Manuel Navarrete.
“Si alguien tiene alguna idea mejor, bienvenida será. Si alguien cree que lo planteado en este artículo no es factible, que explique por qué, que dé alguna alternativa. El debate está abierto”. (José López)
Circulaba por la red hace poco un gracioso vídeo del llamado “Partido X”. Al parecer, sus promotores, tan fanáticos de la “participación”, abrieron una votación on-line para que la gente decidiera el nombre del “partido del futuro”. Pero la participación fue rápidamente suprimida cuando arrojó como resultado algo diferente a lo deseado: los nombres más votados eran cosas como “Populistas sin Objetivos”, “Partido Progre Chachiguay” y “Partido de Liberación Pija”.
Se me ha venido esta anécdota a la cabeza leyendo el último artículo de José López. No es la primera vez que polemizo con este autor, ni será la última, al parecer. El motivo es muy sencillo: la gente se está suicidando, lo que está sucediendo es muy serio y no vamos a resignarnos a que se difundan ideas que, como las de José López, garantizan que todo siga igual.
López se equivoca desde la primera frase, al hablar del “frente ciudadano”. Una vez más estamos ante una concesión al telediario. Costó mucho tiempo y esfuerzo elaborar el análisis de clase de las sociedades, como para ahora renunciar a él ante el primer concepto que ponga de moda la televisión. José López escribe que el futuro “dependerá de quién lleven la iniciativa: la ciudadanía o las élites actuales”.
Pero no hay disyuntiva, pues las élites forman parte de la ciudadanía; son tan ciudadanos como José López y como yo. La cosa está clara. “Ciudadanía” es la categoría social que nos une a Botín y nos separa de los inmigrantes sin papeles. “Pueblo trabajador” es la categoría social que nos une a los inmigrantes sin papeles y nos separa de Botín. Así pues, que cada cual decida. Para nosotros es crucial que el movimiento popular se una a sus hermanos de clase y se separe de sus explotadores.
José López ha descubierto cuál ha de ser el objetivo del 15 M: un cambio de régimen. A continuación, nos explica por qué: según él, no es posible parar el neoliberalismo sin transformar el sistema. Lo que no es posible es cometer más errores en una sola frase. Para empezar, confunde régimen con sistema. A la vez, por casualidad, expresa algo correcto: el keynesianismo es imposible en el capitalismo globalizado actual, por lo que para acabar con el neoliberalismo hay que acabar con el capitalismo. Pero a continuación destruye su propia idea, al hablar de “transformar” el sistema. En todo caso, podría hablar de transformar la sociedad, a través de un cambio de sistema. Pero las sutilezas no importan a quien habla por hablar.
Posteriormente habla de llegar a las instituciones a través de partidos que se hagan con el poder. En esta ocasión, confunde gobierno con poder, olvidando que alcanzar las instituciones parlamentarias es algo muy diferente de detentar el poder fáctico, que por supuesto es el poder financiero.
López parece haber descubierto la necesidad de que el 15 M se presente a las elecciones. Así, dice que de nada servirán tantas manifestaciones, acampadas o huelgas si los principales partidos del régimen siguen recibiendo el apoyo de la mayoría de la gente en las urnas. Una vez más se equivoca. Más bien al revés: de poco servirán las urnas si los partidos y otros poderes del régimen no reciben la presión de la calle… y no sólo de la calle, también de las habitaciones cerradas en la que se organicen plataformas revolucionarias de todo tipo. Hay que entender la lucha de clases, analizar la historia… La mayor libertad sindical real se dio en el Estado español al final del franquismo, porque existía un fuerte contrapoder combinando diversos métodos de lucha. El primer sistema de seguridad social no fue creado por ninguna socialdemocracia, sino por el conservador Bismarck ante la presión del poderoso movimiento socialista alemán (poco dado entonces a levantar las manitas).
Eso sí, para López hay que ser ante todo pacifista y emplear un lenguaje inclusivo. Por lo pronto ya hemos visto que su lenguaje “ciudadanista” es muy inclusivo con los banqueros y muy excluyente con los inmigrantes sin papeles. Con respecto a la cuestión de la paz (por cierto, ¿es “paz” la paz sin justicia? ¿o es “pacificación”?), José López considera “demostrado por el 25 A” que “la violencia no sirve de nada”.
