda su vida en la Seguridad Social, pero que se encuentran
en una comunidad autónoma distinta de la de su lugar habitual de
residencia. A esos pacientes que quizás hayan salido de casa durante un
fin de semana, tampoco podemos prescribirles fármaco alguno.
Y
por último, quiero explicar lo que sucede con los especialistas en los
hospitales de gestión privada. Alguien muy cercano a mi,
desgraciadamente, sufre una de las enfermedades que podrían etiquetarse
como raras. Dicha persona tenía un seguro privado y, al inicio de los
síntomas, se le atendió en un precioso hospital privado con habitación
individual con 2 camas, baño, TV y un catering con suculentas comidas.
Hasta ahí todo iba bien. Confort, mucho confort. Pero ¿qué ocurre en los
hospitales de gestión privada? Pues que te atiende un internista. ¿y
quién es un internista? Pues un médico que sabe de todo. Sabe de todo,
pero no es especialista de nada. Sería algo parecido al médico de
familia, pero a nivel hospitalario. En principio y en la mayoría de los
casos, un internista podrá atenderte correctamente. Ellos se ocupan de
todos los pacientes con patología médica y el especialista solo está
como consultor o para realizar pruebas complementarias. Por ejemplo, si
tienes una neumonía, el internista te pautará un antibiótico, y solo en
el caso de que necesites una broncoscopia, vendrá un neumólogo para
realizarte dicha prueba y nada más.
Pero
¿qué pasa si tus síntomas no encajan con ninguna enfermedad conocida?
¿Qué ocurre si tu médico no sabe qué tratamiento ponerte? Podrá
consultar a dicho especialista que probablemente tampoco conozca la
citada patología, y empezarás un largo peregrinaje de un especialista a
otro, esperando toparte algún día con el iluminado que pueda ayudarte.
Y
eso hicimos nosotros, buscar y buscar hasta que convencimos a nuestro
enfermo para que se cambiase de sistema sanitario y fuera atendido en la
Seguridad Social. A diferencia de los hospitales privados, en los
públicos no tienes una habitación individual ni una selecta cocina, pero
hay facultativos de todas las especialidades. Médicos especialistas que
además se reúnen entre ellos y hacen sesiones clínicas. Sesiones
interdisciplinarias donde no solo estarán los neumólogos, por ejemplo,
sino que estos se juntarán también con los cardiólogos o digestólogos
para discutir esos casos raros que difícilmente una sola persona podrá
resolver. Muchas mentes pensantes, reunidas y trabajando juntas por un
mismo paciente, tienen siempre muchas más probabilidades de acertar que
una sola pensando en solitario.
Me
siento profundamente agradecida a todos mis compañeros del sistema
público de salud que dedicaron su tiempo y esfuerzos a estudiar la
enfermedad de mi familiar. Trabajo y horas de estudio no remuneradas
económicamente, pero que seguro les aportaron una gran satisfacción
personal por su carácter altruista y humano.
Expongo
estos datos de mi experiencia personal esperando que sirvan de punto de
reflexión a los escépticos y a los aletargados que todavía piensan que
los cambios que ya sufrimos y los que se avecinan en nuestro sistema
público de salud no son tan graves.
Por razones obvias, guardamos el anonimato de la doctora que nos envía esta denuncia.
OTRA HUMANIDAD ES NECESARIA
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