29/04/2015
El Régimen del 78 ha servido para intentar destruir los valores éticos y
de solidaridad que se había construido en la resistencia contra el
franquismo y en la transición
Vivimos tiempos complejos, difíciles para la vida del pueblo trabajador, pero sin duda llenos de oportunidades para avanzar en la construcción de un nuevo modelo político, social y económico, que no solo frene la brutal involución hacia la barbarie que el neoliberalismo y el neofascismo, incluyendo el europeo y español, está imponiendo, sino que suponga un nuevo impulso al avance civilizatorio en nuestra tierra, en el conjunto del Estado y a nivel global. Esa es la disyuntiva.
Lo viejo no sólo no acaba de morir, sino que se resiste a ello a sangre y fuego, provocando a nivel internacional una auténtica situación de caos, de tragedias humanas, de las que después se lamentan hipócritamente.
Cuando desestabilizaron y destruyeron el Estado Iraquí, cuando posteriormente lo hicieron con Libia y lo intentaron y siguen haciéndolo, sin conseguirlo plenamente, con Siria, sabían perfectamente de las secuelas dramáticas que sus políticas traerían para las poblaciones de estos territorios. Pero sólo les importaba y les sigue importando el petróleo, el gas, otros recursos naturales y la importancia geoestratégica de esos países.
Antes habían aplicado similar política en Yugoslavia porque ese Estado multinacional y progresista era inadmisible para los planes del imperialismo yanki y germano en esa zona de Europa.
Las muertes masivas en aguas del Mediterráneo de gente que huye de las guerras y la precarización en la zona no son muertes accidentales, son crímenes que tienen unos responsables: los que han provocado la situación. Estamos asistiendo a un nuevo genocidio del imperialismo.
Esa estrategia de guerra y destrucción la combinan con otras tácticas más sutiles en los Estados subperiféricos de sus imperios, como es el caso del Estado Español. Con esas políticas más sutiles pretenden convencernos de que lo viejo y podrido se está remozando y que se abren nuevas vías y posibilidades, en nuestro caso para el Régimen del 78, que ha demostrado más que suficientemente que ya solo es útil para organizar la rapiña sistemática, la corrupción sistémica, la pérdida de soberanía y la negación del futuro para todas y todos (jóvenes, mujeres, niños y niñas, mayores... en general, para todo el Pueblo Trabajador).
Por supuesto el Régimen del 78 ha servido para intentar destruir -y en alguna medida lo han conseguido- el conjunto de valores éticos y de solidaridad que se había construido en el proceso de resistencia contra el franquismo y en los primeros años de la transición. La reconstrucción de esos valores es uno de los retos a los que actualmente nos enfrentamos.
Para el Sistema -nos quieren convencer de ello- el gran cambio significa pasar del bipartidismo al tetrapartidismo, en similar operación a la que se hizo con la monarquía: pasar de tener dos reyes a cuatro reyes.
Si antes teníamos dos partidos políticos institucionales con miles y miles de personas que han vivido del erario público, es decir, a expensas del Pueblo trabajador, la gran novedad es que a partir de las próximas elecciones tendremos a cuatro partidos y a toda la tropa que también quiere pasar a vivir, y no en base al salario mínimo, del Régimen.
Ese no es el cambio que queremos, por el que hemos luchado y por el que seguiremos luchando.
Decíamos que lo viejo no acaba de morir, y lo nuevo va creciendo, se va desarrollando, pero aún no está suficientemente preparado para el cambio que necesitamos.
Son necesarios unos pocos años más de progreso en nuestra formación y organización, para estar en condiciones de plantearnos con solvencia la fase definitiva del cambio de Régimen. La puesta en pie de ese nuevo modelo de democracia participativa, de justicia social, de soberanía, de reubicación internacional.
El movimiento comunero del siglo XXI está jugando en los últimos años y lo jugará aún más en los próximos, un papel de primer orden en la organización y consecución de ese cambio.
Somos decenas de cuadros, cientos de militantes y colaboradores, miles de activistas los que hoy en Castilla nos movemos a favor de una auténtica revolución democrática y social; y que no nos dejamos engañar por pretendidas nuevas ofertas político-electorales, que no son sino un reciclaje de las viejas y en algunos aspectos, aún peores.
El movimiento popular no está en riesgo; en esta ocasión, a diferencia de lo que ocurrió al principio de la transición, sus maniobras no están consiguiendo, más que en muy pequeña medida, los objetivos que tenían planteados. El éxito o fracaso del movimiento popular en Castilla depende esencialmente de nosotr@s, no de otros factores.