Supongo que el que fuera poca gente a asediar el Congreso el 25 A demuestra la razón de las tesis anti-violentas. En cambio, toda la historia de la humanidad, en la que nunca jamás se ha hecho una revolución de manera pacífica, no demuestra nada. Pero probablemente López no esté de acuerdo con esto y sea admirador de la sociedad de castas que impera en la India pos-gandhiana. Yo también (lo aclaro para cuando me lea la policía).
Si se trata de demostraciones, ahí va otra: creo demostrable que, aunque el triple de gente hubiera ido el 25 A al Congreso, eso tampoco habría cambiado nada. Es más, creo demostrable que ya hay más gente en las calles de las que hubo en cualquier revolución de la historia. Por lo tanto, lo que falta es otra cosa. Pensemos: ¿qué hubo en todas las revoluciones de la historia pero falta aquí?
José López dice que al reivindicar la “democracia real” pero por métodos pacíficos es “radical en los objetivos pero no en las formas”. Es justo lo contrario. Si reivindicas X sin reivindicar también los métodos que harían posible X, eres radical en las formas… pero una estafa en el fondo y en los objetivos.
Así, error tras error, José López va perfilando su programa político, no sin fustigar a los “dogmáticos” que quieren seguir hablando de “izquierdas y derechas”. Vale. Por nuestra parte, ya hemos dicho mil veces que el problema no es renunciar a las palabras izquierda y derecha (ni siquiera son categorías marxistas), sino renunciar al análisis de clase de la sociedad... como hace José López. Pues “desarrollar la democracia política", como propone José López, es una abstracción que no quiere decir nada o, peor aún, que puede querer decirlo todo, en función de si quien la hace suya es Ulrike Meinhof, Rosa Díez o Tutankamón.
José López, el Partido X, DRY y el resto de este selecto club quieren hacernos a todos participar y participar. Muy bien. Deben de organizar más actividades que los Boy Scouts. Eso sí, ni rastro de contenidos políticos. Puro eclecticismo. Pero ¿y si la gente, participando democráticamente, decide expulsar a los inmigrantes (a los “no-ciudadanos”)? ¿Y si deciden, como en las elecciones alemanas de 1933, que gobierne Hitler?
Así, caminando por este cenagoso pantano, llegamos finalmente a las propuestas de López, a las que auguro un gran futuro, ya que son perfectamente asumibles por cualquier partido como UPyD, el PSOE o incluso el PP. Básicamente lo de siempre: una persona=un voto, referendos vinculantes, mandato imperativo y separación de poderes. Ah, y por si alguien lo tilda de reformista, ¡referéndum entre monarquía o república!
A muchos les gustará esto último. Pues bien, otros pensamos que la reivindicación republicana burguesa en sí misma, si no va ligada a un proyecto político transformador, a la creación de una República Popular en la senda de la construcción socialista, es una auténtica estafa y una burla cruel a las necesidades acuciantes de la gente, a quienes pasan hambre, a quienes son desahuciados, a quienes emigran y a quienes sufren la represión policial.
Por no hablar de la separación de poderes, esa reivindicación tan transformadora. ¿Para qué queremos a Marx teniendo a Montesquieu? El país con más separación de poderes del mundo es EE UU, en el que incluso se votan los jueces. ¿Y bien? ¿Acaso eso soluciona algo? ¿Acaso el poder capitalista no es una unidad de todas maneras?
¿Y la reforma de la ley electoral? ¿Una persona, un voto? Pues no. Los mecanismos de ponderación son necesarios, para que ciertas zonas (por ejemplo, las zonas rurales) no estén subrepresentadas. Pero, aunque dicha reforma se adoptara, ¿cambiaría algo? La respuesta me parece obvia. Porque, en suma, José López nos ofrece algo muy viejo: socialismo utópico, bajo la pretensión de que con cuatro reformas formales se puede transformar la sociedad.
Habla López de la necesidad de buscar un programa mínimo que pueda ser apoyado por “la mayoría de los ciudadanos”. No. Lo que hay que hacer es ayudar a que la gente comprenda su necesidad de apoyar las medidas de un programa mínimo transformador y que la emancipe objetivamente. Y no asumir como nuestro programa el “mínimo” que ellos asumirían hoy día. Hoy día lo que la gente quiere es colgar a los inmigrantes. ¿Debemos celebrar que “decidan” cualquier cosa? Eso es eclecticismo vulgar. ¿Deben estar todo el día participando? Los que tienen que buscarse la vida no disponen de tanto tiempo; de hecho, sólo los pijos pueden permitirse tanta “horizontalidad”.
