El cuatro de octubre de 1993 tropas de élite del Ministerio de Interior de Rusia, tras un intenso bombardeo, asaltan la sede del Congreso de los Diputados del Pueblo (“Casa Blanca de Rusia”) en cumplimiento de una orden inconstitucional del entonces depuesto presidente ruso Boris Yeltsin, causando bajas entre los diputados de una coalición patriótica (comunistas más nacionalistas) y sus partidarios, quienes resisten en la sede parlamentaria hasta el apresamiento o la muerte en defensa de la democracia soviética. La última semana ha sido testigo de manifestaciones populares en defensa de la URSS y por el acorralamiento político de un presidente que estaba traicionando abiertamente el mandato popular y la legalidad constitucional. Yeltsin, verdugo de Occidente en esas horas fatales, recurre al terror contra la población para cumplir las órdenes reales que venían de Washington. Tras la sangrienta represión, Yeltsin puede continuar con su agenda de reformas neoliberales, provocando una auténtica catástrofe en Rusia, por las graves consecuencias sociales y económicas.
Antecedentes de la crisis
La sociedad soviética en los años ochenta había atravesado un período histórico complejo, pero sin dudas el mejor de toda la Historia de Rusia y de los distintos pueblos que componían en aquel entonces la URSS, Estado que nació en 1922 al calor de la Revolución de Octubre (1917), que en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) aplastó militarmente a los nazis, y que los años cincuenta y sesenta se colocaba a la altura de EE.UU. en desarrollo económico y social, aspecto particularmente visible en la carrera espacial. Lo cierto es que en los ochenta, la dirección del PCUS consideró que la situación era lo suficientemente grave como para llevar a cabo una serie de reformas políticas y económicas, a las que en su momento se les dio el nombre global de Perestroika, siendo el secretario general del PCUS, Mijail Gorbachov, su principal inspirador. Esas reformas terminarían fracasando y llevarían el país al colapso, con la destrucción de la democracia soviética, y al capitalismo en clave neoliberal. La URSS permite en 1989 la disolución del bloque socialista en la Europa del Este, con consecuencias negativas para el futuro: conflictos étnicos, rupturas territoriales, auge del fascismo…, tras entregar la soberanía de esos países al imperialismo norteamericano, en lugar de permitir profundizar el modelo de democracia popular. A principio de los noventa, la URSS atravesaba dificultades, pero también había síntomas de consolidación; hay dos acontecimientos importantes que a menudo suelen olvidarse: las elecciones legislativas en Rusia de 1990 en las que el PCUS obtiene cerca del 90% de los escaños, en un proceso con distintas candidaturas, y el referéndum sobre la continuidad de la URSS (marzo de 1991), que el pueblo soviético ratificó con casi el 80% de los votos
La situación contradictoria de la URSS se acelera en dirección hacia el abismo, cuando Boris Yeltsin, quien había roto en 1990 con el PCUS tras ser uno de los principales apoyos de Gorbachov en Moscú, conquista la presidencia de la República Soviética Socialista Federativa de Rusia en junio de 1991, y plantea la ruptura territorial de la URSS y la aplicación de reformas neoliberales, violando así la legalidad soviética. El golpe de Estado de agosto de 1991, un grave error táctico, realizado por sectores del PCUS y del Ejército soviético en defensa de la URSS, provoca por el contrario que Yeltsin se consolide y se apropie ilegalmente de competencias federales soviéticas, al disolver simultáneamente al PCUS y a la URSS (noviembre/diciembre de 1991), por ejemplo, y humillando así al presidente de la URSS Mijail Gorbachov, quien tuvo un comportamiento vergonzoso en todo este período.
El curso de la crisis política de 1993
A partir de 1992, Yeltsin acelera su carrera hacia el neoliberalismo recortando el gasto social y aplicando medidas de carácter capitalista que incidirían en alzas de precios de los artículos de primera necesidad y en el deterioro del aparato productivo. El PIB se quiebra y desaparecen los servicios públicos, agravando la situación de la gente: paro, hambre… Esta situación provoca un cisma en el propio equipo de Yeltsin, encabezado por el vicepresidente Alexander Rutskoi, veterano de la Guerra de Afganistán (1978-1992): Yeltsin exigía cada vez más competencias al margen de la legalidad soviética, todavía vigente aunque dañada. En abril de 1993, Yeltsin convoca, mediante un decreto gubernamental exclusivo, un referéndum de dudosa legalidad con resultados confusos.
Hasta el verano de 1993, la lucha se centra en clave parlamentaria, con una serie de pactos tortuosos y conflictos marcados, entre el sector del Gobierno liderado por Yeltsin y el Parlamento ruso (Congreso de los Diputados del Pueblo + Soviet Supremo) en torno al espinoso asunto de la reforma constitucional: para el sector “reformista” (capitalista neoliberal) la Constitución de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia (1978) se había quedado “caduca”. Un momento clave tiene lugar cuando el Parlamento ruso, liderado por Ruslan Jasbulatov, decide recortar los poderes presidenciales en menoscabo de Yeltsin, quien en marzo acusa al Legislativo de intentar “imponer el orden soviético”. El Parlamento plantea celebrar un referéndum revocatorio del presidente ruso y de sus reformas, con nuevas elecciones.
