viernes, 15 de noviembre de 2013
El actual imperialismo ruso es visto
con buenos ojos por sectores atrasados del movimiento obrero y popular. Ven a
Rusia como una supuesta abanderada contra la prepotencia del imperialismo norteamericano.
Incluso llegan a considerarla como una potencia que ofrece relaciones de
igualdad y trato equitativo a los países dependientes y semicoloniales. Sin
embargo, la naturaleza reaccionaria, parasitaria y depredadora del imperialismo
es algo que no se puede esconder con imagen, apariencias y palabras. El
imperialismo ruso juega un papel importante en el reagrupamiento en bloques
imperialistas que se está dando en estos años.
Luego
de recomponerse
internamente después de la desintegración de la URSS, el capitalismo
monopolista ruso está tratando de establecer una esfera de influencia lo
más
sólida posible, a partir de los restos de la antigua Unión Soviética. En
ese
camino, se encuadra la Unión Aduanera que está formando con algunos
países ex soviéticos.
Sin embargo, no la tiene fácil: algunos de esos países tienen otros
objetivos aparentes (Ucrania), mientras que la competencia de Estados
Unidos y China por
hacerse de los países de Asia Central, es bastante reñida.
Simultáneamente, Rusia
tampoco baja la guardia en su lucha por fuentes de materias primas y
mercados para
sus productos en otras partes del mundo. Y ahí tampoco se diferencia
mucho de cualquier
otra potencia imperialista. Aprovechando las contradicciones de las
burguesías
locales de los países dependientes y semicoloniales con sus
imperialismos
tradicionales, Rusia recurre a cualquier estratagema para penetrar las
economías de esos países. Sus métodos y objetivos son abiertamente
imperialistas, y no se preocupan de ocultar su naturaleza.
Rusia no está aún en
condiciones de actuar como lo hace Estados Unidos o como lo hacía la antigua
URSS socialimperialista, no tiene un “patio
trasero” claramente establecido en el que actúe como patrón principal. Esa
particularidad, sin proponérselo, la hace pasar por un imperialismo “bueno” y “progresista”
ante sectores con bajo nivel de consciencia en el movimiento obrero y popular.
Sin embargo, esto no tiene base. La
actual Rusia imperialista es una superpotencia con gran poderío
económico y militar, y tiene todavía un amplio margen para desarrollarse
como potencia mundial.
A continuación presentamos algunos
artículos de la prensa burguesa rusa especializada que nos da una idea de cómo ven
los intelectuales burgueses rusos a su imperialismo. El primero aborda, por
decirlo así, el aspecto ideológico del actual imperialismo ruso; el segundo, su
aspecto práctico. Todo ello siin ningún embozo; algo que hará sonrojar a los que guardan
esperanzas con respecto a este imperialismo.
¿Por
qué el soft power de Rusia es tan suave?
Fyodor Lukyanov
1
de febrero de 2013
El soft power se ha convertido en el foco de la discusión reciente en
torno a la política exterior de Rusia. Los observadores sostienen que Moscú –que
todavía cree en el papel decisivo de las armas y otros elementos tradicionales
de poder–, está perdiendo la guerra de la imagen y la información. Las
impresiones se están convirtiendo en un verdadero factor de influencia en
nuestro mundo interconectado. Pero la idea de Rusia del soft power difiere radicalmente de la de Occidente.
Las autoridades rusas se han
fijado tres objetivos ambiciosos en materia de política exterior. El primero es promover la cultura rusa, la
lengua rusa y el sistema educativo ruso como atractivos y competitivos. Una noble
meta, por cierto.
El segundo es contrarrestar la representación negativa que los medios
de comunicación extranjeros hacen de las políticas del país y del estilo de
vida ruso. Este es un objetivo antiguo, pero lograrlo en esta etapa exige
fundamentalmente herramientas nuevas y costosas.
