30 de abril de 2015
Por Martin Hacthoun
Los
Túneles de Cu Chi es un extenso sistema de corredores y salones cavados
e interconectados ingeniosamente en la profundidad de la tierra,
ubicado en el distrito homónimo, a unos 40 kilómetros de la Ciudad Ho
Chi Minh, antigua Saigón.
Aunque
con menos notoriedad, obras similares menos extensas las construyeron y
usaron los vietnamitas en otras zonas del país como parte de su
admirable ingeniosidad en el enfrentamiento, primero contra la Francia
colonialista y después contra la invasión de Estados Unidos.
Incluso
una base militar de los invasores estadounidenses operaba sobre sus
cabezas, sin percatarse la soldadesca que debajo, en el subsuelo, un
laberinto de pasadizos y salones subterráneos para diversos usos servían
de refugio estratégico a los combatientes vietnamitas.
Existe la errónea
creencia que esa fortaleza subterránea se construyó durante la Guerra de
Vietnam frente a Estados Unidos; sin embargo es anterior, pues se
comenzó a edificar durante la ocupación francesa y fue, entonces,
ampliada para encarar la agresión de la potencia imperial de nuestros
tiempos.
Las
adyacencias de Ciudad Ho Chi Minh, entonces Saigón, fueron duramente
castigadas durante la ocupación francesa y durante la posterior guerra
que lanzó Washington. La aviación norteamericana bombardeó intensamente
la zona de manera incesante, lo que convirtió las áreas aledañas a esa
urbe en sitios tan inhóspitos que la única alternativa para la población
que apoyaba a los combatientes por la liberación, y para estos, era
vivir bajo tierra.
Por
el día, los campesinos labraban los campos de arroz y al caer el sol,
excavaban los túneles. Este atrincheramiento subterráneo se extiende a
lo largo y ancho de 220 kilómetros, divididos en tres niveles a seis,
ocho y 10 metros de profundidad bajo tierra cada uno, donde llegaron a
vivir más de 10 mil personas.
Sus
creadores diseñaron la red en forma de zigzag, y sirvió de enlace entre
distintas aldeas –incluso algunos túneles pasan por debajo de ríos. El
sistema jugó un papel valioso para el desenlace y victoria de los
vietnamitas en las guerras de dominio geopolítico que le impusieron las
dos potencias extranjeras.
Los
combatientes del Viet Cong emplearon esa asombrosa fortificación
subterránea para moverse de un sitio a otro de la selva, golpear al
enemigo y esfumarse; la red de túneles les permitía precisamente
aparecer de la nada, emboscar a la tropa invasora y desaparecer sin
dejar rastro. Incluso, les facilitó apropiarse de abastecimientos y
armas de los adversarios sin ser notados.
Algunos
historiadores coinciden en aseverar que el líder histórico Ho Chi Minh
planeó la Ofensiva del Tet en el interior de los túneles de Cu Chi.
Entre
angostos corredores aparecen espacios que funcionaron como dormitorios,
cocinas, comedores, escuelas, cuartos de reuniones, salas de atención a
heridos y enfermos, salones de operaciones, talleres textiles y de
reparación de armamento, o la fabricación de útiles de labranza o de
ingeniosas armas a partir de elementos de la naturaleza. Todo,
asombrosamente, bajo tierra.
El
sagaz sentido de supervivencia los llevó hasta concebir respiraderos y
conexiones de escape que enlazaban a los comedores en las profundidades
con la superficie, y servían de insólito camuflaje para que el humo no
fuera notado al brotar de la tierra.
Pero
la vida en los túneles no fue fácil y estuvo cargada de inmensos
sacrificios. Entrar y trasladarse en ellos significaba gatear a oscuras
por estrechísimos y claustrofóbicos corredores a lo largo de muchos
metros y hasta kilómetros. Había que hacerlo a oscuras la mayoría de las
veces pues no estaban iluminados, y tenían que cargar los
aprovisionamientos y pertrechos para el combate. En ellos había que
tener un alto sentido de la orientación y conocerlos bien. La humedad
era muy alta, el calor intenso o el frío penetrante que calaba hasta los
huesos.
Huynh Van Chia es
un oficial hoy retirado, quien por lo general atiende como guía a las
delegaciones de alto nivel que visitan Cu Chi. Chia vivió años en esos
túneles que podrían ser corredores infernales, pero que en la práctica
resultaron benditos pasadizos para la supervivencia frente a una atroz y
cruel saña bélica. Llegó a ellos casi un adolescente forzado por la
cruda realidad de la guerra; allí creció y se hizo hombre, y
combatiente. Escuchar sus relatos enriquece el espíritu.
En
una tarde de verano de 2007, tuve la oportunidad de visitar Cu Chi como
corresponsal de Prensa Latina en una cobertura periodística. Luego del
recorrido, me acerqué a Chia por la incontrolable curiosidad de conocer
más sobre esa parte fabulosa de la historia de la lucha vietnamita, y me
recibió con una sonrisa afable y la pregunta de si no tenía mucho
calor. Francamente, no había reparado en ello aunque transpiraba
copiosamente en aquel tórrido día.
Me
invitó a un té verde bajo las sombras de unos árboles y a que probara,
ya que quería saber sobre la vida en los túneles, la comida más habitual
de sus moradores: yuca (mandioca) hervida con maní tostado triturado
por encima. El maní les daba energía y el almidón de la yuca les
mantenía el estómago lleno. Además, era comida fácil y rápida de
cocinar. No había mucho tiempo para los aguerridos habitantes del
subsuelo de Cu Chi.
Con
la sempiterna parsimonia típica del asiático, Chia contaba las
vivencias acumuladas; eran demasiadas para una hora de conversación.
Mientras relataba, sus ojos destilaban brillo. En los túneles conoció el
amor que lo ha acompañado en su vida. En ellos se casó con una
enfermera, joven también como él a quien conoció cuando resultó herido
en una escaramuza. Chia perdió un brazo en combate, pero ganó la guerra.
Algunos
tramos de los corredores han sido ampliados un poco para facilitar que
los visitantes, al menos, puedan avanzar unos metros y sentir la
sensación que en ellos se vivía; aún así avanzar resulta dificultoso y
la impresión es estremecedora.
La
conservación de este extraordinario sistema de ingeniería está a cargo
hoy de la institución Vestigios Históricos de los Túneles de Cu Chi, y
para facilitar su comprensión a los visitantes se construyeron maquetas
semisoterradas al tamaño natural humano para mostrar cómo fue la vida en
esa astuta y estratégica obra.
Los
guías son hoy oficiales retirados, su mayoría, como Chia, que allí
vivieron y desde donde también pelearon, y emergieron victoriosos.
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