Tanto el Parlamento como el Tribunal Constitucional rechazan el último decreto deYeltsin y el Soviet Supremo vota la destitución de Yeltsin y la elección de Rutskoi, prácticamente por unanimidad(El País, 22 de septiembre de 1993). Seguidamente, los parlamentarios cosechan importantes apoyos populares con manifestaciones de decenas de miles de personas, en las que destaca el líder comunista Viktor Anpilov; sin embargo, Yeltsin, con el apoyo de la antigua KGB, va amarrando los apoyos militares necesarios, particularmente en el Estado Mayor y rompiendo el mando intermedio del Ejército con nombramientos de centenares de “nuevos oficiales” en puestos clave, aunque la Unión de Oficiales se posiciona con el Parlamento (El País, 26 de septiembre de 1993). El día 30, la mayoría de las regiones rusas exige que Yeltsin abandone el poder y convoque elecciones [El País, 17 de octubre de 1993,http://espanol.groups.yahoo.com/group/Movimiento13deabril/message/7741].
La situación se vuelve altamente confusa los días 2 y 3 de octubre cuando unidades militares próximas al Parlamento y a los manifestantes, tras romper el cerco con decenas de heridos, levantan barricadas en Moscú y ocupan la sede de la Televisión Rusa. Yeltsin declara el Estado de excepción el día 4 y envía contra el pueblo unidades blindadas y de artillería, para cerrar definitivamente el cerco e impedir el acceso de alimentos y medicinas a la sede parlamentaria, y proceder así al asalto con “luz verde” del Gobierno de EE.UU. y el respaldo de la UE (El País, 5 de octubre de 1993): la orden era “disparar a matar”, incluidos civiles, diputados y oficiales afectos a la legalidad soviética (Decreto nº 1575) [http://espanol.groups.yahoo.com/group/Movimiento13deabril/message/7741]
Las cifras oficiales de muertos en el asalto fueron de unos 200, pero otras fuentes las amplían a 2.000, víctimas en las que habría que incluir un número indeterminado de diputados. Hubo, además, detenciones masivas y torturas. [http://cuestionatelotodo.blogspot.com.es/2009/10/homenaje-los-comunistas-asesinados-en.html]. El politólogo Emilio Alvarado indica que 90.000 personas fueron detenidas y otras 10.000 fueron expulsadas de Moscú durante el “régimen especial presidencial” que Yeltsin pudo consolidar con apoyo occidental. Los siguientes decretos de Yeltsin (días 5 y 6) hacen referencia a la prohibición de organizaciones de izquierdas, entre ellas el PC ruso, y de sus respectivos órganos de prensa.
Consecuencias de la crisis
Posteriormente, Yeltsin gana el referéndum constitucional de diciembre de 1993 con apenas el 31% del censo electoral y un amplio rechazo regional. El resultado de las legislativas acentúa la posición de precaria legitimidad del mandatario ruso impuesto por Occidente: el bloque de izquierdas, liderado por el PC ruso de Ziuganov y Lukianov, obtiene casi el 30% de los votos frente al 15,5% de los “reformistas” de Yeltsin; la extrema derecha logra el 23%. La farsa electoral continúa en junio/julio de 1996 con las elecciones presidenciales, en cuya primera vuelta Yeltsin y Ziuganov quedaron empatados, para posteriormente cometer Yeltsin un fraude generalizado en la segunda vuelta, según reconoció el primer ministro ruso, Dimitri Medvedev (Canarias Semanal, 29 de febrero de 2012).
Como telón de fondo, se ratifica el proceso de privatizaciones iniciado en 1991, la acumulación de capitales más brutal de la Historia, y la conversión de la burocracia soviética en oligarquía financiera con diversos mecanismos: concesiones gubernamentales, subastas amañadas, expropiaciones por deudas, actividades comerciales ilegales, privatizaciones en masa, fraudes financieros para robar ahorros a la población… Los sectores estratégicos privatizados más importantes fueron la información/telefonía, las materias primas/energía o la industria de armamento. El PIB ruso entre 1990 y 1996 decrece en un 54%, según señala Emilio Alvarado, dato que ilustra la magnitud del saqueo de las arcas públicas rusas. No es de extrañar que Yeltsin acabara implicado en 1999 en un estrepitoso escándalo de corrupción al final de su mandato (“Kremlingate”), particularmente cuando es un conglomerado de 200 empresas en torno a la presidencia el que rige al menguado aparato de Estado ruso. La Guerra de Chechenia (1994-1996 y 1999-2009), con más de cien mil muertos, es otro de los méritos históricos de Yeltsin.
El colapso demográfico en Rusia, por el descenso de la esperanza de vida y por el aumento de la mortalidad, es una buena muestra de los costes sociales del modelo económico neoliberal que Occidente impuso a Rusia, como a los restantes pueblos de la URSS. Unos escalofriantes informes de la ONU consideran que la población de Rusia puede pasar de los 149 millones de habitantes de 1991 a un mínimo de 100 millones en 2050 (actualmente es de unos 140 millones) [El País, 29 de marzo de 2011; Ria Novosti, 27 de julio de 2013,
http://russiaparachilenos.blogspot.com.es/2008/12/la-crisis-demografica-en-rusia-articulo.html, http://www.un.org/esa/population/publications/migration/presssp.htm, http://www.un.org/esa/population/publications/WPP2004/2004SpanishES.pdf].
Por tanto, la principal lectura del Golpe de Estado en Rusia de 1993 es que para el neoliberalismo nada importa, ni la soberanía popular ni la vida de las personas: los trabajadores y las trabajadoras de Occidente están viviendo esa amarga lección, actualmente, en carne propia. El ejemplo de sacrificio de los diputados rusos de izquierdas de 1993 es que se pueden cometer errores en la lucha, pero lo que nunca se debe hacer es renunciar a la lucha misma. Y pese a las mentiras de los medios de comunicación burgueses de Occidente, los logros históricos de la URSS prevalecerán sobre el genocidio al que se ha sometido al pueblo ruso en los últimos veinte años.
Por Pablo Ojeda Déniz – Canar
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