El tercer objetivo es crear un grupo de “amigos de Rusia” en todo el
mundo. Fuentes del gobierno dicen que la concepción de la política exterior de
la nueva Rusia consiste en la reactivación de la Unión de Sociedades de
Amistad, e incluso la celebración de Festivales Internacionales de la Juventud
y los Estudiantes.
En otras palabras, Rusia planea revivir las prácticas de la
era soviética, que eran muy eficaces. Pero, ¿pueden aplicarse en los
tiempos modernos?
El modelo soviético estaba
basado en la idea de progreso y justicia social (no voy a discutir el éxito de
ese modelo, ya que es de importancia secundaria cuando se trata de la capacidad
de proyectar la imagen deseada). La Unión Soviética no sólo ofrecía un modelo
social alternativo, sino que también lo promovía activamente fuera de Rusia,
desafiando a sus adversarios ideológicos y promoviendo la imagen de la Unión
Soviética como un patrón potencialmente poderoso.
Además, la Unión Soviética no
sólo prometía ayuda, la prodigaba, a los países que aceptaban su patrocinio. La
Rusia moderna, con su mentalidad de “primero ganancias”, se ha vuelto más
pragmática en las relaciones con otros países y, en consecuencia, menos
atractiva como socia.
Rusia carece de una base
ideológica sobre la cual desarrollar un concepto que sea atractivo para otros
países. Se ha agotado el modelo soviético y está buscando a tientas un sustituto,
pero hasta ahora ha formulado sólo ideas tradicionales basadas en valores conservadores, que son, por definición,
incapaces de estimular el progreso.
A juzgar por las recientes
iniciativas, incluso la búsqueda de una nueva identidad rusa para el país lo está
llevando más hacia el pasado, a las fuentes de las tradiciones pre-soviéticas. El
pasado de Rusia tiene bastantes capítulos gloriosos, que sin duda deben ser
utilizados como un ejemplo. Pero, ¿mirar al pasado puede ser una forma efectiva
de conducir un país al futuro?
Por otro lado, en el mundo
actual, no se puede basar un festival internacional de la juventud y de los
estudiantes en un mensaje conservador y en el respeto del “pasado dorado”. Esto
no es atractivo ni para los países vecinos, donde algunos todavía añoran la vida
tranquila de la Unión Soviética. Y es completamente inaceptable para los
ciudadanos comprometidos y con visión de futuro.
La noción de justicia en la
concepción preliminar de la política exterior de Rusia es aún menos atractiva.
Desde la disolución de la Unión Soviética, se percibe a Rusia como un país que
vive de sus recursos de hidrocarburos, pero que no puede incluso distribuir los
ingresos del petróleo y el gas, más o menos, en beneficio de la mayoría de su
población. Así es como la mayoría de los rusos ven a su país, desde dentro, y
las autoridades difícilmente será capaces de proyectar una imagen diferente al
mundo exterior.
El encanto de recrear estas
fiestas “a lo era soviética” también se puede explicar por su lema, “Por la solidaridad antiimperialista, la paz
y la amistad”. La “solidaridad antiimperialista” –es decir, la resistencia a la dominación occidental y en especial a
la dominación norteamericana– no está en contradicción con la política actual
de Moscú. Sin embargo, en la Unión Soviética esto era más que un simple
eslogan, era una verdadera política para reclutar a otros países.
Rusia goza de un nivel de
prestigio entre los antiguos países del “tercer mundo”. La gente todavía ve a
Rusia como una especie de contrapeso al monopolio político y cultural de
Occidente, si no como una alternativa real.
Pero este punto de vista sobre
Rusia está disminuyendo por varias razones. En primer lugar, Rusia no representa un verdadero reto para
el Occidente: rechaza tercamente todos los nuevos modelos y fórmulas, y
protege sus propios intereses y posiciones a costa de ser un líder.
