Rubén Nissensohn.-
Con fecha 1 de mayo manifestábamos en un artículo nuestra sorpresa porque no se contemplara en absoluto, en los debates y comentarios públicos sobre la crisis que venimos sufriendo, el papel que en esta tenía el hecho de que nuestra moneda fuera el euro. Pedíamos que ese aspecto por lo menos se debatiera “con participación de los mejores economistas”.
El azar ha querido que la respuesta nos
llegara solo cinco días más tarde en el artículo publicado por el
periódico digital “Expansión” bajo el título “Los cinco Nóbel de
Economía que contemplan la salida de España del euro”. Son pues
precisamente los “mejores economistas” los que contemplan esa
posibilidad o se pronuncian sobre ella.
Alguno, Paul Krugman, piensa que España
estaría mejor si nunca hubiera adoptado el euro, pero que ahora no se
le ofrece al país ninguna buena opción. Admite, sin embargo, que la única forma de reducir el desempleo pasaría por el “sacrificio” que debería hacer el país al abandonar el euro.
Otro, James Mirrlees, es mucho más
tajante: España solo saldrá a flote fuera de la moneda común, hay que
salir del euro, imprimir mucho dinero y usarlo en inversiones públicas
deseables y en políticas de empleo.
En cuanto a Joseph Stiglitz, ha dicho que
seguir el camino de Grecia sería “un suicidio”, que estamos en una
depresión económica sin esperanza de recuperación, que el pacto fiscal
europeo no será suficiente y que se puede seguir en la Unión Europea sin
compartir moneda.
Pensamos, frente a
esas decididas opiniones, que los mejores economistas del mundo no
pueden estar propugnando una idea disparatada. Lo que sí se comprobaría
que es un disparate es justamente lo contrario, lo que se está haciendo
y lo que están sufriendo ya millones de familias, mientras sale
periódicamente un Presidente del Gobierno a hablar para no decir nada,
ya que evidentemente se siente obligado a ceder a lo que se le dice
desde Europa o Alemania.
Sería hora , pues, de
que se abriera el debate en la propia España, dado que se trata de una
cuestión delicada al máximo, y de la más extrema gravedad. Lo que no
queda más remedio que reconocer, es que por la ruta elegida no se puede
continuar. Habría que tomar medidas bien reflexionadas pero decididas,
con el mejor asesoramiento posible, como el de Stiglitz o el de
Mirrlees. El riesgo de pánico o fuga de capitales podría tener que
prevenirse, si fuese necesario, con medidas de tipo “corralito”.
Es evidente que este
tema es tabú, totalmente contrario al neoliberalismo en cuyo universo
viven nuestros gobernantes, y sufre sin salida el pueblo español.
Los políticos parecen
haber adoptado la actitud que en psicología se conoce con el nombre de
“negación” de la realidad. Esta es precisamente la palabra que utilizan
Andrés Ortega y Angel Pascual Ramsay en su libro “¿Qué nos ha pasado?”.
No recomendamos, en cambio, el análisis que transmiten acerca de las
consecuencias de la salida del euro sobre el PIB. Y ello por dos
razones: si la medida fuera tan negativa no se comprende por qué las
mayores eminencias la preconizan. Y segundo, los datos provienen de los
círculos bancarios, que son los más adeptos a ver solo un mundo
neoliberal y suponen el mantenimiento de una política acorde con tal
visión. Mirrlees, por el contrario, recomienda la salida como medida
inicial, pero simultánea con la adopción de una neta política
keynesiana, de fomento y empleo.
El problema es más
vasto. Estamos sufriendo las consecuencias de una evolución histórica de
la mayor magnitud. El fracaso del marxismo, la pérdida del temor que
albergaban los intereses económicos a que se acabara con ellos, la
ignorancia y falta de ilusión de los votantes, la trampa siniestra para
el obrero occidental que representa la globalización, nos colocan en una
situación de impotencia que sería más fácil de solucionar a nivel
europeo. Pero para ello debería haber un movimiento político de
izquierda a ese nivel.
No existe hoy el
“fantasma que recorre Europa” que en su momento representó el comunismo.
No es verdad, hoy por hoy, que los trabajadores occidentales “nada
tengan que perder sino sus cadenas”. Pero no parece que tardará el
momento, si es que no ha llegado ya, en que muchos trabajadores
españoles “nada tengan que comer”. ¿Qué pasará entonces?
Es hora de que la
izquierda europea se modernice y se torne más sofisticada. No se es
útilmente de izquierda por sentirse solidario con todo lo que puede oler
a antinorteamericano. Lo que necesitamos es un Nuevo Socialismo Europeo
Unificado que se presente a las elecciones en los distintos países
propugnando el retorno al keynesianismo y un proteccionismo de ámbito
europeo.
A quienes tengan mala
conciencia por sentir que esa posición privaría de ventajas a los
obreros de Bangladesh, por ejemplo, respondemos: deseamos el progreso de
Bangladesh, pero no basado en el trabajo esclavo resultante de la mala
globalización y destinado a los mercados occidentales, en el que están
sometidos a derrumbes e incendios periódicos, sino en un trabajo digno y
normal en el que los trabajadores constituyan su propio mercado.
Y a quienes piensen
que el proteccionismo europeo es una idea utópica y extravagante, les
señalamos que es promovida nada menos que por Emmanuel Todd. Y decimos
“nada menos” porque se trata del sociólogo cuya sagacidad le permitió
predecir el derrumbe del comunismo muchos años antes de que se
produjera, cuando ningún otro sospechaba siquiera tal posibilidad.
Pero volvamos a lo que es más inmediatamente nuestro.
La principal razón
para no continuar con la política que nos viene llevando ya a más de
6.200.000 desempleados es, por supuesto, que es el más refinado ejemplo
de lo contraproducente. No hay ninguna posibilidad de que, en un país
destrozado por los recortes, la ambición de competitividad en las
exportaciones y la “moderación salarial” reactiven alguna vez
decididamente la economía. Incluso si aumentara algo la competitividad
¿cuánto y cuándo vamos a reducir de esa manera el desempleo, con un
mercado interno anémico? No hay que ser premio Nóbel para conocer las
respuestas. Solo hablando como un muñeco articulado y sin someterse a
preguntas puede Rajoy evitar hablar de ello (¿darse cuenta?) El fuero
interno del Presidente del Gobierno es un enigma (¿en qué puede estar
pensando?).
Pero además esa
política tiene consecuencias nefastas, aberrantes, injustas y
antinaturales. Comencemos por esto último; lo natural es que una
población debidamente capacitada, como la española, no se vea impedida
de producir para vivir con un mínimo de alimentos, vivienda, etc. No
puede ser que se llegue a esa situación sin que se indique claramente,
de manera detallada, como se saldrá de ella.
Lo nefasto se traduce
en desahucios, familias enteras desempleadas, un número creciente de
desempleados que han agotado sus subsidios, suicidios, etc.
Lo aberrante e
injusto, es la total ausencia de culpa de las clases sociales que sufren
las consecuencias, mientras los banqueros –los verdaderos responsables-
se han ocupado de asegurarse retiros millonarios.
Solo se puede
aconsejar al señor Rajoy que se ponga en contacto con los señores
Mirrlees y Stiglitz ,sin publicidad, y que amplíe su universo mental. Si
eso fuera posible, quizá España se salvaría.
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