La geografía de Castilla ha estado plagada de luchas ejemplares en los últimos años: Gamonal, Pajarillos, Tierra de Campos contra la instalación del cementerio nuclear, todo Burgos contra el Fracking, Villar de Cañas (Cuenca), también contra el cementerio nuclear, toda Castilla por el derecho de las mujeres a decidir sobre su maternidad y contra la violencia de género, toda Castilla contra los desahucios y en defensa de la educación y la sanidad pública, Madrid muy especialmente en lucha contra el fascismo y la represión...
Queremos enviar un saludo a las marchas de la Dignidad y expresar el apoyo total del movimiento comunero del siglo XXI a la movilización –Huelga General– de octubre.
Decíamos que necesitamos unos pocos años para alcanzar el punto de inflexión en nuestra formación y organización. Tenemos que aprovechar este tiempo al máximo para conseguir que nuestro proyecto acabe de enraizarse en la sociedad, necesitamos desarrollarlo y extenderlo al conjunto de nuestro pueblo.
En 1985 se constituía la UPC y con ello se ponía de manifiesto la necesidad de que Castilla, como Pueblo realmente existente, aunque no estuviera reconocido institucionalmente, articulara sus propias fuerzas populares y se dotara de estrategias específicas.
En el año 2000 se constituye IzCa y con ello se da un paso adelante en esa dirección. Hoy tenemos que dar nuevos pasos. En este Villalar de 2015 vamos a enunciar someramente nuestra propuesta para el próximo ciclo político, muy especialmente en lo que se refiere a la articulación territorial de Castilla.
Antes de nada queremos aclarar que la propuesta de organización territorial que vamos a enunciar se refiere única y exclusivamente a los territorios castellanos, es decir a las 17 provincias castellanas; por supuesto, nada tiene que ver con otros Pueblos del Estado.
La provincia, junto con los municipios, ha sido a lo largo de la historia un elemento clave en la organización territorial de Castilla. Esta terminología data de finales del Siglo XIV para denominar las circunscripciones territoriales dependientes de una ciudad con derecho a enviar representantes a las Cortes de Castilla. A partir del Siglo XVI estas circunscripciones también tienen competencias recaudatorias.
El Estado Autonómico ha sido un auténtico desastre para Castilla, para Castilla y León, y no lo decimos desde una perspectiva ideológico–política, que también, sino desde el análisis concreto que éstas han supuesto para la mayoría de las provincias castellanas en su evolución demográfica, social y económica.
El proceso autonómico en Castilla, sin apenas apoyo popular, con muchas resistencias en diferentes provincias y desde luego sin ratificación democrática alguna, supuso la división de Castilla en cinco comunidades autónomas, tres de ellas uniprovinciales, que visto en perspectiva son las que mejor paradas han salido de estos más de 30 años de sufrir la combinación de este Régimen ilegítimo y las diversas crisis económicas coyunturales enmarcadas en la estructural, iniciada en la década de los setenta del pasado siglo.
Las comunidades autónomas no solo no han servido para impulsar un proceso de desarrollo sostenible y autocentrado, sino que tampoco han servido para mejorar los desequilibrios territoriales en el interior de cada Comunidad Autónoma multiprovincial, muy al contrario, esos desequilibrios han aumentado.
El problema de la involución demográfica no ha hecho más que agravarse; igualmente podemos decir de la involución económica. Para León, para Zamora, para Soria..., por citar sólo algunos ejemplos, la pertenencia a la Comunidad Autónoma de Castilla y León ha sido y es una traba que nos aleja cada vez mas de la solución de los problemas.
Similar reflexión podemos hacer con la Comunidad de Castilla La Mancha. ¿Que beneficios ha traído para Ciudad Real, Cuenca o Albacete la pertenencia a esa Comunidad Autónoma?. La involución económica y demográfica es también una constante en el sur de Castilla, si hacemos excepción de algunas comarcas, especialmente de Guadalajara, que han crecido exclusivamente en base a la expansión de Madrid, especialmente en los momentos álgidos de la burbuja inmobiliaria.
Desde este Villalar proponemos -y vamos a luchar por ello- que por su inutilidad manifiesta para el pueblo trabajador castellano se disuelvan las Comunidades Autónomas multiprovinciales; y que una parte de sus competencias pasen a las diputaciones provinciales, que simultáneamente han de ser democratizadas.