En segundo lugar, las
consignas anti-colonialistas de la Unión Soviética eran populares en la segunda
mitad del siglo XX, cuando los imperios se derrumbaban en todo el mundo;
mientras que Rusia está actualmente
ocupada tratando de arreglar su propio legado post-imperial. La aversión
actual por Occidente en el mundo en desarrollo, ejemplificada por la primavera
árabe, no se traduce en una mayor
afinidad por Moscú. Rusia –que sigue exudando su tradicional pathos en medio de los cambios dramáticos
en la región– sigue siendo vista como reaccionaria,
en lugar de un país progresista. Esto tiene algo que ver con el asiento
permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU que Rusia heredó de la Unión
Soviética y que se ha convertido en un importante factor de irritación para la
mayoría de los países del mundo. En cuanto a los países y gobiernos más
tradicionales –las monarquías del Golfo Pérsico y la ultraderecha europea–, probablemente
no sienten ninguna afinidad con Rusia,
aunque por otras razones.
Casi todos los debates sobre
el soft power de Rusia llevan a la
conclusión de que si un país quiere ganar influencia en el mundo debe tener un
modelo atractivo para ofrecer a los otros países. Esta es la única manera de
proyectar una imagen positiva y tener un impacto positivo. Rusia se está
moviendo hacia una nueva identidad –un proceso difícil y doloroso–, sin un
camino claro y sin punto de llegada. Las actuales tendencias conservadoras en
Rusia no representan el destino final, sino sólo el primer paso de un largo
viaje. Y hasta que la nación rusa no defina sus metas y directrices para sí
misma, no será capaz de ofrecer algo atractivo a otros países. Por lo tanto, el
soft power será, en el mejor de los
casos, limitado a un conjunto de medidas técnicas – no completamente inútil,
pero en última instancia ineficaz.
Fyodor Lukyanov es editor en jefe de la revista “Russia in Global Affairs”, presidente del Presídium del Consejo sobre Política Exterior y Defensa.
Tomado
de “Russia in Global Affairs”. Título
original del artículo: “Why Russia’s Soft Power Is Too Soft?”
Traducido
para “Crítica Marxista-Leninista” por
Facundo Borges.
Armas a
cambio de metales
Tai Adelaja
27
de junio de 2012
Rusia está adoptando el trueque y otras formas antiguas de comercio para promover sus ventas de armas, en
momentos en que el mercado de armas tradicional sigue enturbiado por el prolongado
caos social y político en África y Oriente Medio. En una última movida, Russian Technologies Corporation –vinculada
al Kremlin– está dispuesta a pagar con helicópteros militares rusos, derechos
mineros en África. A pesar de los altos riesgos de la inversión y de la
incertidumbre política en algunas partes del continente, los líderes locales
han demostrado un gran interés en este tipo de propuestas.
Según informó el diario Kommersant
el miércoles, recientemente, Rusia planteó a Zimbabwe firmar un acuerdo de protección
mutua de las inversiones, que allanará el camino para que Russian Technologies entre en el negocio de la minería de Zimbabwe.
El holding ruso planea desarrollar el segundo mayor yacimiento de platino del
mundo, en ese país de África del Sur, dijo el diario, citando fuentes no
identificadas. La compañía rusa también ha llegado a un acuerdo con las
autoridades de Zimbabwe para entregar helicópteros rusos a cambio de derechos
mineros en el proyecto.
La
práctica de intercambiar armas y equipo militar por activos o productos se
originó con la Unión Soviética, dice Ruslan Pukhov, director del Centro de
Análisis de Estrategias y Tecnologías. Perú intercambió cuotas de pesca por
armas soviéticas y equipo militar, mientras que Argelia y Nigeria
intercambiaron hidrocarburos y granos de cacao, respectivamente, dijo. “Este no
es un hecho cotidiano, pero tampoco es un caso aislado”, dice Pukhov. “Se debe
simplemente a que los fabricantes de armas han inundado el mercado con una excesiva
oferta y los compradores potenciales no están siempre muy bien de dinero para
pagar por ellos.”
