¿Guardianes de la decencia o de la impunidad?
Por Mikel Arizaleta
El Ayuntamiento de Bilbao ofreció el 27 de marzo de 2015 a la familia de Iñigo Cabacas, el joven fallecido el 5 de abril de 2012 como consecuencia de una carga de la Ertzaintza,
todo su apoyo para que este caso se esclarezca cuanto antes. “Nos
tenéis a vuestro lado para que se haga justicia de una vez y para
siempre…No hay mayor dolor en el mundo que la pérdida de un hijo. Es un
vacío sin reparación posible, que no se llena jamás y con el que hay que
aprender a convivir para poder seguir existiendo…, mis palabras no
pueden más que expresaros mi solidaridad y mi afecto personal, y el de
los demás miembros de esta Corporación Municipal,… todavía quedan
preguntas sin responder. Esperemos se vayan clarificando cuanto antes,
ese es el mínimo exigible a cualquier sistema de justicia de cualquier
país desarrollado”, afirmó el alcalde Ibon Areso durante el acto solemne
que se celebró en el edificio consistorial.
Pero cuando se pronunciaron estas
palabras solemnes por primera vez en el recinto del Ayuntamiento de
Bilbao en presencia de los padres de Iñigo Cabacas, Manuel Cabacas y
Josefina Liceranzu, estaba a punto de cumplirse el tercer aniversario
del fatídico suceso. Entremedio un largo silencio consistorial.
¿Palabras de reconocimiento de una dejadez, asunción pública de cierta
culpabilidad en el hecho o tan sólo palabras huecas y discurso de
circunstancias…?
Tres años después de la
muerte de Iñigo Cabacas un emotivo acto en el callejón de Maria Díaz de
Haro, en el que cayó herido de muerte el aficionado del Athletic, ha
denunciado que la investigación está siendo «muy lenta» y no ha
esclarecido aún las responsabilidades. Sus amigos han recordado los
momentos vividos en el hospital junto a «Pitu» antes de su muerte y han
destacado que en tres años «todavía no han encontrado» a las dos personas que tienen responsabilidad directa en la muerte del joven, quien ordenó «entrar con todo» en un callejón sin salida en el que una multitud celebraba la victoria del Athletic y el autor material del disparo
que acabó con la vida del joven. En este 2015 los participantes han
soltado al aire 1.095 globos, uno por cada día de impunidad transcurrido
en estos tres años.
Los padres del joven, Manu Cabacas y Fina Liceranzu
han agradecido, una vez más, el calor que reciben en la calle y han
reconocido que son ya demasiadas noches «sin descanso», llenas de
pesadillas y preguntas sin respuesta. «Muchas palabras bonitas y pocos
hechos», han denunciado, al tiempo que han recordado «palabras que
retumban en la cabeza» aludiendo a declaraciones del entonces consejero
de Interior, Rodolfo Ares, asumiendo la responsabilidad de los hechos que no se tradujo en su dimisión. «Tampoco puedo olvidar que Seguridad negó a la jueza los protocolos de la actuación de la Ertzaintza»
ha manifestado Manu Cabacas, antes de censurar que desde Lakua, sede
del Gobierno Vasco, se les insinuase que hay crímenes que quedan
impunes.
No conocí a Íñigo; el
jueves del 2012 oí por la radio su nombre de joven herido. Días más
tarde escuché su muerte compungido, triste y dolorido. Tres años después
tengo varias preguntas, alguna maldición y un beso grande para
familiares y amigos. Tras la eliminación del Schalke 04 por el Athletic
la ertzaintza enmascarada disparó pelotas a lo loco, como siempre, a
bocajarro, como tantas veces, como en el Gaztetxe de Rekalde, como un 29
en Gateiz con motivo de la huelga, como después del partido. Sí, como
tantas veces, a bocajarro, embozados, desalmados, a lo loco, sin número
ni identificación, anónimamente, desde la más absoluta impunidad. Otras
veces han roto carnes, brazos, han sacado ojos, esta vez mataron cobarde
e inhumanamente a Iñigo Cabacas Liceranzu, joven de 28
años: herido un jueves, abandonado en el suelo a juicio de compañeros y
muerto el lunes siguiente en el hospital de Basurto, tras días de coma y
largo silencio por parte de las autoridades.
En el 2013, el periódico Gara
ofreció las conversaciones grabadas ese día entre mandos y jefes de la
ertzaintza donde se dejaba en claro el intento por parte de los
ertzainas, sus jefes y responsables de gobierno, con el Sr. Ares a la
cabeza, por entonces Consejero de Interior del Gobierno Vasco y máximo
responsable de la policía, por tergiversar los hechos, mentir
impunemente a los ciudadanos, culpabilizar a otros de su propia fechoría
y esparcir tinta de calamar en lo acontecido, sin jamás reconocer su
actuación bárbara y salvaje, su homicidio. Pero han pinchado en hueso,
dicen desde la “Iniciativa Popular Iñigo Cabacas Gogoan”: “queremos
dejar claro que no vamos a dejar pasar este caso. Que la muerte de
Íñigo tiene que ser la última, y para ello las diversas policías deben
dejar a un lado las armas de guerra que manejan, ¿a qué se espera para
prohibir las pelotas de goma después de lo sucedido? Este modelo
policial está agotado. Y lo vamos a seguir denunciando hasta que se
hagan efectivas las medidas necesarias, hasta que los responsables
políticos y policiales asuman sus responsabilidades y se acabe con la
impunidad. Hasta entonces nos van a tener en frente.
En esta primavera del 2015, tres años después,
emerge de nuevo entre el recuerdo y la reivindicación de
esclarecimiento de familiares y amigos aquel silencio negro y cobarde de
muerte en un callejón de Bilbao. A los protagonistas de aquel aciago
día, acompañan en el silencio y colaboración el Consejero de Interior de
entonces, el Sr. Ares, la actual consejera de Seguridad de Lakua,
Estefanía Beltrán de Heredia, el aparato judicial con su sesteo y
tardanza y, cómo no, las instituciones y representantes, tan rayos y
flechas otras veces en línea con sus intereses y deseos. Como estos días
recordaban sus amigos del alma: “tres años después de que Iñigo
muriera por las heridas causadas por un pelotazo lanzado por algún
ertzaina, éste guardián de la ley y la decencia, a día de hoy sigue sin
identificarse como autor y sin asumir sus responsabilidades”.
Una vez más ertzaintza, aparato judicial
y representantes políticos del gobierno muestran que perro no come
perro. El Presidente de la Audiencia, Juan Luis Ibarra, y su fiscal Juan Calparsoro
siguen arrastrando las zapatillas por los pasillos judiciales con su
taza de café en la mano, los jueces y fiscales rastrean huellas con
gentes interesadas en borrarlas y alcalde, lehendakari y consejeros se
mueven en un sí borroso, que tras tres años de impunidad y desidia empieza a convertirse en un no diáfano.
Mientras tanto los ertzainas siguen con sus escopetas de pelotas de
goma y muerte patrullando por calles y cantones embozados y sin número a
la espalda que señale e indique quién es quién en su actuación con el
consentimiento de jueces y gobierno, es decir impunemente.
Efectivamente: perro no come perro.
Mikel Arizaleta
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