L@s diputad@s provinciales han de ser elegid@s democráticamente por l@s electores/as, en base a la división provincial en circunscripciones.
La evaluación de estas más de tres décadas pone claramente de manifiesto que las provincias castellanas con autonomías uniprovinciales -La Rioja y Cantabria, el caso de Madrid es singular- y en comparación con el resto, han resistido mucho más eficazmente los efectos de la crisis. Las instituciones, cuanto más cercanas a la gente y mas democráticas sean, mejor funcionan y son mas controlables por la población.
Simultáneamente se habrá de crear una federación de las 17 provincias de las Castillas y León que asuma competencias de organización y planificación conjunta en todo aquello que nos afecte de forma común. Esa Federación Castellana es la que ha de relacionarse con los otros Pueblos del Estado para que, sobre la base incuestionable de su Derecho a Decidir, podamos constituir en armonía y respeto mutuo un espacio institucional común que se convierta en el amparo imprescindible de un proyecto progresista, antiimperialista y prosocialista en el sur de Europa. Porque no nos engañemos, la Europa del capital y el neofacismo va a venir a por nosotr@s, como ocurrió con la II República, pero esta vez nos encontraran adecuadamente preparad@s.
La II República, muy especialmente a partir del gobierno del Frente Popular, se convirtió en el enemigo a batir del neofascismo europeo en particular, pero también del conjunto del capitalismo occidental. Los Pueblos del Estado Español, desde luego la mayoría de Castilla, con Madrid a la cabeza, derrotaron el levantamiento militar-fascista de julio de 1936, pero la intervención masiva de los ejércitos nazi-fascistas extranjeros -Alemania, Italia y Portugal con el apoyo logístico del Reino Unido y EEUU- inclinaron la balanza militar a favor de esa coalición fascista internacional. Aunque hay que recordar que Madrid nunca fue derrotada militarmente.
En esa guerra antifascista en el Estado Español solo recibimos apoyo real en Europa desde la URSS.
Aunque parezca paradójico a primera vista, el contexto de 1936-1939 era más dificultoso para la consolidación de un proyecto social progresista en la península ibérica de lo que lo es actualmente.
La ubicación internacional de la Castilla comunera y republicana no puede ser la misma que la de la España borbónica y decadente.
Castilla es una nación europea por sus orígenes y ubicación geográfica. Y es además parte muy significativa, en lo bueno y en lo malo, del devenir de la historia europea. No hay mas que ojear cualquier manual de historia para comprobarlo. Nuestra mayor aportación desde el punto de vista revolucionario fue precisamente la revolución comunera y la resistencia antifascista. Castilla, en un proceso histórico que no fue ejemplar aunque obviamente es irreversible, tuvo una proyección transatlántica que hoy supone que varios cientos de millones de personas de las Américas compartan lengua y muchos elementos culturales con nosotr@s.
Tenemos el orgullo de tener lazos fraternales con Cuba, el país del socialismo que habla castellano; y que además lo hace desde la perspectiva de ser la primera gran potencia humanitaria del mundo. Sus misiones sanitarias por todo el globo y muy especialmente las últimas para el combate contra el ébola en África Occidental es todo un ejemplo de como conciben las relaciones internacionales. Tenemos el orgullo también de que el castellano sea la lengua principal del mundo antiimperialista en el hemisferio occidental.
La Federación Castellana tiene que hacer una política muy activa de reubicación en el espacio internacional; hay que incorporarse a las estructuras supranacionales de América Latina con el estatus adecuado.
El mundo está cambiando aceleradamente y en esa confrontación entre barbarie y civilización en la que estamos inmersos, el espacio latinoamericano está optando mayoritariamente por el progreso y la civilización. Castilla no debería de tener la menor duda sobre la necesidad de incorporarse a ese espacio latinoamericano progresista.
Construyendo la primavera comunera en Castilla, contribuyendo con nuestras hermanas/os de lengua y cultura a la forja de un gran polo internacional y progresista, estaremos aportando para la construcción de un mundo mejor.
Para finalizar un saludo desde el corazón a la juventud comunera, especialmente a Yesca; sin vosotras/os nada de lo que hemos hablado aquí será posible. Vosotros/as tenéis la gran responsabilidad de ser elemento clave en la Construcción de la Primavera Comunera. Estamos segur@s de que lo conseguiréis, de que lo conseguiremos.
Viva la primavera comunera.
Viva la solidaridad entre los pueblos.
Adelante con la construcción del movimiento popular.
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