Pero José López nos pide alternativas, más allá de las críticas. Allá va una inspirada por el crucial artículo Línea revolucionaria y referente político de masas, de Vicente Sarasa. Las cosas están mal, y es culpa del sistema capitalista, de modo que queremos cambiarlas, y por tanto acabar con el sistema capitalista. Por ello, debemos aprender de aquellos que, antes que nosotros, han destruido al capitalismo. Por ejemplo: Mao. Siguiendo a Mao, en cada etapa hay que caracterizar cuál es la contradicción principal y cuáles son secundarias, aplazables.
En el Estado español actual (y en Grecia, y en Portugal, y en…) la contradicción principal es la que enfrenta a las grandes mayorías populares con las políticas de recorte. Estas políticas de recorte se efectúan para pagar la deuda externa. Por tanto, la reivindicación fundamental de este periodo debe ser “No al pago de la deuda”. Pero es imposible no pagarla si se continúa dentro de las instituciones europeas, por lo que el siguiente punto de nuestro programa debe ser “Salida de la UE y el euro”. Pero, además, no podremos organizar la sociedad fuera de estas instituciones imperialistas si no expropiamos a la banca privada para construir una banca pública. Ahí está, pues, el siguiente punto del programa de mínimos: “Expropiación de la oligarquía financiera y banca pública”. Por supuesto, todo esto no se conseguirá levantando las manitas en las manifestaciones, como propone López, por lo que es imprescindible otro punto en el programa, a fin de enfrentar la inevitable represión policial: “Depuración de los cuerpos policiales y del régimen de la Transición”.
Nótese que, aunque soy comunista, no he hablado del socialismo, ni de suprimir la contradicción entre capital y trabajo, de suprimir el patriarcado... del programa de máximos, en suma. Tampoco he hablado, aún, de la autodeterminación, de la república, de la OTAN. Porque creo que, en la situación actual, hace falta construir un referente político de masas que, superando la división de las luchas parciales y las “mareas”, partiendo del primer punto del programa de mínimos esbozado, “No al pago de la deuda” (por ser el que puede movilizar a la población siendo, a la vez, inasumible por el sistema), puede tirar de una cadena que haga necesaria para la población, mediante una debida pedagogía revolucionaria, la exigencia del resto de reivindicaciones. Hacia la revolución.
Sé que esta propuesta de mínimos no va a gustar a José López. Sé que, probablemente, el populismo sin objetivos llegue todavía más fácilmente a la población que la propuesta revolucionaria que hemos efectuado. Pero también sé que, a la larga, el populismo sin objetivos acabará defraudando a la gente y tendremos una oportunidad. Y que, en realidad, una propuesta revolucionaria es estrictamente necesaria en tiempos en que la decadencia y la crisis no dejan margen para la concesión pacífica de reformas y en las que, por lo tanto, los revolucionarios son más efectivos en la conquista de reformas que los propios reformistas.
Unas últimas reflexiones. López insiste en la coherencia entre su objetivo (una “democracia real”) y sus métodos (el pacifismo). Nada de eso es cierto. Decía Lenin, con razón, que la única garantía de democracia es un fusil en el hombro de cada obrero. Por otro lado, jamás habrá democracia real si no se expropia a todos los banqueros y grandes empresarios.
José López considera que todas estas consignas contra la oligarquía financiera son “etiquetas ideológicas” que dividen a la gente y nos separan de “los votantes de la derecha”. Claro. Mejor juntar a toda la gente, aunque por el camino renunciemos a los objetivos. ¿Por qué no emplea como vídeo electoral el gol de Iniesta? La banca debe expropiarse. Eso no es una etiqueta ideológica, sino una necesidad política sine qua non para poder, al menos, desarrollar un programa de mínimos, o incluso reformista. Otro hecho objetivo: la deuda debe dejar de pagarse, o seguirá habiendo más y más recortes, que hundirán la vida de la gente. No es tan difícil de entender. ¿O cree José López que pagando la deuda y soportando las hipotecas de quienes reciben dinero barato del BCE tendremos recursos para cambiar algo o, al menos, dejar de recortar sin piedad?
Por último, José López concluye que sólo hay una formación coincidente con su proyecto político y posible aliada de la “candidatura 15 M”: Izquierda Unida. No sin expresar sus dudas, que por supuesto no se deben al carácter socialdemócrata de IU, a sus recortes sociales en Andalucía o a cualquier otra cosa así, sino… al miedo a perder para su futura candidatura a los votantes fachas. Para semejante viaje no hacían falta tantas alforjas.
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