15.11.2013.
por Richard Crowbar
Entrevistamos a David Fernández diputado de las CUP, para
preguntarle sobre la comparecencia del lunes de Rodrigo Rato en la
comisión del Parlament.
¿Qué se siente al poder recriminar a la cara a uno de los hombre más poderosos del país sus responsabilidades sobre el actual estado de muchas personas y de la crisis estructural que atravesamos?
Responsabilidad. Y, sobre todo, un
mínimo de decencia autoexigible en base al máximo respeto a todas sus
innumerables víctimas. Y recordar que Rato dijo que habría 300 millones
de beneficio --y hubo un agujero de 3.000 y un brutal desfase
patrimonial--, que sostuvo que el plan de rescate no subiría de 7.000
millones --y ya van 24.000-- o para recordar que exministros como Acebes
cobraron 163.000 euros por cinco meses de auditoría. Para recordar que
nunca tan pocos robaron tanto a tantos en tan poco tiempo. La
acumulación de unos pocos por desposesión de la mayoría.
¿Esperabais la reacción que se ha producido por parte de El País y de otros medios de comunicación? ¿Cómo la interpretas?
Un soez arte del birlibirloque para
convertir, absurdamente, al verdugo en víctima. Pero cada medio sabrá
qué favores debe a Rato. Matonismo es lo que han hecho y hacen los
bancos y cajas cada día. En perspectiva, evidencia una nueva muestra
profunda, una más, del divorcio existente entre lo
político-institucional y lo político-social: mientras las élites
financieras --hasta el presidente del BBVA--, editorialistas del poder y
líderes políticos rinden pleitesía, critican el gesto y se rasgan las
vestiduras --y no dicen ni mú del fraude masivo e impune de Bankia--
las voces sociales dicen todo lo contrario. Pero no usamos eufemismos
ni los vamos a usar. Lo volveríamos a hacer. Insistiremos en la raíz de
la denuncia: Rato es un gángster. Claro que lo es. Según el diccionario,
persona sin escrúpulos dispuesta a todo para conseguir sus fines. Fin
de la cita. Y el orden económico internacional, como diría Galeano, es la mayor y más eficiente expresión del crimen organizado. Paradojas,
sin sandalia tal vez no se hubiera hablado: esos mismos medios --y sus
amos-- que siempre miran a otra parte ante las crecientes desigualdades
sociales. En la misma sesión de la comisión de investigación, Catalina,
una anciana de Mataró --12% de la población afectada por preferentes--,
afectada de Caja Madrid, interrumpió a viva voz y con sumo respeto la
sesión durante cinco minutos; la pretendían expulsar e intercedimos para
qué no fuera así. No ha salido en ningún medio. Tanta dimensión tal vez
no esperábamos, porque en todas las comparecencias hemos mantenido la
misma línea argumental --mafia, omertá, cleptocracia--. Ahora bien, el
riesgo de criminalización, simplificación, banalización y
caricaturización como cortina de humo para no atender lo crucial
neurálgico --la crisis, la estafa y la impunidad de sus responsables--
ahí esta. En todo caso, nos debemos al respeto a los nuestros. Ni más ni
menos. No a las élites. Esa es la lógica antagonista --y clasista-- de
lo sucedido.
¿Es para momentos como ese, cosas como estas, para los que desde las CUP decidisteis presentaros al Parlament?
No lo creo. La CUP-Alternativa
d'Esquerres entró en el Parlament, justo hace un año, como una apuesta
adicional a su proyecto municipalista, con la voluntad de llevar las
voces de la calle a la institución ante la peor crisis desde el final de
la dictadura franquista y desde una apuesta rupturista de la izquierda
independentista en profunda complicidad con los movimientos sociales. A
los procesos de autorganización social, de construcción de alternativas y
de desobediencia civil --en lo social-- añadíamos complementariamente
la vía institucional. Y en parte, entiendo que más que por 'ese
momento', sí en esa dinámica: visualizar el agotamiento de un régimen, saturar a la derecha y estresar a la la complicidad socialdemócrata.
Con todo, nuestra esperanza sigue depositada allí donde nace: en la
calle, en los barrios, en el tejido social, en la activación popular. En
la conciencia de que el problema radica no en lo que hagan o dejen de
hacer ellos, sino en lo que seamos capaces de hacer nosotros. Indolencia
o insistencia. Resignación o activación ante el capitalismo senil.
¿No créeis que es hablarle a una pared? Es decir ante las pormenorizadas preguntas que realizaste a Rato sobre la entrada en bolsa de Bankia, sobre los créditos a partidos políticos, su propia dimisión, Metrovacesa ..., apenas obtuvisteis respuesta por su parte, se enrocó en la declaración parlamentaria previa.
Por supuesto. Era un frontón de silencios. Los muros puros de la impunidad.
Ya hay un largo decálogo del repertorio argumental de la impunidad de
los responsables de la desaparición de las cajas, tras cuatro meses de
actividad. Todos dicen lo mismo: no sabía, yo no era, yo no
estaba, lo desconocíamos, era el de arriba, era el del al lado, era el
de abajo. Nadie es responsable de nada, aducen. “No busquen
responsables, no los hay” nos dijo Narcís Serra. Un mes después, fiscalía lo imputaba. Veremos. El camino de las luchas contra la impunidad es largo y debe andarse todo.