Los exportadores de armas en la Rusia moderna parecen haber tomado lo que la
Unión Soviética dejó. Cuando Indonesia
compró seis plataformas aéreas de combate rusos en 2003, la nación del Asia del
Este financió el 87.5 por ciento del acuerdo mediante compensación con aceite
de palma y otros productos. Según Kommersant,
la mayoría de los contratos de equipamiento militar entre Rusia y Venezuela entre 2004 y 2009 se basaron en
derechos especiales concedidos a empresas rusas para desarrollar campos
petroleros en ese país de América del Sur. Rusia también se ha convertido en la
principal fuente de suministro de armas de Sudán,
después de que Slavneft lograra convertirse
en un protagonista clave en la industria del aceite de bebé de Sudán, informó
el diario.
Sin embargo, el éxito de este sistema en otros países no garantiza su éxito
en un país como Zimbabwe, que se
enfrenta con una profunda crisis política. Zimbabwe tiene el segundo mayor
yacimiento de platino en el mundo después de Sudáfrica, dice Pukhov. Aunque
Zimbabwe tiene un régimen de política especial para la minería de platino, no
ha sido un imán para los inversores occidentales, muchos de los cuales lo
consideran como un Estado paria debido a sus políticas de redistribución forzada
de la tierra. Pero al lograr acuerdos con países como Rusia, el gobierno de
Zimbabwe espera desencadenar una reactivación de la economía del país, en
parte, a través de la minería del platino.
El ansiado proyecto ruso incluirá la perforación, explotación y manejo de
materiales en aproximadamente una hectárea de terreno situada en la sub-cámara
Hartley del Gran Dique de Darwendale. Sin embargo, Russian Technologies necesitará invertir de US $ 1,5 mil millones a
US $ 2 mil millones en los próximos tres años, a fin de construir las fábricas
allí, dice Oleg Petropavlovsky, analista de Broker
Credit Service en Moscú. Eso podría aumentar la producción de platino local
en unos 600 millones de onzas, sólo 100 millones de onzas menos de lo que
generó el año pasado Norilsk Nickel, el
mayor productor de paladio y níquel del mundo. Con base en los actuales precios
mundiales del platino, se espera que la inversión en el proyecto alcance el
equilibrio dentro de los cinco o seis años, dice Petropavlovsky.
Rushchrome Mining Private Limited –un joint venture entre el Centro de Rusia para la Cooperación Empresarial
con el Extranjero (CBC) y el gobierno de Zimbabwe– obtuvo una licencia para una
mina a cielo abierto en Darwendale en 2006. Otras empresas, como Central African Mining & Exploration
Company (CAMEC), también han mostrado interés en el desarrollo de la
minería de platino en Zimbabwe. Pero el único desafío para las Russian Technologies parece provenir del
grupo Renova del multimillonario Viktor Vekselberg, que, Kommersant dice, ha estado tratando de unirse al proyecto durante
los últimos seis meses.
Recurrir al trueque puede permitir que Rusia proteja sus apuestas, ya que trata
con dictadores consolidados, dicen los expertos. Según se informa, las empresas rusas perdieron decenas de
miles de millones de dólares en ingresos potenciales tras el derrocamiento del
líder libio Muammar Gaddafi en octubre del año pasado. Rusia también ha
sufrido reveses en otros lugares en los que no recurrió al trueque. En
diciembre, el Senado de Nigeria votó a favor de cancelar la venta de 12
empresas de propiedad estatal, incluyendo una fundición de aluminio vendida a United Co. Rusal de Rusia. Los
legisladores estimaron que el activo alcanzaba los 3,2 mil millones dólares,
mientras que los rusos se habían comprometido previamente con menos de US $ 400
millones de inversión.
Fuente:
RussiaProfile.org. Artículo originalmente titulado “Arms for Metals” del 6 de junio de 2012.
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