06.10.2014
Escrito por
Rossana Rossanda
Han bastado una reunión del Ecofin y la advertencia de Draghi para
bajarle los humos a Francia e Italia, y dejar reducidas a cero las
ambiciones de la campaña electoral de Hollande y de la no campaña de
Renzi.
En Italia, Renzi ha descubierto parcialmente sus cartas en la ya famosa Jobs Act [Ley de Empleo]. Y ha afrontado con cara de pocos amigos el escándalo del enésimo fuera de juego del artículo 18, el que impedía el despido "discriminatorio". Toda la prensa italiana se ha alineado con él, excepción hecha de Il Manifesto, argumentando sobre todo que el famoso artículo tendría solamente un valor simbólico, en la medida en que raramente se aplica: es sabido que la mayor parte de los despidos se realizan por verdaderas o presuntas razones económicas, que no tienen que ver con problemas de presupuesto sino con un cambio de estrategias, encaminadas sobre todo a la deslocalización. Mientras tanto, se ha subestimado lo que a mí me parece el mayor escándalo, a saber, el dispositivo por el cual en los tres primeros años de empleo "indefinido", cualquier trabajador quedaría sujeto a despido. ¿Por qué tres años? Cualquier trabajador os dirá que para aprender al dedillo el cometido que se le exige basta como máximo una semana; como mucho, en dos la empresa esta en condiciones de darse rápidamente cuenta de si está o no en condiciones de insertarlo en el plano productivo. ¿Por qué permitirle al patrono sus buenos tres años "flexibilidad" gratis? No lo explica nadie. Es un sistema para prolongar el precariado – no sé cómo se podría definir de otro modo – convirtiendo a todos en precarios hasta el inicio del llamado "empleo de tutela creciente" [modalidad de contrato prevista por la Jobs Act]: tres años de tutela cero.
Salvo Luciano Gallino y Pierre Carniti, toda la prensa le ha dado un relieve positivo a lo elegido por Renzi, acompañado, según su costumbre, de insolencias hacia los sindicatos. La prensa presuntamente de centroizquierda, como La Repubblica, se ha distinguido en la cruzada contra el conservadurismo de quienes querrían conservar algún derecho al trabajo, entre ellos una parte del PD considerada vieja y conservadora. No sólo los jóvenes Fassina y Civati sino el viejo Bersani. Ya veremos cuanto tiempo resistirá el ataque la minoría del área ex comunista, pero es verdad que si cede desaparecerá también la sombra del abominado PCI y quedara por constatar qué cambios asumirá sin confundirse con el centrismo puro y duro, representado por otra parte por el joven primer ministro. Está en curso la transformación final de la escena política italiana. La francesa ya no tiene necesidad de ello, si se considera que para el puesto del impetuoso ministro Montebourg se ha nombrado a un directivo de la banca Rotschild. Además, en Italia, naturalmente, queda – enroscado en torno a Renzi – el evergreen Berlusconi. Para el que pensaba tener derecho a un trabajo, ha muerto la piedad [1].
Nota del t.:
[1] "Pietá l´é morta" es el título de una canción partisana italiana del año 1944, que retoma una melodía de los "alpinos" en la Primera Guerra mundial, revivida en 2005 por el grupo Modena City Ramblers y la cantante Ginevra di Marco.
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