La derrota del nazismo por el Ejército Rojo nunca fue bien recibida por
los aliados naturales de Hitler, aquellos cuyas grandes corporaciones le
financiaban y le empujaban a destruir la Unión Soviética. Por eso, los
generales alemanes se apresuraron a firmar el armisticio de rendición
ante los norteamericanos, el día 8 de mayo de 1945, en lugar de hacerlo
con los que realmente les habían derrotado y tomado Berlín, los
soviéticos. Sin embargo, los generales del Ejército Rojo exigieron a los
norteamericanos que convencieran a sus amigos nazis, porque si no
firmaban un armisticio con la URSS, la guerra iba a continuar (algo que
si a los nazis ya no les importaba demasiado, hizo que los
norteamericanos, y los capitalistas en general, se hicieran pipi
encima).
Esa diferencia es el origen de por qué hoy unos consideren el día 8 como
el final de la guerra en Europa y otros el día 9, aunque, en todo caso,
lo paises occidentales no consideran, como es normal, demasiado
importante celebrar la efeméride. Sin embargo, las grandes
manifestaciones realizadas el 9 de mayo en los paises socialistas, que
tenían gran influencia en los trabajadores de todo el mundo, hizo que,
los que tras el final de la SGM habían creado la organización militar
OTAN e instalado las bases de la Unión Europea, continuadoras ambas de
las ideas que hicieron surgir el nazismo en Alemania, el fascismo en
Italia o el franquismo en España, los tres sostenidos por las
multinacionales de los paises autoconsiderados “democráticos”, se
inventaran el hoy llamado Día de Europa.
La Unión Europea y la OTAN, continuadoras del odio de los paises
capitalistas y fascistas contra el estado de los trabajadores y la
Revolución, no podían permitir que los productores de la riqueza en
Europa, la clase obrera, viera como sus camaradas soviéticos no solo
habían tomado el poder, sino que habían construido la mayor potencia
económica, militar, cultural y social de la historia ¿Qué pasaria si se
les ocurriera imitarlos?
Así que, para neutralizar la influencia negativa de la celebración de la
victoria del Ejercito Rojo, de los trabajadores soviéticos, apoyados
por los partisanos comunistas de toda Europa, y con el fin de potenciar y
asentar esa idea de Europa unida que no esconde más que la perpetuación
del sistema de explotación de una minoria privilegiada sobre la mayoria
de sometidos, hoy se celebra en los paises de la U.E. esa aberración
que es el Día de Europa.
Que la Segunda Guerra Mundial la ganaron los trabajadores soviéticos,
organizados en el Ejército Rojo, es algo que ya reconocía, antes de que
los norteamericanos tomaran el testigo del nazismo e impusieran su
continuidad en toda Europa Occidental, el propio presidente Roosevelt,
que no tuvo inconveniente en afirmar públicamente que “Desde el punto de
vista de la gran estrategia es difícil pasar por alto el indudable
hecho de que el Ejército Rojo está destruyendo más soldados y armamento
del enemigo que los otros 25 estados de las Naciones Unidas juntos”.
Según cálculos actuales, el Ejército Rojo derrotó en el frente oriental
674 divisiones (508 de la Wehrmacht y 166 de otros aliados de la
Wehrmacht). El ejército anglo-norteamericano en África del Norte se
enfrentó de 1941 a 1943 a entre 9 y 20 divisiones, en Italia de 1943 a
1945 fueron entre 7 y 26 divisiones y en Europa Occidental, después de
que se abriera el frente occidental en 1944, entre 56 y 75 divisiones.
La diferencia en las aportaciones mutuas a la victoria es abismal.

No obstante, hay que recordar que los norteamericanos y sus aliados no abrieron el segundo frente en Europa hasta que no vieron claro que la victoria del Ejército Rojo era evidente: es decir, hasta que sus planes de que Hitler destruyera la Unión Soviética, hacia lo que le habían empujado desde el principio, (no debemos olvidar la “no intervención” para apoyar al gobierno republicano español o la traición de Munich entregando a los nazis Checoslovaquia), se demostraron un fracaso. Desde entonces, los alemanes ofrecieron apenas resistencia en occidente, tras el desembarco en Normandia, mientras concentraban casi todas sus fuerzas en el frente soviético. A pesar de ello, el avance de los trabajadores soviéticos fue imparable.
El Día de Europa, por último, celebra en teoría la conocida como
Declaración Schuman, realizada por el ministro francés de tal nombre en
1950, en la que propuso por primera vez (después de los nazis, que ya
habían diseñado algo así en sus planes futuros), un proyecto de
integración europea, la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, germen
que daría lugar a la actual Unión Europea. Por cierto que el tal Robert
Schuman, entonces ministro de asuntos exteriores del gobierno del
primer presidente de la IV República Francesa, Vincent Auriol, ya había
formado parte de gobiernos franceses anteriores; por ejemplo, durante la
presidencia del mariscal Philippe Pétain, en la Francia aliada del
nazismo.
Por todo ello, nosotros celebramos la derrota de fascismo y no su
renacimiento, y desde aquí agradecemos su sacrificio a los millones de
caídos del Ejército Rojo, trabajadores sovieticos y partisanos
comunistas de todo el mundo, y a los que llevaron la bandera de la
libertad (la de verdad, esa que solo puede ir de la mano de la
fraternidad y la igualdad) hasta Berlín, a la vez que lamentamos que la
progresiva reinstauración del capitalismo en la URSS, desde el infausto
XX Congreso en 1956, haya provocado que, tras su disolución en 1991,
hoy el fascismo vuelva a ser celebrado sin tapujos en Europa (aunque
sigan escondiéndolo, cada vez con menos éxito, tra la etiqueta de
“democracia”).
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