¿Hasta qué punto es posible intervenir en una comisión como la de las cajas y hasta qué punto fuiste el actor de un desahogo que está vedado al resto de la sociedad?
La eficacia política es limitadísima y
la utilidad más bien débil. Pero de la fragilidad siempre se sacan
fortalezas. Utilizar los mínimos resquicios --aunque sólo sean cinco
minutos-- para intentar llamar a las cosas por su nombre, cifrar el
saqueo y llamarle gángsters a los gángsters. El mínimo ejercicio ético y
deontológico de recuperar el diccionario y el nombre exacto de las
cosas. Ahora bien, las esperanzas las tenemos depositadas en la calle, no en el Parlament.
Y también en las acusaciones populares --somos parte de la querella
contra los directivos de Caixa Catalunya y el Caso Palau-Millet y 15MPaRato tiene
todo nuestro apoyo-- que no pretenden debates parlamentarios, sino
juicio y sentencias que restituyan lo robado y deshabiliten el régimen
de impunidad efectiva que vivimos.
¿Que opinión os merece la respuesta que te da Rato cuando le preguntáis sobre el número de desahucios, 80.000 para ser más concretos, realizados bajo su mandato o sobre las preferentes?
En primera instancia, demuestra que es
un irresponsable: desconoce las consecuencias de sus actos. No sabe, ni
le importa, a cuanta gente ha arruinado. En segunda, la opacidad y el
silencio es consustancial a la corrupción y el expolio social. La cifra
de 80.000 ejecuciones hipotecarias a cargo de Bankia es una proyección
aproximada en base a las 500.000 ejecuciones habidas desde 2007 y de una
reciente encuesta de la PAH sobre 11.500 personas desahuciadas. El 21%
por Bankia.
¿Cuando le preguntáis sobre la nacionalización de la deuda de la misma banca que no quieren nacionalizar y no obtienes respuesta, no te genera esto un cierta impotencia?
Toda, absolutamente toda, la
intervención remite a un marco de profunda impotencia, soberbia
arrogante (su primera respuesta fue decir que no sabía “por qué
comparecía”) y drástica impunidad. La misma impotencia del resto de
comparecientes (Pagès de Caixa Penedés, Narcís Serra y Alfons Todó, de
Caixa Catalunya).
¿Como se os ocurrió lo de enseñarle la sandalia?
A nosotros nos moviliza la vergüenza.
Pero surgió en el transcurso mismo de la larga comparecencia, como gesto
profundamente simbólico de lo que significa el zapato en la cultura
árabe: el desprecio profundo y sentido al poder del poder. Pretendíamos
unir el paisaje devastado y desolador de la guerra ilegal contra el
pueblo iraquí, con el paisaje devastado que nos deja la crisis. Además,
en la economía de casino, Rato ha jugado todas las cartas. Todas las
bazas. Como ministro de Economía liberalizó el suelo, atizó el fuego de
la orgía especulativa y el tsunami immobiliario; como dirigente del FMI,
azuzó la financiarización de la crisis; como banquero, hundió Bankia
llevándose cinco millones de euros tras 29 meses; y hoy cobra los
servicios prestados en el Santander y en Telefónica. Es un icono del poder de las élites extractivas que nos hacen cada día la vida imposible. En ese contexto, aparece la sandalia. Como gesto de denuncia y hartazgo.
Vi a un hombre –el poder es masculino–
en su arrogante burbuja de impunidad. Y un destello resquebrajado,
fugaz pero real, de duda
¿Como resististe la tentación de lanzársela?
Igual decepcionó, tal vez a los 183.000
preferentistas atrapados en el corralito de Bankia y a los miles de
desahuciados, pero nunca se nos pasó por la cabeza lanzársela. Ni en la
gestualidad: queríamos vincular las víctimas de Iraq y las de aquí, ante
los mismos responsables de siempre. Era un gesto cargado de simbolismo a favor de los humillados de siempre, de aquí y de allí.
Sólo queríamos recordar el sufrimiento social, el miedo de miles de
familias catalanas y de todos los pueblos del Estado ahogados por una
crisis-estafa ante la insoportable sordidez dolorosa de la impunidad.
También para trasladar las preguntas permanentes e incesantes de
espacios sociales como 15MPaRato, la PAH o Madrilonia... De todas
maneras, el problema no es la sandalia: es quién había enfrente. Rodrigo
Rato. Detrás, nuestro miedo cotidiano.
¿Paisajes devastados es uno de los últimos libros de Traficantes de Sueños, lo has leído?
Por supuesto. Soy suscriptor de ese
Madrid rebelde imprescindible. El último título, absolutamente
recomendado, fue la fuente directa de inspiración. [Gracias,
traficantes]. Y también, dicho desde la añoranza, todo lo aprendido de Ramón Fernández Durán, cuando hace años escribía “La explosión del desorden”.
¿Que viste en los ojos de Rato, más miedo o más soberbia?
No lo tengo del todo claro. Vi a un
hombre --el poder es masculino-- en su arrogante burbuja de impunidad. Y
un destello resquebrajado, fugaz pero real, de duda. Pero sobre todo
vimos el silencio de un banquero y sus cómplices mofándose de una
comisión de investigación y degradando la 'institución'. Un banquero que
salía por la misma puerta por donde había entrado. Esto es: la
insoportable y devastadora letanía de la impunidad, versión hardcore.
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