El nuevo primer ministro griego, Alexis Tsipras, anunció este martes su gabinete donde no hay ninguna mujer. Foto: Links.org.au
Reconozco que duele. La decepción duele, la frustración
duele, la desilusión, el hartazgo. Y duele la desesperanza y el
cansancio; y duele volver a animarse y esforzarse por seguir
considerando que el domingo hemos ganado una batalla muy importante en
Grecia, que nosotras también hemos ganado. Duele que un gobierno como el
griego, recién nombrado y preparado para un combate titánico contra la
Troika y en definitiva contra el neoliberalismo; nombrado en realidad
para cambiar las cosas en profundidad, para cambiar Europa, se presente
sin una sola mujer ministra.
Duele que nos hayamos alegrado tanto, que hayamos vibrado
con la victoria de Syriza, para ahora darnos cuenta de que quizá esa
victoria no sea tan nuestra como pensábamos. Porque ya sabíamos que el
gobierno griego no iba a ser paritario, pero la realidad es que Tsipras
no ha considerado necesario hacer ni un solo gesto (porque todo lo que
no sea paridad no son más que gestos) a la democracia real, a la
igualdad entre mujeres y hombres.
Un gobierno sin mujeres ya no es de recibo. Un gobierno
100% hombres a estas alturas llama demasiado la atención, nace viejo,
chirría, suenan las alarmas, huele mal, se ve mal, y no dice mucho de la
capacidad de Alexis Tsipras para cambiar las cosas radicalmente. Muchos
hombres, muchos compañeros de lucha, siguen sin entenderlo del todo.
¿Por qué paridad obligatoria? Por esto mismo que acaba de pasar en
Grecia.
Porque sin una norma que les obligue a vernos, los
hombres con poder simplemente no nos ven o, quizá, se pueden permitir el
gesto de no vernos. ¿No hay mujeres en Grecia capacitadas para ocupar
un ministerio? ¿Ninguna? No vernos, o fingir que no nos ven, resulta muy
cómodo para no tener que compartir el poder, los recursos, la riqueza;
para no tener que darnos la mitad de todo. Porque nombrar mujeres para
un gobierno significa que algunos hombres quedarán fuera; y el poder y
los privilegios cuesta compartirlos cuando se poseen por nacimiento y
cuando resulta tan fácil ignorar que se está excluyendo a la mitad de la
población.
Para las mujeres es fundamental un gobierno capaz de
desactivar estas políticas que nos han hecho sufrir especialmente. Pero
¿se pueden desactivar las políticas neoliberales en lo que han afectado
especialmente a las mujeres sin una sola mujer en el gobierno? Podría
ser que sí, pero es dudoso que aquellos que han decidido ignorar la
dimensión simbólica (y real) de la presencia de mujeres con poder en el
gobierno den alguna importancia a la igualdad de género. Por supuesto
que no basta con poner mujeres, que tienen que ser mujeres feministas
para que las políticas que se hagan estén destinadas a combatir esta
desigualdad invisible.
Pero, aun cuando no sean feministas, para que haya
democracia real tiene que haber mujeres en los puestos de poder, porque
la sociedad está compuesta por hombres y mujeres y porque las mujeres
están en la política, están en las fábricas, en el campo, en los
mercados, en las universidades, en los hospitales, en las escuelas, en
los sindicatos, en las asociaciones, en la judicatura, en los
movimientos sociales, en las administraciones, en todas partes. Y
porque, además, en estos años también han estado en las calles, en las
huelgas, han desafiado al poder, han marchado sobre el parlamento, han
militado, han luchado. Somos la mitad de todo.
Es posible que el gobierno de Tsipras derrote a la
Troika, ojala. Es posible que los griegos recuperen su dignidad y la
capacidad de decisión sobre sus vidas; es posible que desde Grecia se
expanda una ola que acabe con este ciclo infecto de neoliberalismo. Pero
si eso nos deja fuera a las mujeres, para nosotras no habrá valido la
pena, aunque suene duro. Porque el neoliberalismo oprime a la gente,
destroza las vidas y produce dolor y sufrimiento pero la desigualdad de
género también, aunque en este caso sea solo a la mitad de la gente y
esto resulte mucho más difícil de ver.
Nosotras nos tenemos que enfrentar a ambos monstruos con
el mismo tesón y no siempre quienes luchan a nuestro lado contra el
capitalismo feroz son nuestros aliados en la otra lucha. Esto hemos
tenido mucho tiempo y muchas experiencias históricas para aprenderlo. Un
gobierno europeo sin mujeres, a estas alturas, nace antiguo, nace
triste y nace injusto. Nace decepcionante; nace lastrado para luchar
contra la desigualdad.
Beatriz GimenoOTRA HUMANIDAD ES NECESARIA
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